13.


—Maplecito.

—¿Sí?

Sonrió quitando su atención del libro para ver a su novio. Extrañamente lo vio sumamente serio o malhumorado.

—¿Qué sucede?

—¿Quieres probar algo rico?

—¡Sí! ¿Qué cosa?

México se acercó hasta sentarse en el regazo de su chico bicolor, suspiró enamorado al ver esos ojales azules y esas pequitas de ensueño.

—Mis labios, güerito.

Canadá rio bajito antes de sonrojarse y encoger un poco sus hombros. Dejó de lado su libro y abrazó la cintura de su latino.

—I love you, taquito.

—I love you more.

Risitas antes del primer besito, las manos de Canadá buscaron la piel de esa espalda para que México maldijera, y el tricolor en venganza mordió suavecito esos labios de cereza.
Porque necesitaban atención a veces, y se buscaban sin miedo. Para besarse, jugar, reír o dormir. Mientras estuvieran juntos, todo estaría bien.

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