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Chaeyoung llevaba horas recorriendo el centro comercial de la ciudad en busca del regalo de aniversario ideal para su querida esposa. La conocía muy bien y sabía que prefería lo simple a lo extravagante pero aun así quería sorprenderla. Resignada, regresó a su casa con unas compras hechas pero nada que la hubiera convencido realmente.
Mina no había vuelto aún del paseo con sus amigas y vió la ocasión como una oportunidad para preparar la cena y adornar la sala con unos adornos que había comprado.
Su querida Mina, cuántos otoños llevaba soplando velas a su lado, pintando pastel en su nariz, cuántos años de amor le había regalado y cuántos más les deparaba el futuro para disfrutar de su felicidad, el resto de su vida no era suficiente para Chaeyoung. Anhelaba devolverle cada minuto, cada segundo de cariño, amor y lealtad que recibía a diario. Su corazón latió contento ante el pensamiento de que ese día cumplirían una decada juntas.
A eso de las seis de la tarde Mina cerraba despacio la puerta de la casa. Ver la ciudad desde el puerto le hacía bien, sentirse apartada de los edificios, de las personas, del ruido, de todo lo que le hacía mal le traía algo de paz, hasta que llegaba el momento del retorno. Fingir era cada vez más tortuoso pero todo era por mantener a salvo su matrimonio.
Como de costumbre, pasó a la sala a saludar a su esposa, sin imaginar el bello detalle que la estaba esperando. Sus tristes y maltratados ojos se aguaron al ver las flores y luces brillantes en los distintos muebles, los pétalos en el suelo y las velas en el centro de la mesa junto a una fina botella de champagne.
No la merecía.
—Oh, no, eché a perder la sorpresa —Chaeyoung hizo una mueca desde atrás—. Tenía que estar aquí para recibirte con la cena servida.
Mina estaba muda. Su corazón dolía ¿de alegría?, ¿de dolor?, una combinación de ambos tal vez. Algo le pinchaba el pecho por dentro, la culpa seguro.
—¿Estás llorando? —La abrazó con preocupación— Por favor sonríe, feliz aniversario querida.
Los brazos mas cálidos del mundo, los que la hacían sentir en casa sin importar el lugar donde estuviera, la arrullaban entre ellos. Mina lloraba de tristeza, de miedo, no quería que Chaeyoung la soltara, deseaba que todo se mantuviera así eternamente.
—No creí que fueras a emocionarte tanto —Dejó un tierno beso en su coronilla.
La menor ni siquiera sospechaba lo que sentía la desdichada mujer que abrazaba. Con las mangas de su sueter limpió sus lágrimas que creía eran de emoción.
—Lo siento —Se disculpó tratando de calmar su respiración que parecía agitarse más con los segundos. La contraria le alcanzó un pañuelo—. Yo no preparé nada...
—No te disculpes. Siempre eres la primera en recordar las fechas importantes, esta vez me tocaba a mí —dijo acariciando sus mejillas—. Por eso hice esto pensando en hacerte feliz. Ponte cómoda por favor —Con calma, la guió a uno de los dos almohadones que rodeaban la mesa—. Traeré el platillo especial para este maravilloso y tan esperado día —Se inclinó para dejar un beso en su frente antes de dirigirse a la cocina.
Su esposa sonrió conmovida con los labios rasposos y se conmovió aun más cuando vió frente a ella el salmón que su fallecida madre solía cocinar para ella cuando era pequeña junto con diferentes acompañamientos. Cada recuerdo, cada mirada hacia el pasado era como un alfiler clavándose en su marchito corazón.
Nadie más haría esto por ella, nadie además de Chaeyoung.
—Te amo —dijo con dulzura la menor viéndola digerir el pequeño trozo de pescado. Su cálida mano descansaba sobre la suya.
Su amada quería devolverle esas palabras, pero antes de que pudiera terminar de masticar el bocado el sonido del timbre le ganó.
—Iré a ver.
Chaeyoung dejó su almohadón y tranquilamente fue a atender la puerta. Al abrirla sonrió al ver a su hermano del corazón ahí parado.
—Me dijeron que la señora Son Chaeyoung y su esposa Mina cumplen años hoy y que no fui invitado a la fiesta de celebración —Fingió estar ofendido, sujetando una botella de soju en cada brazo.
—Ven, entra amigo —Lo invitó la ingenua mujer con una confianza más que afianzada.
El hombre no demoró en pasar al vestíbulo sonriendo malévolamente a sus espaldas. El lobo se había disfrazado de cordero y había conseguido colarse a la casa de las blancas ovejas.
—¿Y la fiesta? —preguntó siguiéndola en dirección a la sala de estar.
—Hemos estado tan concentradas en el trabajo que no tuvimos tiempo de organizar algo, por eso la ausencia de invitados, aunque admito que celebrarlo en privado se siente mucho mejor, más íntimo y especial.
—Supongo que no tengo nada que hacer aquí entonces.
—Siempre tan modesto. Sabes que eres familia, tú no necesitas invitación para poder venir, siempre serás bienvenido en nuestro hogar.
Jeonguk sabía que su socia hablaba en serio y nada se le hacía más absurdo que la confianza ciega de la menor. En momentos como aquél era imposible no preguntarse qué es lo que haría si llegara a enterarse que se follaba a su esposa casi a diario en sus narices, lo más probable era que con lo débil de mente y fácil de manipular que era le terminara creyendo a él antes que a la zorra con la que se había casado. Chaeyoung no perdonaría un infidelidad, conocía muy bien su manera de pensar, y siempre enaltecía la importancia de la hermandad.
—Mira quién vino a felicitarnos, cariño.
Mina, quien comía despacio para degustar y disfrutar lo mejor posible el platillo, casi devolvió todo al ver la cara de aquel ruín hombre detrás de su sonriente esposa. Sus dedos soltaron el cubierto.
—Buenas tardes. Espero no interrumpir —dijo falsamente el inesperado invitado, avanzando hacia quien no se levantó a saludarlo—. Felicitaciones por tu aniversario con mi más grande amiga y socia Son.
—¿Mina? ¿Estás bien?
La mencionada asintió esforzándose por parecer segura aunque su cuerpo no dejara de temblar. Con mucha fuerza se obligó a sí misma a levantarse de la alfombra.
No quería abrazarlo, su sola presencia le repugnaba, pero el hombre la tenía presa entre sus brazos como si de cadenas se tratara, como los barrotes de una fría y oscura celda.
—Hice salmón, ¿quieres cenar con nosotras? —Preguntó Son luego de alcanzarle al hombre un almohadón extra del sofá.
—Me encantaría.
—¡Muy bien! Voy por otro plato.
En cuanto perdió de vista a su esposa, Mina se giró a Jeonguk a implorarle que se fuera pero éste hizo oídos sordos a su petición y, por el contrario, se acomodó a su derecha en lugar de ocupar el espacio al lado de su amiga Chaeyoung como tenía acostumbrado.
Veinte minutos después Son hablaba sin freno mientras su amigo fingía escucharla, su esposa no dejaba de temblar con la mirada clavada en el pescado frío servido en su plato. De reojo veía la mano de aquél desgraciado tocando sin consentimiento su muslo por debajo de la mesa.
—¿Sucede algo, querida? Casi no tocas tu plato.
—Yo...
—Ya sé qué es lo que pasa —dijo seriamente y un escalofrío le recorrió la espalda—. El salmón no quedó igual que la receta de tu madre. Lo sabía —Hizo una mueca—. Sabía que no me saldría igual, creo que me pasé de pimienta ¿o me faltó añadirle más ajo? No temas decirlo, si no quieres comerlo-
—No —Respondió enseguida, esforzándose por que su voz no saliera temblorosa—. No es eso. Debo haber perdido el apetito, nada más que eso, por favor... no pienses... La comida quedó perfecta —Sonrió incómoda por la mano de Jeonguk que se dirigía a una parte más íntima. No lo pensó esta vez y la apartó de encima con fuerza.
—Está bien. Me alegra que te haya gustado. Aun así seguiré practicando, le pondré mucho empeño y te enamorarás más de mí, ya lo verás.
—Sígueme contando de esa balsa que construíste tú sola.
Ajena al acoso que estaba sufriendo su esposa, la menor continuó relatando muy animadamente aquel evento vivido en su adolescencia. No era consciente del infeliz que trataba de manosear sin descanso el muslo de Mina.
Muy molesto, Jeonguk abrió una de las botella de Soju para llenar su copa y beberla de un trago.
—Saben, el otro día me encontré con un viejo amigo en un bar —Interrumpió llenando las otras dos copas—. Conversamos un rato y me contó de sus problemas personales, que tuvo que divorciarse porque descubrió que su esposa le era infiel.
—Oh, cuanto lo siento por él.
—Sí, la muy perra lo engañaba hasta con el conserje del edificio donde vivían juntos.
Una mueca se formó en el rostro de Son. Mina, por su parte, mantenía la cabeza gacha.
—¿Qué, te parece mal que la llame perra? Amiga mía, las adúlteras son las más putas y no las estoy insultando, a ellas les encanta ser llamadas de esa forma, lo disfrutan, por algo engañan a sus pobres esposos —Mina apretó sus dedos contra la mesa. Estaba tan asustada que parecía que sus globos oculares se saldrían de sus cuencas—. No les importa nada más que follar con cualquier hombre que les hagan sentir lo que sus parejas no pueden. Son súcubos, no sienten amor ni nada de eso, solo aparentar frente a los demás para que nadie sospeche lo zorras que son. Dime, Chaeyoung, ¿Alguna vez te pasó algo parecido?
—No, gracias al cielo nunca experimentaré esta desgracia. Tengo la dicha de que Mina haya sido y sea la única mujer de mi vida —Unió su mano con la de su esposa—. Nos conocemos y complementamos tan perfectamente que somos irremplazables la una para la otra —La miró con devoción y admiración—. Y estaría loca si pensara en alguien más que no fuera mi amada esposa, la persona más leal del mundo.
Llena de culpa, la aludida se obligó a subir las comisuras de sus labios.
Una hora después, Chaeyoung se balanceaba a los costados. El infeliz de Jeonguk se había encargado de emborracharla vaciándole las botellas de alcohol en su copa sin que se diera cuenta.
—Chae —Su esposa la llamó con preocupación—. Va-Vamos al cuarto a que descanses o puedes caerte y lastimarte —La nombrada no podía emular palabra alguna, solo cabeceaba con los ojos a punto de cerrarse— Chaeyoung —Insistió inútilmente, pues ya había caído hacia adelante completamente borracha.
Mina intentó levantarse para ayudarla pero el causante de todos sus males se lo impidió. Decir que estaba enfadado era poco, la mujer lo había rechazado ratos atrás y ahora se encargaría de darle un buen castigo para que no se atreviera a negársele otra vez.
No dejó que escapara y la empujó agresivamente contra la mesa, inmovilizandola boca abajo.
—Mira bien a tu esposa, mírala y júrale que le eres fiel —le dijo cerca del oído, agarrándola fuertemente del cabello—. Vamos, hazlo maldita puta.
Mina se negó, no quería hacerlo, no podía ni siquiera mirarla mientras era sometida como un animal. Cerró los ojos entre lágrimas y eso hizo enfurecer más al hombre.
—¡Maldita perra!
La pobre mujer sintió el terror hasta en el alma cuando Jeonguk le subió agresivamente el vestido. Sabía muy bien lo que haría y si bien venía aguantándolo con todas sus fuerzas cuando estaba a solas con él, esta vez Chaeyoung estaba ahí. Ya era una escoria por traicionarla pero esto, esto estaba fuera de cualquier límite.
—Por favor no —Opuso resistencia y luchó para liberarse de Jeonguk, pero éste era más fuerte y aplastó su mejilla contra la mesa—. ¡Te lo ruego!
—No grites a menos que quieras que tu esposa despierte —dijo posicionándose detrás de ella—. Apuesto a que eso quieres, que nos escuche para que te vea siendo follada por su mejor amigo. Joder, no imaginé que fueras una zorra tan sucia. Finges muy bien ser una mujer decente.
—Por... favor...
Una clase de tumor se formó en su garganta. Aterrorizada, usó su propia mano para ahogar los sollozos de miedo y dolor.
La pesadilla estaba ahora en la casa, el único lugar donde creía que podía estar segura, el infierno estaba ahí adentro quemando todo lo bueno que había construído junto a su tan preciada esposa. Chaeyoung, la única luz en su cielo gris, estaba siendo testigo de la miseria que imperaba en su vida.
"...ella es la persona más leal del mundo."
Jeonguk empujaba contra ella cada vez con más violencia haciendo que la mesa y las cosas sobre ella se movieran hacia los bordes. Pero a él no le importaba, la sensación de que pudieran ser atrapados en cualquier momento lo excitaba al máximo. Su sonrisa retorcida demostraba el placer que le producía el sufrimiento ajeno de aquel pedazo de carne a su disposición.
Con las mejillas empapadas de lágrimas la desdichada mujer miró hacia adelante sin destaparse la boca. Respiraba con fuerza por la nariz, el peligro inminente de que su esposa despertara la aterrorizaba.
Le suplicó al cielo que la tortura acabara de una vez o sufriría un infarto. No podía ni siquiera pestañear, sentía que si lo hacía Chaeyoung abriría los ojos.
"Por favor, dios. Por favor, dios. Por favor, dios" repitió en su mente incontables veces.
Media hora más tarde sus ruegos habían sido escuchados y su verdugo se había retirado.
El cuerpo deshecho de Mina yacía tendido en la misma posición sobre el mueble. Estaba muerta en vida. Sus ojos rojos no hacían más que mirar a su bella durmiente con los pedazos de su corazón sangrante en su pecho. Con la poca voluntad que le quedaba a su espíritu estiró su mano para poder con las puntas de sus dedos rozar la mano de su amada Chaeyoung.
Pensó en sí misma como todo lo malo que no se merecía aquel hermoso ser humano, y por primera vez desde que se conocieron consideró renunciar a ella.
—Mina —Susurró suavemente abrazándola por detrás—. Mina, ¿estás despierta? —Siguió con besos en su hombro.
No se habían visto en todo el día y todo lo que quería ahora, y siempre, era llenar de mimos a su esposa pero todo indicaba que ya se había dormido. Con una sonrisa volvió a hacerle la misma pregunta cerca del oído. Sin embargo, la reacción no fue la esperada.
En cuanto sintió una voz susurrándole en la oreja, Mina despertó y la empujó lejos de ella. En medio de la oscuridad se puso a temblar y a respirar agitadamente.
Más que confundida Chaeyoung encendió la lámpara de la habitación.
—Mina, soy yo.
Al reconocer su voz, la mencionada se esforzó por ocultar su agitación.
—Lo siento. Creo que tuve una pesadilla.
—Tranquila —La menor quiso abrazarla pero la contraria se acostó y subió rápidamente el edredón—. Puede que te haga sentir mejor si me lo cuentas.
—Ya no lo recuerdo. Buenas noches.
—Espera por favor. ¿Podemos hablar?
Su esposa asintió incorporándose otra vez.
—Yo... ¿estás molesta conmigo?
—¿Por qué lo estaría?
—Me di cuenta de que ya no platicamos mucho últimamente... Pensé que quizás estarías molesta porque me quedé dormida en nuestra fiesta de aniversario.
El estómago de Mina se revolvió.
—No fue una fiesta y no hay razón para que esté molesta contigo.
—También pensé que pudo haber sido por lo de la adopción. Ahora que lo pienso creo que sí fue un poco apresurado, ese tipo de temas no se tratan en cualquier lugar y hora del día.
—Ya te lo dije Chaeyoung, no pienses mucho por favor. Te quiero y eso es en lo único de lo que tienes que estar segura. Ya es tarde, mejor durmamos.
"Te quiero". La menor no recordaba el momento exacto en que esas dos palabras habían reemplazado los te amo de su linda esposa. Aunque si hacía memoría, todo se remontaba a la fecha de su último aniversario, no días sino semanas atrás. Pero a quién engañaba, desde que había regresado de su viaje de negocios hace casi dos meses que estaban más distantes, tampoco tenían intimidad desde entonces. Mina siempre decía estar cansada o que no había dormido bien y Chae lo respetaba, jamás la presionaría para hacer algo en contra de su voluntad. Además le había dicho que no debía sentir preocupación, así que mantendría la calma.
Aun así la habitación se sentía fría.
La luz de la lámpara fue apagada segundos después y en medio del silencio la menor se quedó viendo la espalda de su esposa pensando en nuevas formas de sorprenderla y hacerla más feliz hasta que se quedó dormida.
Nadie podía culparla de estar muy enamorada, ni que el amor la hiciera sentirse como una adolescente a veces.
Esa noche soñaría con su amante, su otra mitad y mejor amiga, todo lo que Mina representaba en su vida, soñaría con ella sin imaginar las revelaciones que el siguiente día le tenía preparado.
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