Capitulo único.

Contador de palabras: 2070.

Sus pasos dejan huella sobre la arena, colándose por sus sandalias y mezclándose con el agua salina, aunque lejos de molestarse le causaba una gran sensación de paz.

Era reconfortante oír las olas del mar en esa tarde que ya pronto caía dejando un cielo gris, la noche aparecería pronto dejando un gran vacío en su pecho gracias a que se encontraba sin él. Marceline observaba el lujoso anillo en sus manos; uno elegante, rosa, con un pequeño diamante en sus manos.

La promesa de su amor, ese que consideró su B'shert; La persona ideal, la que le haría feliz, la que siempre le complementaría en el resto de sus días y que erróneamente pensó haber encontrado. 

—Erick.—salió de sus labios lamentándose de su miserable vida al sentarse en una roca, después de mantenerse callado en la playa.

Ya habían pasado seis meses desde que ese día fatídico llegó a su vida pero aún así la herida seguía abierta y cada día le pesaba más, la conexión especial que creía tener con esa persona no era para nada verídica. 

Él era la razón por la que se levantaba cada mañana, era su motor día a día o como a ella le gustaba llamarle; su Ikigai, su otra mitad. Le fue difícil entender por qué le había sido infiel, tenía miedo de conocer si era la primera vez que lo hacía o si por el contrario ya tenía más cuernos que un toro. 

Ella siempre intentó ser una buena novia, amarlo con locura e intensidad, dar todo de sí para entregárselo a él en charola de plata. Cuidarlo, amarlo y respetarlo como juró en el altar ese veinte de Noviembre del 2016. Dos hermosos años que al final resultaron toda una falacia, una que se creyó completamente.

Aún recordaba su semblante serio y sus manos sobre la meseta de la cocina a la hora del desayuno. Sin otearla nisiquiera un poco, haciendo que ella se pusiera ansiosa, dejando a un lado sus cubiertos para pedirle que dejara salir lo que sea que estuviera rondando su mente.

《—Lo siento Marceline, no puedo seguir mintiendo. Estoy saliendo con alguien más, su nombre es Kira.—Soltó sin preámbulos y ella pudo sentir como su mundo se venía abajo en un solo instante.

—¿Qué?—Preguntó incrédula de lo que escuchó. 

—Como lo escuchas.—dejó a un lado la taza humeante con café y leche deslactosada, su preferido; ese que solía colocarle una media cucharada de azúcar especial.—Ya no siento absolutamente nada por ti. Es mejor que nos divorciemos. 》

El dolor que estrujó su corazón volvió a ella, sabía que no valía la pena llorar por un hombre y menos cuando este le había pagado mal, sin embargo no podía evitarlo, aunque fuera en silencio dejaría salir el llanto. Le ahogaba esta pena tan grande que cargaba su alma.

—Éramos tan felices.—la de pelo negro y mirada verduzco miraba la playa con el dolor reflejado en su rostro.—¿Por qué tenías que destruir nuestra paz?

Aún recordaba esos días en donde reían, se hacían bromas, donde todo su mundo era color de rosa, él era su Naz y Signag de cada mañana. A su mente llegaba el momento exacto donde había iniciado todo; el momento donde lo conoció a la edad de sus 18 años mientras ambos cursaban la universidad. 

《 —Es una hermosa mañana, pero más amo el color de su mirada.— le había dicho aquel hombre pelirrojo de ojos color ámbar.—¿Como te llamas bella señorita?, ya que he chocado contigo, lo mínimo que merezco es que me deje saber el nombre de tan hermoso Ángel.》

Sus palabras en ese entonces sonaban como todo un príncipe encantador, haciendo que su corazón se acelerara por completo aunque no admitíendolo al instante pues no quería que creyera que se dejaba impresionar a las primeras palabras. Aunque posteriormente descubriendo que iban en la misma clase, comenzando así una bonita amistad que más tarde se convertiría en lo más hermoso que le pudo pasar en la vida.

Todavía podía recordar sus bellas palabras que la envolvieron cuando se le declaró en un establecimiento de comida rápida, quizá para algunos era un plan soso nada romántico, pero estaba segura que para ella fue la mejor declaración del mundo.

《—Marceline.— el joven tomó la mano de la chica jugando con sus nudillos.—hemos pasado momentos hermosos de mejores amigos.—le sonrió con dulzura.—Y me has demostrado tantas cosas que jamás creí posible.—Besó su manos para luego observarlo con esa mirada de total cariño.—¿Podrías por favor aceptar ser novia de este idiota que no hace más que pensar te con locura?》

Había sido un momento por demás feliz para ella, uno donde creyó que aquel chico significaría su buen yuanfen. Ese que predominaría toda la vida y le pintaría la cara de felicidad pero sobre todo de bellos momentos. 

Estaba tan llena de Euforia en el pasado se veían la mayoría del tiempo, convivían tanto en la escuela como en las pasantías. Era increíble que pudo encontrar a alguien como él. 

Era su paz, su armonía y la música de su corazón. Su melodía perfecta. 

《Estaremos juntos toda la vida》

Las olas enfrente de ella se removieron inquietas como dándole el menor consejo; olvidarse de él. Ya no le hablaban de Erick como antes lo hacía, con esa sensación de alegría y gozo, por el contrario estas parecían provocarle un desencanto con cada ola que se producía, haciendo que impactara cerca de sus pies.

—¿Qué te dio ella que yo no pude?—mordió sus labios conteniendo las lágrimas sentada sobre la arena escribiendo su nombre en la arena como si fuera algún tipo de mantra.—Yo siempre te di lo mejor de mí, te di mis mejores momentos, no había un día que no me preocupara por ti.

Se odiaba ya que para Erick los meses pasaron como si nada, le sacó de su vida en un dos por tres al decidir que su supuesto amor se terminó de la noche a la mañana. Aunque sabía que no era de esa forma; las señales estaban presentes día con día pero ella jamás supo interpretarlas.

Esas llamadas misteriosas que lograban que se levantara de la mesa para atenderlas lejos de su presencia, las supuestas juntas que a veces eran tan improvisadas en el despacho de abogados en el que su ahora ex marido trabajaba, pero sobre todo; la gran indiferencia que le daba y los constantes intentos por hacer el amor con él que algunas veces terminaba desviando, asegurando que estaba cansado.

Pensaba que era una completa tonta por no verlas, cuando todo estaba tan claro. Se enteró gracias a que su despacho era cercano al de Erick, que él ahora vivía con su nueva pareja: cabello rubio de ojos celestes, una bonita presentación pero no era más que una vil zaina que no hacía otra cosa que ir escalando puestos a base de favores sexuales a sus jefes con tal de ascender de puesto para no quedarse como una simple secretaria. Él era un estúpido más que caía en sus redes.

Se preguntó así misma ¿Quién de los dos era el que realmente estaba en ese litost?, Si él por escoger a una chica tan interesada que solo le fingía amor o ella quien había perdido al compañero de vida que eligió con la promesa de que sería para siempre.

—Te extraño.— se quitó el anillo observándolo detenidamente entre sus dedos índice y pulgar. —Aunque no quiera, me haces falta no pudiendo evitarlo. Hoy es dice de noviembre, se supone que era nuestro aniversario.—Sonrió amarga.— Han pasado dos años desde aquel noviembre que unimos nuestras vidas, pero ahora ya no estás aquí conmigo, Como cuando soñábamos juntos a querernos siempre.

Sentía tanta nostalgia por algo que ya no le pertenecía y que tal vez no volvería a tener jamás a su lado, le dolía el frío de noviembre que le recordaba cuán sola se encontraba, que ya no tenía quien la abrazara, no podía evitar comparar su fallido matrimonio a cuando las hojas de otoño caen de los árboles para morir por siempre.

Pasó sus manos por el suéter color rojo que portaba ese día, no podía más con la fecha; Noviembre era su mes favorito pero ahora le tenía cierto encino por lo cual sus lágrimas descendieron por todo su delicado además de bello rostro. De pronto la lluvia de ese mes se dejó venir, como si el cielo llorara con ella esa pérdida tan grande aunque también anunciando que tío acabó.

—Luna.—miró hacia arriba, en dónde el cielo ya se encontraba teñido de azul oscuro con unas cuantas estrellas sobre el, Marceline pestañeó intentando apartar las lágrimas,que necias, no deseaban abandonarla.—Brilla, brilla tan intensa para mí en esta noche que mi corazón duele, por favor arráncame el dolor y no permitas que sufra otra vez.

Tiritando de frío dejaba que sus dientes rechinaran, estaba completamente vacía, rota, sin esperanzas. Abrió su mano para ver con dolor el anillo que sellaba su supuesto amor, le dolía lo que haría pero ya no quería sufrir por esa vieja herida. Por mucho que deseara salir corriendo y decirle cuánto deseaba volver con él.

Que llevaba su nombre escrito en su piel con cada beso o caricia dada en la intimidad de su ahora desolada habitación, que jamás lo iba a olvidar pues tanto como su nombre y su perfume habían quedado más que escritos o grabados en su piel.

—Ya es de madrugada y aunque deseo seguir esperándote otra vez.—suspiró decidida.—No me merezco ser tratada de esa forma. Han sido meses difíciles, he venido aquí cada maldita mañana y me he retirado tan tarde con la ilusión de que volvieras.

Como ella se lo pidió el día del juicio donde dictaban la disolución del matrimonio. 

《 —Al fin tienes la libertad que tanto deseabas.— se dirigió a él con semblante sereno pero ojos totalmente tristes.—Solo quiero que tengas presente una sola cosa.—aguardó silencio un par de segundos y procedió. —Yo siempre te voy amar, si tú te arrepientes o te das cuenta de que lo nuestro no tiene porque acabar; te estaré esperando todos los días de mi vida en esa playa de cancún que siempre nos ha gustado.—Ese lugar donde fue nuestra primera cita oficial como novios》.

Y así lo hizo, sin falta alguna, todos los días a lo largo de esos seis meses, pero él nunca se hizo presente con lo que le partía cada vez el corazón —si eso era más posible aún—, hasta el día de hoy, cuando se cumplía la fecha límite que se había propuesto mentalmente ella. Pues en el fondo sabía que él jamás volvería a sus brazos ni tendrían ese final de cuento de hadas que ella se formó en su cabeza desde el minuto que lo vio. 

Topándose con la cruda realidad de que en su vida ya era aguas pasadas, que ahora él tenía otra mujer que le robaba los suspiros, que ya no tenía cabida en sus días por más que ella lo deseara con locura.

—Por eso.—empuñó su mano dejando un beso sobre esta cerrando los ojos y canalizando todo su dolor en el objeto.—Hoy te digo Adiós para siempre.

Con toda la voluntad que juntó, logró arrojar el anillo al mar. El cual rápidamente se perdió al ser arrastrado por las olas que ahora estaban más tranquilas, como si supiera que hoy era el día que estaba decidida a dejar atrás ese camino tortuoso y ese kilig que no la dejaba avanzar.

Se levantó del tronco llevándose una mano a su vientre sonriendo con nostalgia, estaba en el sexto mes de gestación. Quizá él no quiso saber nada de su pequeña Sofía, pero ella desde que se enteró al día siguiente de su ruptura fue la más feliz del mundo. 

No deseaba deprimirse más, pudiera ser que aún le dolía el solo hecho de escuchar el nombre de su marido pero ahora tenía que ser fuerte para su pequeña persona que pronto necesitaría de sus cuidados. Ella era el amor tan puro que de todo lo malo pudo salir. 

Se dedicaría a cuidarla con entrega, nunca la abandonaría, para ella no habría ninguno noviembre melancólico. No mientras su madre pudiera evitarlo.

¡Hola! Les traigo algo de lo que trabaje en la semana y que es parte de todos los escritos originales que se vienen ¿Qué les pareció?

En verdad estoy nerviosa por el resultado, pero he puesto todo mi corazón, tiempo y dedicación para que saliera algo bonito.

Antes de despedirme, quisiera dejar las definiciones de las palabras utilizadas. 

Besos. 


¡Hola! Les traigo algo de lo que trabaje en la semana y que es parte de todos los escritos originales que se vienen ¿Qué les pareció?

En verdad estoy nerviosa por el resultado, pero he puesto todo mi corazón, tiempo y dedicación para que saliera algo bonito.

Antes de despedirme, quisiera dejar las definiciones de las palabras utilizadas.

Besos.

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