TEAM FANTASY: Camino al Valhalla
Dinamarca. Siglo IX. En Ålbæk, casi todos los jóvenes vikingos sueñan con convertirse en guerreros y llevar a cabo grandes hazañas para pasar la eternidad en el Valhala, junto a los dioses.
Finnbogi es uno de ellos. Cada día, se levanta muy temprano para ayudar a sus padres con la granja. Después, con los otros chiquillos de la aldea, van a ver al maestro y dan clase. Finn no atiende demasiado, pues solo piensa en enrolarse en un langskib e ir a combatir.
Su mejor amiga, Ingunn, también desea ser guerrera, pero solo para ver con sus propios ojos esos dragones y monstruos que los guerreros veteranos cuentan que han visto en sus expediciones. Si amaestra un dragón, ganará la gloria.
Después de las clases, van a ver al sabio Olaf, el hombre más anciano del lugar.
—El joven Finnbogi y la sagaz Ingunn; ¿de nuevo por aquí? —su voz desgarrada no lo demuestra, pero se alegra de verles. Siempre es halagador que unos jóvenes quieran escuchar sus memorias.
Ambos le preparan algo de cena y le hacen acopio de leña; aunque es primavera, las noches son frías. Mientras, él les va contando recuerdos mezclados con leyendas.
Cuando llega la hora de marchar, Olaf retiene al mozuelo del brazo:
—Si cazas un grifo lograrás lo que tanto ansías, Finn.
—Pero, Hr Olaf... si no existen...
—Claro que existen. Es tu destino, lo he visto en las estrellas. Y más pronto de lo que crees.
Finn sale emocionado de la austera morada y se reúne con su amiga, que le está esperando fuera. Le cuenta lo que el viejo le ha dicho y aunque Ingunn recela un poco, decide que tienen que intentarlo. También es su oportunidad.
Inician entonces una exploración. Durante años recorren los confines de la tierra buscando un grifo, sin ningún resultado. Quizás sólo fue un dislate de viejos, piensa Ingunn cada vez más desanimada. Pero si Finn no desfallece, ella tampoco. Cada vez están más exhaustos y con menos provisiones. Las fuerzas flaquean, está llegando un nuevo invierno. Quieren llegar a las cuevas del forelsket el sitio más lejano conocido por los vikingos, el último sitio que les queda por explorar. A mitad de camino, les soprende la lluvia. Una lluvia fina e incesante que les moja sin remedio.
Agotados, se tumban en el suelo, uno abrazado al otro. Necesitan descansar. Ingunn tiembla. Finn la abraza.
—Mañana volvemos a casa Ingie. Esto ya no tiene sentido.
Ingunn asiente sin fuerzas y deja que los ojos se le cierren, el frío es muy intenso. También Finn se duerme, sin poder evitarlo.
Una sutil calidez les despierta: están a cubierto, secos y calientes. Unas suaves e inmensas alas de plumas blancas les cubren. Las siguen con la mirada, sorprendidos, y ven que están unidas a un cuerpo enorme de leona. Con el movimiento de los chicos, ella levanta su majestuosa cara de águila y les sonríe dando un graznido de felicidad.
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