Capítulo 50:

El agua espumosa está a la temperatura ideal para mi piel maltratada por tanto esfuerzo compartido, estiro mis piernas encogidas dentro de la tina con la deliciosa sensación de satisfacción rebosando mi pecho, suelto un hondo suspiro de plenitud pacífica mientras tomo un sorbo de ponche especial para recuperar energías gastadas. El infierno en mis venas se apagó de manera muy provechosa, he vuelto a recuperar mi garbo habitual. La exótica vista del enorme ventanal es alentadora, el trinar de los pájaros es agradable al oído, el sonido suave de un violín ameniza mi baño aromático, y unas delicadas manos se deslizan sujetando una suave esponja llena de jabón sobre mi espalda. Los besos que me regala Kathy en mi cuello y cerca de mi oreja me hacen sentir mimado y protegido, ella es muy disciplinada cuando se trata de ocuparse de mi fiebre mortal. Me conoce, ha memorizado mis gustos más exigentes.

—Gracias por salvarme de las brasas del averno —me levanto, estiro mis brazos lateralmente para recibir los suaves toques de la felpa que me brinda para secar mi cuerpo húmedo.

—Es un supremo privilegio complacer a mi señor —responde coqueta colocándose de puntillas para besar mis labios, acaricio tiernamente su fina espalda y desciendo mis caricias hasta sus nalgas laceradas, están repletas de marcas de mi cinturón de cuero. Sonrío orgulloso de sentir bajo las yemas de mis dedos las pruebas de mi hazaña sexual.

—¿Fui muy exigente anoche, gatita? —Conozco su respuesta de memoria, pero me place ser engreído este día.

—Lo justo y necesario. Te amo, me encanta rudo y mi señor lo sabe. Usted es un macho cabrío desvergonzado... —mi felina me besa el pecho, se frota con ternura la cara sobre mis vellos pectorales y luego procede a vestirme, tal y como le corresponde realizar dentro de sus funciones diarias—. Fue una bendición que eligiera esta alcoba de la casa, formamos un grave estruendo anoche...

—La habitación de la morada poco importa, le recuerdo que esta propiedad me pertenece tanto como usted —ella me calza las botas para el fango bien lustradas y regreso a toda prisa a mi cama, mi felina sostiene una corbata de color rosa y yo chasqueo la lengua, es un color bastante femenino para mi gusto—. ¿Qué tenemos que atender este maravilloso día?

—El pastel de bodas —mi gata me regala una radiante sonrisa al sacar del armario un precioso vestido que no le he visto estrenar, lo agita y lo coloca sobre su cuerpo desnudo—. ¿Le agrada mi atuendo? Es nuevo, Juno es una excelente esclava. Gracias por regalarme el beneficio de torturar a esa costurera insidiosa.

—Las reglas son claras para todo mi personal de servicio, la mujer que calienta mi lecho es la señora Darcy de turno, y por lo tanto le deben absoluta obediencia.

Le permito colocar la cereza del pastel a mi traje elegido por ella, una corbata que hace juego con su bello y sofisticado vestido hecho a la medida. Bajo las escaleras suspirando de llenura, la electricidad de lujuria todavía recorre mi cuerpo y es agradable de disfrutar, estoy vacío de municiones varoniles, me siento el amo y señor del mundo. Es preciso confesar que he padecido un pasado desastroso gracias a Renée-Pélagie, esa maligna mujer me dejó el corazón en ruinas, la última persona que permití habitar mis más profundos sentimientos juveniles dejó una terrible destrucción dentro de mí. Durante incontables primaveras no busqué enamorarme, me dediqué a gozar plenamente de los placeres de la carne, desde hace mucho tiempo que no me interesó sentimentalmente una mujer tanto como Elizabeth Bennet. Llegamos al comedor para recibir el banquete matutino, y mis nervios se crispan al notar la presencia del matrimonio Bingley en todo su esplendor.

—Mi estimado coronel Bingley y esposa, buen y provechoso día...—me inclino para demostrar el respeto a los mayores, y tomo asiento junto a mi dama de compañía.

—¡Jubiloso día, noble caballero! Deje los formalismos baratos, usted tiene la cara de un varón bien exprimido y saciado por su prostituta de rutina. ¡Enhorabuena!

—¡Calla, papá! Estás ofendiendo al ilustre señor Darcy —me defiende Katherine.

—El valiente coronel Bingley no cuenta con el infortunio de tener una hija meretriz. Usted se está equivocando, cortesana. Me confunde, deben ser los rezagos de tantas horas al uso y consumo de su amante de turno.

—Coronel Bingley, yo disfruto la compañía de su hija como usted jamás disfrutará de una armonía familiar completa... —respondo de buen humor para finiquitar la afrenta mañanera, estoy tan satisfecho como varón que me importa un pimiento las provocaciones de ese viejo militar, y justo en ese preciso momento mi castillo de felicidad se derrumba frente a mis ojos, Lizzy aparece en el comedor—. Buen día, señorita Elizabeth... ¿Usted tuvo un buen descanso?

El grosero coronel ríe a carcajadas y los nervios sucumben a mi temperamento de acero.

—¿Su respetable prometida pernoctó en esta morada? ¡Usted es un genio, admirable señor Darcy! Por favor, le pido que revele su más privado secreto de victoria. ¿Cómo hizo para que su esposa y su zorra convivan bajo un mismo tejado sin generar discusiones femeninas? Su futura esposa duerme sola, mientras le permite alimentarse de la lujuria de su meretriz de infancia.

—¡Cállese, padre! —Katherine enfrenta a su progenitor evidentemente indignada.

—¿Meretriz de infancia...? —Mi amada duda en pronunciar, estoy arruinado, lentamente se levanta de su silla y fija sus bellos ojos en mí, luego en Katherine—. ¿William? ¿En qué alcoba pasó usted la noche?

—¡Ay por favor mocosa ingenua! ¿No percibe el semblante radiante de un noble caballero vacío de líquido seminal que se carga su futuro marido? Oh... ¿Usted no lo sabía, señorita Bennet? Mi nefasta bastarda es la amante oficial del poderoso señor Darcy hace décadas —sentencia el padre de mi felina, y me quedo paralizado ante la visión del rostro de mi amada repleto de agonía.

Lizzy rompe en llanto y vuelve a ingresar al pasillo corriendo.

—¡Lizzy, espera! ¡Elizabeth! —Suelto mi servilleta de hilo importado y camino a toda prisa detrás del amor, pero justo en el umbral de la cocina mi buen amigo Charles aparece con una sonrisa perturbadora estampada en el rostro de niño torpe—. ¿Señor Bingley? ¿Qué le sucedió?

—¡Soy varón, hermano mío! ¡Este pollo se transformó en un bello pavo real! Este noble caballero logró consumar su lazo nupcial anoche, ¡lo hice!

—¡¿Qué...!? Esto es algo inverosímil...—me quedo petrificado recibiendo el abrazo fraterno de mi amigo de infancia, y las damas, pendientes casamenteras del jovenzuelo de gustos rebeldes, se apresuran a dirigirse a la alcoba para cerciorarse de la veracidad de la confesión del pelirrojo.

—¡Hijo mío, mi heredero ideal! ¡Papá está muy orgulloso de ti, mi muchacho! —El coronel forma una algarabía, destapa una botella de champaña y reparte las copas para iniciar la celebración improvisada.

—Lo felicito, mi estimado señor Bingley... —me cuesta pronunciar, estoy atribulado—. Me sumo a su dicha marital, pero justo en este momento aconteció un asunto que debo atender a la brevedad.... Disculpe usted, hermano.

—¿Qué asunto?

—Lizzy...

Devuelvo la copa, y me apresuro a acudir a mi alcoba de la primera planta de mi morada de veraneo. Siento el peso del mundo sobre mis hombros, ¿el amor o el deber? Estoy prisionero de una cruel treta del destino para un noble caballero como yo. A Katherine Bingley le debo mi salida de la más aterradora oscuridad, mi gatita reparó mi corazón de daños amorosos, ella ha limpiado y acomodado todo con mucha paciencia, lujuria, y pasión abnegada, los recuerdos que no me servían los arrojó al río del pasado con sus favores nocturnos. Sin embargo Elizabeth atrapó mi amor, después de mucho descubrí que detrás de todas mis lágrimas la divina providencia me regaló a una mujer hermosa, después de varias noches difíciles volví a llenarme de genuina inocencia, sin duda alguna aquello es síntoma de que mi remodelación cardiaca cada día es mejor, y creo que voy a quedar espectacular después de mi matrimonio con Lizzy. Mi burbuja de idealización se revienta golpeando mi pecho de culpa cuando descubro a mi mujer llorando desconsolada al interior de mi alcoba. Soy de lo peor, me convenzo en mis pensamientos, no merezco ser feliz.

—Señorita Elizabeth... —avanzo lentamente mis pasos hasta llegar al pie de mi lecho, y me coloco de cuclillas para enfrentar su repudio bien justificado—. Puedo explicarle todo, si usted me lo permite.

—¿Dónde pasó la noche, señor Darcy? ¡¿Con quién compartió su lecho!?

—Lizzy... Le juro por lo más sagrado que Katherine no es mi meretriz, y ningún adjetivo que le adjudique el coronel Bingley...

—¡Respóndeme con absoluta sinceridad, William! —Exclama mi amada entre un fuerte sollozo—. ¿Con quien pasó usted la noche...?

—Pernocté en mi alcoba del tercer nivel de esta morada... —Paso saliva en seco, estoy a punto de tirar mi vida amorosa a las brasas del infierno—. Compartí mi lecho con la señorita Katherine...

—¡Maldito infiel...! —Lizzy me lanza una severa bofetada y se deja consumir por el llanto lastimero, el golpe no me duele tanto como presenciar el dolor de la mujer que amo frente a mis ojos—. ¡¿Por qué me lastima tanto...!? ¡¿Qué le hice para que me arruine la vida de esta manera...!? ¡¿Qué delito estoy pagando por usted, William...!?

Mi pecho me duele espantosamente, no encuentro las palabras adecuadas para brindar consuelo a la persona que más he lastimado, y que irónicamente amo más que a nada en el mundo.

—Elizabeth... El coronel Bingley es un ser humano lleno de odio en el alma, no es feliz, por lo tanto pretende que nadie realice su felicidad como él... —La puerta de mi alcoba se abre de improviso, y por un momento me apresuro a considerar la posibilidad de que se trate de Jane o Charles que llegan a ayudarme con mi catástrofe sentimental.

—¿Mi señor...? —Mi corazón se estruja al escuchar la voz de mi felina, el taconeo de sus zapatillas es lo único que retumba en mi cabeza en esta hora de mi muerte—. Lleguemos tarde a la pastelería, cariño. Usted es el padrino de bodas, es importante asistir.

¿Amor o costumbre? Cruel predicamento.

🔮Nota: Gif de Renée en el inicio del capítulo.☺️💞 Sí, también es pelirroja, ya se imaginan por dónde va el morbo de Darcy con Katherine:v

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