Capítulo 43:
¿Quién determina el destino de dos corazones palpitando en completa sincronía? ¿Quién condena el lazo de dos almas que se aman con ferviente locura? ¿Quién se atreve a censurar la expresión más sublime de la humanidad llamada amor? Yo no podía volver a cometer semejante imprudencia, sin embargo comprendí perfectamente la furia plasmada en esos opacos ojos azules, la dama radiante había desaparecido, Jane Bennet estaba enterada de su dilema amoroso.
—Es menester para mí entender lo acontecido... ¿Phillip Edevane es la Katherine de mi adorado señor Bingley...? —La voz de la rubia de Charles es apenas audible, un lamento, un alarido, la situación se torna más complicada.
—¿Mi Katherine...? —Mi buen amigo Charles se pronuncia mirando a su prometida con cautela.
—Tal aseveración es verdad, señorita Bennet. Apelo a su inteligencia innata para tomarme la licencia de pedirle una silenciosa reserva con respecto a la privacidad de este embrollo, solo los presentes bajo este tejado cuentan con la revelación del misterio familiar Bingley.
—¿Elizabeth...? —Murmura con la voz trémula, la dama tiembla sin reparo, está a punto de romperse en pedazos.
—Tampoco sus honorables progenitores —el llanto de la dama se dispara carente de vergüenza, se nota destrozada, busco a mi felina con la mirada realizando el gesto de complicidad, es de vital importancia apresurar a la invitada para finiquitar los pormenores nupciales—. Señorita Bennet, comprendo totalmente su estado de conmoción, sin embargo me corresponde recordarle que sus futuros padres políticos aguardan para la comida vespertina.
Mi dama pelirroja se levanta para asistir a la flamante prometida, y Juno se apresura a sujetar sus implementos de labores, juntas llevan el cuerpo sin vida de Jane Bennet de regreso a sus aposentos. Me acerco al bar personal de la pequeña casa en Netherfield y sirvo dos copas de Brandy doble, mi buen amigo Charles me observa en silencio.
—Mi estimado señor Darcy, ¿usted conoce el paradero de mi adorada Fifí? —Me pregunta el pelirrojo al posar sus dedos temblorosos en la copa de licor.
—¿Es lo único que a usted le preocupa, estimado señor Bingley? Acaba de ocurrir graves circunstancias que requieren de su completo interés. ¿No teme por la disolución de su enlace nupcial con la señorita Bennet?
—Kathy es muy astuta resolviendo desavenencias, usted conoce muy de cerca sus dones carismáticos. Ella solucionará cualquier obstáculo que se presente en mi boda, siempre lo hace —el tono de voz despreocupado del señor Bingley me deja perplejo, me resulta inverosímil presenciar tamaña imprudencia en un noble caballero de su cuna.
—Permítame refutar lo expresado de su propia boca, mi estimado señor Bingley. A usted lo considero un hermano de matriz, mis años de infancia fueron favorablemente compartidos con su loable compañía, pero me temo que al comenzar la adolescencia nuestros caracteres tomaron caminos muy diferentes. Y finalmente, yo alcancé la madurez propia en el recorrido de vida de un hombre, sin embargo usted, dejó su corazón atascado en los febriles años de infancia esperando de manera despreocupada que los demás se encarguen de solucionar sus asuntos, y ahora lo observo aquí frente a mí carente de preocupación ante una montaña de inconvenientes que pueden costar la caída de varias cabezas, incluyendo la suya...
—En honor a la verdad... Prefiero que mi padre me corte la cabeza de una maldita vez —mi buen amigo Charles esconde su rostro entre sus manos y rompe en llanto, está muy afectado—. No es mi intención ocasionar más sufrimiento a mis seres queridos, mi querida Jane... Mi amada Fifí... ¡¿Qué pecado tan grave estoy pagando a esta edad tan temprana?
—Señor Bingley...
—¡Señor Darcy! ¡Señor Darcy de Pemberley! —El señor Bennet irrumpe en el salón principal de nuestra casa vacacional en Netherfield, y su expresión de agonía me expresa el motivo de su inesperada visita.
—¡Señor Bennet! ¿Qué sucedió? —Charles se levanta sorprendido, no está enterado de mi contienda amorosa.
—Lo lamento, patrón —se disculpa Antón quien llega detrás de mi futuro suegro evidentemente acalorado—. Al parecer el señor Bennet tenía prisa y no esperó ser anunciado en su morada como corresponde, le presento las disculpas del caso.
—Descuida, Antón. Conozco perfectamente los motivos del proceder del honorable señor Bennet, alista el carruaje, saldremos en un momento —mi fiel sirviente se inclina para luego retirarse de escena, y mi suegro se desploma en el sofá junto a la chimenea—. ¿Hace cuánto sucedió?
—Dos horas... Por favor, le ruego por lo más sagrado. ¡Usted no la deje sola! Mi Lizzy está en las calles, indefensa y desprotegida! —el señor Bennet cae de rodillas implorando por la seguridad de su hija—. Si Meredith se entera que estoy aquí por eso, ella... Mis hijas son muy pequeñas y su honor está en juego. ¡Mi querida Kitty! ¡Se lo suplico!
—Pierda cuidado, señor Bennet. Por favor levántese y recupere el temple de caballero, su proceder alarmista no contribuye a la solución de este caos... —observo al anciano hombre enrojecer debido a la pena, su desespero lo mantuvo alejado de las normas de conducta, cuando se pone en pie y carraspea decido que está listo para un nuevo reto mucho más grande—. Si usted tiene la bondad de acompañarme al comedor, le quiero presentar a los progenitores de su próximo hijo político.
—¿El coronel Bingley está en esta morada? ¡Por la divina providencia! Creí que su armada arribaba mañana a este pueblo, yo... No me encuentro en condiciones, ¡qué bochorno! —Mi futuro suegro sacude frenéticamente los trapos viejos que le cubren el cuerpo de la desnudez.
—Mi padre adelantó la marcha de sus caballos, su presencia fue un gran obsequio para todos. Nosotros también estamos tan sorprendidos como usted, señor Bennet —mi buen amigo pelirrojo disimula muy bien su tristeza.
—Usted es un noble caballero, señor Bennet. Será una presentación impecable, cuente con ello, personalmente me encargaré de lo demás —acompaño a mi futuro suegro y hago la presentación meritoria, por un instante todo es sonrisas, cortesía y vanidad, pero mi nerviosismo supera a mi actuación social—. Mi estimado señor Bingley, por favor acompáñeme al salón. Es propio dejar a los sabios de la familia departir entre ellos con soltura.
—¿Sabio el hombre al que le debo la existencia y ahora quiere matarme? —Protesta mi buen amigo Charles cuando regresamos a la intimidad del salón—. Te conozco, hermano de distinta matriz, no me quieras ver la cara de tonto. ¿Qué sucede?
—Sé que no es el momento, y tampoco la manera correcta. Pero... Mi Lizzy fue expulsada del seno familiar, su nefasta madre la repudió.
—¡¿Qué!? ¡¿La señora Bennet se atrevió a perpetrar semejante infamia!? ¡¿Por qué no la matas!? ¡¿Aparte de quitarnos las plumas ahora resulta que se burla de nuestras adoradas yeguas!? ¡Sobre mi maldito cadáver de pollo!
—¡Mi amada esta expuesta a los peligros más terribles! ¡Ayúdame, hermano! Te lo compensaré con creces, te lo juro por lo más sagrado —sujeto el cuello de su camisa para que logre percibir mi desesperación.
—¡¿Yo!? ¿En qué podría intervenir este noble caballero convertido en pato muerto? No encuentro la luz de la sabiduría ante semejante cielo nublado, William... Yo no soy tan elocuente como su merced, tampoco valiente, para ser sincero... Soy cobarde con mis propios sentimientos.
—Lizzy me rechazó rotundamente, nuestro lazo nupcial caducó por decisión de ella, por lo tanto carezco de licencia para interferir en el proceder de la dama en cuestión. Sin embargo existe un camino ideal, usted continúa siendo su hermano político mayor, su lazo matrimonial está vigente, gracias a todo lo divino, y puede interceder por mí. Busque a Elizabeth y ofrézcale protección bajo su apellido, estoy convencido que usted aceptará la oferta. Su merced es su cuñado, por lo tanto le corresponde salvaguardar la seguridad de su familia como el caballero cabal que es.
No fue necesario repetir mi pedido, Charles aceptó asistirme de inmediato, expresé las órdenes correspondientes a mi fiel sirviente para que el coche nos siga el paso de cerca, mientras nosotros recorrimos la insulsa comarca a galope veloz montados en nuestros finos corceles. Mi angustia aumenta a medida que el cielo va oscureciendo, entramos en todos los establecimientos comerciales del gusto de mi amada; cafeterías, tiendas de conveniencias, telares, pastelerías, librerías, todo, pero mi amada no aparece. Según el relato de mi suegro Elizabeth dejó mi coche en su morada familiar, ella salió a pie de su casa, y deduje, gracias a ese dato que no pudo viajar a visitar a su entrañable amiga esposa del clérigo zopenco. Estoy fatigado, cansado, torturado, muy afligido.
¿Dónde estás amor?
—¿William? Caerás de tu caballo de seguir tan abstraído del mundo... Tu yegua salvaje está bien, confía en mí. La señorita Elizabeth tiene un espíritu indomable, no se deja amedrentar fácilmente, ¡es una guerrera amazona!
—Existen muchos asaltantes en el camino... En las carreteras, es una dama, también hay tipos ebrios sueltos sin escrúpulos. Si algo le sucede a Lizzy, moriré debido a esta culpa que siento. ¡Es mi culpa!
—¿Tipos ebrios? ¡Ellos me preocupan! Tu yegua los ahogará en la laguna de la pradera, ¡cierto es!
—¡LA PRADERA! ¡EUREKA! ¡CHARLES, ERES UN BENDITO GENIO! —Aprieto las riendas de mi caballo, doy talonazos en su culata y emprendo el galope veloz con dirección a la mágica pradera.
—¡SEÑOR DARCY ESPERE! ¡SEÑOR DARCY! ¿A DÓNDE VA? —Mi buen amigo Charles me sigue el paso con su caballo, y en pocos minutos las verdes dunas del deprimente prado me brindan esperanza.
—¡ELIZABETH! ¡ELIZABETH BENNET! —Grito a todo pulmón cesando la carrera, a trote lento recorro el lugar donde aconteció nuestro romántico picnic—. ¡ELIZABETH, POR LA DIVINA PROVIDENCIA MÁS TE VALE QUE ESTÉS AQUÍ!
—¿Señor Darcy? —Su voz angelical me devuelve el alma al cuerpo, es ella y está en perfectas condiciones de salud.
—¡Mi amor!
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