Capítulo 41:
Me gustaría desconocer la galaxia lunar que esconde en la espalda, prefiero mil veces el amor que teníamos, simplemente conocer el color de sus mejillas teñidas de decoro. Pero cómo iba a saber que nuestro amor eterno se convertiría en un vano trato comercial de tantos que guardo en mi escritorio, cada vez más costoso, y después nuevos acuerdos sustanciales, incomodidad, frialdad de su parte, cual reptil tallado en mármol. Angustias, carencias, ausencias... Nada que decir. Como quisiera no conocerla tanto... Guardarme algo de asombro por el rato. Observo al patriarca Bennet quien no me suelta la mirada, es evidente su estado de aflicción. El acuerdo comercial está implícito entre nosotros, nobles caballeros, solo falta mi confirmación para finiquitar este pacto.
—Sus menores hijas lograrán acceder a una educación ventajosa de contar con la presencia de una institutriz contratada especialmente para ellas, una educadora de lujo costeada por un caballero de vasta fortuna y nobleza como yo, claro está... —el patriarca Bennet afirma en silencio ocultando su mirada avergonzada, acariciando mi tabique nasal llego a la conclusión de que un noble caballero debe haber perdido el carácter por completo para llegar hasta ese estado de obediencia frente a los caprichos de su perniciosa esposa, sin embargo dudo que sea amor de su parte, más bien culpa—. ¿Usted trajo a Elizabeth consigo, señor Bennet?
—Aquello lo decide usted, señor Darcy. ¿Qué quiere que haga con ella? Es suya.
—Permítame recordarle que la señorita Elizabeth rompió nuestro compromiso, señor Bennet.
—Meredith la echará de casa... Perpetrará tal infamia esta misma noche, para obligarla a cumplir su parte del pacto. No es conveniente mantener a una mujer desvirtuada bajo el mismo techo que sus hermanas inmaculadas.
Qué la divina providencia nos recoja confesados... Mi quijada se descuadra debido al escandaloso proceder del progenitor hacia su propia hija, había llegado a la conclusión que dichos comportamientos tan inhumanos le pertenecían solo a las clases altas de la sociedad. Ahora me doy cuenta de mi error.
—¿Y usted está de acuerdo con su esposa, señor Bennet? —Intento apelar a su sentido común.
—Convertirse en la Cortesana de un noble caballero como usted tampoco es un futuro poco favorable para una muchacha de nuestro estatus, señor Darcy. Usted cuenta con un alma caritativa y llena de bondad, siempre ayuda al poco favorecido, estoy seguro que no va a desamparar y tampoco negar su responsabilidad.
—¡Jamás vuelva a insinuar semejante villanía, señor Bennet! —Propino un severo golpe en mi escritorio, este caballero está a punto de sacarme de mis casillas—. Estoy aquí, y no tengo pensado huir como un reverendo cobarde. Gocé, sustraje lo que quería, y lo quiero de regreso. Pero nunca a la fuerza, señor Bennet. Soy un caballero, y como tal procedo a expresar mi parecer. Yo no forcé a Elizabeth a complacer mis bajos instintos, y no lo haré mientras yo viva.
—Entonces estamos ante un grave predicamento, señor Darcy. Meredith tomó una decisión, y es difícil que decline su maroma de circo.
—Dígale a su esposa que realice su artimaña cuando guste, esa es su elección, pero no quiero tener ninguna colaboración en esta pantomima. Si la señorita Elizabeth decide, por su propia elección, regresar a esta morada, procederé según corresponde a los parámetros de un compromiso elevado. Por lo pronto permítame comunicarle que se realizará una cena mañana junto a los padres de Charles, en tal acontecimiento ustedes entenderán muchas cosas. Créame. Lo entenderán todo. El señor Bingley hará llegar la invitación formal, ahora sí usted fuera tan amable de disculparme...
—Como usted ordene, señor Darcy. Con su permiso.
—Es propio...
Con toda la rabia fluyendo en mis venas me dejo caer en mi confortable sillón... Todo este asunto del compromiso está resultando un problema sin escala, las manecillas del reloj son implacables, el tiempo no se detendrá ante mi agobio, la simple imagen de Lizzy abandonada a su suerte en las aceras de este pueblo deprimente me genera un coraje indescriptible. Toco la campanilla para solicitar la presencia de mi fiel sirviente Antón, mi empleado ingresa a mi despacho y realiza la reverencia habitual.
—Mi suegra echará a Lizzy de su casa está misma noche... —murmuro sin fuerzas, Antón abre sus ojos marrones inmensos, camina de prisa en dirección a la esquinera sirviéndome una copa de coñac fuerte.
—Tome, señor. Lo necesita —me entrega el licor con una sonrisa cómplice en los labios.
—Gracias...
—¿Cuál es lo siguiente?
—Averigua el hospedaje más lujoso de la zona y contrata la suite presidencial para Lizzy, dudo mucho que ella vuelva aquí después de rechazarme. También requiero que contactes al clérigo zopenco, es necesario mantener una plática con su esposa, estoy seguro que ese será el primer lugar donde Elizabeth acudirá a refugiarse y quiero que cuente con todo lo necesario para su bienestar...
—¿Lo que sería?
—Dinero, casa, comida, protección, movilidad y resguardo... Quizá alguna servidumbre. No escatimes en gastos, quiero que Elizabeth se sienta cómoda y segura, y sobre todo, que no se entere nunca que yo estoy financiando todo eso o lo terminará rechazando.
—¿Algo más en lo que pueda ayudarle, patrón?
—¿Dónde está Charles?
—Salió a traer la copia de Fifí, cariño... —Katherine ingresa al despacho y observa todo alrededor, me sonríe coqueta mientras camina hacia mí.
—Mi reunión acabó, señorita Bingley. El patriarca Bennet regresó a su morada.
—¿No te mató...? ¿Acaso estoy presenciando un milagro de este siglo? —La dama se burla a su placer, tiene carne dónde cortar, llega a mi lado y se para detrás de mí, hunde sus dedos en mi cabello masajeando con delicadeza—. Le había advertido sobre este fatídico compromiso, mi señor. La gente pueblerina es mucho peor que nosotros.
—Por amor a todo lo divino, Kath... No estoy de humor para tu ironía...—intento alejarme de sus intenciones, pero ella baja sus caricias a mis hombros, estoy tan tenso que me resulta muy relajante su tacto e inclino mi cabeza hacia atrás disfrutando de su gesto—. En la nuca de ser tan amable... Más presión... Justo así.
—Antón, déjanos solos —ordena la dama.
—Con el permiso de los señores, que aprovechen...—mi fiel sirviente se retira dejando a la felina en su dominio predilecto.
—¿Qué sucedió, mi señor? ¿Le dijiste al anciano medieval que sabemos su sucio secreto y por eso no te retó a un duelo?
—No fue necesario, gatita. Él solo se expuso —la mirada de la pelirroja es tan ardiente que me animo a contarle todo para descargar el veneno digerido en aquella reunión, Kath me escucha muy atenta sin dejar de masajear mi espalda, dándome besos en la frente en cada pausa dramática se mantiene empática con el asunto—. Y fue cuando me confesó que la señora Bennet piensa perpetrar aquella infamia contra su propia hija.
—¿Acontecerá esta misma noche?
—Cierto es.
—¿Y qué piensa hacer...? ¿Mi señor volverá con la pueblerina de sus sueños?
—Kathy, por amor a Sócrates... Basta.
—No. Esto recién empieza, la maldita vieja está moviendo bien sus cartas pero le pienso dar pelea. ¡Yo seré tu esposa, William! ¡Solo yo! Solo yo sé complacer a la bestia que guardas con tanto recelo, mi amor. ¡Soy yo! —Mi felina aparta mi silla para sentarse en mis piernas, y me besa apasionadamente, intento apartarme pero está comportándose muy salvaje, devora mis labios con desenfreno hundiendo su lengua dentro de mí boca.
—Kath... Katty... Ahora no es el momento... Gatita ten la bondad de detenerte...—me veo en la obligación de colocar mis manos en su pecho para frenarla, sin embargo mi intento de alejarla solo la enciende más, ella se monta encima de mí y empieza a mecerse de forma sugerente sobre mi bragueta generando la esperada erección—. Oh... ¡Maldición...! Más rápido... ¡Más!
—Te deseo... Tómame aquí... Cubre este insulso sillón con nuestros fluidos... Amor... Sé que lo deseas... Me necesitas...—elevo su falda para lanzarle una fuerte nalgada, y la desvergonzada ríe ante su victoria inminente—. Dame más, ¡más fuerte!
Sujeto sus caderas para elevarla sobre el escritorio, tirando todo el contenido de documentos que está encima de la mesa de madera. Me importa un pimiento la tinta derramada, me río y gozo debido a sus besos y caricias, abro sus piernas para acomodarme bien entre ellas, sujeto la hebilla de mi cinturón, lo quito y me bajo el cierre, estoy listo para gozar y olvidar todo este desastre de matrimonio.
—¡Señor Darcy! El coronel Bingley y su estimada esposa solicitan audiencia con usted —Antón irrumpe en el despacho y no me deja tiempo de incorporarme.
—¡Alabado señor Darcy de Pemberley...! Es para mí muy grato... Ver... Lo...—el grotesco coronel ingresa encontrándome en una situación bastante comprometedora—. ¿Katherine...? ¡Por el sabio Newton! Algunas zorras no aprenden a medir su lujuria...
Me incorporo por inercia, ese caballero me cae peor que cualquiera. Aliso mi saco, corrijo mi vestuario y mi felina hace lo mismo, sonrojada por la visita.
—Déjame presentar mis sinceras disculpas, coronel Bingley. Lo esperaba al caer la noche, ¿se dispersó el camino?
—Hola, papá... ¿Y mamá? —Saluda Katherine, pero el coronel solo observa a su hija con una expresión de asco.
—Mi estimado señor Darcy, hágame el favor de educar correctamente a su zorra de rutina. Las mujerzuelas no deben cometer tales faltas de respeto frente a sus amos —advierte con severidad el coronel, y Katherine agacha la cabeza evidentemente apenada.
—Papá... No olvides que si soy una mujerzuela cómo tanto te gusta profesar, fue porque tú me vendiste al mejor postor...—mi felina se defiende, el coronel se queda absorto ante el atrevimiento de su hija, y avanza a grandes zancadas en dirección a ella.
—¡Prostituta! ¡No te permito! —Ruge el coronel Bingley levantando su mano, es evidente que pretende darle una bofetada a su hija. Afortunadamente advierto sus intenciones, y sostengo su muñeca para impedir el golpe.
—¡Soy yo el que no le permite la licencia, coronel Bingley! —Me paro delante de Katherine para cubrir su imagen de su nefasto padre sin dejar de sujetar la muñeca del caballero—. Katherine es mía, yo la compré. ¡Por lo tanto usted perdió el derecho de tocarla!
—¿George? ¿Qué sucede aquí...? —La progenitora de mis buenos amigos ingresa a la escena, y me veo en la obligación de soltar al coronel por prudencia—. Mi estimado señor Darcy, ¡qué gusto verlo después de tantos meses! ¿Cómo se encuentra usted?
—¡Mamá...! —Saluda Katherine, sin embargo la esposa del coronel la ignora rotundamente.
—¿Dónde está mi adorado Charles?
Está guerra recién empieza...
Nota: Hola, mis perversas mentales.🙌 En la descripción de esta historia dice claramente que está inspirada en la obra de Austen. Nunca dije que sería una fanfic y mucho menos una copia o continuación, por lo tanto no considero que engañara a nadie.😁
Todo comentario es bien recibido, no se midan o se sientan mal de expresar su parecer. Existen opiniones diversas y yo no me tomo nada personal. Todo comentario será bien recibido.❤️ Gracias por su preferencia, lectura y amor.
Un beso.💋
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