Capítulo 39:


Dirijo mi vista en dirección al hermoso paisaje que me regala la ventana de mi alcoba, recién bañado, perfumado, fresco, con un exquisito aroma a orquídeas frescas despertando todos mis sentidos. Desearía volver a los días donde realizaba promesas de niño sin sentirme culpable por ello, sin que Elizabeth dudara de mí, aquellos días donde la realidad no era tan real. Mi bata de cama esta abierta frente al amplio ventanal, y sonrío por la exquisita sensación de sus pequeños labios succionando mi erección, este es mi paraíso personal y me fascina. Impropio de mí permito escapar un gemido desvergonzado de mi garganta, mi gata ha conseguido ponerme muy malo, sujeto su cabello rojizo para aumentar el ritmo que yo deseo.

—Cesa el juego, gatita... ¡Ah...! —A mi felina le encanta torturarme de placer, bien sabe que me encanta como me conduce al límite de la indecencia, me succiona mi vigor y se frena para alargar mi estallido dentro de su boca—. Kath...

—Me encanta ordeñar a mi señor... Soy su esclava —ronronea de forma seductora y aquel quejido suyo solo aumenta mi deleite, sujeto con mayor fuerza su cabello y tiro de sus sedosas hebras empujando mi deseo dentro de su garganta, al fin aumenta la velocidad de sus movimientos.

—Feliz y provechoso día, mi estimado señor Darcy —mi buen amigo Charles ingresa sin ser anunciado, y yo giro la cabeza en medio de mi fiebre abrumadora, el noble caballero Bingley se queda petrificado al descubrir a su hermana ordeñando su alimento a plena luz del día—. ¡Maldición, William! ¿Usted tiene pensado dejar a su gata carente de maullidos?

—Yo... No... Escuché... Que... Usted... Tocara antes de entrar... ¡Dios, minina! —Suelto un bufido de agonía, y meneo mis caderas al compás de sus succiones—. ¡Me matarás, mujer...!

—¿Queda algo de desvergüenza que presenciar entre ustedes? Estoy hastiado de verlos en semejantes proezas desde que conté mis primeras primaveras, señor Darcy, ¡infame crimen pasional adolescente!

—Buen día, señor Darcy... Señora Darcy. Estoy a sus órdenes.

Mi puntual y eficiente empleado Antón ingresa sujetando la bandeja matutina justo cuando me dejo caer sobre la cama rendido al embrujo de Katherine, deja el vaso especial para la señora de mi lecho, y los pergaminos de anuncios. Mi gatita continúa mi ordeña lujuriosa que domina a la perfección. Mi lujuria se incrusta profundo en su delgada garganta y yo deliro de placer, empujo mis caderas contra su rostro para hacerle entender que estoy al limite de mi fiebre mortal. Mi felina se encarga de mí como es debido.

—¡Dios mío, Kath...! —Y consigo mi delirio dentro de su boca soltando alaridos despreciables, pecados inconfesables, derramo lo mío en su garganta con fuerza gritando por el placer alcanzado, he tocado mi luna estelar y me dejo caer sobre el colchón completamente satisfecho con su excelente servicio—. Eres una diosa... Mi diosa.

—Mi estimado becerro recién ordeñado, ¿recuperó la capacidad del raciocinio? —Se burla mi buen amigo Charles cuando me lanzo sobre su hermana para llenar de cortos besos su fino rostro, ella ríe encantadora sobre mi pecho, y cubro nuestros cuerpos con la frazada, no deseo salir de mi paraíso, quiero más—. ¿Katherine puedes prestarme a tu sátiro dios Pan un momento por favor?

—¿Qué quieres, Charles? ¿Es tan urgente? —Me dedico a gruñir en protesta debido a la insistencia del pelirrojo.

—Dinero, por supuesto. La honorable señora Bennet está vuelta una completa despilfarradora de monedas de oro, se dispuso a adquirir los preparativos más costosos del área limítrofe, es muy conveniente para la matriarca Bennet gastar una fortuna ajena, señor Darcy —me comunica el pelirrojo.

—Tampoco es su fortuna, Charles. Es bueno recordarlo...

—Por favor, mi señor... —Katherine lame mi rostro provocándome, y comienza a manipular mi animal fuera de combate—. Le prometo dejarme invadir por la retaguardia esta noche, mi señor...

—¿Cuánto más? —Anuncio con una amplia sonrisa embobada, esta mujer sabe la precisa manera de convencer a un noble caballero como yo—. Déjalo, no me importa. Gasta lo que considere necesario, señor Bingley.

—Agradezco su benevolente aporte para realizar mis sueños nupciales, señor Darcy. Muchas gracias.

—Calla, bastardo. Sabe muy bien a quien debe agradecer —me levanto muy a mi pesar y mi felina se ocupa de mí, como es costumbre, me ata la bata y alista mi ropa del día con rapidez y eficiencia, me siento en mi sillón para recibir el itinerario de rutina de las manos de Antón, y consigo leer la visita del señor Bennet por las horas vespertinas justo cuando Kath me calza las pantuflas—. ¿Cuándo le cedí licencia al monigote patriarca Bennet?

—Ayer durante el alba mientras era ordeñado por su señora Darcy favorita, señor Darcy —me recuerda Antón y Charles aprovecha el dato para burlarse de mí, suelto un bufido de fastidio. Estoy harto—. Señora Darcy, es necesario la orden del banquete para las cocineras.

—La segunda está perfecta, sin embargo aumenta los platillos para la cena. Mis padres arriban a esta mediocre comarca esta misma noche, Antón —anuncia mi felina y yo suelto un grito de impotencia, Charles se deja caer al suelo completamente perturbado.

—¿Qué...? ¡Que la bendita providencia me brinde paciencia! ¡Maldición! ¿Averiguaste si el desalmado coronel viaja junto a su tropa maligna, gatita? —Me preocupa, esto es una mala señal de los dioses, el sangriento coronel Bingley llegará con sed de sangre inglesa.

—Conserva la calma, mi amor. El coronel recibió la invitación nupcial a mitad del recorrido y mandó de regreso a su tropa infernal, llegará solo con mamá...—confiesa Katherine mientras se viste correctamente ayudada por la eficiente Juno.

—¡¿Mamá está aquí!? —Charles exclama al borde de un ataque de pánico, y entierra sus temblorosos dedos en su rojiza cabellera—. ¡Soy un pato muerto, soy un pato muerto!

—¡Basta de cobardía, imbécil! —Mi felina camina a paso firme al encuentro de su torpe hermano y le propina una severa bofetada—. Yo renuncié al trono de Pemberley para salvar tu sucio y depravado trasero, ¡no me obligues a maldecir tu nacimiento! Me condené a ser la cortesana del hombre que tanto amo para preservar tu existencia, ¡valóralo! Fue difícil encontrar una copia exacta de Fifí como tanto querías, ¡te prohíbo renunciar a ella!

—Lo... Yo lo siento mucho, Kathy... —mi buen amigo Charles se levanta, sacude su traje y limpia sus lágrimas, aprieta sus puños con fuerza—. Todo marcha de acuerdo al plan, ¿cierto, William?

—En efecto, mi estimado señor Bingley.

—¿Entonces por qué ordenaste a Fifí viajar hasta aquí? Me estoy volviendo loco, hermano. Anoche mi mansa yegua quiso quedarse a pernoctar conmigo y yo... ¡Diablos! Y después está usted rompiendo el compromiso con su pueblerina, ¡¿quien pagará la dote de Jane? ¡Conoces bien al coronel Bingley! ¡Soy un pato muerto!

—Conserva la prudencia, hermano de distinta matriz. Todo se efectuará de acuerdo al plan, tu padre no va a asesinarte, y tampoco a la señorita Edevane. Ahora espera en el comedor, nosotros vamos en un momento —despacho a mi buen amigo junto a mi fiel empleado, y suelto un suspiro de cansancio, todo este tedioso drama nupcial me está ganando una terrible migraña, cierro los ojos con fuerza y siento sus suaves caricias en mi cabeza, mi felina me masajea con ternura—. Oh gatita... Estoy harto de este embrollo...

—Bien recompensado y disfrutado permanece usted en todo el embrollo que lamenta, mi amor. La insulsa pueblerina no tardó en abrirle las piernas, fue una astuta jugada, lo admiro sobremanera —Katherine me besa con fervor, devorando mis labios con su lengua candente, suelto un gemido impropio y poso mi mano en su pecho para detener sus intenciones.

—Gatita yo no... Nunca jugué con Lizzy...—murmuro sobre sus labios, y la pelirroja se exalta, me mira con seriedad y yo le dedico una mirada avergonzada, luego se aleja de mí.

—Fue un juego solamente, cierto es. Usted solo jugó con ella, señor Darcy. Mi señor juega con todas por igual, pero siempre vuelve a mí, yo me encargo de que siempre vuelva.

—Kathy... Sabes que eso no es cierto.

—¿Dónde está la llave del cofre mayor, mi amor? Es preciso pagar los preparativos de la boda de Charles —mi felina evade el tema, no pretende aceptar mi confesión—. He derrotado a todas las malditas zorras que se atreven a apartarte de mi lado, William. Y a todas hice polvo sin piedad, no me obligues a hacer lo mismo con tu insulsa pueblerina.

—Este juego me consumió, Katherine —sujeto su delicado brazo para detener su escape—. Me enamoré de Elizabeth Bennet, bien lo sabes. En verdad será mi esposa.

—¿Está usted seguro, señor Darcy? Recuerdo a una dama de alta cuna a la que usted prometió el mismo enlace conyugal hace algunos años atrás, ¿verdad? Ahora es marquesa.

—¡Basta, gatita!

—Entonces no me provoques, William. Sabes bien lo que soy capaz de hacer por ti.

Mi felina se escapa de mi mano para luego salir en busca de su hermano menor, siempre se ocupa de Charles más de lo debido. Como quisiera que existiera aquel mundo imaginario en el que vivíamos de adolescentes, en el mundo donde los "para siempre" existían. En el que yo no tenía que mantenerme atado a su divina obsesión por mí y ella no tenía que mantenerse atada a mi lujuria desmedida. Un mundo donde las despedidas las hacíamos eternas, para tenerla menos tiempo lejos. En el que dormir todo el día abrazados sonaba coherente, donde no estaba perdidamente enamorado de Elizabeth Bennet.

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