Capítulo 37:
El alba me saluda ingresando silenciosa a través de la ventana, la primera sensación es placentera, la corriente eléctrica que recorre mi cuerpo se concentra en un solo lugar de mi anatomía como acontece todas las madrugadas y bostezo estirando los brazos. Mi lecho es agradable, está perfumado y tibio al tacto y necesito acción matutina, giro mi cabeza para buscar donde depositar lo mío y ahí está ella, la serpiente cascabel, como es costumbre. La melena de fuego nuevamente pintando de rojo mis almohadas de satén. No es a quien quiero pero me sirve, me satisface, me ahorra el trámite y es eficiente. Me acomodo detrás de ella, sujeto sus caderas y de un tirón tengo su trasero pegado a mi entrepierna. Katherine se despierta gracias a la brusquedad de mis ansias, y cuando estoy a punto de entrar a su paraíso ella me detiene. Suspiro...
-William, necesito ir al aseo. Solo un momento por favor...
-No tardes...-protesto, inquieto.
La dama se levanta, se viste con la bata por encima del cuerpo desnudo antes de girar para salir, sonrío para mí al verla desplazarse, sin decir nada ella me corresponde. Me quedo en compañía del más absoluto silencio, es una suerte que mi alcoba quede en el otro lado de la casa. Otra ventaja es que mi zona se ubica lejos de mi buen amigo Charles que está arriba, por más que ellos no tuvieran el sueño pesado no llegarán a oírnos gozando y viceversa. Menos mal... Porque la desvergonzada me hizo gritar de placer anoche, la emoción me lleva a recordar toda la pasión que me obligó a experimentar. El cuerpo duele satisfactoriamente. Sus senos todavía están sensibles, como otra parte más delicada de su cuerpo, y el elixir de vida descendía de a poco por sus piernas. Fue por eso que se levantó para ir al aseo. Precisaba lavarse.
-Estoy a su completo servicio, señor Darcy -anuncia seductora al retornar a su territorio que siempre recupera a su placer-. ¿Dónde me desea?
-Me provoca navegar sublime entre las aguas mansas... Y luego que golpeen las olas con fuerza, sentir la brisa... Sería bueno un tono sublime para empezar el día.
Ella confirma mi pedido realizando un saludo ceremonial antes de colocarse en el lugar solicitado, yo le abro espacio bajo mi cuerpo y el mar encaja perfecto debajo de mí. Es delgada y ágil, pequeña y diestra en la materia. Un poco de juego previo para humedecer la orilla de la playa antes de zambullirme por completo en el mar de sensaciones. Me resulta muy placentero sentir sus músculos internos siendo expandidos por la potencia de mi deseo, todavía succionando todo lo que me pertenece, cierro los ojos en señal de deleite. Quito el dedo de su boca, lo reemplazo por mi lengua voraz y me muevo enloquecido entre las piernas de mi felina, la beso apasionado preso de la fiebre que me consume, al entrar y salir estoy más que sediento, ardiente. Separo los labios entreabiertos por la ola de deseo que me somete.
-Gatita... Preciso ahogarme más...-susurro, y ella, consumida por el deleite en la misma intensidad, aún obedece y aprieta mi vigor con su potencia femenina.
Libero un jadeo intenso por el placer de sentir el estrecho del mar, estoy más rígido, estoy hundido, tan tenso, tan consciente de la belleza interna femenina, y de la delicia que resulta al disfrutarla. Vibrando me muevo como deseo y ella corresponde cada uno de mis movimientos, disfruto su ronroneo, y astuta coloca dos almohadas debajo suyo para tenerme a su merced.
-Tú eres perfecto para mí, amor mío...-la dama se arquea, muy cerca del deleite-. Adoro verlo gozando, eso me deja más felíz...
-Es hora de tu alimento, gatita... Goza para mí...-ordeno con las voz casi irreconocible por la excitación, coloco las manos por debajo de sus nalgas, agarrándoselas, trayendo a mi felina aún más para mí, con el encaje perfecto, la penetro aún más profundamente-. Goza...
-¡Oh, te amo...! -Y ella convulsiona con los ojos entrecerrados, los labios abiertos, gimiendo arrebatada por el placer.
-Sí... Eres toda mía -me muevo entre sus olas cada vez más rápido, más fuerte, más profundo-. ¡Katherine...! ¡Oh, Katherine!
-¡William!
-Buen día, señor Darcy... Señora Darcy... Estoy a sus órdenes -Antón ingresa sigiloso, tan puntual y eficiente como siempre. Echo el cuerpo hacia atrás y gozo más al sentirla sosteniéndome con las piernas, atrayéndome a ella, apretando lo mío firmemente envuelta en mi placer.
-¡Ah, maldita! ¡Sí...! Sigue... -festejo el triunfo de mi acompañante de cama.
-Hasta la última gota de alimento, mi señor...-se burla ella, descarada. Y obtiene lo que quiere, y lo disfruta sin pena, sabe que me encanta. No hay pudor, solo éxtasis desenfrenado.
Satisfecho como un infante recién amamantado me acuesto sobre ella, mi pecho fuerte apoyado sobre sobre sus senos. Los espasmos me sacuden, mi felina me llama en un lamento placentero, con una noción mayor de cuánto gozamos.
-¿Cuál es el itinerario de hoy, Antón? -Apenas puedo hablar, estoy dentro de mi nube de confort, me froto y acaricio mi rostro en su piel. Fue bueno, muy bueno.
-Llegó nueva correspondencia, señor Darcy. Lo habitual, una en particular que le podría interesar...-Antón me ofrece la misiva y al leer el remitente mi corazón galopa-. El patriarca de los Bennet solicita audiencia con usted para mañana por la tarde.
-¿El padre medieval salvando a la damisela en peligro? -La pelirroja se burla de la nueva puesta en escena que se llevará a cabo pronto, y acaricia mi espalda lentamente, el señor Bennet intenta interpretar el papel que le corresponde como jefe familiar-. El viejo viene a sacarte más dinero, cariño.
-Acepto la audiencia...-estoy tan satisfecho que me importa un pimiento, me deleito en los mimos que ella me ofrece-. Me consientes demasiado... A este paso no podré parar y los pendientes esperan...
-Quiero regresar a Pemberley en la brevedad... Allá tenemos todo lo nuestro -me río de su exigencia, entiendo perfectamente a lo que se refiere y me acomodo, eso me alienta.
-Después de la boda del torpe de tu hermano, no te impacientes...-abro sus piernas de un tirón y ella chilla, pero advierto la presencia de Antón y suspiro de fastidio-. ¿Algo más...?
-La señorita Edevane está alistando su equipaje, amenaza con marcharse -anuncia Antón y mi felina se burla de la situación.
-¿Y Charles...? -Escapar, una respuesta primaria del ser humano.
-Salió en compañía de mi Juno hacia la morada Bennet para los preparativos nupciales -todo cobra sentido, Philip continúa sin aceptar su derrota y por ese motivo huye, típico proceder de un joven enamorado-. Señora Darcy, estas son las propuestas para el banquete del día.
Antón le entrega dos listas que la señorita Bingley no demora en leer, y se las devuelve a mi fiel sirviente. Se viste un camisón antes de abandonar mi lecho.
-La segunda es adecuada -elige la dama, me levanto de la cama y ella me calza la bata, me acerca el calzado para luego sentarse en la cómoda frente al espejo, Antón le entrega el jugo especial de rutina y ella lo bebe encantada-. ¿Te sorprende volver a estar a mi servicio tan pronto, Antón?
-De ninguna manera, señora Darcy... Con el debido respeto que usted merece, yo admiro la eficiencia de sus artimañas -responde el sirviente, sincero, y ella celebra su halago.
-Me dirijo a solucionar la rabieta de Philip, no es prudente.
-¿Lo espero en el comedor o en el despacho, señor Darcy? -Consulta la pelirroja.
-En el despacho.
Pagaría una fortuna por retroceder el tiempo y volver a cuando apenas conocía a Elizabeth Bennet, porque conocerla, poco a poco, fue maravilloso. Me gustaría no darme cuenta de lo monótono que envuelve una relación en la que no existe amor, supongo. Desearía besarla como cuando apenas la conocía, cuando el intercambio de nombres y el gusto exorbitante por la poesía eran suficientes para desatar pasión. Desearía volver al engaño de pensar que hacer el amor sucede cuando el otro es lo más especial que existe, pero no es así. Cuando tú mismo te colocas en ese pedestal todo cuando existe y realices es especial, la compañía es simple añadidura recreativa. Y por más absurdo que parezca, es debido enfrentar a un infante de cinco años encerrado en un cuerpo de un joven de veintitrés, encuentro a Edevane en el auge de una crisis sentimental; llora, grita, expulsa todos sus accesorios al suelo, maldice y se deja caer sometido a su agonía.
-Escapar de la condena no siempre es la solución para los pesares, señorita Edevane -camino entre los escombros de una relación pasional ilícita de antaño.
-¡Regresar a sus prácticas perversas con su zorra habitual tampoco! Sin embargo usted lo hace, ilustre señor Darcy -Philip realiza una reverencia ceremonial, y lanza uno de los jarrones al piso-. ¡Desprecias a esa mujer tanto o más que yo desprecio mi propio cuerpo!
-Esa es tu verdadera tragedia, Philip. Usted mismo se desprecia, y aquella es la peor de las traiciones -el rubio cesa su rabieta infantil, y levanta el rostro consumido por la agonía-. La señorita Bingley entendió el juego de poderes y decidió usarlo a su conveniencia. Cuánto más la desprecio durante el día, más gozo con ella durante las horas de cama. Morbo se precisa definir...
-¡Basta, satanás!
-Es preciso que entienda algo, señorita Edevane. Usted es mi empleado, está a mi completo servicio y aún no ha terminado sus labores en este lugar, por lo tanto es su deber mantenerse bajo esta morada hasta que yo le ordene retirarse.
-Se lo ruego, William. Apelo a la estima de aquella amistad que nos une desde hace años... Por favor.... Su ventajosa unión con la señorita Bennet se canceló, no hay anillo que fabricar aquí.
-Sacrifiqué mi luna de miel con la señorita Bennet para que ustedes puedan gozar con soltura de sus últimos días de pasión, le ruego que dicha renuncia en nombre de nuestra amistad no sea en vano, y goce como un condenado de su amor mientras pueda. ¿Lo entendió? -El rubio se deja caer evidentemente perturbado, y me mira incrédulo.
-William... Lizzy canceló su boda...
-En efecto, mi estimado Philip. La señorita Bennet canceló su boda, no la mía. Lo que la señorita Bennet crea me tiene sin cuidado, su despreciable madre me la cedió en prenda por lo tanto ella me pertenece.
-Ahora entiendo porqué le fascina tanto Katherine Bingley, señor Darcy... Usted es tan despreciable como ella, son tal para cual, la pareja ideal.
-Exacto, Philip. Le recuerdo que volvió a estar al servicio de la zorra a quien acusa de despreciable. Estoy seguro que se cobrará muy bien por el anillo que le regalé a Lizzy. Es debido ponerse a trabajar a la brevedad.
Respondo y retorno a mi alcoba dónde me espera mi traje del día extendido con elegancia sobre mi confortable lecho, un traje y corbata elegido por la señorita Bingley que seguramente hace juego con su vestido, como es costumbre.
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