Capítulo 3:

Gracias por leer:)

—Es preciso sincerarme ante usted, señorita Elizabeth. El ofrecimiento que le hice a su padre es un simple detalle cordial a mi futuro suegro sin malicia alguna, ni ánimo de negociar su apreciada mano. Permítame explicarme, en primer lugar jamás me atrevería a intentar comprarla porque usted, amor mío, no tiene precio alguno, ni toda mi fortuna sumada con toda la riqueza de mi familia alcanzaría para pagar una sola hebra de su cabello. El simple hecho de ofrecer un monto, por más exorbitante que este sea, sería un reverendo insulto ante su belleza y valor —Lizzy se queda quieta justo cuando el ritmo de su respiración se acelera, visualizo un tierno sonrojo invadir sus hermosas mejillas y baja la mirada evidentemente apenada. Aprovecho su estado para tomar su mano y acariciarla suavemente, más que por ella es por mí, yo lo necesito, busco su calor desesperadamente—. Usted me aceptó como esposo, Elizabeth Bennet. ¿Qué clase de compañero ideal sería si no procuro el bienestar de quienes ama? Los tuyos serán los míos y no sólo tendrán ganado, puedo mandar a construir un zoológico entero si eso te hace feliz. Tu dicha es la mía ahora y siempre.

—Señor Darcy...—Lizzy aprieta mi mano entrelazando nuestra unión con delicadeza.

—Señorita Elizabeth, si en algo me considera le pido encarecidamente que no vuelva a salir de paseo a pie, por favor permítame facilitarle un carruaje... —Lizzy me suelta y se levanta de golpe mirando hacia la ventana.

—Necesito hablarle en privado con suma urgencia, señor Darcy —todos en la mesa dejan de comer para fijar su atención en ella y yo trago en seco, quizás lo arruiné pero debía intentarlo. Lizzy camina hacia la puerta principal a paso firme—. ¡Ahora!

Me pongo en pie y me disculpo ante los comensales, para luego caminar hacia el paredón. Salgo tras ella y cierro la puerta, cinco pasos a la izquierda sin dignarse a voltear para iluminar mi mañana con sus bellos ojos cafés. Agarbado espero por esa mirada, esperaría una eternidad por un sólo vistazo de esos ojos y entonces al fin termina mi suplicio. Elizabeth gira sobre sus talones lanzándose a mis brazos y me sorprende con un beso apasionado. No tardo en reaccionar, ¿cómo podría no hacerlo? Rodeo su fino torso entre mis brazos y la aprieto contra mi pecho para dejarle en claro lo mucho que necesitaba ese beso, escabullo mi lengua en su boca explorando meticulosamente para dejarle saber que lo estoy disfrutando. Como amo a esta mujer... Muy a mi pesar el oxígeno juega en mi contra en esta ocasión y debo terminar el sublime contacto para poder respirar.

—Querida mía te amo tanto... Tanto...—junto nuestras frentes porque necesito conservar la sensación cálida de su roce por un tiempo más, ella está agitada, su pecho sube y baja muy rápido, debo soltar un poco mis brazos para dejarla capturar el aire—. Por un momento pensé que le molestó algo que expresé de forma descortés...

—Debía escucharse de esa manera, no quiero espectadores...—me aclara avergonzada y luego vuelve a posar sus labios sobre los míos en un beso corto, ella sonríe y el resto del mundo no existe, desaparece. Me sujeta de la mano y seguimos caminando por el sendero—. ¿Puedo hacerle una pregunta, señor Darcy?

—Todas las que desee, señorita Bennet —llegamos al árbol que me trae gratos recuerdos de ayer, y lo bordeamos hasta quedar fuera del foco de la casa.

—¿Fue el lodo en mis botas lo que me delató? —Lizzy se recuesta en el viejo tronco y yo no pierdo el tiempo, me acerco a su cuerpo sin darle permiso al espacio entre nosotros.

—Tiene lodo por todas partes... También fue ese brillo en su mirada, es precioso —un impulso primitivo crece en mi interior, uno que me obliga a devorar su boca de una forma muy impropia, sucumbo ante mis deseos y ella no pone resistencia, hasta que nuevamente el aire comienza a faltar—. Mi vida yo la adoro a usted... Tanto que no se puede imaginar.

—Señor Darcy...—ella rodea mi cuello con sus delgados brazos, y me atrapa con su aroma. De la manera más descarada y deliciosa riega cortos besos en mis mejillas hasta llegar a la comisura de mis labios—. Necesito otro de sus besos...

—Sus deseos son mis órdenes, señorita Elizabeth...—obedezco de buena gana, cumpliría su orden así me cueste la vida, presiono sus labios con fuerza, sabe a leche y mantequilla, y luego a mí, a nosotros, a magia—. Casémonos mañana mismo, se lo suplico...

—¿Sólo un carruaje? —Lizzy sonríe cerca de mi boca, y entiendo el mensaje a la perfección.

—Un cochero y dos caballos... Por si un corcel se cansa.

—Pero es impropio recibir obsequios tan suntuosos del prometido... —la silencio con otro beso apasionado, y no protesta.

—Lo podría recibir de su esposo si acepta casarse conmigo mañana antes que el carruaje llegue a su casa, ¿no le parece una espléndida idea? —Su risa se vuelve más sonora y me devuelve el gesto, pero su beso es más dulce y pausado. Me encanta—. ¿Este fin de semana?

—Me halaga su insistencia, pero debo ser la parte razonable en este dilema nupcial. Los preparativos llevan su tiempo, y podemos ir empezando por eso.

Mi corazón se oprime en mi pecho...

—¡¿De verdad!? —La beso de nuevo, es tanta mi felicidad que no logro ocultarla.

—Acabo de aceptar los preparativos, el carruaje, el conductor y los caballos. Usted es un hombre muy afortunado, señor Darcy.

—Usted me tiene tan consentido que me apena...

—Hablaré con mi madre cuando termine el desayuno.

—¡¿Lo sabe?! —Mi asombro es evidente pero no me importa.

—Se lo comenté anoche...—ahora todo tiene sentido, su temor hacia mi persona y su actitud en la mesa.

—Ahora comprendo el comportamiento de su señora madre durante la comida, ¡no tiene idea de lo feliz que acaba de hacerme, Elizabeth! —Sujeto a mi novia de la cintura y la levanto del suelo, doy un par de vueltas con ella en el aire, y al bajarla la beso muy despacio, otorgándome el permiso de invadir aquella cavidad inicial—. Usted me va a tener que disculpar pero la señora Bennet nunca será de mi completo agrado, que tenga esa actitud evasiva conmigo es la mejor noticia que ha podido brindarme.

—Lo sé y créeme que tampoco es del todo mío, pero uno no puede elegir a los progenitores —Lizzy me abraza con delicadeza, acerca su cabeza a mi pecho y pasea sus dedos por los botones de mi camisa, algo le preocupa—. ¿El señor Bingley le mandó algún recado a mi hermana? Jane está un poco descompuesta por su ausencia, le sorprendió verlo llegar solo.

—¿El señor Bingley estaba invitado? —Esto es malo.

—Sí, habíamos quedado en eso. Luego del desayuno pasear por las colinas que no pudimos visitar ayer, hay un prado muy bonito bajando la cuesta.

—Me temo que la hermana tiene mucho que ver en la ausencia del señor Bingley, querida —beso el dorso de su mano, pero su gesto de molestia no me gusta para nada—. Es un asunto en el cual no podemos intervenir, Lizzy. Ellos solos deben hacer respetar su compromiso, ¿no te parece propio?

—¿La señorita Bingley se rehúsa a que su hermano contraiga nupcias con mi querida Jane?

—Es lo más probable...

—Hace poco me aseguró que los míos eran los suyos, señor Darcy. ¿Usted mintió? —Lizzy se aparta de mí y camina rumbo a su casa, pero la detengo sujetando su muñeca con delicadeza. Esto no me está gustando nada.

—Elizabeth, yo nunca le profesaría falsedades. Le dejé explícito los suyos y aquellos, hasta donde tengo entendido y es propio son cuatro, sus padres y dos hermanas menores en edad casadera —me acerco cauteloso y aprisiono su cintura, quiero besar su cuello pero ella me rechaza—. La señorita Jane fue pedida en matrimonio por el señor Bingley, por ende desde ese preciso momento le pertenece a Charles. Por favor déjala ir...

—Usted me va a tener que disculpar, ¡pero su amigo es un reverendo zopenco! —Su comentario me ocasiona una gran carcajada y ella por fin se relaja riendo conmigo.

—Nada que disculpar. Concuerdo perfectamente con usted, señorita Bennet —sostengo su espalda con una mano para atraerla cerca de mí y con la otra tomo su mentón para besarla—. Con la señorita fugitiva procedí de esa manera porque me sentí culpable de no advertir antes sobre la clase de alimaña que es el señor Wickham, pero tratándose de Jane... Debes dejarla tomar las riendas de su vida, no puedes ir solucionando los problemas de todas las damas por ser tus hermanas, de esa forma jamás van a desarrollar madurez, Lizzy.

—Lo siento mucho, mi amor. No quería arruinar el momento...—Lizzy me vuelve a besar y el mundo se detiene, luego sostiene mi mano y avanza sus pasos hacia el lado contrario a su casa—. Creo que la aventura en el Prado será mejor si estamos solos, señor Darcy. ¿No le parece una espléndida idea?

—La mejor de todas, como es usted...


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