Capítulo 28:

—Quiero que entienda una cosa muy importante, señorita Elizabeth. Usted no me debe nada esta noche, no me debe obediencia, no me debe gratitud, no me debe amabilidad. Yo no importo en lo absoluto, mis deseos quedan en segundo plano, ¿lo comprende? —Deslizo ambas manos por sus brazos hasta llegar a sujetar su cuerpo a la altura de sus codos, vuelvo a cerrar los ojos para memorizar su imagen de inocencia quizás por última vez, la dejo libre para empezar a desvestirme, muy desvergonzado, a vista y paciencia de su escrutinio—. Voy a darme un baño porque estoy ardiendo por usted, vida mía. Estoy ardiendo por tenerte y hacerte mía. Entraré en ese cuarto de baño y espero que usted quiera acompañarme teniendo en cuenta que..., quiero que usted esté consciente de que si cruza esa puerta yo no me comportaré como un caballero. Yo seré un completo cretino con su cuerpo, Elizabeth.

—William... —susurra mi amada cubriéndose la boca hinchada por mis besos con ambas manos, muy exaltada. Al principio creo que es por mi propuesta indecente, pero pronto me doy cuenta que es porque estoy desnudo y erecto frente a ella.

—Quiero que usted misma lo decida... Será libre de elegir, y créame. Confíe en mí, señorita Elizabeth. Nada cambiará entre nosotros, yo querré continuar nuestro noviazgo, con los preparativos, con nuestro matrimonio, nada bajo este cielo impedirá que usted y yo contraigamos nupcias muy pronto —espero que el intenso rubor de su rostro mengue un poco, me inclino para besar su frente con ternura—. Es un beso de buenas noches, quizás. Un beso de hasta luego, tal vez. Igual la amo y la amaré fuera cual fuese su decisión, se lo juro.

Debo hacer uso de una gran fuerza de voluntad para apartarme de esta mujer que me encanta, camino en dirección a la cómoda para calzarme una bata de felpa, sostengo una toalla y me dispongo a ingresar al cuarto de aseo sin voltear siquiera a ver a mi mujer. Dentro el agua aún se conserva tibia a pesar del tiempo transcurrido, Antón hizo un gran trabajo. Ingreso a la tina repleta de agua aromatizada y ni bien mi piel entra en contacto con la fragancia exótica de los pétalos me relajo, es bueno estar aquí aunque me inquieta pensar en ella. Aparto mis pensamientos fatalistas, ella está tardando en entrar y decido convencerme que es lo mejor que pudo decidir, negarse a sucumbir a mis bajos instintos en su estado de embriaguez.

"Igual la tendré, de todas formas gozaré de su cuerpo al amanecer", reflexiono mientras me enjabono el cuerpo. El reloj traicionero no es la mejor compañía para un demente enamorado suelto en Netherfield, el tic tac de las manecillas es un cruel recordatorio de que estoy siendo rechazado por segunda vez, aunque de una forma muy distinta. Acabo de tallarme el cuerpo y cierro los ojos implorando a la divina providencia por paciencia, debo conseguir serenarme o lo echaré todo a perder.

¡Puedo hacerlo! ¡Puedo hacerlo, maldita sea!

No es tan malo, solo son sus pudores, solo son sus prejuicios ganando la primera batalla, sin embargo yo gané la guerra. Elizabeth aceptó mi mano y la idea de verla lucir un precioso vestido de novia consigue calmar un poco mis ansias de lujuria. Me relajo debajo del agua e inclino mi cabeza para dejarme ir en una pequeña siesta, me urge recuperar mi autocontrol para lograr salir airoso de esta habitación y evitar cualquier contacto físico con ella esta noche. Quizás ocupe otra alcoba, la que se encuentra al final del pasillo... Sí, eso haré. Le diré que la amo, que pase buena noche y me marcharé para dejarla descansar como una princesa. Y cuando menos lo espero, mi dulce damisela se convierte en una hechicera desnuda deslumbrante, arrebatadora, que aparece por la puerta caminando a paso lento en mi dirección. Lizzy lleva el cabello suelto que cubre sus pechos, pero sus largas hebras oscuras no llegan a ocultar la parte de su cuerpo que voy a saborear en medio de esta agua aromatizada.

Que la divina providencia me recoja pecador, porque me pienso condenar al infierno esta misma noche...

—Quiero que conserve esto, señor Darcy... —mi mujer me rodea con sus brazos el cuello desde la espalda, que es donde oculta su desnudez, y me entrega la carta que escribió para la esposa del zopenco clérigo—. A usted le pertenecen mis más íntimos secretos, mis anhelos, mis deseos prohibidos, mi corazón por completo... Te amo, William. Caballero o cretino, galante o desvergonzado, inocente o pecador. De todas esas formas yo lo amo, señor Darcy.

Las palabras de mi mujer estallan una avalancha inexplicable de sensaciones abrumadoras en mi interior, y es tanto mi júbilo que sonrío ampliamente dudando de mi suerte. Acaricio sus finos brazos que me mantienen prisionero con lágrimas en los ojos, esta mujer logra mantenerme en una tormenta constante de amor, incertidumbre y desenfreno. Llego a la altura prudente para poder tirar de su cuerpo y meterla junto a mí en la tina y el agua se desborda un poco pero no me importa. Lizzy se acomoda como puede delante de mí mientras yo la ataco a besos voraces.

—Te amo, Elizabeth Bennet. Cuando estoy contigo siento que puedo hacer y ser quien yo quiera, siento que podría ser un mago, un músico, un amante exorbitante, un escultor de musas, una máquina del tiempo, un maestro de anatomía, un escritor incansable de poesía... —abrazo a mi mujer con fuerza aferrando ambas manos a sus redondos pechos, está desnuda y expuesta ante mí como tanto he soñado tenerla—. Pero por alguna extraña razón, por alguna tonta razón, elijo ser yo, elijo ser la persona que te ama, la que se preocupa en sí el sentimiento es mutuo, la clase de persona que se preocupa por ti, la persona sensible, el orate que intentará eternamente sacarte una sonrisa... Aquel cretino que se adueñará de toda tu histeria cada día que decidas compartir mi lecho.

—William... —mi amada comienza a gemir cuando decido hundir mi mano entre sus piernas.

—Se lo advertí, señorita Elizabeth... —empujo mi pelvis hacia adelante para quedar más cómodo y tener mejor acceso a su cuerpo—. Yo no seré un caballero, y usted no tendrá rastros de pureza al salir de esta habitación.

—Señor Darcy... —Lizzy gime, y me atrapa con el delicioso sonrojo en su rostro—. Dios mío... Dios santísimo... —ella renuncia a sujetarse en la tina para cubrir sus pechos desnudos, se retuerce pero se mantiene en su postura, está sumergida en una lucha interna contra sus pudores, puedo darme cuenta de ello—. ¿Acontecerá aquí...?

—Cierto es, señorita Elizabeth... —presiono su histeria y comienzo a trazar lentos círculos alrededor, deleitándome con la sublime imagen de apreciar a mi tierna prometida rindiéndose al placer que le estoy brindando con mis dedos indecentes—. Es sensato evitar cualquier prueba de imprudencias cometidas. Deseo escucharla gemir tan fuerte que retumbe en estas insulsas paredes, de acontecer en el lecho los invitados podrían escuchar y con su detestable madre pululando por la morada... Es preciso evitarlo...

—Oh Darcy... —mi amada se mece al ritmo que impongo con mis dedos, moviendo frenéticamente sus caderas de un lado al otro, y luego eleva la pelvis al encuentro de mi mano, el gemido que permite escapar de su boca me hace estremecer ocasionándome un jadeo de agonía—. ¡Darcy...!

—Usted tendrá que disculparme... —intento frenarme, pero no puedo concluir mis deseos porque Lizzy tira su cabeza hacia atrás buscando mis labios desesperadamente, está a punto de gozar.

Sostengo a mi mujer por su largo cabello e invado con mi lengua su boca. Elizabeth me sostiene de la misma manera por los cabellos, nuestras lenguas en un mismo ritmo frenético. Ella desnuda, excitada, y entregada sobre mi cuerpo completamente expuesto es una tortura deliciosa, aún más con mi erección punzando dolorosamente contra su trasero, con nuestros labios pegados en un beso apasionado. Lizzy menea sus nalgas sobre mi vigor erecto, y sin darse cuenta lo deja acomodarse sugerentemente entre los pliegues de su trasero. Yo gruño con la boca pegada a la de ella, temblando de placer introduzco la lengua succionando a un ritmo más intenso y acelerado. Esta vez es Elizabeth quien gime y abre más la boca para que la tome por entero. Mi erección se sacude, y sí es posible, estoy más excitado.

No es solo la falta del cuerpo de mi mujer lo que me pone tan arrebatado y descontrolado. ¡Es ella! Es todo lo que me permite hacerle. Recorro su cuello besándola detrás de la oreja mientras murmuro con una voz ronca los sentimientos que lo consumen...


💎TINA✨

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top