Capítulo 26:
El entorno se aleja y se pierde en el averno, todo el mundo deja de existir en este instante, quiero irme a vivir a un nuevo continente con esta indescifrable mujer, compartir todas las vivencias que los inciertos senderos puedan regalarnos, viajar a Londres en su compañía. Quiero perderme entre sus historias, agarrar su mano y salir corriendo hacia el interior de mi alcoba, que Lizzy también quiera esos viajes en carretera conmigo, escaparnos en cada hospedaje que encontremos de camino, que ella también quiera perderse en mi alcoba justo ahora... Mi amada se aleja y con una elegancia muy torpe sostiene el anillo sobrante, sujeta mi mano diestra y la eleva a la altura de su rostro sonriéndome llena de promesas.
—Yo, Elizabeth Bennet, te elijo a ti, Fitzwilliam Darcy, para amarte, respetarte y complacerte en la salud y la enfermedad, en lo próspero y lo adverso, hasta los confines del planeta por el resto de mis días y hasta que la muerte nos separe... Por favor concédame el inmenso privilegio de ser mi esposo. ¡Oh cuánto lo quiero, señor Darcy!
—¡Te quiero, vida mía! —Suelto ese impropio grito desde lo profundo de mi garganta, y Philip aplaude soltando voces de júbilo, abrazo a mi mujer desesperado por sentir su calor que me hace falta—. Te quiero, te quiero, te quiero tanto, Lizzy...
—¡¿Pero qué está aconteciendo en este refinado recinto?! —La voz de la rubia arruina la magia del momento, y muy a mi pesar debo separarme de mi tierna prometida—. ¡Fifí!
—¡Juju! —Mi joyero corre a los brazos de la rubia decoradora, quien se presenta en el salón junto a Charles y las ruidosas musas—. ¡Infame trapisondista me dejaste solito en Pemberley!
—¡Oh mi querido badulaque pisaverde era mi deber acudir en auxilio del jefe! ¡¿Qué haces aquí, lechuguino!? ¡No me digas, no me digas! ¡Oh por la santísima trinidad, señora Darcy! ¡Qué hermosa joya tiene el honor de portar en su dedo! ¡Quedé ciega! —Lloriquea la rubia sujetando la mano ornada de mi amada, y los demás se acercan a admirar el anillo que ella porta.
—¡Es realmente hermoso! ¡Magnifico, mi querido amigo Darcy! Pero, ¿no debería haberlo ocultado de su fiera hasta el día del compromiso? —Mi buen amigo Charles comenta admirando la preciosa pieza de joyería bastante animado.
—Mi amado señor Darcy me permitió elegir mi anillo, señor Bingley. ¿No le parece espléndido? —Le aclara mi mujer.
—¡¿Qué?! ¡Imposible! ¡Seguramente usted hechizó a mi buen amigo Darcy con esos ojos de yegua salvaje, señorita Bennet! Las mujeres no tienen la experiencia necesaria en joyería para realizar semejante hazaña, ¡no señor! ¡Mi amada Jane no elegirá el suyo! ¡Nunca jamás!
—¡¿Qué acaba de expresar, señor Bingley!? —Lizzy se levanta furiosa, sostiene un cojín del sofá y lo estrella con fuerza sobre la cabeza de mi buen amigo Charles—. ¡Usted es un zopenco! —Mi tierna prometida ataca a mi buen amigo Charles golpeándolo en la cabeza con un esponjoso cojín del sofá de la casa vacacional en Netherfield, ella eleva con elegancia su fino brazo y lanza la pequeña arma letal sobre el caballero pelirrojo quien torpemente intenta cubrirse de la avalancha de plumas que le está cayendo encima del sofisticado traje—. ¡¿Cómo se atreve, señor Bingley!? ¡Debió preguntarle a mi querida Jane! ¡Ella debe tener mayor participación en los preparativos! ¡Será su esposa, señor Bingley!
—¡Señorita Bennet por favor guardad la calma! ¡Parad! —Charles esconde la cara en su antebrazo, y eso enciende más a mi mujer, Lizzy zarandea a mi amigo buscando dejarle desprotegido para volver atacarle, y entonces la guerra de cojines se sale de control—. ¡Mi querida Jane no tiene la experiencia necesaria en cuestiones tan complicadas! ¡Solo deseaba ahorrarle un predicamento!
—¡Me tomaré el atrevimiento de ahorrarle la visita al médico dental, señor Bingley! ¡Mi querida Jane ni siquiera se atreve a confesarme su parecer a mí, que soy su hermana!
—¡Parad, señorita Elizabeth! ¡Señor Darcy, por favor ayudadme! ¡Controle a su fiera, señor Darcy! —Los gritos de auxilio que profesa mi buen amigo alertan a los demás ocupantes de la morada, pronto hace su ingreso Antón escoltando a la pelirroja de costumbre, quien se exalta al descubrir la aparatosa escena que mi prometida está obsequiando ante el público.
—¡¿Qué escabrosa situación está aconteciendo en este recinto, señor Darcy!? ¡Su prometida le causará un daño irreparable a mi querido hermano! ¡Es preciso detener esta gresca! —Proclama exigente Katherine, está enfurecida y con razones de sobra, ella siempre ha protegido al pequeño hermano que compartimos, se acerca a la pareja en discordia señalando a mi mujer con absoluto desprecio—. ¡¿Es esto lo que usted eligió como esposa, señor Darcy!? ¡Una mujer medieval de tan baja categoría dispuesta a enfrentarse a golpes con un refinado caballero, que cabe resaltar, es su mejor amigo de infancia! ¡Cuánta falta de decencia! ¡Falta de tino, de respeto, y de buenos principios!
Elizabeth detiene su ataque sumamente avergonzada, varios mechones de su cabello alborotado bailan una danza hipnótica sobre su rostro sonrojado por el calor de la batalla, sus preciosos ojos oscuros brillan por la adrenalina, su vestido está descolocado, todo en ella está hecho un desastre sin embargo luce tan arrebatadora que consigue atraparme. Despacio me hace suyo, en silencio, con cada vistazo de esos ojos. Cuando estoy con Elizabeth no sé realmente cómo me hechiza, pero desaparece de la faz de la tierra a todo ser. Estar con ella es estar con Lizzy y con nadie, ni nada más. Parece construir un muro protector a nuestro alrededor que me permite sentir la tranquilidad que hay tras la muerte. Mi visión periférica empieza en sus pies, y termina en los rizos de su cabello, aquel largo manto oscuro que luce tan bien en mi mujer. Y esos ojos profundos que a veces parecen sin vida y a veces parecen llenos de tanto, y de tanto en tanto me voy perdiendo en ellos, y recorro cada parte de su rostro, cada rincón, cada recoveco, y mis ojos se detienen en sus labios, y sin hacer nada me ínsita a besarlos.
—Elizabeth será tan medieval como le plazca, tan refinada como le parezca correcto, y tan intensa como la concibieron... Precisamente así... Como una hoguera en llamas...—me acerco a mi amada a paso firme y al llegar a su encuentro le sonrío con complicidad, extiendo mi mano para quitarle su arma de ataque y ella baja la mirada. Está apenada, quiero abrazarla, muero por hacerlo pero en cambio suspiro, me encanta, me fascina esta mujer, estiro mi brazo para llegar a sostener otro cojín que de inmediato le entrego en sus benditas manos—. Utilice esto para su duelo, señorita Elizabeth. Le causará mayor dolor a su contrincante porque es nuevo...
Aquellas preciosas tormentas se abren ante mí, absorbiéndome en el espacio. Lentamente me recibe el cojín, y ella me aniquila al instante de mostrarme una radiante sonrisa de niña enamorada.
—Oh mi querido señor Darcy...—ella abraza su nueva arma contra su pecho sin cortar nuestro contacto visual—. Usted es tan encantador que me apena... ¿Me permite continuar?
—Es propio —y acto seguido, mi delicada prometida reanuda su ataque contra mi buen amigo Charles, quien no cesa de soltar gritos clamando por ayuda. Juno y Edevane terminan de cuchichear para unirse a la peculiar escena, y la pelirroja se enardece tanto que me veo obligado a servir una copa de licor para acabar con la contienda—. ¡Su atención por favor! Damas, caballeros... No pude pedir a la divina providencia un mejor hermano que el caballero aquí presente, el señor Bingley, que en esta parte de su vida decidió unirse en matrimonio a una encantadora señorita. Tan noble de corazón como torpe de mentalidad, ¡Hermano mío de distinta matriz! ¡Te deseo toda la dicha conyugal que dios tenga la gracia de concederle! ¡Felicidades!
Charles se queda paralizado por un momento, como si no pudiera creer lo que acabo de profesar, se acomoda veloz el peinado y camina a grandes zancadas hacia mi encuentro para abrazarme con fuerza, si mal no lo recuerdo, es uno de los primeros abrazos que se toma el atrevimiento de obsequiarme.
—Señor Darcy, ¿usted también está embriagado? —Mi buen amigo Charles me toca las mejillas, y luego la frente para revisar mi temperatura—. ¡¿Está borracho!? ¡Sópleme!
—¡Quite su mano, torpe! No, no estoy ebrio.
—¿Acaso me desmayé por el ataque de su yegua salvaje, y ahora estoy preso de una alucinación absurda? —Mi buen amigo Charles me toca el pecho con cautela, como si yo fuera a desaparecer, acuna mi rostro entre sus temblorosas manos, y acerca su rostro al mío para observarme meticulosamente.
—No, muy a mi pesar usted sigue vivo.
—¿Usted...acaba...de...expresar sus sentimientos? ¡Oh eso es tan dulce de su parte, señor Darcy! —Charles apoya su frente en mi hombro lloriqueando como un infante, y su gesto me causa tanta gracia que le acaricio la espalda para calmarlo..
—¿Necesitan privacidad, caballeros? Juju me comunica que hay varias habitaciones disponibles —Edevane comenta con elevada ironía, batiendo sus largas pestañas exageradamente rápido—. ¿Puedo ver?
—¡NO! —Respondemos al unísono, y de pronto el sonido del cristal captura la atención de todos.
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