Capítulo 21: (LIZZY)

La primera niebla de oscuridad de la tarde invadió la alcoba silenciosa, en medio de la cama dos cuerpos jóvenes y bellos se entrelazan en la placidez del sueño. El cuerpo imponente y viril del hombre descansa serenamente apretado del cuerpo blanco y delicado de la mujer, ambos radiantes de sensualidad y belleza. La joven se despertó despacio, sus ojos oscuros se abren de miedo cuando consigue notar que hay alguien a su lado. Todavía algo aturdida por el sueño Elizabeth observa cautelosamente la figura dormida a su lado.

"¿Estoy casada o estoy soñando?"

Los recuerdos de viejos sueños sin final, de aquellos por los cuales despertaba frustrada pasan por su mente. "¡Pero este sueño, si fuera sueño, es muy diferente!" Es con otro caballero, con aquel noble caballero que en los últimos meses invadió sus pensamientos más íntimos, sin previo aviso tomó la posesión de sus sentidos y de su corazón apagando para siempre el recuerdo del primer amor. Elizabeth encontraba los sueños que tenía con Wickham pecaminosos, ¿cómo debe calificar su proceder con el señor Darcy? Esos actos indecentes que consumen su cuerpo ardiendo de una manera extraña, e inician una ansiedad casi dolorosa en su vientre. En los últimos días despertó con su cuerpo bañado en sudor, envuelto en sensaciones indescriptibles, incluso se avergüenza de sus pensamientos.  

Había soñado con los besos de Wickham, y lo deseó también, pero con el noble señor Darcy sueña muy distinto, con sus caricias por ejemplo, las más íntimas caricias hechas con esas manos fuertes y frías que la toman no con suavidad sino con firmeza, con tanta autoridad que la obligan a someterse a su pasión. Después del beso apasionado en aquel frondoso árbol cerca de su casa Elizabeth había empezado a padecer esos sueños con más frecuencia y más claridad, crecía en su cuerpo, día a día, un raro deseo insidioso que no se atrevía a enfrentar, y mucho menos definir. En esos sueños siente el cuerpo de Darcy apretando el suyo, los labios de Darcy devoran su boca con pasión como en aquel prado, y un hambre demencial crece en su interior erizando su piel. Sin embargo esa tarde vio de cerca aquellos ojos azules intensos, intempestuosos, ojos que tienen un sentimiento de lujuria que la ruboriza incluso a plena liz del día. Elizabeth siente su cuerpo reaccionar ante el recuerdo, abre los ojos nuevamente y percibe que está despierta y realmente permanece acostada en una cama ajena en los brazos de un extraño caballero... Darcy... El soberbio, misterioso y elegante señor Darcy con quien se ha comprometido en matrimonio. 

Lizzy siente cada centímetro de su piel pegada al impresionante cuerpo del señor Darcy, las piernas del caballero están entrelazadas a las suyas, la mano izquierda varonil sostiene ligeramente su mano derecha, la cara de Darcy descansa entre sus senos con sus labios muy cerca del pezón izquierdo. Olas de calor la recorren cuando recuerda lo que hicieron por la mañana en esa misma habitación, su cuerpo arde al pensar lo que Darcy hizo con ella, no existe un centímetro de su cuerpo que el correcto señor Darcy no besó o acarició a su placer. Las manos atrevidas de Darcy tocaron sus partes más íntimas y sensibles, su respiración se acelera al recordar el momento que Darcy la poseyó con su lengua, y una mezcla de dolor y placer la envuelve de inmediato. Lo recuerda montado sobre ella moviéndose, arremetiendo contra su intimidad, percibe que Darcy fue cauto y gentil al poseerla, pero se descontroló al final enloqueciéndola a ella de igual manera. Elizabeth todavía puede escuchar el eco de sus gemidos y el grito de placer de Darcy cerca de su oído...

"¡Dios, Elizabeth...!" Darcy expresó en un gemido, y ella se estremece sintiendo su cuerpo alterado respondiendo al recuerdo. Los labios de Darcy ocasionan devastación en su cuerpo, mordisqueándola, besándola, succionando sus senos con voracidad...

¿Será que eso es pecado?

¿Se estará condenando a las llamas del averno?

Ella no está casada aún, pensó con suma preocupación, pero su madre le explicó que debe obedecer y satisfacer a su marido sin preguntas y mucho menos reclamos. Nunca había pensado que un distinguido caballero como Darcy pudiera hacer "aquello", siempre creyó que los pechos son para amamantar niños pero... ¡Dios mío! ¡Aquello es un paraíso terrenal! Pero no está casada y debe estar pecando, asume que Darcy también debe estar cometiendo pecado intentando disculpar su insensato comportamiento. ¿Debió permitir que Darcy se tome esa clase de libertades con ella? El rubor de Elizabeth aumenta cuando recuerda los gemidos suaves, sus dedos enredados en el cabello castaño y sedoso de su caballero amado, aquellos impropios dedos temblorosos apretando la cabeza de su amado junto a ella con fuerza, implorando para que continuara esa tortura deliciosa. Ahora Lizzy conoce el olor de Darcy, el mismo olor que la persigue desde el primer beso, un olor caliente, olor a perfume fino, a hierba fresca, a madera y tabaco importado, un olor de macho que la enciende. Darcy fue delicado, sí, por lo menos al principio. Lizzy baja la mirada hacia el rostro dormido... ¡Cuánto lo ama y que apuesto es! Incluso mucho más apuesto que el señor Bingley, la belleza de Darcy apaga la imagen de cualquier caballero con el que se le pueda comparar. El señor Darcy es el más autoritario que todos los caballeros que ha conocido, él tiene un aura de poder que domina a todos, incluyendo a su buen amigo Bingley. Elizabeth mete los dedos de su mano libre entre el cabello revuelto de su futuro marido, adora la sensación de los finos cabellos de seda de Darcy resbalando en su mano, a veces parece una impropia cortesana...

—Mi Darcy... —Lizzy murmura bajito, él parece oírla a pesar de estar dormido porque responde rápido moviendo su cuerpo, apretándola un poco más entre sus fornidos brazos—. "¡Mi dios!" —Ella mira sus ojos—. "¡Estamos desnudos!"

Elizabeth sabe que su cara debe tener el color de la pimienta por como le arden sus mejillas, pero su cuerpo responde de forma extraña a la presión de él, su prometido se mueve ligeramente liberando un poco su cuerpo del peso corporal. Ella se desilusiona un poco al verlo acomodarse boca abajo en la cama y continuar durmiendo, le deja una incómoda sensación de vacío. "¿Qué hora es?", el sol ya se ha ocultado, debe levantarse y mandar a preparar la cena, porque su amado parecía exhausto después del almuerzo y probablemente se despertará con hambre. Se levanta cuidadosamente para no despertar a su noble caballero, y se viste en silencio. Mira una vez más a su hombre soñado dormido, sus ojos avergonzados recorren cada músculo de su espalda y de sus hombros, sus piernas largas y la cadera estrecha.

"¿Debo confesarme?"

Medita asustada por los pensamientos impuros que cruzan por su mente, desea tanto estar junto a él y pedirle que vuelva hacer todo aquello prohibido que cometió en su cuerpo... Rendida abandonó la alcoba ajena y suspira en voz baja; "hacer el amor..." piensa mientras se dirige hacia la cocina, "sé lo que significa eso... Hacer el amor... Y realmente es tan mágico como suena, es tan maravilloso como todo lo que me hace Darcy hasta ahora... Amor... Hacer... El amor..." Permitirle a su lujurioso prometido que la posea por completo, violar su intimidad para marcarla con su deseo y su pasión, una pasión autoritaria...

—¿Señora Darcy? —La voz de un hombre la devuelve a la realidad, es Antón—. ¿Se le ofrece algo, mi señora?

—No... ¡Sí...! Es que... ¿A qué hora sirven la cena? Es que el señor Darcy...—Lizzy está nerviosa, el simple hecho que el sirviente de su futuro marido la nombre de esa forma le afecta y emociona con la misma intensidad.

—A la hora que usted lo ordene, señora Darcy. 

—¿Puedo disponer el horario de la cena...?

—Sí, señora Darcy. Será como usted lo ordene —Antón se inclina de forma ceremonial ante ella, y a Lizzy le resulta perturbador de presenciar.

"Ya la poseo, Elizabeth..." 

Las palabras de Darcy hacen eco en su mente, y un delicioso sentimiento de vanidad eleva sus garras en su pecho juvenil, aún tiene el aroma de su hombre y eso la hace sentirse de su propiedad, ella es la señora de Darcy porque ese noble caballero la posee en cuerpo y alma, no necesita de una ceremonia para sentirse suya por completo.

—Quiero la cena lista en una hora...—la joven camina muy altiva hasta llegar a la bonita y acogedora mesa—. Aliste el frutero con uvas, manzanas, y demás cítricos que hayan en las despensas... Necesito café, té, jugo tropical y panes de maíz acompañados de variedad de pasteles antes que el señor Darcy se levante. ¡Un pequeño banquete!

—A la orden, señora Darcy.

—¿Qué clase de guisado hay disponible? Solicito intervenir en la preparación...

—Tenga la bondad de acompañarme, señora Darcy. Por aquí...—Antón guía a su patrona hacia el interior de la cocina, justo al pie del fogón, y Lizzy sonríe encantada al contemplar las ollas.

Ella quiere agradar a su marido de todas las formas posibles, y sin haberlo imaginado se había preparado para eso. Sabe cocinar bien, y puede administrar una casa... Bueno, una casa promedio no es un palacio inmenso como Pemberley, pero aprendería sobre la marcha. Lo haría. Su amado jamás se arrepentirá de haberla escogido a ella como esposa, y por ello quiere exponerle sus dotes culinarias y artísticas. Sus ojos brillan de orgullo. ¿Darcy elogiará sus dones y talentos? Tal vez no es tan bonita como su hermana Jane, y tampoco es tan pizpireta al platicar con los varones como Lidya, pero sabe que como ama de casa la última hermana mencionada es un fiasco. Cuando al fin se case con Darcy se esforzará más que nunca, al terminar de preparar la cena se asegura que sólo falte calentar la leche, y el agua para el café para cuando su prometido se despierte. Los panes y pasteles se están calentando cerca del fuego, todo está listo para el improvisado banquete. Lizzy se mira en el espejo al salir de la cocina y se queda perpleja ante la imagen que logra ver, parece tan diferente pero al mismo tiempo igual. Es extraño... Sus ojos brillan más que nunca, y su piel parece más suave...

 "Estoy exagerando las cosas..." 

Sólo la señora Darcy está despierta en la morada vacacional. El señor Darcy duerme. Su Darcy. Su delicioso caballero lujurioso que pronto despertará y no la encontrará en su lecho... 


Mis perversas favoritas, esta historia está en edición, nada contundente. Cambio de imágenes y algunos capítulos extra, como este, que pasan a público ya que no tiene tanta calentura de la dura dura, otros bien calenturientos que añadiré en el otro canal si lo creo prudente.😌🔥

Se viene el maratón, preparen los calzones para lo bueno.🥰✨

Gracias por vuestra paciencia y espera, serán bien compensadas, promesa perversa.👌

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