Capítulo 20:
Recuerdo la manera cómo proclamé esa parte de su cuerpo con la lengua, y el momento más íntimo que tuvimos mientras ella camina con gracia y soltura a mi encuentro. Elizabeth se dejó amar como yo jamás imaginé que ella lo permitiría, y me acepta con toda mi forma impropia de amar, y yo la acepto a ella con su esencia de libertad, y cuando aconteció el amor, tuve el agrado de recibir todo lo suyo y ella se unió a mí con igual entrega, porque tenemos la misma esencia y la misma pasión; solo necesitó liberarse de los miedos y prejuicios. La admiro por primera vez, así, de pie, desnuda y excitada en la tarde en la casa vacacional que se había convertido en el mismo paraíso...
—Permítame confesarme, Elizabeth. Cuando usted rechazó mi mano pensé que le había perdido para siempre, mi mundo se derrumbó, mis sueños, y con mucho temor descubrí que todos mis planes a futuro están ligados a usted... Si usted dejara de existir, ellos también morirían para siempre, fue la primera vez que experimenté el terror corriendo en mi sangre, el miedo que ocasiona pertenecerle por completo a otra persona...
—Señor Darcy... —Lizzy se apresura a sentarse sobre mi regazo, y riega besos por mi rostro como queriendo brindarme consuelo, le ofrezco mi boca preso del amor que me provoca y disfruto de su lengua al encuentro con la mía—. Estaba ajena a su sufrimiento... Lo siento... Lo lamento tanto... En mi visita a Pemberley con mis queridos tíos, recorriendo cada rincón de su casa mientras buscaba encontrarlo desesperadamente, en cada lugar, en cada parte, sólo sentía que no poseía nada, que todo había terminado sin usted a mi lado...
—¿Usted anhelaba mi presencia...? —Mi corazón golpea fuerte en mi pecho.
—Sí... Aunque me negaba a reconocerlo... Mis sueños, señor Darcy... Aquellos sueños de amor idealizado usted los destruyó, los volvió polvo, se esfumaron con la voraz manera de demostrarme su cariño... —Lizzy empieza a sollozar, y yo me quedo perplejo al observar sus lágrimas caer por sus sonrojadas mejillas—. Usted... Sepultó mis sueños para colocarse encima de ellos y proclamados todos suyos... Usted, señor Darcy... Me demostró que la realidad es mejor que la ensoñación... Que ningún caballero literario o de carne y hueso puede ser tan delicioso, devastador e impresionantemente seductor como... Usted.
—Elizabeth... —aprieto su cintura pegándola a mi cuerpo de una manera sugerente, y deslizo mi mano desde su pecho hasta llegar a introducirla entre sus piernas, ella suelta un gemido, mueve sus caderas esperando que juegue con mi mano entre sus piernas pero continúa llorando—. Lizzy... ¿Por qué solloza...?
—Es que... Siento pena... —mi amada esconde su sonrojo en mi cuello y tiembla.
—No, encanto. No te avergüences conmigo, no más, no después de todo lo que esta alcoba guarda en sus recuerdos... —la beso sin mesura, ella protesta al principio pero pronto se rinde y su cuerpo se relaja, sus lágrimas cesan—. No soy un héroe literario, Lizzy. Soy un hombre real, carnal, con defectos y virtudes, con pasiones y dolencias que quiero saciar con su cuerpo que me vuelve un completo desquiciado...—arremeto contra sus suaves pechos succionando sus ansias, ella se mece sobre mis muslos en busca de alivio, pero estoy vacío.
—Esto es... Tan... Impropio... Está mal...—Elizabeth gime y se retuerce sobre mis piernas, siento su humedad mojar mis muslos—. Yo... Siempre creí que los pechos eran para amamantar a los hijos, señor Darcy... Jamás imaginé que se podía hacer eso que usted...
—Desde luego que amamantará a nuestros hijos cuando lleguen a este mundo, Elizabeth. Pero primero me amamantará a mí, y yo a usted...—decido provocarla un poco para finiquitar sus dudas.
—¿Usted a mí...? —Lizzy se muestra confusa, y yo suelto una sonora carcajada.
—Cuando usted tiene la bondad de meterlo a su boca y consume todo de mí...—poso su mano sobre mi hombría y ella se exalta de inmediato—. Me absorbe... Me complace ser poseído por su pequeña boca, Elizabeth.
—¡Oh Dios santo señor Darcy! ¡Por favor no se exprese de esa forma! ¡Dios! —Elizabeth se escandaliza demasiado, cubriendo su rostro con ambas manos, pero pronto ríe junto conmigo—. Señor Darcy...
—Come, Elizabeth... —ella obedece algo contrariada, prueba los platillos sin dejar de mirarme, y yo voy probando la comida mientras recorro su cuerpo—. Esta es la mejor merienda de mi vida...
—Señor Darcy... ¿Por qué...? Eso... No está... Enorme... —Lizzy murmura mirando fijamente entre mis piernas.
—Oh... ¿Se refiere usted a mi perverso animal? —Ella ríe con picardía y continúa comiendo—. Está muerto, usted lo asesinó.
—¡¿Qué!? ¡Dios mío yo lo maté!? ¡Soy una asesina! —La expresión de pánico en su rostro no tiene precio, ella está aterrada y sostiene mi virilidad dormida entre sus dedos muy preocupada, inspeccionando meticulosamente cada parte—. ¡Perdón! ¡Perdón! Oh que gran predicamento, soy tan insensata... ¿Qué puedo hacer por usted...? ¿Cómo puedo reparar el daño, señor Darcy...?
—No se preocupe por el, amor mío... Mi perverso animal es un ave fénix, muere en cada batalla pero revive desde sus cenizas sólo para complacerla a usted, Elizabeth... Asesine mi carne todo lo que usted desee... Las veces que le cause placer... Hágalo, Elizabeth. Deseo morir en su cuerpo cada noche... Entre sus piernas... En esta boca...—la beso con pasión y la suelto, ella se queda paralizada y tarda en llenar sus pulmones con el preciado oxígeno, luego me mira fijamente, está encendida—. Quiero que comprenda algo de suma importancia, yo acudí a darle placer en esta alcoba porque usted así me lo solicitó, Elizabeth... Si lo quiere, si lo desea esta noche tendrá que volver a pedirlo.
—Yo... Yo no imaginé que todo esto pasaría, señor Darcy. Estaba tan enojada, y usted me demostró que la histeria se cura de esa manera tan...—acerco un pequeño panecillo y se lo ofrezco, ella muerde lentamente sin dejar de mirarme—. Pero yo no... No estaba... No estuve... ¿Puedo hacerle una pregunta, señor Darcy...?
—Me consumiría en la peor de las lamentaciones si usted no la hiciera, señorita Elizabeth.
—Es que... No estaba enojada la segunda vez que usted... Tampoco la siguiente... Pero igual yo...
—¿Se excitó? —Decido acabar con su suplicio, no tiene el valor de pronunciar la palabra—. Existen distintas formas de provocar la histeria femenina, y pienso realizar todas en su cuerpo, señorita Elizabeth.
—¡Oh Darcy basta de tortura por favor ...! —Me río a carcajadas por causa de su pudor, hasta ahora Lizzy no puede superar su vergüenza, pero pronto recupera su postura erguida y continúa comiendo—. ¿Puedo saber cuál es su platillo favorito?
Ella me sorprende con un cambio de tema radical, bien, eso no es justo.
—Su vagina, Elizabeth. Es el mejor de los manjares —meto una cuchara llena a mi boca observando su intimidad, y me lamo los labios siguiendo con mi provocación—. Pienso seguir saboreándola esta misma noche...
—¡¿Qué...!? ¡Eso no es comida! —Protesta toda colorada.
—Lo es para mí —le aseguro con firmeza—. Toda usted es comestible en mi lecho.
—¿Su aperitivo preferido? —Lizzy continúa queriendo escapar del tema.
—Sus suaves senos...
—¡Basta! Usted es cruel conmigo, señor Darcy...
—Soy un villano de lo peor —vuelvo a besarla y ella cede, entregada, alterada, se remueve sobre mis piernas y se frota, quiere más—. No, encanto. Acumula tu histeria para las horas nocturnas, te resultará más fácil... Permite que mi ave recupere el vuelo, fueron demasiados aleteos.
—¡Oh usted es muy cruel conmigo, señor Darcy! Pero no es una crueldad maligna, más bien se disfruta... —ella sirve el té con una delicadeza digna de retratar, y me ofrece una taza—. Temo preguntar cuál es su brebaje preferido...
—El que sale de su...—Elizabeth cubre mi boca con su temblorosa mano.
—¡No se atreva a pronunciarlo...! —Me advierte, y yo sonrío para provocarla—. Oh... ¿Y su color favorito?
—El color de sus ojos... Oscuridad que me atrapa al igual que sus finos y largos cabellos... —ella suelta un suspiro de alivio, creo que esperaba una respuesta más atrevida y no puedo evitar soltar otra carcajada—. Tan oscuros como los vellos que cubren su feminidad.
—¡Señor Darcy...! Usted me causará un daño irreparable, las mejillas me arden demasiado...
—¡Sí! Le causaré un daño irreparable esta noche... —levanto a mi mujer en mis brazos y camino hacia la cama, acomodándome junto a ella bajo las mantas—. Duerme ahora, más tarde no lo permitiré.
—¿Us...Usted me...me tomará esta noche, señor Darcy? —Me cuestiona titubeando, nerviosa, temblando, me acomodo mejor ofreciéndole mi brazo como almohada.
—Sólo si usted lo desea, Elizabeth.
—Siento mucha vergüenza de mis deseos, señor Darcy...
—¿De qué...? ¿Reclamar lo que le pertenece? ¿Gozar de mí?
—Comportarme como una... Una sucia cortesana...
—Usted es mi deliciosa cortesana, Elizabeth. Me embruja cada vez que se toma el atrevimiento de serlo.
—Pero... Estoy obrando como una despreciable mujerzuela... Usted debería repudiarme.
—Usted es mi exquisita mujerzuela, toda mía, exclusiva y únicamente para mí. Deja inconsciente a su amante y eso es realmente impresionante.
—¿Por qué ninguna de aquellas palabras suenan groseras saliendo de sus labios, señor Darcy?
—La maldad está en la voz del que se atreve a pronunciarlas, y la ofensa está en los oídos de quién desea considerarlas condenables, Elizabeth —bostezo sobre sus sedosos cabellos, estoy agotado, y ella se refugia sobre mi pecho—. Esta noche le enseñaré lo maravilloso que significa ser la cortesana más amada de todo este deprimente pueblo.
—¿Usted va a poseerme, señor Darcy?
—Ya la poseo, Elizabeth. Tendré el placer de contemplar su dedo con un anillo de compromiso que lleve grabado mi noble apellido, y me quejaré de usted ante mi maestro... Me quejaré mucho...
—Señor Darcy... —La voz de mi amada es como un suave arrullo, mis ojos me pesan, me relajo y suspiro, estoy agotado—. ¿Señor Darcy...? ¿William? Por favor intime esta noche con su desvergonzada e insensata prometida.
—Más tarde, encanto... Más tarde con la luna de testigo...
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