Capítulo 2:

Gracias por leer:)

Me invade la sublime bruma del amor cumplido mientras avanzamos nuestros pasos en silencio hasta llegar a un frondoso árbol, me concedo el permiso de mostrarme un tanto atrevido al notar que el grueso tronco logra ocultarnos del foco de la casa, me quito el saco y lo tiendo encima del pasto, tomo asiento para luego ofrecerle mi mano.


—Señorita Elizabeth, tenga la bondad de acompañarme...

Elizabeth sostiene mi mano, ese simple y sublime contacto suyo genera sensaciones infinitas en mi interior. Ella se inclina para sentarse a mi lado, recuesta su cabeza en mi pecho y suspira con gran sentimiento, pero yo no deseo su espalda, me apetece recorrer su cuello y aunque no es propio, me atrevo a saltarme algunas normas de conducta. Retiro su largo cabello para depositar un tierno beso en su delicada piel, y sujeto su espalda con una mano para evitar accidentes. Elizabeth cierra los ojos entregada a mi provocación, me aventuro a darle otro, y otro, y otro mientras poco a poco tira su cabeza hacia atrás brindándome mejor acceso a su cuello. Mis besos son húmedos y llevo mi boca hacia su mejilla hasta llegar a sus labios entreabiertos, y la beso con esmero permitiéndome cosas que antes sólo estaban guardadas en lo más profundo de mis anhelos. Mi mano en su espalda la obliga a dar vuelta para juntar su pecho al mío, los brazos de Elizabeth rodean mi cuello y profundizo nuestro glorioso contacto todo cuanto soñé pero sin llegar a ser impropio. Un beso húmedo pero no caliente, aunque ella no parece estar de acuerdo, su boca se aferra con delirio a la mía y al primer jadeo que escapa de su garganta aprovecho para introducir mi lengua en su boca, toda entera se estremece entre mis brazos, a este paso no aguantaré mucho tiempo para tenerla, es preciso advertirle.

—Lizzy...—me aparto un poco para capturar el aire, pero ella me vuelve acercar a su rostro colocando ambas manos en mi cara.

—Señor Darcy...—sus brazos aprisionan mi cuerpo, ella se cuelga de mi cuello con más pasión.

—Cásate conmigo, amor mío...—apenas puedo articular entre sus besos cada vez más intensos. 

—¡Sí! —Sentencia la atrevida, y aprieto más su torso entre mis brazos.

—Casémonos y que sea pronto. Quiero amarte sin medida, vida mía...—soy tan impropio de lanzarme a ella y caemos juntos sobre el pasto, su pecho agitado debajo del mío despierta más que mis ganas de casarme pronto.

—Sí... Como usted desee, señor Darcy —me resulta glorioso sentirla tan entregada a su destino, como una polilla atraída por la luz.

—Una boda noble junto al señor Bingley y tu hermana...—susurro apretando su cintura con ambas manos, no quiero parar.

—¡No! —Elizabeth se sienta de golpe, evidentemente alterada.

—¡¿No!? ¿Por qué? —Poso mi mano sobre su hombro intentando calmar mis ansias lo más rápido posible.

—No quiero quitarle protagonismo a mi querida hermana en su día especial, señor Darcy. Nos casaremos después de ellos si usted no tiene inconveniente.

—¿Después...?

Sonrío simulando amabilidad para ocultar el coraje, jamás en mi historia me había sentido tan desplazado por una dama. No, no, ¡NO! Me niego rotundamente a esperar más por tenerla, esta boda se realizará y si tengo que pasar encima de Charles y casarme antes, lo haré. De pronto se escuchan unas risas, la pareja de novios que marca el fin de un momento mágico, que sin haberlo buscado será la antesala de todo lo que vendrá después. Decido, por amor a mi raciocinio, desistir en mi lucha nupcial por este día.

Inefable, ese es el sentimiento que me embarga el cuerpo durante las horas nocturnas. No puedo dormir, aún no lo siento real, auténtico, ideal. La incredulidad volátil de mi mente se niega a creer que he cumplido mi más grande anhelo de amor, Elizabeth Bennet es mía, me ama a mí, y pronto nos uniremos en sagrado matrimonio. Todo de por sí resulta de ensueño, conseguir lo que tanto deseas no solo te llena de felicidad, también te causa un miedo terrible a perderlo todo. Nadie puede darse cuenta de mi delirio amoroso, y ahora, de repente, sentado nuevamente en esta vieja mesa de la modesta familia Bennet tengo más motivos que ayer para salir huyendo. Pero su vestimenta sucia y salpicada de lodo, su cabello en desorden y ese exquisito brillo en su mirada es la poderosa razón para aferrarme a esta silla como un condenado a muerte.

¿Dónde estuvo todo este tiempo?

¿Por qué salió a caminar tan temprano?

¿Acaso no se entera que una sola palabra suya bastaría para proporcionarle una docena de cocheros?

¿Elizabeth Bennet ignora que los más finos carruajes le pertenecen hoy y para siempre?

La inferioridad de su cuna es sorprendente.
   
—¿Desea más leche, señor Darcy? Está cremosa y recién ordeñada, un insignificante privilegio con el que todavía podemos contar en esta humilde morada —el señor Bennet realmente se está esforzando por ser amable conmigo, en cambio las demás hermanas me miran con asombro, sobre todo la rubia de Charles.

—El café está perfecto tal y como lo sirvieron. Le agradezco el gesto, señor Bennet.

—Por cierto, gracias por los libros que me regaló, me alegra tener nuevas aventuras por leer, sobre todo ahora que junto con el señor Bingley usted se ha confabulado para arrebatarme a mis hijas mayores —la respiración se me ausenta gracias al comentario hilarante del señor Bennet, por fortuna no bebía nada en ese momento, observo el líquido negro que sostengo, suspiro profundo y luego me enfrento a mi futuro suegro.  

—No es necesario agradecer, señor Bennet. Sería un inmenso placer para mí actualizar la distinguida biblioteca de su estudio, o traer más vacas para que nunca le falte leche en el desayuno...

No representa ningún delito hacer uso de tus recursos para impresionar a tu futura familia política, y en esta ocasión acerté en la diana porque la detestable señora Bennet se muestra bastante emocionada por mi ofrecimiento. Incluso amenaza con jamás olvidarlo. Elizabeth arrima su silla junto a la mía justo donde está la rubia de Charles, y pierdo un poco la noción de lo que sucede a mi alrededor. Mis ojos están perdidos en ella, en Elizabeth. Hace apenas unos minutos, mientras cruzamos miradas en el pequeño saloncito, me pregunté si lograré convertirme en el esposo que ella merece. Ahora, sin tener idea de las dudas que debe sentir sobre nuestro idilio, Elizabeth me responde de la única manera que sabe hacerlo: con ironía.

—Debo confesar mi contrariedad ante usted, señor Darcy. Es la primera vez que intenta comprarme de esa forma tan descarada ante mi padre, y realmente no sé cómo reaccionar al respecto... —Lizzy hace una pausa dramática para untar mantequilla a su rebanada de pan de una manera hipnótica, al menos ante mis ojos, y luego le da una generosa mordida. Debo reconocerlo, envidio a muerte a ese pan—. Permítame explicarme, señor Darcy. Al declarar públicamente en esta mesa que desea pagar por mí con ganado y libros, usted me ha dejado sumida en un profundo dilema. Por una parte me halaga sobremanera porque dichos libros serán escogidos personalmente por usted, conociendo sus gustos e intelecto puedo asumir que serán las obras más exquisitas de la literatura universal. Por otro lado, ser intercambiada por cabezas de ganado me regresa en el tiempo, me hace sentir una simple mercancía, un objeto que usted quiere añadir a su colección y eso me halaga aún más puesto que, conozco de cerca lo que usted atesora celosamente en Pemberley, y eso me hace sentir tan dichosa... Es curioso, a otra mujer seguramente le ofendería, pero en lo personal y desde que puedo tenerle he desarrollado el don de encontrarle lo bueno a cualquier suceso de mi vida.

Es difícil controlar el ritmo acelerado de mi latidos, pero he llegado a la conclusión que debo acostumbrarme a padecer esta taquicardia deliciosa cada vez que la tengo cerca. Mi hechicera continúa alimentándose despreocupada y divertida, sabe bien lo que me acaba de ocasionar y lo disfruta, lo saborea, justo como la jalea que acaba de esparcir encima de la mantequilla fresca. Me obligo a reaccionar, aclaro mi garganta y observo a la despreciable madre, ni siquiera tiene el valor de enfrentar mi mirada, me está evitando pero, ¿por qué? Insisto un poco más pero ella clava su vista en su taza y se remueve incómoda, no es posible, es algo inverosímil...

¿Acaso me guarda temor? 


Reciban mi amor infinito.💕

Besos de chocolate.🍫

👁️‍🗨️Melissa Vilca.✨

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top