Capítulo 17:
Todavía estoy temblando... Elizabeth Bennet venció sus prejuicios una vez más, y se entregó con tanta confianza y amor a mí. Me afecta demasiado y tan intensamente el hecho de que ella me llevara al clímax más devastador que jamás he tenido. ¡¿Será eso posible?! Recuerdo que la última vez imaginé que no podía existir nada mayor a lo que había experimentado antes con Lizzy, una vez más me equivoqué. Cada minuto que pasamos juntos es una avalancha de emociones. Ella logra conseguir que me invadan sentimientos nuevos, que por más que sabía que existían en mi interior, sobrepasan todos los límites de la realidad. Me entrego a su amor sin reservas, soy de Elizabeth y ella es completamente mía, de eso no tengo la menor duda...
Sin embargo, he sido completamente egoísta. Mi amada no alcanzó el bendito clímax, nunca me descontrolé tanto al punto de no conseguir primero darle placer a mi compañera de cama. Prometo hacerlo lentamente... Aún estoy a tiempo. Me alejo y me dirijo hacia el lavamanos próximo a la cómoda de la alcoba, coloco agua en el recipiente y lo llevo cerca de la cama. Es tiempo de mi revancha sexual. Elizabeth acomoda la frazada color verde a los pies de la cama, y toma asiento en el borde. Llego a su encuentro y coloco el lavatorio cerca de ella, me siento a su lado muy dispuesto a continuar, le quito el corsé lentamente, dejando expuesto su fino torso desnudo.
—Gira hacia mí...—Lizzy obedece, y observa nuestra imagen en el espejo.
Ella mira fijamente el cristal por unos segundos, y luego gira la cabeza para el otro lado, perturbada. Percibo lo que ha sucedido, presencié la transformación que se produjo en sus facciones al ver el espejo. Decido por prudencia no pronunciar ni una sola palabra, y finjo no haberlo notado. Humedezco la toalla en la vasija y paso la suave felpa alrededor de sus senos, y luego por sus pezones que se tornan rígidos por mi tacto. Observo mientras tanto, en cuanto paso la toalla por su piel, que ella no mira ni una sola vez en dirección al espejo, y si no es por su respiración acelerada y las reacciones de sus senos, hubiera supuesto que está indiferente. Mi mujer está tensa pero dicha tensión no es solo sexual. Regreso el lavatorio al lugar donde estaba antes, recojo las almohadas del piso y voy nuevamente al encuentro de mi linda prometida que me observa intrigada a cada paso que doy en su dirección. Dejo las almohadas en el medio de la cama y me paro delante suyo mirándola, misterioso, mientras me quito el saco y la camisa. Me quito también las botas dejando mi pantalón abierto.
—¿Qué acontece...? ¿Está todo bien...? —Pregunta extrañada por mi actitud.
—Sí, pero estará mejor —sonrío seductor.
Tomo asiento detrás de ella con una pierna doblada apoyada en su cadera, y me acomodo próximo a su pecho, sin abrazarla, para que ella pueda contemplar su imagen por entero en el espejo. Consigo ver su imagen perfectamente.
—Señor Darcy...
—Hermosa... Seductora...—pronuncio en voz alta, maravillado.
Ella gira la cabeza intentando mirarme, al percibir hacia dónde estoy mirando yo se detiene en un sobresalto, se da vuelta viendo de frente a su reflejo en el espejo. Y para confirmar lo que ya sabía, ella cubre sus pechos con sus manos y baja la mirada.
—No concibo comprender, amor mío... No te quejaste cuando te desvestí. Hoy, viniste a mi encuentro envalentonada...—le cuestiono cariñosamente.
—Eso es diferente... —ella responde evitando mirar el espejo.
—¿Por qué...? —Susurro cerca de su oído, y ella duda. Necesito que me confiese lo que sucede, a pesar que lo sospecho. Lizzy permanece callada—. ¿Por qué? —Insisto y aprieto su cintura con delicadeza.
Elizabeth respira profundo.
—Al contemplar su desnudez en el espejo, yo tuve una idea de cómo usted me ve...—continúa sin mirarse en el espejo.
—¿Y cómo piensa que yo la veo, señorita Elizabeth...? —Pregunto con la voz mansa y suave, casi una caricia y ella se eriza.
Espero que Lizzy tome la decisión de desnudarse para mí, para nosotros, y no me refiero a desnudar el cuerpo...
—Usted debió tener a tantas mujeres... Diferentes a mí... Probablemente mujeres hermosas...—ella respira profundo—. Ju... Ju... Juno Cotillard es hermosa, culta, más experimentada...—tartamudea al final de lo que la deja tan insegura.
Elizabeth es humana no puede no sentir celos, no sabe cómo no sentir miedo al pensar que yo la pueda comparar con mis anteriores amantes. Sé que es eso, como también sé que es natural su inseguridad. Yo no me siento inseguro en cuanto a ella, confío plenamente en su amor por mí. ¿Moriré de celos algún día por su causa? Lizzy nunca llegó a involucrarse amorosamente ni sexualmente con otro caballero... En cambio yo... Por eso es más difícil para ella. En cuanto al amor que siento por mi mujer tengo la plena certeza de que ella no duda. Pienso que el modo en que reacciono a su lado es suficiente prueba para que entienda que un caballero no puede desear más a una mujer como yo la deseo a ella. Estoy loco por tenerla.
¿Cómo puede ignorar mis sentimientos si yo soy el primero en todo? Me pregunto el fondo, muy satisfecho.
Aquel detalle me satisface al extremo porque soy tan posesivo en relación a Elizabeth que me resulta especial saber que solo es mía, mi impresión es que ella siempre me perteneció a mí. En mi posesividad no recuerdo que tuviera otras mujeres, porque con Elizabeth mis sentimientos suplantan todo lo que he vivido antes. Acontece como si hubiera comenzado a vivir verdaderamente a partir del momento en que comencé a amarla. Ah... Necesito probarle, de una vez por todas, cuán en vano resulta su inseguridad...
—¿Elizabeth...? —Reclamo pero ella continúa en la misma posición—. Elizabeth... Mírame...—insisto, Lizzy levanta la vista y encuentra mi mirada a través del espejo—. Muéstrate para mí... —murmuro sosteniendo su mirada, la expresión de mis ojos le obliga a atender mi pedido.
Moviéndose lentamente retira las manos que cubren sus pechos y desvía la mirada. Yo me enderezo sintiendo una puntada en la ingle. ¡No es posible...! ¡Acabo de tener un clímax! ¡Un gozo feroz...! ¡Mi mujer me está tornando insaciable! Hice un sacrificio sobrehumano a la hora de pasar la toalla por sus hermosos pechos para no tomarlos entre mis manos y succionarlos, dejo la pierna doblada justamente para evitar el contacto contra su cuerpo. Sin embargo, es momento de amarla sólo con palabras, después vendrá el resto...
—No, vida mía... Mírate. Mírate tú y mírame, desnudos —me mantengo inmóvil con la mano en su cintura, otra vez ella obedece y voltea a encontrar mis ojos en el espejo—. Usted asegura que tuvo una idea de cómo la veo, para que no tenga más dudas le voy a mostrar como yo la admiro realmente. Para mí, usted es la más bonita de las mujeres, no solamente por lo que le voy a decir sino porque es la dama más noble y generosa que soñé para compartir mi vida, y mi lecho —coloco mi rostro frente al suyo y acaricio su mejilla—. Usted no sabe qué es realmente hermosa, ¿no es así? Le confieso que sus bellos ojos oscuros me brindan paz, pero también me enloquecen cuando demuestran inocencia y deseo, amor y pasión juntos. Y que me encantan por demostrarme sus emociones con tanta verdad.
—Señor Darcy...—ambos tenemos el corazón latiendo más rápido, toco sus labios y Lizzy los entreabre para sentir mejor mi dedo que los contornea.
—Estoy fascinado con esta boca, es una de mis mejores perdiciones... —mi amada se sonroja, y la beso en el rostro—. Fue muy, muy especial, amor mío...—deslizo mi mano por su cuello, y el contraste del color de nuestras pieles es más evidente—. Tu piel es tan delicada, suave, perfumada... Nunca toqué algo más precioso...—Elizabeth suspira, dejo caer mis manos por sus brazos y entrelazo mis dedos con los suyos como ella lo hizo antes—. Usted debe saber lo que estas manos causan en mi corazón cuando me acarician y consuelan mi dolor, y lo que me provocan cuando me elevan al placer como jamás sentí...
—También me gustan sus caricias, señor Darcy...
Suelto sus dedos, y deslizo mis manos por sus muslos, volviendo a llegar a su vientre y contorneo, descendiendo nuevamente por sus muslos, entre sus piernas y repito esos movimientos.
—Sus curvas son delicadas, sensuales, deliciosas... Este vientre llevará un día a nuestro hijo y yo te veré más linda, ¡si eso es posible! —Mi voz cada vez está más ronca, y mi amada tiembla entre mis brazos. Mis ojos se desvían de los suyos por algunos segundos para apreciarla donde mis manos la tocan, cuando vuelvo a mirarla la emoción existente entre nosotros es más fuerte. Elizabeth exulta... Subo mis manos y tomo sus senos, envolviéndolos, dejando sus pezones erectos al descubierto. Lizzy murmura mi nombre, y se inclina para atrás—. Sus senos me alucinan al punto de temer lastimarla cuando están en mis manos, y en mi boca...—los aprieto fuerte, y el dolor que le ocasiono es placentero. Ella se mueve reclinada de espaldas a mí con los ojos cerrados por el deleite.
—Señor Darcy por favor no revele esos detalles tan impropios...
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