Capítulo 8. Los talismanes.

Ella seguía sin confiar y sin apartar el cuchillo de su garganta.

- ¿Por qué buscas esa palabra?

- El asesino me lo dijo como pista luego de matar a la última víctima. -A pesar de su situación, Marcos quiso demostrar serenidad, aunque su voz temblaba.

- ¿Cómo puedes recordarlo?

- No lo sé.

Era cierto y además tampoco sabía cómo convencer a esa desconfiada que no separaba el cuchillo, menos mal que tenía el pulso firme.

Pero algo se puso del lado de Marcos. Un búho que él creía disecado, abrió sus alas, voló y se posó en su hombro, demostrando su confianza en el joven. Ella apartó el arma.

-Mi nombre es Minerva. Tengo mucho que hacer. Trae aquí a Bárbara, Santiago y Claudio a las 8 de esta tarde.

Marcos salió del despacho tras despedirse. Iba con la mente confusa, vagaba como un zombi por los pasillos hasta el recibidor de la biblioteca; contra corriente mientras la mayoría de alumnos entraba, el salía.

Vio traspasar la puerta de entrada a quien fue su amigo y ahora su mortal enemigo con una sonrisa sardónica en sus labios:

- ¡Hola pasmarote! ¿Has descubierto algo? Voy a acabar con tu nueva amiga.

La sangre de Marcos hervía casi hasta volverle loco. Debía impedirlo, si hubiera tenido un arma, no habría dudado en usarlo. Pero solo tenía sus manos, apresó el cuello de Joaquín con la fuerza que otorgaba la locura y el asesino de su amada no podía librarse. Pero Marcos recibió un golpe en la nuca.

Recobró el conocimiento en la enfermería del conservatorio. Acompañaban al doctor el rector, el psicólogo y su madre.

-Marcos, hijo mío. ¿Qué te ha pasado para hacer eso?

-No lo sé, fue un arrebato. -Lo único que Marcos tenía claro era que no podía contar nada de lo ocurrido los últimos días. Prefirió callarse.

El rector le preguntó mucho más serio que lo que es habitual en él:

-Has estado a punto de matar a tu mejor amigo. ¿Ya no lo es?

-Está bien, voy a decir la verdad. Joaquín es un sinvergüenza que hace bulling a los novatos. Nunca me ha gustado que lo hiciera, pero no le dije nada hasta ahora y la ha tomado conmigo.

-Deberías haberlo denunciado en vez de tomarte la justicia por tu mano. -El rector continuaba tan serio. -Le investigaremos. Horacio, ¿qué te parece?

-Parece que Marcos tiene un trastorno serio, recomiendo que tenga una temporada de reposo en casa. Doña Martina, su hijo no podrá salir hasta que yo lo dictamine.

-No estoy conforme. Yo no soy partidaria de castigar sin salir como si fuera un crío. Además, debo salir a trabajar y no puedo estar con él.

-Horacio, no podemos encerrar a nadie en su casa. Señora, necesitamos su colaboración, Marcos parece un buen chico, pero esta reacción me ha asustado y no estoy dispuesto a consentir que se repita.

-Mamá, señores. -Marcos se adelantó. -El problema no soy yo, es Joaquín. Si ustedes toman las medidas oportunas, no volverá a suceder. A propósito, ¿dónde está?

-Se restableció pronto y volvió a la biblioteca.

-Deberían vigilarle, por si vuelve a hacer de las suyas.

Marcos y su madre volvieron a casa sin hablar. Ella respetaba su silencio porque seguía confiando en su hijo. Presentía que algo andaba mal, pero no quiso presionarle fuera de casa.

Él se debatía entre la sinceridad y la prudencia. Esta última le aconsejaba ocultar lo sucedido para no preocuparla y confiaba en que le creería a pesar de lo disparatado de la situación. Pero nunca le había ocultado nada y estaba convencido de que su madre se enteraría. Lo pospuso hasta llegar a casa.

A veces, cuando un dilema está difícil de resolver, hay sucesos que inclinan la balanza a un lado. Como alivio para Marcos alguien esperaba en la puerta de su casa cuando llegaron. Marcos salió del Beetle, con más años que él, antes de que su madre aparcara.

-Hola, Bárbara. ¿Cómo sabes donde vivo?

-Paula me lo ha dicho.

-Antes de que llegue mi madre, no quiero que sepa nada.

-Tranquilo, tengo la misma opinión.

Martina ya había aparcado y se acercó. Tras las presentaciones, la madre comentó mientras abría la puerta:

- ¡Ya era hora! Me alegro de que por fin empieces a conocer chicas.

Bárbara entró la primera, detrás Marcos y Martina cerró la puerta. Preguntó:

- ¿Estuvisteis juntos toda la noche?

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Joaquín volvió a la biblioteca, sabía donde permanecía su nueva víctima y fue directo allí, abrió la puerta sin llamar pero vio al búho volando hacia él. No quiso averiguar las intenciones del ave rapaz, cerró la puerta y se dirigió a la salida con toda su sangre fría para no llamar la atención.

Mal asunto, no esperaba que Minerva tuviese un talismán que la protegiese. Tuvo que desistir de cumplir su misión en la biblioteca. Pero ella no estaría siempre allí y esperaba que ella no lo llevara a todas partes.

¡Maldito Marcos! Seguro que había convencido al rector. Ya pasó una hora desde que salió de la biblioteca y alguien le vigilaba. No lo entendía, él era el agredido y quien fue su amigo salió libre con su madre en el decrépito escarabajo. Una parte de su mente se arrepintió de no haberle denunciado, se merecía un buen escarmiento. Pero convenía pasar desapercibido, por eso no lo hizo. ¿Cómo podría dar esquinazo a su perseguidor? Tal vez saliendo del recinto universitario. Lo hizo y volvió a sentirse libre.

Pero la cuestión principal seguía sin solución. Los espías que buscó le informaron que Minerva no salía de su despacho. Joaquín decide volver a la biblioteca para investigar por sí mismo. Aparcó su vehículo al lado.

Minerva sale de su despacho y de la biblioteca, camina hacia el parking y monta en un Mercedes. - « ¡Qué cochazo tiene la condenada!»-Pensó Joaquín.

Ella entró en una zona residencial de lujo, con chalets de dos plantas y ático, pero Joaquín no pudo entrar porque hay un vigilante junto a la barrera de entrada. Pasó de largo y volvió a su casa para comer. Temía planear mientras estaba conduciendo.

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-Sí, mamá. Pero no solos.

-Sé lo que pasó, Joaquín es un verdugo.

-No te entiendo, mamá.

-Mató a una chica.

Los más jóvenes se miraron estupefactos sin saber qué decir. Martina esperaba con paciencia, sabiendo que la habían escuchado perfectamente. Ella contestó:

-Martina, estamos a ciegas porque ninguno recuerda nada. ¿Puede usted ayudarnos?

-Voy a contaros un cuento. Marcos, ni siquiera recuerdo el nombre de tu padre. Desde la noche que amaneciste malo, tengo sueños con él, la mayoría son felices pero otros son pesadillas donde él me explica todo. Anoche me contó que fue algo con un nombre muy raro.

- ¿Navicularies? -Marcos habló con más tono de certeza que de interrogación.

-Sí. Vivieron durante siglos en las profundidades y sabían todo lo que ocurría en la superficie. Tenían prohibido subir y mucho más relacionarse con nosotros. Los verdugos eran quienes ejecutaban a quienes incumplían las normas y provocaban su olvido a quienes les conocieron. Muchos subieron para ver el sol y se quedaron con nosotros. Los verdugos ejecutaban su misión, excepto en los casos que el condenado tenía un talismán, solía ser un animal depredador. Tu padre no tuvo ninguno.

-Mamá, ¿sabes si pueden viajar en el tiempo?

-Sí pueden. Pero sólo pueden encontrarse consigo mismos.

-Soy como mi padre, pero hay algo que no me entra en la cabeza. Joaquín anoche me contó que Laura sería la responsable de un atentado que mataría a mil personas, por eso la mató.

-Hijo mío, lo siento, no sé nada de eso.

-Bárbara, ¿cómo conociste a Paula?

-Fue hace un rato en la exposición. Me contó que tenía la impresión de conocer a la bailarina. Le sonsaqué acerca de ella, sabía que su nombre era Natalia sin que yo lo dijera.

-Muy interesante. -Exclamó Martina admirada. - ¿Sabéis más de ella?

-Paula dejó de salir con Joaquín porque sabía que es un asesino.

Los tres comieron pronto porque la madre tenía turno de tarde. Trabaja de dependienta en un centro comercial.

La pareja de amigos se quedó en la casa hasta el momento de salir a la biblioteca. Avisaron a Santiago, Claudio y Paula, quienes llegaron a tiempo para que Bárbara recopilara todos los datos conocidos:

-Todos somos navicularies porque nos hemos comunicado con nuestro yo de otra época. Paula cuéntanos tu caso.

-Yo salía con Joaquín, me caía bien porque es muy divertido. Pero una mañana, recién levantada, en mi habitación no pude creer a quien veía, era yo misma. Me contó... ¿o me conté? ¡Qué lío! ...que me apartara de Joaquín porque es un asesino que intentará matarme.

- ¿Os dais cuenta? Nosotros nos autoavisamos acerca de un ser querido, Paula es la única que fue advertida por ella misma. Los demás hemos fracasado. Eso significa que Paula sobrevivirá porque ha podido avisarse. Marcos, háblanos de Minerva.

-Es la mujer de esta foto y está muy asustada... -Repitió por segunda vez lo que ya sabemos.

-Otro punto relacionado con Marcos. Cuéntalo.

-Mi padre fue de los nuestros. Contó a mi madre en un sueño que fue asesinado por un verdugo. El verdugo de anoche fue mi amigo y el novio de Paula.

Claudio, el más inocente, preguntó:

-Sabemos que han asesinado a tres mujeres y dos hombres, pero seis seguimos vivos. Tuvo ocasión de matarnos a todos pero parece que solo le interesan las mujeres.

Bárbara contestó: -Es obvio, somos las únicas que podemos reproducir. Tengo la impresión de que escoge una víctima en exclusiva hasta que acaba con ella.

Santiago replicó: -Bárbara, parece que los padres pueden transmitir su condición a su hijo, aunque la madre no sea de su especie.

-De momento todo son conjeturas, tal vez Minerva nos aclare bastantes detalles.

-Está amenazada, -sugirió Marcos. -creo que deberíamos ir ya aunque sea pronto.

Santiago recalcó: -Contaste que ella tiene un búho. No obstante, opino como tú.

-Hay algo más que no hemos contado. Mi madre contó que algunos tienen un talismán animal, como Minerva y su búho.

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Minerva comía tranquila en su casa. Se sentía más segura que en su despacho de la biblioteca; no sólo por los aparatos electrónicos, sino también con Plutón, un enorme pitbull cariñoso con los pacíficos e implacable con los violentos. Poseía un sentido especial que calaba al visitante nada más verle, no se inmutaba cuando percibía miedo.

Plutón detectó un ruido en el jardín que su ama no distinguió, se acercó a la puerta y ladró. Minerva se acercó, puso la correa a su mascota y salieron juntos. Ella se dejó guiar por su talismán y éste por su olfato, pero el rastro les guiaba fuera de la urbanización. Minerva pensó que su casa tenía una gran ventaja, pero también el inconveniente de estar en la zona limítrofe de la urbanización.

Este suceso tuvo su consecuencia. Minerva, como directora de la biblioteca, avisó que tenía tareas pendientes en casa y que no volvería hasta las 8 menos cuarto.

Dejó a Plutón como vigilante, descendió al sótano, donde está la única entrada de la ciudad subterránea.

A pesar de que muchos de los antiguos habitantes eligieron vivir con luz natural en la superficie, aún seguía habiendo suficiente población para mantener la ciudad. Minerva, como asidua visitante, siempre fue bien recibida y le saludaban con agrado. Entró en la cueva mayor, donde residen los dirigentes de la ciudad. Llegó al despacho principal, una secretaria avisó que podía pasar.

-Hola, papá. -El alcalde permanente se levantó, la abrazó y besó.

- Hola, Mini. Mucho tiempo sin venir, sólo vienes para cuando necesitas algo y nunca para agradar a este anciano.

-No presumas de viejo, que te queda mucha guerra que dar. Necesito cinco talismanes.

-Siempre al grano, vuelve mañana.

-Los necesito para antes de tres horas.

El alcalde hizo una llamada:

-Hércules, ¿cuántos talismanes tienes disponibles?

-Una docena, un tigre, un león, tres perros, dos gatos, una serpiente, un águila, dos búhos y un oso.

El interfono estaba activado y Minerva pidió: -Hola, voy para allá para verlos, te aviso que no los quiero muy grandes.

-Hola, Mini. Tienes un morro que te lo pisas. Aquí te espero, hermanita.

Después de la llamada ella habló:

-Papá, hay un verdugo buscándome, ha estado muy cerca dos veces; menos mal que mis talismanes le han espantado. ¿Sabes si lo conseguirá?

-Hija mía, te aconsejo que vuelvas para quedarte.

-No me has respondido.

-Solo te queda en la superficie veinticuatro horas de vida.

-Debo proteger a cinco congéneres nuestros.

Él calló e hizo otra llamada.

-Saturno, Minerva te necesita, te pongo con ella.



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