Capítulo 6. 496 de la Quinta Avenida
Marcos se quedó pasmado. Las palabras de Bárbara no tenían lógica. ¿Cómo es posible que esos cuadros los pintara él, si ni siquiera conocía a la chica que brillaba como un ángel en cada uno de ellos? Sentía que su corazón bailaba de gozo al contemplar la belleza de aquella chica. Por otro lado, percibía una angustia que comprimía su pecho como si su cuerpo estuviera cansado de recibir sorpresas.
-Estás mintiendo. -Las palabras salieron a tropezones de su boca.
-Es comprensible que no me creas. -Murmuró Bárbara observando las pinturas. -Sonríe.
Marcos la obedeció. Su instinto le avisaba que lo que quedaba por oír no era para conversarlo a la ligera, en medio de una exposición con cientos de chicos observando.
-Te esperaré en esta dirección a media noche. -Ella le entregó una tarjeta de presentación con unos escritos a lápiz del otro lado. -Ahí te explicaremos todo.
Miró a Bárbara y luego a la bailarina. Los ojos de Marcos comenzaron a humedecerse sin razón, anhelaba que la chica de los cuadros se materializara frente a él para poder abrazarla e inundarse con su aroma, deseaba besarla y no soltar su mano jamás.
- ¡Eh! Tampoco es tan linda para que llores. -Se burló Joaquín, palmeando su hombro.
-Me entró algo al ojo. -Respondió Marcos.
Dejó a su amigo con Bárbara y se paseó a un largo del salón, Por algún motivo asemejaba a la bailarina con una etapa muy importante en su vida. No sabía por qué, todo en ella le sonaba extrañamente familiar. Posó sus manos temblorosas en un cuadro. La agradable textura del óleo se impregnaba en las yemas de sus dedos. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Aquella sensación era única y solo invadía a Marcos en las pinturas en que él se encargaba de plasmar con tanto ímpetu la excelencia de las cosas que le hacían sentir de verdad vivo.
¿Y si lo que decía la estudiante griega era cierto?
¿Si todos esos cuadros los había pintado él?
*
La curiosidad de Marcos le había encaminado al lugar de encuentro bastante temprano, aún faltaban unos minutos para las 12 de la noche.
La calle se encontraba totalmente desolada, las casas de dos pisos y todas iguales entre sí no mostraban ningún ajetreo, tenían las cortinas cerradas y las luces apagadas. Pareciera como si por alguna razón ninguna persona decidiera pasar por aquella avenida en aquel momento. El vacío y el silencio que rodeaba a Marcos le desesperaba por completo, mientras más avanzaba la hora, seguía sintiendo que el tiempo permanecía inmóvil. Como si el reloj estuviera jugando con sus nervios.
Sacó de su bolsillo la tarjeta que le entregó Bárbara. La correcta y ordenada caligrafía recitaba la siguiente dirección: 496 de la Quinta Avenida. Había recorrido cinco veces la calle de principio a fin, ida y vuelta, ninguna vivienda era dueña de aquel número. Solo había un escalofriante callejón que llamaba su atención, todas las películas que figuraban en su mente le advertían que el lugar que buscaba estaba sumergido dentro de su oscuridad.
Emprendió una marcha lenta. La parte racional le decía que no siguiera, que un grave peligro le acecharía apenas se adentrara en el sombrío callejón, pero la parte aventurera ordenaba a cada pierna a mover los músculos necesarios para llegar donde supuso encontraría todo.
Escuchó un chillido a un lado que le estremeció, alumbró con su celular: al menos cinco ratas se escabulleron atontadas por la enceguecedora luz que alumbraba su tan preciada penumbra.
Sabía que todo se reducía a ella, la elegante bailarina que no conocía pero que su alma anhelaba entrañablemente su presencia.
El ruido de una puerta que se abría hizo que Marcos pasara su celular de unas bolsas de basura al frente. Al final del callejón vislumbró a Bárbara asomando la cabeza temerosa a través de una puerta.
-Pensé que llegarías antes. -Comentó. -Pasa.
Marcos se percató de que a simple vista la puerta y la pared eran idénticas. De seguro que cuando permanecía cerrada nadie se percataba de que había algo escondido al otro lado.
Era un cuarto de ladrillos diminuto, de no más de dos metros cuadrados. Solo contaba con una insegura luz que caía del techo con todos los cables a la vista y una mesita con cinco sillas a su alrededor. Cuatro estaban ocupadas. Una por Bárbara y las otras por individuos que Marcos no conocía. Dos de ellos parecían tener su misma edad, uno era alto y robusto, solo su cuerpo ocupaba gran parte de la habitación. Sus ojos eran grandes y color café, de piel morena y el cabello negro tomado en una corta cola de caballo. A su lado y con los ojos fijos en una pila de papeles sobre la mesa, se encontraba otro chico, delgado y sin gracia; a diferencia del primero, su nariz prominente y afilada llamaba la atención de Marcos. Quien parecía más preocupada era una chica de unos 15 años, de cabello castaño hasta la cintura, sus ojos verdes estaban hechos un mar de lágrimas y su dolor bañaba sus mejillas rosas. Tenía los brazos cruzados y a ratos temblaba por completo.
Marcos desvió la mirada hacia los papeles llenos de símbolos y palabras que le parecían incomprensibles.
-Será mejor que lo primero que te grabes no sean estos garabatos, -informó el chico narigón, clavando unos simpáticos ojos azules en él. -si lo haces te confundirás más de lo que debes estar. Me llamo Santiago, él es Claudio y ella Laura. Creo que ya conoces a Bárbara.
Marcos les saludó con la cabeza y ocupó sin pedir permiso el asiento vacío. Preguntó sin más rodeos:
- ¿Qué sucede acá?
-Veo que eres impaciente, me gusta, sin embargo espero que eso no nos juegue en contra en alguna ocasión -Observó Santiago. -Bien, debes saber que estamos casi o igual de anonadados que tú. Aún no poseemos mucha información al respecto.
- ¿Información sobre qué? -Interrumpió.
-Claudio comenzó todo, debe ser él quien relate a Marcos lo que ha estado aconteciendo. -Objetó Bárbara.
El comentario pareció molestar a Santiago, de seguro él era el líder o quería serlo.
Claudio aclaró la garganta:
-Todo comenzó hace un par de semanas, cuando recibí una visita de... -Se acomodó en la silla y posó las manos sobre la mesa. -En primer lugar, es imprescindible que no dudes de nada de lo que vamos a compartir contigo. Por muy extraño que parezca, debes creernos.
Marcos asintió. Su corazón latía a toda prisa y sus puños que permanecían cerrados sobre unos papeles comenzaban a sudar. La intriga le estaba matando.
-Como iba diciendo, recibí una visita de...-se detuvo en la primera parte, Marcos creyó que ni él estaba seguro de lo que iba a decir. -de un yo que venía del futuro...
- ¿Qué? -Exclamó Marcos estupefacto. - ¿Dices qué alguien cruzó la barrera espacio-tiempo y... ¡De solo pensarlo me parece ridículo!
Dejó escapar una carcajada cargada de ironía. ¿Había atravesado toda la ciudad para escuchar las palabras de unos chiflados?
-Mira, -interrumpió Santiago. -si no estás acá con una mente abierta, esta conversación no llegará a ningún lado. Nosotros, incluyéndote, tenemos una misión. Así que deja esa mente cuadrada y escucha.
La amena mirada de Santiago se llenó de impaciencia, dando a su rostro un aire fanfarrón.
-Mi yo futuro -continuó Claudio. -me advirtió que alguien mataría a... -su voz se entrecortaba. -a mi hermana menor y que yo debía protegerla a como diera lugar y eso intenté hacer; la mantuve días a mi lado a salvo de cualquier peligro que pudiera acecharla...pero...él vino y...
No fue capaz de terminar la frase, escondió la cabeza entre sus brazos y comenzó a llorar todo lo que daban sus pulmones. El llanto era como un alarido desgarrador que tronaba con fuerza en el cuarto, erizando la piel de todos los presentes. Por muy disparatado que sonara todo, el dolor de Santiago le decía a Marcos que todo cuanto escuchaba era verdad. Algo en su interior le gritaba que todo era cierto.
-Pasó lo mismo conmigo, -concordó Santiago cuando el otro chico le dejó hablar, -alguien asesinó a mi mejor amigo, yo no lo recuerdo, pero estoy abierto a la posibilidad.
Revolvió los papeles y sacó unas fotos, las colocó una al lado de la otra enfrente de Marcos.
-El Claudio del futuro, no solo le advirtió de la muerte de su hermana, sino también de otras cuatro personas, Ella -señaló la primera foto, era una adolescente morena, bastante parecida a Claudio. -era Martina, la hermana de Claudio, la siguiente ya la conoces, es Laura...
La chica sollozó al oír su nombre y miró a Bárbara.
-Es mi prima. -Comentó Bárbara. -También me visitó una versión mía del futuro, advirtiéndome lo mismo, que un hombre la mataría. Por fortuna conocí a Claudio y nos hemos estado ayudando para mantenerla con vida, ya que con las otras...
Marcos clavó la vista en las demás fotos, la tercera era una mujer de unos 30 años, sonreía ampliamente a la cámara, tenía la mandíbula un poco desviada a la derecha y los ojos diminutos y cafés. El cabello crespo le caía a un lado. La cuarta foto correspondía a un joven de piel oscura, sus dientes más blancos que un papel irradiaban la imagen, Llevaba el cabello cortado a ras y tenía un tatuaje abstracto a lo largo de su cuello.
La última chica era la bailarina de los cuadros, Marcos tomó la foto y la observó meditabundo. De inmediato le invadió un sentimiento de tristeza como si una parte de sí se sintiera perdida y la bailarina fuera la brújula que le ayudara a encontrar el rumbo.
-Creemos que esa chica tiene algo que ver contigo. -Supuso Santiago-El chico negro era mi amigo, se llamaba Leonardo, la otra mujer no tenemos idea de quién es.
- ¿Cómo sabes que es tu amigo si no lo recuerdas? Y ¿Por qué Claudio recuerda a su hermana? -Preguntó Marcos, la cabeza le daba vueltas, tenía cientos de inquietudes que necesitaban ser aclaradas. ¿Por qué no reconocía a la chica de la foto?
-Si crees que lo que te acabamos de contar es de otro mundo, espera a que escuches lo que viene, no sé como podrás catalogarlo.
Claudio volvió a levantar la vista, limpió sus lágrimas y tomó la palabra:
-Creemos que alguien o algo les está matando por alguna razón y de alguna forma borran todo recuerdo de ellos, para que así nunca existieran. Si tú, Marcos, no conoces a esa chica; quiere decir que también fallaste. Debemos ubicar a toda costa a la otra mujer, protegerla junto con Laura y averiguar de una vez por todas qué mierda quieren estos miserables..
Otra duda asaltó a Marcos quien aún tenía la foto de la bailarina aferrada con fuerza a su mano.
-Si tu hermana, el amigo de Santiago y esta chica nunca nacieron, ¿cómo tenéis estas fotos?
- ¡Shhh! -Santiago se llevó un dedo a la boca haciendo silencio. -Laura, ten cuidado.
Todos se quedaron quietos y fueron a parar del lado contrario de la puerta. Algo se arrastraba afuera en dirección a ellos. El corazón de Marcos latía con tanta fuerza que le causaba dolor. No tendría tanto miedo de no haber escuchado las espeluznantes confesiones. Supuso que quien se acercaba era la persona que había asesinado a los demás e iba en busca de la más pequeña.
La puerta se abrió de golpe.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top