Capítulo 4. Sin Rastro

— ¿Cómo que quién? Pues obvio que Natalia, mamá. ¡Mi novia!

— ¡Ay hijo! No sabía que tienes novia, espero me la presentes pronto... ¡Pero mira la hora qué es! Vas tardísimo al conservatorio. Cálmate amor, solo fue una pesadilla y anda a vestirte. Ahorita tengo que salir, pero luego háblame de esta chica, Natalia ¿sí? Nos vemos.

Marcos se quedó turbado viendo la grata expresión de su madre al darle el beso en la mejilla, tomar sus cosas e irse completa y genuinamente ajena a Natalia, como si nunca la hubiese conocido.

Tardó unos segundos en reaccionar hasta que con dedos desesperados tomó su teléfono y comenzó a llamar a todos sus conocidos.

El primer número fue el de Paula, escuchó su irritante sonido de espera "Pocket Full of Sunshine" durante unos segundos.

—Aquí Pa...

— ¿Has visto a Natalia? —Soltó apenas oír respuesta del otro lado de la línea.

— ¿Marcos? Ehmm, no sé, ¿de qué Natalia me hablas? —Frustrado colgó y pasó al siguiente número en su lista, Joaquín.

Era la otra persona que además de él mismo y Paula pasaba la mayoría del tiempo con Natalia, pero la risa en su sueño estaba grabada en su mente al igual que la horrible imagen de Natalia agonizando en el suelo.

Solo tenía que presionar el botón. Era una pesadilla sin sentido, solo necesitaba presionarlo y ya.

El teléfono comenzó a repicar. Uno... Dos... Tres... Cuatro... Cinco... Seis...

«Tal vez no debí llamar». Iba a colgar, pero antes de que cayera la voz de la contestadora, escuchó la voz de Joaquín:

— ¿Aló?

— ¿Joaquín? Soy yo. —Respondió un Marcos cada vez más vacilante mientras se enderezaba en la silla. — ¿Sabes dónde estará Natalia?

— No me acuerdo de ninguna Natalia, man. —Respondió con el mismo tono amistoso de siempre, el que tanto conocía. — ¿Por qué, quién es? ¿está buena?

De nuevo la risa del sueño asaltó los recuerdos de Marcos, quien no pudo más y colgó el teléfono.

«¿Qué está pasando?» Se preguntaba una y otra vez de camino al baño para mojarse la cara con agua fría y calmar los nervios. Su reflejo en el espejo del lavamanos le devolvía una mirada histérica y temerosa, y sus manos no paraban de de temblar mientras las pasaba compulsivamente por su cabello. «¡Cálmate y piensa!».

Se sentó en su cama a continuar llamando por teléfono en busca de Natalia. Cada nuevo intento era una frustrante decepción que le confundía, incluso su celular comenzó a presentar una extraña interferencia que apenas le dejaba oír las respuestas de su interlocutor y terminó por hacerle imposible seguir.

Después de unas doce llamadas estrelló el teléfono contra la pared.

— ¡Joder!

De repente el mundo daba vueltas a su alrededor. No comprendía nada, los pensamientos se fusionaban de forma vertiginosa haciéndole palpitar la cabeza: Naty, el fresco aroma de su cabello, su dulce sonrisa, todo entrelazado con la visión de su cuerpo doblándose con el vientre cercenado, tan real que le revolvía las entrañas. Naty olvidada por todos.

Algo no estaba bien, nada estaba bien. Empezando por las vacías paredes blancas de su dormitorio hasta la ausencia de Natalia en la memoria del mundo. No era posible, simplemente no era posible que todos la hubieran olvidado y si nadie le podía dar respuestas, pues él mismo saldría a buscarlas. Tomó con ira una hoja blanca y comenzó a dibujar un retrato de Natalia.

—Empapelaré la ciudad entera si es necesario. —Después de definir entre prisas los primeros rasgos se detuvo de golpe con frío terror bajando por su espalda. El rostro en el retrato le era desconocido.

Cada pliegue, cada detalle del rostro de Natalia había quedado impreso en su memoria, después de cientos de reproducciones sus dedos eran incapaces de darle forma sin siquiera pensarlo y ahora, esto que estaba en el papel no era ella; era el rostro de cualquier chica menos el de ella.

— ¡MALDITA SEA! —Exclamó furioso mientras destrozaba el papel. — ¡¿Qué está pasando?!

No podía concentrarse en ella, los detalles que la hacían única se difuminaban en su mente detrás de niebla como un reflejo de agua turbia. Su corazón retumbaba haciendo eco en su cabeza. No podía quedarse allí sin hacer nada...

— ¡YO NO VOY A OLVIDARTE TAMBIÉN! —Gritó a la habitación vacía y salió como una exhalación rumbo al primer sitio donde podría conseguir respuestas.

Calles más debajo de su casa, Marcos iba corriendo como loco en su bicicleta saltándose señales de tránsito y atravesándose a cuanto vehículo se cruzaba en su camino.

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El hombre caminaba en la oscuridad de un lado a otro dentro de la habitación de la habitación de costura de la señora Gladis. El lugar tenía una enorme mesa para cortar frente a la puerta y al final de la habitación se encontraba la mesa para coser, todo parecía tener meses de uso como si un día antes esa no hubiese sido la habitación de Natalia.

«La borraron, ni su propia madre la reconocería ahora. ¡Y el muy imbécil de Marcos no hizo nada.»

Él lo presenció todo a distancia. El momento en que ella llegó a la fiesta, hermosa y perfecta. El momento en que ella y el joven Marcos se besaron, causando que una agónica mezcla de amor y celos se abriera paso en su interior, y el instante cuando se desplomó en el suelo en medio de un charco carmesí.

Los engranajes del destino habían comenzado a moverse con ese primer y fatídico suceso aún cuando intentó por todos los medios de impedirlo. Le había fallado nuevamente. Volver atrás y evitarlo ya no era una opción, y ahora que la cuenta regresiva había iniciado, el tiempo se agotaba.

«Naty»

Estaba tomando un riesgo innecesario al irrumpir así en la casa pudiendo ser localizado en cualquier momento, basándose en la excusa ridícula de que "era para buscar alguna pista", cuando lo cierto era que solo intentaba captar algún vestigio de ella. Sentir por esos instantes que ella podrías entrar por la puerta para pedirle entre risas que "dejara de fisgonear en casa ajena".

La desesperación se transformó en furia ciega y salvaje hacia Marcos, hacia esa versión de si mismo que le había fallado, al culpable de perderla.

— ¡NATALIA! —Gritó una voz muy familiar desde el frente de la casa. — ¡Naty! ¿Estás aquí? ¡POR FAVOR SAL!

Se alejó de la ventana como acto reflejo intentando captar algunas imágenes del exterior sin ser visto, pero sin previo aviso escuchó quebrarse cristales en la planta baja, seguidos de pasos subiendo la escalera a la carrera.

«Mierda»

Se apresuró a salir de la habitación, pero ya era demasiado tarde, en el umbral de la habitación se topó con su yo de esta época, con Marcos.

Lucía terriblemente mal, pálido y con la franela empapada en sudor. Su versión más vieja contemplaba al joven Marcos que había quedado mudo de la impresión y cuya expresión estaba llena de pánico, sorpresa y angustia.

El Marcos más viejo lo supo al instante, en sus pupilas dilatadas más allá de lo posible, en los ligeros espasmos detrás de sus respiraciones agitadas y el movimiento errático de sus ojos: el chico estaba a punto de sufrir un protocolo de reinicio.

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