Capítulo 9: "♫Qué forma de empezar♫"

Las relaciones humanas son complicadas de entender, en especial en los casos en donde la conexión se da un poco forzada, y más que nada, hilada por el destino cruel. ¿Pero es verdad que existe tal maldad o somos nosotros mismos que en realidad enredamos nuestras almas a ese destino? Sea cierto o no, la situación ahora planteada descolocaba enormemente a nuestros dos protagonistas, y les atraía muchos males. Por lo que, retomando el último acontecimiento, recordamos que la joven Lux tiritaba de pavor por lo que acaba de suceder, y ahora mismo trataba de cubrir inútilmente su cuerpo de aquellos ojos dorados.

—Tranquila Iris, ahora mismo te traerán una toalla —la joven princesa hizo ese leve comentario para calmar los ánimos de su amiga, más luego, sonó sus dedos indicándole a uno de sus sirvientes que le entregara ese elemento lo más pronto posible a la afectada. Mientras tanto, Alik también fue tratado por los que estaban bajo las órdenes de su majestad, y recibió el mismo objeto que requería su compañera. Fue así que, al tiempo, la pequeña morocha fue cubierta por aquel manto suave, el cual le dio la paz mental requerida para girarse hacia su allegada y reprocharle finalmente el reciente acontecimiento.

—¡Léa, no era necesario que ocurriera esto en la fuente! ¿Por qué tuvimos que realizarlo aquí? —preguntó con extrema indignación, pues no terminaba de creer lo sucedido con ese maleducado.

—Bueno, hasta cierto punto ella tiene razón —mencionó el más alto de los tres, quien se estaba secando su rostro e intentaba no mirar directamente a la más baja de las dos, pues aún le carcomía ese desagradable como reciente y abstracto sentimiento. No obstante, podemos notar cómo él apoyaba de cierta forma el argumento de Iris, aunque no le afectara del todo lo pasado.

—No entiendo cuál es su problema, más que nada, porque el agua en la que hicieron el ritual proviene de las montañas de Ismael —la princesa se levantó de su trono, y pasó su mano sobre la superficie tomando así de ésta una pequeña piña que flotaba—. Dicen que sus aguas duplican el efecto de puridad y aumenta el valor de cualquier magia blanca —aseguró ella dejando la piña en donde la encontró—. Además, cuando hacían el ritual no se veían tan incomodos, por lo que deberían agradecerme —ella se rio traviesa y terminó de bajar de la fuente.

—¿Qué? —dijo entre cerrando los ojos Alik, quien estaba estupefacto por la conclusión a la que esa mujer había llegado.

—¡No es verdad! —Iris volteó hacia su ama y le gritó con fuerza aquello, para entonces, ya se encontraba extremadamente enrojecida por la vergüenza.

—Claro que lo es, si no, no serían la pareja destinada del otro —mencionó ella mientras se colocaba una fina bata.

—¡Pero...! —antes siquiera de decirle algo más, Alik pareció reaccionar, y se giró rápidamente para también defenderse.

—¡Me niego a ser el enamorado de esta enana sin atractivo! —aclaró el guapo muchacho en lo que señalaba a Iris.

—¿Sin atractivo? —murmuró impactada para sí misma su compañera, quien estaba empezando a sentir cómo su mecha de molestia se encendía.

—Para colmo, se irrita demasiado fácil —agregó como comentario despectivo—. Además, yo prefiero a las chicas más altas, con curvas muy destacables, de esas que pueden sacarte los ojos con solo echarles un vistazo —aseguró el egocéntrico chico, quien luego bajó hasta donde se encontraba su ama—. Alguien, quizás... como cierta rubia que yo conozco —le insinuó a la mujer que estaba por encima de él con un semblante que denotaba un sobrecogedor atractivo, pero éste no surtía el más mínimo efecto en la dama a la que quería conquistar. Si no fuera porque Léa le puso un alto a ese terrible playboy, seguramente Iris lo hubiera hecho de una mejor manera, cosa que sucedió, porque, contrariamente a lo que les he planteado, la pequeña catalizadora le ganó a la rubia al arrojarle de cierta distancia un ánfora de metal contra la cabeza del muchacho, quien no logró esquivar el proyectil esta vez.

—¡DEJA DE COMPARARME! ¡IMBÉCIL! —dijo ella extremadamente exaltada y agitada por la furia que la invadía.

—¡Oh por Dios! —la rubia se llevó ambas manos a la cara al ver cómo su propio catalizador era derribado de una manera épica por esa jarra que había rebotado en su cabeza, para posteriormente, dejarlo inconsciente.

—¡Por idiota! —le reprochó al desdichado muchacho que tuvo la fortuna de recibir su ira. A partir de aquí, el viaje se retrasó un poco más debido a ese inminente golpe, más tarde, aquel idiota tuvo que ser atendido por esto mismo. En cuanto a Iris, ella simplemente se había retirado de la escena sin mostrar arrepentimientos, bueno, eso hasta que por fin lograron reunirse de nueva cuenta, pero esta vez, a las afueras del castillo.

—Maldición —se quejó Alik acariciando su cabeza, la cual le dolía un poco.

—Iris, ¿no tienes nada que decir, cariño? —le mencionó la princesa, quien miraba con una divertida pero amable sonrisa a la joven.

—Lo siento —dijo la dulce catalizadora, quien parecía estar realmente compungida por lo hecho, ya que bajó su cabeza apoyando sus manos sobre sus rodillas en señal de remordimiento. No obstante, aquella disculpa no pareció importarle realmente a Alik.

—¡Hum! Como si fuera a perdonarle algo a una enana como tú. Evidentemente lo has hecho de mala fe —refutó a regañadientes para sí mismo Alik, pero aunque Léa no lo escuchara, eso no significaba que la otra no, y tal fue la impresión, que se le fue el sentimiento de culpa a la joven enseguida.

—Ogro —describió al otro con el mismo bajo tono, evitándose así, una nueva pelea—. De cualquier forma —ella se llevó sus manos a su cintura y con los ojos cerrados preguntó lo siguiente—. ¿A dónde debemos ir? ¿Qué pistas tenemos para encontrar la Nota Vanguardista? —dicha cuestión daba qué pensar, pero Léa no era para nada tonta, es decir, una mujer que pertenecía a la realeza, necesitaba todos los conocimientos vistos y por haber para realizar tal tarea, y ella poseía todo lo que se requería.

—Sí. Como sabrán, tenemos que recorrer muchos lugares, y eso implica principalmente visitar ciertas ciudades o pueblos —inmediatamente, Léa sacó un mapa de un pequeño bolso de mano que era muy elegante—. Nuestro primer destino será, la capital de Legizamon.

—¿Y eso en dónde queda? —se acercó el encantador muchacho para curiosear también el mapa.

—No está muy lejos de aquí —indicó la rubia.

—¿Y cómo llegaremos? —dijo la más baja.

—¡Lo haremos en el mejor vehículo nunca antes visto! —señaló con su mano la princesa una pequeña carreta de madera, la cual parecía que no iba a durar ni la mitad del tramo, o quizás probablemente lo haría mucho menos, si es que no se deshacía antes de que emprendieran vuelo—. Este es el primer transporte usado por nuestros antepasados cuando realizaron la primera búsqueda de la Nota Vanguardista, y como muestra de respeto a ellos, nosotros también haremos lo mismo.

—No es por ofender, princesa, pero no creo que esa carreta dure mucho —alegó con una mueca el muchacho en lo que se llevaba una mano a la cintura.

—Me cuesta admitirlo, pero incluso un idiota como Alik se da cuenta de que esa cosa no sirve Léa —notificó Iris.

—¡Corta el rollo de una vez! —le reclamó él a la chiquilla.

—Aun así, no lo sabremos hasta intentarlo —aseguró la líder del grupo, obviamente obstinada.

—Sigo pensando que no es una muy buena idea —Iris ignoró el reclamo del más alto. Por otro lado, sabía que Léa lo hacía más por honor que por estupidez, pero eso no quitaba que lo que iban a hacer no era nada, pero nada ingenioso. Sin embargo, y aún con todo, Alik retrocedió en su opinión.

—Si la princesa lo dice, entonces seguramente todo estará bien —mencionó restándole así importancia al asunto que requería más saber que ese.

—¿Es enserio? —preguntó Iris levantando una ceja.

—No te preocupes amiga, te aseguro que esta carroza es tan valiente como nosotros, pues ha superado miles de viajes y este no será la excepción —mencionó Léa con gran orgullo en lo que se llevaba sus manos a la cintura cerrando los ojos, y de esa manera demostraba su tan segura postura.

—¿Puedo caminar al lado de ustedes? —volvió a interrogar la más baja, dejando en evidencia así su falta de confianza en el vehículo.

—Bueno, si eso quieres... —le respondió la princesa sin sentirse con la necesidad de reprocharle.

Es así que, teniendo a su disposición tantos recursos que tenían que ver con su moneda, ellos prefirieron optar por la versión más económica para poder trasladarse a la capital de Legizamon, la cual era usar una carreta potencialmente peligrosa para llegar su objetivo. No obstante, Iris fue la única que no subió, ya que como se dijo anteriormente, ella desconfiaba completamente del artefacto antiguo. Más adelante, pudimos divisar cómo el chico Reverse y la fina Milenios viajaban lenta pero seguramente sobre el dichoso aparato de madera, mientras que la más pequeña de ellos, lo hacía caminando justo a su lado.

—Nos llevará días llegar hasta allá así, mejor sube de una vez, enana —le ordenó el chico, quien fue obligado por la rubia (o más bien convencido), a tirar de la carreta a falta de caballos.

—No voy a subirme —Iris estaba segura de la decisión que había tomado, y en el caso de que sucediera algo, no quería ser parte de su desgracia. Y ante la respuesta recibida por su contraria, Alik chasqueó la lengua de mala gana.

—Bien, como quieras. Cánsate entonces.

—No la presiones, Alik, de todas formas, no está mal caminar; hace bien al cuerpo —notificó la futura reina, quien se acomodaba hipócritamente sobre la desdichada carreta, la cual ahora se veía un poco obstaculizada al empezar a subir una colina que comenzaba a empinarse poco a poco.

—Oigan, no creo que esto sea... —Iris fue interrumpida por el engreído muchacho.

—¡Cállate, yo puedo hacerlo!

—No te preocupes, Iris, tú solo relájate —la rubia hizo un movimiento de mano como muestra de desmedida confianza. Sin embargo, el miembro de la familia Lux, infló un poco sus mejillas en señal de molestia, y se cruzó de brazos ignorando al chico al igual que éste lo hacía con respecto a sus advertencias. Al final, el esfuerzo que hacía Alik por subir la colina junto a su atesorada princesa, era más que descomunal, y daba señales claras (por no decir evidentes) de que todo aquello podría terminar en un desastre; a veces los seres humanos mostramos un exceso de convicción, lo cual nos lleva a las peores consecuencias, y éste era uno de esos casos, pues Alik pisó mal, provocando que perdiera el equilibro y como la física no perdona a nadie, la carreta empezó a retroceder tomando una gran velocidad.

—¡Alik! ¡Léa! —gritó desesperada Iris desde la lejanía, pues ya los tenía muy lejos como para poder socorrerlos.

—¡Diablos! ¡Diablos! ¡DIABLOS! —repetía aterrorizado el chico en lo que trataba de frenar con sus botas la carreta pero era imposible, ya que éstas resbalaban en la seca tierra.

—¡Wiiiii! —exclamaba divertida la princesa, quien elevaba muy alto sus brazos.

—¡Cuidado! —dijo Iris, quien ahora se aventuraba a bajar la colina para intentar acercarse a ellos.

—¿Qué pasa? —volteó su cabeza el pelinegro con el motivo de ver a qué se enfrentaba, y detrás de ellos los esperó un lago que habían dejado atrás momentos antes, y que, sin mostrar el más mínimo rechazo, los recibió con los brazos extendidos.

—¡Alik! —una vez los chicos se dieron un buen chapuzón, salieron nadando hasta la orilla, en donde se encontraron a la pequeña Lux, quien los ayudó a terminar de salir—. Les dije que era muy mala idea...

—Cállate, no sigas hablando —Alik se mostraba irritado, y no era para menos, ya que se encontraba completamente empapado.

—Miren el lado bueno, por lo menos hace calor y no frío, ¡así no nos enfermaremos! —mencionó estrujando su vestido Léa la cual se expresaba increíblemente sonriente, y que, quizás con su buena fortuna, evitó que el equipaje compartiera el mismo destino que su carreta, porque ésta tomó la decisión de darle sus pertenencias a Lux, la cual traía todo dentro de una práctica mochila. Una vez librados, observaron al vehículo ahogándose en la superficie del lago y entonces sobrevino el primer comentario.

—Igual es una lástima, perdiste tu tesoro —anunció Alik señalando con su pulgar el traste viejo, luego, se estrujó sus ropas tanto como Léa.

—No importa, como dije antes, hará bien caminar —por parte de Iris, ella simplemente soltó un suspiro viendo lo estresante que probablemente sería su aventura. 

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