Capítulo 60: "♫Cuando se cae el sistema♫"

El inicio del verano a veces es abrumador, y en otras ocasiones, opta por llenarnos de expectativas, pues éste, sin saberlo, puede traernos una acalorada sorpresa. Sin embargo, no estamos hablando del cambio de temporada, sino que de la llegada de las salamandras de fuego al pueblo de Acutis. Las antes mencionadas, hicieron resaltar su presencia gracias a unas impresionantes bolas de fuego, las cuales brincaron sobre los tejados de algunas chozas. En medio del caos, las valkirias no se acobardaron, y actuaron con total valentía, acudiendo así al rescate de los habitantes de esa región.

—¡Está lloviendo fuego nya! —gritó Diamant mientras se cubría las orejas con ambas manos.

—¡Síganme! —ordenó Léa a sus compañeros, y Alik tomó tanto a la gata Persia como a su novia de las solapas, para luego arrastrarlas consigo en lo que seguía a la princesa, hasta que ella se guareció rápidamente detrás de una de las casas para observar la situación.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó el morocho de mechones dorados una vez refugiado con las chicas.

—Obviamente no podremos ir a ver al rey Meos con todo lo que está pasando —mencionó Iris, quien miró luego a su amado.

—Hasta ahora no habíamos vivido algo como esto —hizo saber Léa con seriedad.

—¿Será que las salamandras tienen algo que ver con el tema de los micrófonos? —preguntó la más baja.

—No, pongan mayor atención chicos, ya que en sus rostros se ve la desesperación —señaló la princesa, y fue en ese momento en el que escucharon un comentario provenir de una de las salamandras, la cual intentaba ingresar al pueblo.

—¡A un lado! ¡Tenemos que movernos a un territorio más cálido o moriremos! —declaró una.

—¡Sí, muévanse! —gruñó otra con molestia, y con los mismos aires de querer incendiarlo todo.

—Algo pasó en sus territorios que les hizo bajar de las montañas —comprendió Léa.

—¡Entonces hay que ir a resolverlo ahora mismo nya! —dijo con decisión la gata gauchesca.

—Bien, entonces haremos lo siguiente. Escucha atentamente Diamant —Léa le indicó a su compañera, que debería quedarse en la aldea, y así ayudar a los pueblerinos—. Protégelos, y convence a las valkirias para que mantengan la paz, pero deberás hacer que también apuesten por proteger a las salamandras hasta que nosotros volvamos con nuevas noticias.

—¡Entendido nya! —hizo un saludo militar y salió corriendo hacia las criaturas que se encontraban en disputa; aunque ella no poseía demasiada confianza en sí misma ante la importante encomienda, haría lo posible para darles tiempo a sus amigos de llevar a cabo tal heroica tarea.

—Es hora de movernos chicos, ya descansaremos en otro momento —aseguró la de cabellos como el sol, y ambos catalizadores asintieron ante su orden, por lo que muy pronto se encontraron saliendo a las corridas del pueblo de Acutis.

Mientras tanto, un pelinegro se encontraba nuevamente observando cada uno de sus movimientos, especialmente el de la princesa y sus dos catalizadores. Inconscientes de semejante acecho, los tres protagonistas, se acercaron poco a poco a las tierras de las salamandras de fuego. Alrededor de pasados unos quince minutos, empezaron a arribar sobre el congelado e infértil suelo, llegando también ambos compañeros de la futura reina, a sentirse un poco descompuestos por el simple hecho de estar ahí.

—No me estoy sintiendo muy bien, princesa Léa —notificó Alik, quien se agarraba con una mano el pecho.

—¿Tú también?, pensé que era yo la única de los tres en sentirse así —la cara de Iris comenzaba a tornarse algo pálida.

—¿Qué ocurre chicos? —preguntó Léa frenándose de golpe para poder revisar a los dos; en verdad no los veía muy bien—. Se ven enfermos, pero así no estaban ustedes cuando salimos de Acutis. Esto es muy extraño —ella se giró un momento hacia el pueblo de Segmun, el hogar de las salamandras—. ¿Será que hay algo diferente en estas tierras que no hemos visto antes?

En lo que la rubia terminaba de decir aquello, escuchó un par de objetos caer pesadamente a sus pies, cosa que la hizo girarse bruscamente, y ahí fue cuando se dio cuenta de que tanto Iris como Alik se habían desmayado. Desesperada por el reciente descubrimiento, se inclinó sobre sus cuerpos e intentó reanimarlos.

—¡Iris, despierta, despierta! —ella la había tomado entre sus brazos y la agitaba levemente probando suerte, pero sus esfuerzos por hacerle recobrar el conocimiento fueron realmente inútiles—. ¡Por qué no despierta! ¡Alik! —se inclinó también sobre el morocho, intentando hacer las mismas maniobras, no obstante, fue recompensada con el silencio del otro—. ¡No entiendo qué está pasando!

—Quizás yo sí sepa algo.

Desde un lugar desconocido, nuestro zorro emergió apareciendo justo al frente de su alteza, quien abrió los ojos inmensamente ante su presencia. La oportuna llegada del muchacho, hizo pensar a la chica que él tenía algo que ver en todo esto, por lo que sin dudarlo, se puso de pie y lo encaró fervientemente.

—¡Qué se supone que significa todo esto Zaid! ¿Acaso tienes algo que ver con lo que les pasa a Alik y a Iris? —preguntó desesperada la futura reina, quien mantenía el ceño fruncido.

—¿Y qué hará si le digo que es así? —mencionó con total calma, pero sus propias palabras, le lastimaba profundamente el alma, y sin embargo, aunque quería actuar como siempre lo hizo al lado de sus compañeros, una fuerza mayor le impedía hacerlo.

Léa se encogió en su lugar, poniendo cierta expresión de sufrimiento, pues el zorro, no hacía más que lastimarla, cosa que al mismo no le agradaba, pero no era algo que pudiera controlar.

—Sabes que siempre has sido nuestro amigo Zaid, pero esto se está escapando de nuestro control —le advirtió la princesa.

—Señorita Léa —la llamó por su nombre aquel al que ahora denominaban como traidor—. Ustedes han sido víctimas de mi nuevo poder —en ese momento, fue cuando Zero sacó su báculo en un movimiento mágico de dedos, dejando a la vista esa mala copia del bastón de Léa Milenios—. Soy por consecuencia, la raíz principal de su desdicha.

—¡No digas eso Zaid! —le rogó ella con dolor, y observó de nueva cuenta el arma que él portaba, pues no podía ignorar el parecido con la suya propia. Al notar Zero esa mirada, optó por golpear el extremo contrario a la cabeza de su báculo recién convocado tres veces contra el suelo, y un aire oscuro rodeó a su dueño, e hizo desviar la angustia que Léa Milenios percibía al concentrarse en el muchacho de nuevo.

—Me temo que es la verdad, señorita Léa, y es mi deber informarle al respecto, que muy pronto estará acabada —le aseguró el zorro manteniendo firme su expresión de neutralidad. En ese momento, al comprender que Zaid no la atacaba, entendió que quizás su finalidad al aparecer delante suyo, era otra. Posiblemente, pensó, que su amigo, buscaba de alguna forma disculparse por el mal que les había hecho, cosa que conmovió el corazón de la princesa, pues entendía que también estaba sufriendo, e inmediatamente, unas encantadoras lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas.

La cara del pelinegro, cambió a una de total sorpresa por semejante reacción, y en cuestión de segundos, la princesa guerrera se había echado contra su pecho. Todo se había tornado muy confuso en ese momento para el joven hechizado, principalmente por ese abrazo repentino que hizo que sus mejillas ligeramente se ruborizaran.

—Pero que... —expresó entre cortando sus palabras debido a la intromisión de su alteza.

—Sé que tú también la estás pasando fatal, Zaid —comentó la princesa reafirmando su abrazo, y escondiendo casi su rostro en su pecho. Su amigo, víctima de los acontecimientos, sintió una pequeña luz internarse dentro de él debido a las palabras de ella, pero aun así, no podía controlar lo que soltaba de su boca.

—Es... demasiado tarde para decir eso —aseveró el morocho, quien extrañamente, en lugar de separarse de su persona, correspondió el abrazo, y de forma inaudita, una fuente de agua también se abrió por su parte, y esos cálidos fluidos se vertieron sobre la princesa.

Atrapados por los mismos sentimientos, se desahogaron apenas unos segundos entre ellos, pues no podían darse el lujo de permanecer así por más tiempo, ya que no sabían que les depararía el futuro. Atrapados por esa idea, Léa levantó la cabeza para mirar el rostro de su añorado, y en un tierno gesto, le entregó un pequeño beso en la mejilla para brindarle las fuerzas que él necesitaría más adelante.

—Sé que no es suficiente, pero desearía darte más que esa muestra de aprecio —ella lo miró a esos bellos ojos azules que casi se entremezclaban con los suyos propios, y con dolor, pero también con fervor gritó aun llorando—. ¡Voy a salvarte Zaid, te traeré de nuevo con nosotros, así que espérame, espérame todo lo que sea necesario!

—Señorita Léa —mencionó su nombre sosteniendo un nudo en su garganta, aunque también, con las mejillas un poco más encendidas. Antes de poder agregar algo, un portal se abrió detrás de él.

Las sombras no permitirían que el lazo entre ellos se reafirmara, y mucho menos que les entregara esperanzas para llevar a cabo su cometido, es por ello, que una mano salió de ese hueco oscuro, y atrapó de las solapas al que era antes rubio.

—¡Zaid! —Léa lo abrazó más fuerte apenas notó que su amigo le era arrebatado de los brazos nuevamente, pues no quería perderlo otra vez. Sin embargo, inesperadamente al que consideraba aún su compañero, la separó de él y la empujó lejos suyo, provocando que así ella cayera rudamente al suelo—. ¡No! ¡Zaid, no te vayas, no lo hagas! —entre gritos, atinó a sentarse, y estiró su mano hacia él mientras más de esa cálida agua caía por su rostro.

—No volveremos a encontrar, señorita Léa —mencionó con tranquilidad, pero también, con un dejo de tristeza en su voz, hasta que el cuerpo del zorro terminó por desaparecer dentro de ese portal, el cual igualmente se cerró apenas se llevó a cabo esa acción.

Inútilmente, antes de que ese agujero negro se perdiera junto a su amigo, Léa se levantó con torpeza e intentó entrar al mismo, cosa no logró por obviedad, y cayó víctima de su tontería sobre la ligera capa blanca acumulada. La nieve que embrujaba aquel nuevo pueblo, empezó a caer con tristeza sobre ella como en los inconscientes catalizadores, dando también cabida a una deprimente melodía de una caja musical.

—Hakim... Vitali —sus manos apretaron la nieve en la que estaba arrodillada, y poco a poco, dejó de llorar, para luego levantarse con cierta pesadez en su alma—. Tú... me arrebataste a uno de mis más preciados camaradas, pero también... —ella se llevó una mano al pecho en lo que el viento agitaba su trenzado cabello—. No —cerró sus ojos pensándolo mejor—. Aún no estoy tan segura de lo que siento por él, y se supone, que este viaje no es para eso —mencionó para sí suspirando con confusión—. Sin embargo... ansío tanto verlo feliz.

Su alteza, presa de unos sentimientos extraños, volteó hacia sus allegados, y recordó la tarea que debía llevar a cabo, es por eso que llamó al báculo de Sir Syrkei, y entonces puso en acción su misión, la cual era salvar a esas tierras, y recuperar la Nota Vanguardista.

—¡Soy la princesa Léa Milenios! ¡La futura reina del reino de Shion! —aseguró sosteniendo su báculo—. ¡Y juro que detendré a todos mis enemigos para traerles paz, tanto a mis amigos como a mi mundo! —el bastón brilló con fuerza y entonces empezó la purificación del territorio. No obstante, al acabar su cantico, el hechizo no hizo el más mínimo efecto en la zona, cosa que dejó perpleja a Léa—. No puede ser... —expresó ella sin entenderlo, y luego comprendió que seguramente tenía que ver con ese báculo que portaba ahora Zaid—. Eso era lo que realmente buscaba decirme —entendió al fin la princesa, por lo que se apresuró a guardar su arma, y cargó a sus dos catalizadores uno en cada hombro—. ¡Debemos volver a la aldea de Acutis cuanto antes!

En lo que Léa emprendía su regreso con aquellos dos bellos durmientes, Diamant la había tenido difícil desde un comienzo. Ella se había presentado con una magnifica introducción de guitarra, e hizo su aparición acostumbrada.

—¡Muy buenas tardes queridos amigos nya! —anunció ella lanzando por los aires el cuerno que usaba como disfraz—. ¡Soy Diamant Stelar, y vengo a resolver sus problemas nya! —mencionó haciendo una pose extravagante.

La cara de las valkirias, como del resto de especies, se habían convertido en un poema, pues la reconocieron enseguida después de que se sacara el cuerno, y aunque eso era malo, al menos había atraído la atención de ellos, ¿no?

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