Tercera nota - 11/04/2005
Lunes 11 de abril de 2005
Querida Adela:
El fin de semana no fue lo que yo esperaba.
Salí de nuevo con mis amigas y encontré a Pablo en el mismo lugar, como habíamos acordado. Me pidió mi número de teléfono, pero no se lo di, le dije que todavía no. No quiero que mis intereses amorosos me llamen a casa. Mi papá se pone celoso, no le gusta que me llamen chicos. Esto de ser hija única y haber perdido a mi mamá hace cinco años no me ayuda para nada. Hasta me ha hecho prometer que voy a esperar hasta el matrimonio para tener sexo, y que no voy a tener novio hasta que esté por terminar mis estudios. ¿Lo podés creer?
Me encantaría tener un celular. En una de esas logre convencer a papá para comprarlo el mes que viene; a él también le vendría bien conseguirse uno. Todo el mundo ha empezado a manejarse con mensajes de texto ahora. La facultad no me deja tiempo para ir al cyber. No tenemos internet en casa, papá insiste en que es un gasto innecesario y cree que voy a usar la banda ancha para holgazanear en vez de ponerme a estudiar.
En fin. Estaba chapando con Pablo en los reservados cuando empezó a acariciarme, a intentar ir un poco más allá. No puedo decir que se haya sentido mal, pero la verdad es que no podía sacarte de mi cabeza a vos mientras estaba con él. Imaginaba que era la última en salir de aula, pero que, antes de hacerlo, me llamabas por mi nombre. Te encontrabas sentada sobre el escritorio, en pose sexi, invitándome a portarnos mal en ese mismo lugar, en ese preciso momento...
Pero yo no estaba ahí, estaba con Pablo, y volví a la realidad cuando me susurró al oído preguntándome si quería ir a un «lugar más tranquilo». Le dije que por ahora no. No se molestó, respondió que me esperaría. Supongo que ahora cree que me estoy haciendo respetar, que quizá quiero algo serio con él. Y sí, con mis amigas hacemos eso: cuando un chico nos interesa para que sea nuestro novio, nos hacemos rogar durante un tiempo aunque le tengamos ganas. Depende de cada una definir cuánto tiempo sea suficiente, pero suele ser de varios meses a un año cuando una aún es virgen, y un poco menos cuando ya no. Ya ninguna de las tres es virgen, así que el mínimo de espera es de alrededor de un mes.
Sin embargo, la verdad es que Pablo me da lo mismo. Aún no puedo afirmar que vaya a quererlo como novio, pero tampoco que no; es demasiado pronto como para sacar conclusiones. Quiero darle una chance.
Cómo me hubiera gustado que fueran tus manos suaves las que me acariciaban el sábado.
Ah...
Qué problema. Porque eso nunca va a pasar.
Te desea,
Liz
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