Decimoctava nota - 15/06/2005

Miércoles 15 de junio de 2005


Ayer nos volvimos a encontrar. Creo que los martes van a ser nuestro día fijo. Me confesaste que la estabas pasando muy bien conmigo y que era lo mejor que te había pasado en mucho tiempo. Que una mujer más joven se hubiera fijado en vos te había elevado la autoestima —aunque no entiendo qué motivos tendrías para tenerla baja, porque sos preciosa—, y que hacía años que tu relación anterior se había vuelto gris y monótona. Me contaste que ya casi no tenían sexo y que había muchas cosas que Lucía no se animaba a hacer, porque no le gustaban. Ella era completamente pasiva y no disfrutaba de darte placer, sino solo recibirlo. El hecho de que yo fuera versátil te había sorprendido gratamente, porque vos también te considerabas así y desde hacía tiempo que sentías que te faltaba algo en el sexo.

También me contaste que el deseo de ser madre había sido tuyo y que tu ex aceptó, aunque ella no estaba del todo involucrada en el proyecto. Si alguien iba a pasar por el embarazo, esa serías vos. Ella jamás. Por eso, como ningún tratamiento funcionaba, te frustraste muchísimo.

—Es probable que tarde o temprano adopte —dijiste, aunque dudás tener suerte con eso porque estás sola.

No te dije nada. Es muy temprano para hablar estas cosas. Pero si nuestra relación sigue creciendo y algún día llegáramos a vivir juntas como pareja estable, no tendría problemas en probar embarazarme yo y criar un hijo nuestro, juntas. Solo vas a tener que ser paciente y esperar, porque apenas estoy empezando la universidad. No es algo que vaya a pasar hasta dentro de, no sé, cinco o seis años al menos. Maldita diferencia de edad... Siento que puede ser un problema. Yo recién estoy empezando a experimentar, mientras que vos estás buscando tener tu propia familia. Y lo entiendo, yo estaría igual a tu edad. Al menos creo que para ese entonces me gustaría ya tener mi familia establecida.

Tuvimos sexo delicioso otra vez, pero lo que más me encanta es que cada vez estemos conversando cosas más personales. Siento que conecto mucho con vos, que puedo contarte lo que sea y que me entendés. Y me encanta que te estés abriendo también conmigo. Aunque sea de a poco.

Por cierto, me está dando miedo que alguien en la facultad encuentre y lea esta libreta, así como lo hiciste vos hace un tiempo. He decidido que ya no la voy a llevar más conmigo. La voy a dejar escondida en mi pieza, en el fondo de un cajón con ropa de mi cómoda. Creo que es la ubicación más segura que le puedo dar. Y escribiré siempre que papá no esté, o cuando se encuentre durmiendo.

No podemos arriesgarnos. Esto debe seguir permaneciendo un secreto, al menos hasta que yo deje de ser tu alumna y hasta que no necesite que mi papá me mantenga, cuando sus opiniones ya no me importen ni puedan afectarme. Ahí podré salir del clóset airosa.

No sé cuánto tiempo pueda soportarlo, pero lo intentaré. Vos valés la pena. 

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