6._Detalles


La semana paso como volando. Había tanto que ver y que hacer en aquel paraje que cada día fue una experiencia diferente. Sin embargo, pese a lo mucho que se estaba divirtiendo y lo generoso que se mostró Dai, en todos los aspectos, algo no dejaba en paz a la muchacha. Un oscuro presentimiento se instaló en su corazón y no se fue.

El retorno fue el siguiente viernes por la noche. Mary creyó por llegar a tiempo para tomar el transporte público e ir a su casa, pero debido al clima el avión sufrió un retraso. Llegaron al aeropuerto cerca de las doce de la noche. Dai le ofreció quedarse con él, en su departamento, pero Mary no tenía muchas ganas. Deseaba ir a su hogar, tenderse en su cama, sin embargo, en vista de unos pequeños malestares que ella presentó acabó por acceder.

-¿Quieres algo de comer?- le preguntó Dai una vez la muchacha se sentó en la sofá de manera fatigada y él iba hacia la cocina.

-Prefiero un baño y dormir- respondió Mary llevándose la mano al costado de la cabeza.

-¿Estás segura? Puedo llamar a un restaurante- le propuso, pero ella se negó y fue hacia el baño dejándolo un poco molesto- Te prepararé un té- le dijo mientras ella cerraba la puerta y él buscaba unas galletas en la alacena.

Después de darse un baño, Mary se fue directo a la cama. Hasta allí llegó Dai con la taza de té y unas galletas. Insistió para que comiera un poco, pues ella dijo no tener apetito. Logró que mordiera una galleta y tomara media taza de té antes de se acomodara para dormir.

-Descansa- le dijo él poniendo su mano sobre el cabello de la mujer de manera amorosa. Mary cerró los ojos y no los abrió hasta unas horas después.

Según el reloj en la mesa de noche, eran las dos de la mañana. Mary tenía sed y pensó en ir a la cocina por un poco de agua, pero al darse la vuelta vio que Dai no estaba a su lado en la cama. La puerta del baño estaba abierta y la luz encendida. Lo llamó preocupada, pues él nunca usaría el baño sin cerrarlo.

-Estoy bien-le respondió dejándose ver con unos guantes de goma y las mangas de la camisa del pijama subida hasta los codos- Tuve un accidente en la cocina vine a limpiarme, pero acabe ensuciando todo.

-¿Quieres que te ayude?

-A la cocina le vendría bien un poco de colaboración- le respondió Dai- Ten cuidado. Hay cristales por todo el lugar.

- Está bien- murmuró Mary y rascándose la cabeza se fue hasta la cocina para limpiar el desastre que dejó un frasco de salsa boloñesa roto.

Cerca de las tres ambos volvieron a la cama. Para entonces Mary tenía un pequeño dolor de cabeza del que no se quejo, pero Dai lo notó y la invitó a descansar en su pecho. A ella le gustaba dormir ahí. Por la mañana Mary se despidió temprano y salió rumbo a la estación del metro. Ella no solía ver mucho su teléfono celular así que no lo miro hasta que tuvo la necesidad de oír música. Eran las diez de la mañana cuando lo hizo. Aquello le llamó un poco la atención, pues recordaba que los relojes en casa de Dai marcaban un cuarto para las nueve cuando ella salió. Supuso que fue un error y paso de ello con cierta extrañeza.

El domingo no se vieron. Algo que le encantaba a Mary de Dai era que él no la llamaba todos los días. Ni en el café se aproximaba a ella fuera de los viernes. Sin embargo, ese lunes su encuentro con él tuvo una connotación diferente debido a que cerca de las once de la mañana una pareja de policía llegó al lugar preguntando por ella. La encargada del café llamó a la muchacha y la envío a su oficina para que se entrevistará con los oficiales que se presentaron de forma escueta y sin darle demasiadas explicaciones le pidieron los acompañará al cuartel. Tenían que hacerle unas preguntas.

Mary se quedó en una sala de interrogatorio cerca de dos horas. No la trataron mal. Hasta le dieron una soda mientras le hacían preguntas respecto a su relación con el señor Dai. Mary estuvo contestando de modo bastante lacónico. Finalmente se negó a seguir dando detalles del asunto si no le contaban que estaba pasando. Fue entonces que uno de los oficiales le contó Dai era sospechoso de al menos cuatro asesinatos.

-¿Cuatro asesinatos?- repitió Mary con exacticismo.

El oficial de policía puso sobre la mesa cuatro fotografías que sacó de una carpeta de cuero que dejó sobre su regazo. Habían dos hombres y dos mujeres retratados.

-¿Los conoce?- le preguntó el hombre.

Mary miró las fotografías y puso su dedo índice derecho sobre una de ellas después de verlas con atención.

-Él es el vecino de Dai que fue asesinado hace tiempo- exclamó con naturalidad- Ignoro quienes son los demás.

-Estos dos- dijo eso apuntando al muerto que ella señaló y una mujer- Eran miembros de la mesa directiva de la empresa en que su...amante es gerente. Y estos de aquí pertenecían a la mesa directiva de una empresa de la competencia.

-Y creen que Dai lo hizo- exclamó Mary no dejando muy claro si aquello era o no una pregunta.

-Diganoslo usted. Es la persona más cercana a ese hombre en la actualidad. Aunque él parece empeñado en esconder su relación. Hace poco hicieron un viaje al extranjero ¿no es así? Cuéntenos señorita Mary ¿Hace cuánto conoce al señor Dai y como un ejecutivo de esa categoría se involucro con alguien de la suya?

Mentir no era una buena idea. Mary les contó toda la historia con la cantidad justa de detalles. No estaba segura de si estaba haciendo o no lo correcto al hablar de todo eso. No sabía si Dai era o no un asesino por lo que concentrarse en lo concreto. Intentó verse calmada y lo consiguió, pero sus ojos delataban su conmoción y controversia. Los oficiales la miraron con rareza y no podía culparlos por eso. Era muy poco creíble que un sujeto como Dai se interesará en ella. El policía que estuvo haciéndole las preguntas descansó los antebrazos sobre la mesa y comenzó a jugar con un bolígrafo entre sus manos.

-Entonces usted estuvo con él la noche que asesinaron a la primera víctima- exclamó el oficial.

-Entonces yo solo le daba clases de guitarra- le recordó Mary- Tuve una fuerte migraña y él me llevo a su departamento para descansar. Su hijo me reviso.

-Sí, el señor Korn. También hablamos con él. Nos dijo que estuvo en casa de su padre entre las nueve y las díez de noche.

-Sí, así fue. Me dio un medicamento y se marchó. Era tarde. No me sentía bien y Dai insistió en que me quedara allí a descansar.

-Un gesto bastante amable, pero entendiendo que él venía manifestando una atracción por usted desde hacía un mes y a usted el señor Dai no le era indiferente... que se allá quedado en su departamento no es extraño, pero dígame ¿No notó nada extraño en él esa noche?

-No- respondió Mary recordando esa jornada.

-Muy bien ¿Qué me dice de la noche del...?

Mary siempre estuvo ahí, con él. A ella misma comenzó a causarle cierta suspicacia el hecho de que cada noche que ocurrió un asesinato, entre las horas que estos sucedieron, ella estuvo con Dai. Cada pregunta que le hacía el oficial, ella le respondía con honestidad y con los detalles pertinentes para dejar en claro que estuvieron juntos. Pese a todo la idea de que su amante fuera un asesino no era algo que pudiera concebir. Sin embargo, aun de haber  querido inculparlo de alguna manera era imposible si no recurría a una mentira. Los hechos, los horarios, todo encajaba demasiado bien. Era como estar armando un rompecabezas en blanco, pero del cual conocía la ubicación de cada pieza. No era normal, no era natural y podía entender porque el policía, poco a poco, fue volviéndose más rudo en su trato hacia ella y a hacer preguntas más incisivas, más agudas, en busca de una fisura a su testimonio sin llegar a lograrlo. Al final el oficial quedó un tanto resentido e insatisfecho y ella quedó convertida en un mar de dudas. La dejaron ir, pero le pidieron que no abandonara la ciudad, pues podía ser convocada nuevamente a otro interrogatorio.

Por la tarde Mary volvió al café y y retomó su trabajo, pero estaba distraída. Las melodías de su guitarra sonaban dispersas. No fue hasta esa mañana que le dio real relevancia a todos los extraños acontecimientos que habían sucedido y que ella ignoró en pos de algo que no tenía ninguna explicación más que sus sentimientos por Dai. A media tarde pidió permiso a su jefe para retirarse y partió de inmediato a un centro médico pidiendo un exámen de sangre para detectar algún tipo de toxina o droga. Los resultados los obtendría en dos días. Le tocó pagar extra por ello. Se gastó un dineral, pero no le importó. Mientras contaba su historia al policía, ella había estado analizando todo también y esos dolores de cabeza, esa sed, esa sequedad en su boca fue algo que no tuvo que haber ignorado. Eran indicios de que podría haber estado siendo víctima de algún tipo de estupefaciente o algún narcótico que lo hiciera dormir o peor aun que la dejara a voluntad Dai.

No solo la idea de haber estado en la cama con un asesino serial le causaba escalofríos, sino también la posibilidad de haber sido abusada por él y ni siquiera haberse dado cuenta. De todas formas y en una actitud temeraria volvió al café cerca de las seis, cuando Dai llegaba. Lo vio entrar al edificio desde la esquina y detuvo su andar un tanto vacilante. Un escalofrío bajo por su espalda, un temor ignoto la dominó por un momento y luego la abrazó de una furia tremenda que en ese momento era un tanto ridícula. Pero al llegar a la puerta y verlo sentado en la butaca mirando con extrañeza al vacío escenario, toda su fuerza se desvaneció. Estaba demasiado confundida y asustada. Pensó en retroceder, retirarse y no volver a allí nunca, sin embargo, él la había visto y se levantó para ir a buscarla. En este momento Mary simplemente se paralizó de los pies a la cabeza. Cuando él dejó el café y se paró enfrente de ella, su cuerpo comenzó a temblar y se tambaleó teniendo que sostenerse en el automóvil estacionado en la calle, casi pegado a la cera. La alarma se accionó lo que hizo que el dueño saliera a ver qué estaba pasando. No estaba de muy buen humor por haber sido sacado de manera tan abrupta de su merienda. No fue amable pese a la condición de la mujer. Dai intervino y relajó al sujeto consiguiendo que este se marcharse después de apagar la alarma y los dejara en paz. Mas Mary todavía no recuperaba su aplomo ni ánimo por lo que él en un gesto amable y amoroso, como solía hacer, le ofreció llevarla a su departamento.

-No- respondió Mary de forma tajante- No gracias. Hoy fue un día pesado y preferiría ir a descansar.

-¿Quieres que te lleve?- le preguntó Dai.

-No.

-Mary estás pálida y temblando. Sube a mi automóvil- le señaló Dai con un tono duro mientras sacaba las llaves de su bolsillo.

-No es necesario...

-Mary sube a mi automóvil y no me hagas volver a repetirlo- exclamó Dai y en esa oportunidad frunció el ceño y endureció su voz sin llegar a levantarla.

Ls mujer se quedó perpleja. Él nunca le había hablado así.

-Supongo que fuiste visitada por la policía- le dijo en un tono más gentil y acercandose a ella para ofrecerle su brazo- Mi hijo Korn y yo también tuvimos que acudir a la jefatura. Estuve a punto de quedar detenido en el calabozo. Pero mi abogado demostró mi detención fue hecha de manera arbitraria y me puso libertad en un par de horas.

Mary guardó silencio. No se sujetó del brazo de él por lo que Dai terminó bajándolo con una expresión un poco cansada y algo resignada.

-Entiendo que estés alterada, pero me duele saber que consideres ciertas esas acusaciones en mi contra- Mary continúo en silencio- ¿Qué te parece si hablamos en un lugar público? ¿Te apetece cenar conmigo? Conozco un muy buen restaurante no lejos.

Mary fue con él. Podía parecer una estupidez, pero fue con él. Le quería. No lo amaba, pero le quería y mucho. Y más que todo deseaba que sus ideas estuvieran equivocadas. Dai no podía ser un asesino, no podía haberla usado para algo así.

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