2._Reloj


El bar tenía unos espejos color bronce y los muros alfombrados. Los muebles eran de cristal y metal. Era un sitio demasiado opulento para el gusto de Mary que escogió una mesa discreta para conversar con ese sujeto de sonrisa perenne. Él pidió un vino, Mary agua mineral saborizada en esas botellas de vidrio que te destapan en la mesa. Dai no pudo evitar dar su sonrisa un toque ladino cuando su pedido llegó y ella siguió los movimientos del mesero hasta que se marchó.

-Es usted una persona desconfiada- comentó él poniendo sus claras pupilas en las de ella- Comprendo su actitud. Seguramente cree soy un hombre rico hastiado en busca de una amante joven, pasional y manejable. Alguien a quien mi posición pueda obnubilar.

-Se le olvidó mencionar creo es casado- agregó Mary haciéndolo reír.

Dai miró a la mesa de en frente, donde había un hombre leyendo el periódico el cual le pidió prestado un momento. Buscó una página en particular antes de enseñárselo a Mary quien  lo tomó con un poco de curiosidad. Ahí encontró un reporteje respecto a las ventas de teléfonos y demás aparatos tecnológicos de bajo costo, que incluía una entrevista. El entrevistado era Dai y entre todas las preguntas respecto a la empresa de la que era gerente, también habían unas de índole personal.

-Esta divorciado hace más de quince años- exclamó Mary en voz alta y viéndolo a los ojos.

-Así es- afirmó Dai antes de regresar el periódico a su dueño- Usted parece también gozar de su libertad.

Mary guardo silencio.

-Eso o tiene un novio muy poco galante- continúo Dai- En todo este tiempo jamás ha pasado a recogerla...

Mary pegó la espalda al respaldo de aquella banca forrada en cuero negro.

-Eso fue un poco espeluznante- le dijo Mary viéndolo a los ojos, como si hubiera intentado adivinar las próximas palabras de ese individuo.

-No quise sonar así. Usted sabe muy bien que la he estado observando un tiempo.

-Sí y hasta compró una guitarra para mirar más de cerca.

-Lo de la guitarra no es solo un pretexto- confesó Dai poniendo su mano en el estuche del instrumento- Mi trabajo es realmente estresante y pese a mi aspecto no soy tan joven. Mi doctor me recomendó buscar un pasatiempo como este. Cuando la ví a usted supe por cual instrumento decidirme...

-Seis horas la semana- repitió Mary como para cortar con ese ambiente sutilmente sensual que se formó entre los dos.

-Tengo tiempo los días viernes después de las ocho y las mañanas del sábado.

-Muy bien- exclamó Mary- Imagino tiene un lugar cómodo donde ensayar.

-La sala de mi departamento es muy cómoda- señaló Dai.

-Supongo que su edificio cuenta con salas de uso común- le dijo Mary de una manera un poco fría.

Dai soltó unas claras carcajadas, pero estuvo de acuerdo en reunirse en ese lugar el siguiente viernes por tres horas. Las otras tendría que tomarlas el domingo, pues Mary dijo no estar disponible el sábado temprano. Dai se sintió satisfecho y acompañó a la muchacha a tomar un taxi a casa, pues ella no aceptó él la llevará. Aunque no pudo evitar que le besara la mano cuando, gentilmente, la ayudo a montarse en el vehículo.

La oferta no era mala, pero Mary no acepto por dinero. El tipo le gustaba. Obvio era lindo, tenía los modales de un caballero y todo eso, pero también parecía tener un lado travieso y oscuro. Y esa parte era la que realmente le generaba interés. Aunque no podía negarse que saberse atractiva para un sujeto así acariciaba su ego. Al fin ella tenía su cuota de vanidad también.

Dai continúo yendo al café. Parecía haberlo convertido en parte de su rutina, pero la flor amarilla dejo de llegar al cuenco de la mujer. En su lugar le dejaba una blanca. La noche del viernes Mary si subió al automóvil de Dai, pues tenían que ir al edificio donde vivía. No estaba lejos. Y tal y como Mary lo pidió, usaron la sala común para las clases de guitarra. Aunque durante el viaje hablaron un poco y lo hicieron de cosas ajenas a la música, al llegar allí todo se volcó a ese tema. La muchacha dejó su guitarra en un rincón contra la pared, se quitó el abrigo y se hizo en el cabello una cola. Tenía puesto un pantalón con unos parches de la bandera británica y una camiseta oscura un poco vieja. Su expresión era serena, pero parecía particularmente cansada, aun así se mostró afable y después de afinar la guitarra de Dai le enseñó a sujetarla, pidiéndole se sentara en uno de los taburetes que había en aquella habitación en la cual el solitario y pequeño sofá parecía un bote a la deriva.

-Puede parecer que la posición es irrelevante para tocar un instrumento, pero eso es un error- le dijo Mary cuando se paró detrás de él para corregirle la postura- Si no me cree puede preguntarle a un violinista...

-¿A un violinista?- repitió Dai un poco intrigado y viendo a la muchacha de reojo mientras ella le ponía los dedos sobre las cuerdas rodeando las manos de él con las suyas.

-La postura de un violinista es antinatural. El cuerpo la reciente enormemente si no ha tenido práctica desde joven- le contestó Mary- Pero con la guitarra es un poco más sencillo, aunque puede provocarse una tendinitis sino la sostiene correctamente. Le recomiendo dejarse crecer un poco las uñas. Haremos unos ejercicios de digitación y le enseñaré los nombres de las cuerdas. Esto para empezar...

-Me parece bien, maestra- le respondió Dai mientras la veía volver al frente.

-No sea odioso- le pidió Mary y él se encogió de hombros.

Fueron casi dos horas que giraron en torno a la guitarra que descansaba en el regazo de Dai que aprendía bastante rápido. Pasando de las nueve, Mary lucía todavía más extenuada por lo que terminó sentandose en el sofá, medio cubriéndose los ojos con la mano para seguir dando instrucciones a su alumno que dejó la guitarra a un lado para ponerse de pie.

-¿Se siente bien?- le preguntó al acercarse.

-Me duele un poco la cabeza- contestó Mary como si fuera algo irrelevante.

-Yo diría que está teniendo una migraña- dijo Dai obteniendo una mirada de la mujer- La luz le molesta, el sonido también y parece tener náuseas. Por si lo está preguntando...no, no soy doctor. Fui químico farmacéutico en mi juventud.

-¿Alguna recomendación?

-Un antiinflamatorio y dormir- respondió Dai- Será mejor que vaya a casa ¿Quiere que llame a un taxi?

-Sí, por favor...- respondió Mary poniéndose de pie con una expresión de malestar- Lo lamento. Tendremos que...

-No sé preocupe- le interrumpió Dai con cierta impaciencia, mientras veía la pantalla de su celular, mas con el rabillo del ojo logró notar que la muchacha se tambaleaba logrando sostenerla a tiempo para evitar cayera de espaldas- Será mejor que se siente. Tal vez debería ir con un médico...

-No es necesario. Durmiendo se me pasara- contestó Mary apartandose un poco de él para ir por sus cosas. No logró dar ni un paso.

Dai apenas consiguió evitar que la mujer se golpeara la cabeza al caer. Hincado, con la muchacha entre sus brazos, se quedó un momento. Su teléfono mostraba un fondo de pantalla con un cielo azul despejado en que los números del reloj eran perfectamente visibles. Eran las nueve y treinta de la noche.

-Es temprano- murmuró y levantó a Mary como si se tratara de un maniquí.

Cuando la mujer abrió los ojos, lo primero que vio fue a Dai, pero más alto. Tardo un poco en descubrir que el tipo reclinado a su costado que le apuntaba a los ojos con una linterna pequeña, era otro individuo.

-¿Cómo se encuentra?- le preguntó la voz de Dai.

Al girar la cabeza Mary lo descubrió sentado en un pequeño sofá que había junto a la ventana. Estaba vestido diferente. Antes llevaba su traje azul, en ese momento tenía puesto un pantalón oscuro y un suéter de cuello de tortuga color verde oliva. Dai le sonrió, ella le respondió igual y enseguida miró en su brazo una sonda conectada a una bolsa de suero que colgaba del respaldo de la cama.

-Mejor- respondió el tipo quitandose el estetoscopio del cuello- Le suministre una dosis de sumatriptán. Eso debería terminar con su migraña.

-¿Y el suero por qué?- preguntó Mary con voz soñolienta.

-Estas deshidratada- respondió él.

-Señorita Mary, mi hijo Korn. Él es médico. Korn...ella es mi maestra de guitarra- los presentó Dai al llegar al borde de la cama.

-Hola- exclamó Mary.

-Encantado- respondió Korn, pero de forma seca y estirada. Se retiró después de recomendarle no beber café, ni comer algunos alimentos- El sumatriptán provoca soñoliensa. Será mejor que llame a alguien de confianza para que venga por usted- agregó antes de cruzar la puerta.

-No te preocupes, yo me haré cargo de eso- le dijo Dai quien lo acompañó hasta la salida, mas volvió rápido a la habitación, con la mujer, llevándole sus cosas- Me temo su teléfono se ha descargado- le indico mirando el aparato.

-Y no traigo el cargador- se lamento Mary.

-El mío es de un modelo diferente. Pero si quiere puedo salir a conseguir alguno.

-No hace falta. Solo, por favor, llame un taxi- le pidió Mary sentandose en la cama con cuidado.

-¿Por qué no se queda aquí está noche? No podré estar tranquilo sabiendo la dejé ir en estás condiciones- le dijo Dai al dejar el teléfono celular de la mujer sobre una comoda- Yo dormiré el la sala, así usted podrá descansar aqui...a su gusto. Todavía es temprano, pero necesita dormir.

Mary miró el reloj de pared en el muro frente a la cama. Era una pieza muy bonita y contemporánea que señalaba las diez treinta de la noche. Todavía podía llegar a su hogar fácilmente. No tenía muchas ganas de aceptar la oferta, pero Dai acabó convenciendola de quedarse.

-Me temo no cuento con ropa femenina para su descanso- le dijo Dai, abriendo el closet- Pero mi hijo Whiss, que vino de visita unos meses atrás, dejó aquí un par de camisas que le pueden servir...

Mary se estaba quedando dormida y la voz de Dai no la ayudaba mucho a mantenerse despierta. Para cuando Dai volteó, la muchacha había caído en los brazos de Morfeo y de ahí no saldría hasta la mañana. Con una sonrisa afable, Dai fue hasta ella para quitarle los zapatos y soltarle el cabello para que descansará con mayor comodidad. Mary ni se enteró de como él la tocó, ni de los largos minutos que permaneció sentado en el borde de la cama, a su costado, viéndola como si en su semblante hubiera habido un misterio que desentrañar. Al fin cuando Dai dejó la habitación, cerró las cortinas sumiendo la habitación en la penumbra.

En la madrugada, Mary despertó por un instante y vio luz saliendo de la puerta del baño. Estaba demasiado aturdida así que no le dio importancia volviendo a dormirse. En el interior de ese pequeño cuarto forrado en azulejos de color negro con detalles plateados, Dai tomaba una ducha caliente. Hilos escarlata caían por sus piernas e iban a dar al sifón. Su cuello mostraba marcas de furiosos rasguños y en el abdomen tenía un corte de unos cinco centímetros. Era una herida superficial, aunque todavía sangraba un poco. El dolor que el agua caliente le causaba, así como el escozor del jabón, no parecían afectarlo mucho. Se tomó todo el tiempo del mundo para frotar su cuerpo con la esponja y una vez terminó su baño, limpio todo el lugar cuidadosamente. 

El reloj de pared marcaba la una de la mañana cuando Dai salió en una bata blanca hacia la cama de Mary. La bolsa de suero estaba vacía y sangre de la mujer subía por la sonda. Él se la quitó con mucho cuidado. Hasta le puso una bendita en la zona donde estuvo la aguja.

-Descansa- le susurro antes de besar la mejilla de la mujer que ante el frío contacto se dio la vuelta hacia la ventana profundamente dormida.

 

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