XXXIV
Minseok bostezó largo y de forma ruidosa en lo que caminaba adentrándose a Yeonghon.
No pensó que volvería a ese lugar, pero al parecer Sehun y Luhan habían decidido mudar su nido de amor a la ciudad. Mantendrían la mansión como una casa vacacional. Sehun lo había llamado para advertirle que aún quedaban algunas cosas suyas allí, así que se había pasado con los dientes apretados. Lo que menos necesitaba en esos momentos era ver al hombre del que había estado enamorado toda la vida siendo feliz con otro después de rechazarlo. Aunque no tenía nada contra su primo, nunca lo había hecho. Hasta llegaba a creer que, inconscientemente, lo había animado a que esté con Sehun.
Esto era así porque, al igual que muchos, había notado la repercusión positiva que el niño había tenido en él y, más allá de cualquier sentimiento inoportuno, deseaba la felicidad de ambos. Pensó que tenía suficiente, pero cada vez se asombraba más y más del poder de Luhan... Nadie nunca había logrado con Sehun en una vida lo que él consiguió en unos cuantos meses. ¡Se estaban moviendo a la ciudad incluso! Aun cuando su mejor amigo le había confesado hacía años que moriría en esa mansión solitaria.
Por ese tipo de razones y más, podía seguir con la vida medianamente. Si se trataba de Luhan, podía confiar. Si se trataba de Luhan, alejarse no se sentía incorrecto, porque la sensación de que aquellos dos pertenecían el uno al otro era evidente. Así que estaba bien.
-Está bien...- Murmuró viendo hacia la montaña del horizonte. ¿Siempre había estado ahí? Sintió que nunca le había prestado la suficiente atención.
De todas formas, el motivo por el cual estaba en el pueblo era uno completamente diferente al rumbo de sus pensamientos, cosa que le hizo acelerar el paso a regañadientes.
Aquel mismo día, conocería a su nuevo editor.
Luego de que Kyungsoo lo hubiera abandonado cruelmente, había recibido el mensaje del editor en jefe con la noticia que ya conocía, pero que por formalidades volvían a recordarle. Entonces le había dado el aviso también de que, lógicamente, su editor a partir de esos momentos sería otro. Al día siguiente había recibido un nuevo mensaje, esta vez del susodicho a su cargo: quería concertar una reunión para hablar del trabajo y conocerse mejor. Como el lunes había decidido pasarse por la mansión de Sehun para recoger sus cosas y el pueblo le quedaba de pasada, le había propuesto encontrarse en Yeonghon.
Y allí estaba, corriendo hacia una pequeña, pero pintoresca cafetería.
Cuando abrió la puerta la campanilla sonó e intentó ubicar al nuevo y despampanante editor. Vio a un muchacho de cabello castaño sentado más al fondo, al lado de la ventana. Había algunos papeles desperdigados por la mesa que ocupaba y estaba escribiendo sobre estos con concentración. Tenía una camisa blanca y usaba pantalones pinzados. Parecía profesional, así que se le acercó, pero aunque se paró al lado de la mesa intentando hacerse notar, no le prestó ni la más mínima atención.
Carraspeó con algo de fuerza y este, por increíble que pareciera, siguió escribiendo un poco más. Minseok estaba comenzando a preguntarse si tenía problemas auditivos cuando lo vio dejar el bolígrafo a un lado y ponerse de pie. La sonrisa que le dio fue tan grande y brillante y juvenil que se vio a sí mismo como un viejo desagradable y huraño... Lo que no era muy lejano a la realidad.
-Yo soy...
-Llegas tarde.- Le dijo repentinamente.
Minseok parpadeó, ese era un saludo poco convencional, pero suponía que valía en su caso puesto que sí, había llegado tarde. Le desconcertó que el chico no disminuyera su sonrisa a pesar de estar recriminándole una falta. ¿Estaba molesto o...?
-Ah, sí.- Le sonrió de medio lado. -Lo siento, señor editor, la vida de un novelista es errática y dramática.
-Ya lo creo.- Su voz desprendía una musicalidad contagiosa. -Por favor, tome asiento.- Indicó.
Le hizo caso. El chico sólo se lo quedó viendo fijamente y en silencio. Esperó a que dijera algo, alguna pregunta curiosa en su interior, después de todo eso era lo que parecía, pero mantuvo sus labios sellados.
Comenzaba a sentirse incómodo.
-Esto...
-¿Puedo saber por qué elegiste este lugar para el encuentro?
Compuso un gesto. La verdad ni siquiera sabía, sólo había tenido ese impulso en el interior y lo había seguido antes de que pudiera darse cuenta. Decidió darle la respuesta lógica en su lugar.
-Vivía por aquí cerca y estaba de paso, así que...
-Ya veo.
-¿Conoces mi trabajo?- Le cuestionó de la nada y algo receloso.
Él le volvió a sonreír. -¿Teme que la editorial haya elegido a una persona al azar y la haya mandado sin más?
-Sí.- Contestó sin rodeos.
Rio un poquito y por lo bajo, como un niño. -Es directo, tal y como advirtieron. Y sí, conozco su trabajo, naturalmente. He leído todas sus obras y las he analizado en detalle.- Dijo con una mirada extrañamente analítica, presionando el botón superior de su bolígrafo mecánico una y otra vez.
-Mmm...- Minseok estaba comenzando a sentirse raro. No era como Kyungsoo, percibía que no era alguien transparente y dócil como este. Sentía que este chico sería algo a lo cual no se había enfrentado nunca.
Eso daba miedo.
-Si le da mayor tranquilidad, quien me recomendó al jefe para usted fue Do Kyungsoo sunbae-nim.
Bueno, eso era toda una sorpresa.
Frunció el ceño. -¿Kyunggie hizo eso?
Lo vio asentir. -Así es. Al parecer cree, y cito, "que lo haré escarmentar".
Aquello lo estremeció. Ah, ahora todo el nerviosismo tenía justificación. Kyungsoo era tan vengativo como para recomendar que le asignaran a un sádico sin sentido alguno del humor. Ante todo eso sólo tuvo un único y gran pensamiento:
Qué flojera...
-Bien.- Prosiguió el otro mientras él se lamentaba por las futuras pérdidas de energía. -¿Qué le parece si hablamos sobre el próximo manuscrito a entregar?
Minseok sorbió por la nariz y se rascó el cuello con desinterés. Debido a todo lo que había pasado, no había encontrado inspiración ni ganas para escribir, ni siquiera en las cosas que más le calmaban los nervios.
-Época de sequía mental.- Dijo con un breve encogimiento de hombros.
Las esquinas de los ojos del muchacho se arrugaron ante el comienzo inminente de otra sonrisa gigante. No sabía si estaba molesto ya o no, quizás el tipo compartiera su retorcido sentido del humor al final... Aunque para los demás jamás nada era una broma. Qué intensos.
-¿Tiene al menos una idea sobre cómo comenzar el capítulo?
Suspiró. -No.- Estiró la vocal. -Necesito inspiración.
-¿Entonces se irá de la ciudad hoy mismo o mañana?
Minseok dejó la pereza de lado un instante para verlo con fijeza. ¿Cómo...?
Él le sonrió, afable. -Sé que es en vano hablar de esto ahora, usted no entregará nada a fin de mes. Nunca lo hace.- No dijo nada, él prosiguió. -Es bien conocido por lo poco ortodoxo de sus métodos, Kim Minseok ssi.
Le recorrió un escalofrío de escuchar su nombre pronunciado por esa voz tan cantarina. Sentía que estaba jugando, no sabía a qué ni cómo, pero tuvo la certeza de que lo estaba probando de alguna manera. Su mente comenzó a considerar lugares lejanos para escapar pronto y ponerse a escribir algo.
El nuevo y reluciente editor rebuscó en su bolso y sacó un par de libretas. Las alzó en el aire y Minseok se quedó tan pálido como el papel.
-¿Pensaba en esto acaso?- Advirtió, moviendo provocativamente de un lado a otro la documentación de viaje que necesitaba para huir.
-¿¡De dónde...!?
Movió su muñeca hábilmente y cogió los documentos con toda su mano. Lo miró con una ceja arqueada, toda su expresión había cambiado por una más arrogante.
-¿Piensa acaso que vendría a ver al gran Kim Minseok sin tomar medidas preventivas extra? Es todo un listillo cuando se trata de engañar.- Canturreó, pasando una a una las páginas del pasaporte.
Minseok ya no se sentía tan indiferente. -¿Dónde conseguiste eso?
Se encogió de hombros como si nada. -Tengo mis métodos.
Con un gruñido, se alzó sobre la mesa y estiró un brazo para coger lo que era suyo, pero el maldito fue más rápido y alejó su mano hacia atrás a tiempo. Minseok enseñó los dientes y lo miró, atónito y bien cerca de su rostro.
Él le sonrió de forma traviesa ahora. -Juguemos al mismo juego los dos.- Propuso, su aliento tibio golpeándole las mejillas. -Ya no está solo en el bote, me temo. Tendrá toda su documentación una vez más cuando haya terminado, al menos, la mitad del manuscrito de este mes.
La estabilidad de la que Minseok siempre había hecho alarde se había esfumado de forma tan rápida que creyó nunca haberla tenido en realidad. Definitivamente, definitivamente, este mocoso no se parecía en nada a Kyungsoo... Ese enano, ¿en qué lo había metido? Sufrió otro estremecimiento cuando lo miró de lleno a sus ojos y sintió algo extraño remover su ser, apresar su interior. Nunca en la vida había tenido tal reacción.
Desde lejos, la montaña los veía.
-Soy Jongdae, por cierto, Kim Jongdae.- Le sonrió de igual manera que al comienzo, brillante, y escuchó cómo su corazón se saltaba un latido. -Llámeme como más le plazca, jagga-nim.
Ladeó el rostro de forma demasiado linda e inocente y hasta para él fue atrevido porque había dado muestras más que suficientes de no ser para nada "inocente".
Y aun así la cabeza no dejaba de darle mil vueltas.
¿Cuánto más extrañas podían volverse las cosas?
******
-¿No me dirás a dónde vamos?
-Es una sorpresa.
-Pero yo conduzco...
-Cállate y obecede.
Era increíble cómo Luhan podía darle una orden tan rígida con aquel rostro dulce y mientras le acariciaba la nuca con una mano tierna. Estaba sufriendo escalofríos por esos mimos y se distraía de más mientras manejaba a un destino desconocido. Él siempre le tocaba el cabello, al parecer le gustaba mucho... Después de mirarlo idiotizado de reojo un segundo de más, se recordó que eso no era lo importante. Siempre que Luhan lo tocaba y le demoraba sus dedos en la piel, se perdía completamente. Y él lo sabía, por eso se aprovechaba.
Habían estado tirados en el colchón solitario de su nuevo apartamento en la ciudad. Lo habían alquilado hacía una escasa semana como propuesta de Luhan a dejar el aislamiento del campo como terapia para ambos. Le había parecido una buena idea puesto que necesitaban insertarse en sociedad una vez más, así que habían elegido un barrio tranquilo para empezar de nuevo juntos. Las mañanas eran pacíficas y soleadas, las tardes un tanto calurosas y las noches perfectas y brillantes. No se había atrevido a vender la mansión en el campo, era muy importante, así que Luhan le había dicho que la dejara como casa vacacional, así podrían visitarla cuando sintieran nostalgia... Él también había vivido cosas importantes allí después de todo.
Minseok ya se había instalado en la ciudad y Bo Ram había vuelto con su hermana en el norte, así que el lugar había quedado tristemente desolado.
A pesar de los días que pasaron, todavía no habían organizado casi nada de lo que debían. Se dedicaban a pasar los días recostados en el colchón de dos plazas tirado en el suelo sólo con un par de sábanas. Habían comenzado a armar la cama, pero Sehun había tomado a Luhan de la cintura mientras martilleaba, lo había echado sobre el colchón una vez más y adiós a los planes. El mueble seguía a medio armar a un lado. Después habían querido pintar las paredes del salón, pero Luhan había comenzado a jugar pintándole una mejilla a Sehun, este le pintó un brazo y así siguieron en una serie de pequeñas venganzas hasta terminar en el colchón una vez más.
La pared había quedado pintada a la mitad.
Pero aquella tarde se habían puesto en marcha.
Sehun no sabía a dónde. Luhan le había dicho de la nada (después de otra sesión en el amado colchón) que había un lugar al cual debían ir. Por más de que hubo cuestionado todo mil veces, él se negaba a decirle nada y reducía todo a "es una sorpresa" y "ten paciencia". Había conducido por un buen rato hasta que le dijo por fin que aparcara, retirando la mano que le masajeaba la nuca. Caminaron unos cuantos metros antes de frenarse.
Sehun observó sin comentarios el hogar de ancianos.
-¿Qué es esto?- Le preguntó.
Luhan estaba a un lado, portando una sonrisita emocionada mientras se mecía sobre sus pies con sus manos tras su espalda.
-Visitaremos a alguien.- Abrió la puerta.
Sehun lo siguió por detrás, curioso. -¿A quién?
-Una vieja amiga.
Una muchacha con guardapolvo blanco y de rostro simpático se acercó a ellos con una sonrisa. Luhan le dijo algo que no llegó a escuchar porque estaba ocupado viendo todo el lugar con interés y preguntándose mientras tanto a quién verían. ¿Luhan tendría algún familiar más allí en Corea además de Minseok y los padres de este? Reaccionó cuando la muchacha les pidió que la siguieran y Luhan le tomó una mano con una tierna sonrisa para caminar juntos. Vio a varios ancianos descansado, leyendo, viendo algo de televisión, oyendo la radio y hasta jugando bingo con otras muchachas de guardapolvo blanco.
Llegaron a una zona más despejada, una que daba al patio. El lugar era luminoso y pacífico, el porche trasero daba a un jardín con abundante césped verde y canteros con flores coloridas. Todo era precioso, perfecto para descansar.
En una silla mecedora viendo hacia el horizonte y disfrutando del fresco, había una anciana de ropas elegantes. Ellos se quedaron atrás un momento en lo que la muchacha se acercaba a ella.
-¿Señora Ock?- Llamó con voz dulce. -Señora Ock, han venido a visitarla.
Sehun abrió tanto los ojos que amenazaron con salírsele del lugar. ¿Señora Ock? ¿Acaso podía...? Miró a Luhan rápidamente, quien le asintió con una pequeña sonrisa.
-¿Visitas? Qué maravilla.- Dijo la anciana con una voz apacible. -Que vengan, querida.
Era su voz, la voz de su primer maestra de piano. No podía verla porque estaba sentada de espaldas, pero reconoció aquel timbre tan elegante y cantarín al hablar. Los años le habían vuelto la voz más rasposa, pero seguía siendo ella. Con una exhalación, cruzó la habitación rápidamente para verla. Su rostro era el de una abuelita, naturalmente, pero los rasgos dulces seguían siendo reconocibles tras todas esas arrugas.
Sehun no supo muy bien por qué, pero quiso llorar.
-¿Seonsaeng-nim?- Susurró.
La señora Ock lo miró con una pequeña sonrisa.
-¿Quién eres tú?
Toda su expresión decayó en picada. ¿Eh?
Sintió una mano sobre el hombro y se giró perturbado hacia Luhan que lo veía con un rostro mucho más apenado.
-Jyu Ni noonim me ayudó.- Explicó en voz baja. -Sigue siendo amiga de su hija, así que fue fácil encontrarla. Como ella tiene un trabajo en esta ciudad, mudaron a la señora Ock cuando comenzó a comportarse extraño para cuidarla mejor.
-¿Comportarse... extraño?
Le dio media sonrisa cargada de tristeza. -Ya no recuerda, Sehun.
No veía a su profesora hacía años, pero la noticia de todas formas le cayó como una patada al estómago. Se giró con el ceño fruncido de preocupación hacia ella y se la quedó viendo con incredulidad. ¿En serio no le reconocía? Era imposible, habían pasado mucho tiempo juntos, incluso había ido a la mayoría de sus conciertos, le había enseñado todo lo que había sabido en un principio antes de visitar profesores profesionales, incluso le había ayudado a escribir la primer obra que creó cuando todavía no sabía redactar partituras...
No era posible.
-¿Seonsaeng-nim?- Se le acercó con una trémula sonrisa. -Soy yo, Sehun. Oh Sehun. Fui su pupilo, usted me enseñó, yo... Vivía en el campo, y...
Ahora fue la muchacha quien lo frenó.
-En momentos así es mejor dejarlo estar.- Aconsejó con la voz suave como el arrullo de una llovizna en primavera. -Ella no lo reconocerá aunque insista, sólo logrará hacerla sentir mal.
Sehun se alejó un paso hacia atrás, consternado.
-Tiene lapsus de lucidez, claro, como todos, pero esto es irreversible además de degenerativo. Quiere decir que empeorará... Así es el alzheimer.- Suspiró un poco.
-¿Quién es usted?- Le preguntó la anciana, su rostro lleno de recelo.
-Soy su compañera, señora Ock, estamos aquí para divertirnos.- Contestó sonriente.
Ella se quedó un momento pensativa.
-¿Vamos a pasear al parque hoy?
-Por supuesto, preciosa. Lo que quieras.
-Tengo hambre.- Manifestó.
-Está bien. Mandaré a que hagan tu plato favorito en ese caso.- Palmeó los hombros de la anciana con suavidad y la dejó más tranquila. Luego los miró. -Acaba de comer hace media hora.- Susurró.
Sehun se cubrió la boca con una mano y la observó, sin palabras. ¿Por qué una persona tan vivaz e inteligente debía acabar así? La señora Ock le había representado el inicio de un sueño en la memoria, era el comienzo de todo: si no hubiera sido por esta mujer, sus padres nunca habrían sabido que podía tocar el piano ni habrían invertido en su talento. Ella le había enseñado gratis, por amor el arte; ella fue la primer persona que confió en él ciegamente, que apostó en él. La había admirado, la había imitado.
Y ahora...
-Tú me recuerdas a alguien.- Le dijo la señora Ock repentinamente. -A alguien...- Dejó las palabras en el aire. -Era un alumno, pero no recuerdo su nombre. Era... Era...- Frunció el ceño con molestia, como si intentar recordar le doliera. Al final no pudo y miró a la enfermera con los ojos llenos de lágrimas. -No puedo.
-Está bien, cariño, no importa. Estoy segura de que recordarás más tarde, todos olvidamos cosas.
La anciana fijó la mirada en Luhan más allá. -¿Quién eres tú?
-Soy otro compañero.- Le dijo con confianza, acercándose un poco. -Tengo entendido que a usted le gusta el piano, ¿no?
Los ojos de la señora brillaron. -Piano...
-Mi amigo aquí atrás sabe tocar, ¿le gustaría oírlo?
-Oh, eso sería maravilloso.- Expresó con más ánimo.
La enfermera se acercó para ayudarle a ponerse de pie.
-Le encantará, siempre le hacemos oír música clásica porque así recuerda más fácil y está más feliz. Habla todo el tiempo sobre un alumno suyo en esos momentos, ¿eres tú?- Preguntó a Sehun.
Él asintió con un nudo en la garganta, no podía hablar. La señora Ock se puso de pie con la muchacha sosteniéndola amablemente por un brazo.
-¿Vamos a pasear al parque hoy?
-Más tarde quizás, ¿qué tal si oímos algo de música primero?
Caminaron hacia un salón cercano, uno que tenía algunos instrumentos incluyendo un piano vertical contra la pared. Luhan ayudó a la enfermera a sentar a la señora Ock en un sillón cómodo en lo que Sehun miraba fijamente aquel instrumento tan conocido. Ajustó el asiento a su altura y se sentó, sin tocarlo aún, sólo viéndolo. Pegó un respingo cuando Luhan le acarició la espalda, luego se agachó para susurrarle al oído:
-Toca con el corazón.
Y así lo hizo.
Posó los dedos sobre las teclas frías tan sólo un segundo de más antes de comenzar a tocar lo primero que le salió del corazón, y no se sorprendió: Nocturne In C-sharp Minor de Chopin fue la primer balada para solista que le había enseñado cuando los duetos para cuatro manos comenzaron a aburrirle, la primera vez que se encontró cara a cara con Fryderyck Franciszek Chopin. La melodía brotó de sí como un último aliento, sintió que de los dedos le brotaban colores, el sonido se había hecho color, todo invadía el salón. Comenzó a sentir aquel sentimiento conocido, ese que había experimentado la primera vez que se subió a un escenario. El que experimentó cuando tocó para Baekhyun después de invitarlo al show, cuando tocó para llamar a Luhan aquella vez también.
Se mordió el labio inferior con fuerza.
-Sehun...- Se escuchó a la anciana después de un momento inundado sólo de música. -Oh Sehun. Ese es, mi más preciado alumno.- Dijo con gran dicha, disfrutando de aquel momento de lucidez que le permitía llenarse de recuerdos aunque fuera por un segundo. -Oh Sehun, el chico que toca con todo su corazón. A él me recuerda... Mi preciado alumno.
Sehun comenzó a llorar como un niño pequeño, pero no dejó de tocar. Luhan vio cómo sus lágrimas salpicaban las teclas blancas y negras, vio cómo gemía e hipaba sin poder refrenarse, y aun así sus dedos seguían moviéndose con gran agilidad, sacando destellos, desprendiendo sentimiento, energía. Nunca lo había visto tocar así, el sonido era completamente diferente: era cálido, tenía vida, era cinético. ¿Esto era a lo que todos se referían cuando decían que no era el mismo de antes? ¿De este glorioso pasado hablaban? Inevitablemente se le llenaron los ojos de lágrimas, pero sonrió.
Esto es lo que tu música logra, Sehun.
Comenzó a recordar. Un día distante de primavera cuando había estado resfriado y ligeramente aturdido por el agotamiento un día antes de otro de sus grandes conciertos, Baekhyun, su novio, le había recomendado que lo cancelara y se quedara en casa, pero él se había parado y había dicho que iría sin más.
-¿Por qué haces esto?- Había preguntado Baekhyun, no tanto con molestia, más bien con desconcierto. -No les debes nada, no tienes que demostrar nada. Te sobra el dinero, tan sólo cancela.
-Tú no lo entiendes.- Había contestado devuelta. -No se trata de dinero, mucho menos de obligación.
-¿Entonces qué?
Se había girado con una tonta sonrisa, porque no podía evitarlo a pesar de sentirse mal, de sólo pensar que tenía que tocar el piano se sentía mejor.
-Es que todos están esperando por saber lo que dicta mi alma, y yo estoy ansioso por hacérselos saber.
"¿Has olvidado por qué tocas, Sehun?".
Sorbió ruidosamente por la nariz y miró a Luhan con una pequeña sonrisa, parado a su lado; también lloraba, los dos lo hacían. Los dedos se movieron de forma más libre, comenzó a improvisar, a agregar su propia personalidad, a disfrutar, a soñar despierto.
Lo siento, nunca más lo olvidaré.
A partir de ahora dejaría que su ser fuera libre para tocar las notas que quisiera.
Las notas del alma.
Y... Fin. Ya no más Notas del alma, mis queridxs T__T.
Mañana les publicaré el epílogo más algunas palabras de despedida por mi parte. Todavía nos falta una cosita más por vivir, el momento que desde que comenzó el fic todxs hemos estado esperando... Seguro saben lo que es.
Desde ya, vuelvo a agradecer por quedarse hasta el final. Un gracias especial para aquellxs que vienen de mis otros fics con ganas de encontrar otra historia satisfactoria, y otro para lxs que son nuevos; ¡sólo espero no haber decepcionado a nadie! Con que hayan pasado un momento entretenido junto a mí y mis letras me basta.
Espero que sigan confiando en mí en un futuro. Nos vemos mañana con lo último de lo último ❤.
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