XXXIII

Penúltimo capítulo. Disfrútenlo </3.

Sehun llamó a la puerta del apartamento de Yixing con muchas esperanzas.

La sonrisa le era incontenible aunque intentaba reprimirla para no parecer estúpido, pero era imposible. Incluso el corazón le latía rápido, era como si flotara. En esos momentos, sabía que estaba embarcándose al resto de su vida: había logrado abrir los ojos y había solucionado algunas cosas en consecuencia, creía estar listo para seguir adelante con Luhan aunque le diera miedo. Cuando abrieran la puerta, del otro lado estaría su futuro, eso lo volvía ansioso.

Estaría la persona que había elegido amar.

Lo recibió un Yixing despeinado y adormilado en su lugar, pero no importaba.

-¿Sehun hyung?- Murmuró frotándose sus ojos.

Se ladeó para husmear detrás. -Hola, Yixing ssi, ¿le dices a Luhan que salga?- Sonrió como un niño.

Hacía tanto que no lo sostenía entre los brazos, que no lo tocaba o lo contemplaba. Una vez que lo tuviera no lo dejaría ir jamás y haría todo lo posible por mantenerlo consigo. Nunca más volvería a dejar ir seres queridos por cobardía u orgullo.

Yixing se rascó su cabeza. -¿Han? Él salió hace rato.

El ánimo de Sehun repentinamente decayó. -Eh... ¿Te dijo a dónde fue?

-Creo que a ver a una noona o algo así.

¿Noona? La única que Luhan conocía era su hermana. ¿Para qué habría ido a buscarla?

-¿Quieres pasar y esperarlo?

Salió de sus pensamientos y le sonrió. -Claro, ¿puedo usar tu teléfono?

Yixing cerró la puerta y lo señaló con un dedo más allá. -Desde ya. ¿Puedo ofrecerte algo mientras tanto? ¿Té, café?

-Té, por favor. Y gracias.- Dijo en lo que se llevaba el tubo a la oreja.

La próxima vez se conseguiría un celular, lo juraba por Dios. En lo que Yixing se metía a la cocina marcó el número de Jyu Ni. No sabía exactamente por qué la llamaba, sólo tenía que esperar tranquilo a que volviera, era cuestión de tiempo, sin embargo una vocesilla molesta no paraba de decirle que lo hiciera.

Contestaron al segundo timbre.

-¿Noonim?

-Sehunnie.- Oyó la voz cantarina de su hermana del otro lado. -¿Cómo estás?

-Bien, ah... ¿Puede que Luhan esté contigo ahora?- Comenzó a sentir una estúpida ansiedad crecer más y más.

Por favor, dime que está allí.

-¿Luhannie? Estuvo aquí hace un rato ya, pero se fue. ¿Por qué?

Oh, Dios... Apretó el teléfono hasta que lo escuchó crujir. -¿Un rato dices?

-¿Qué pasa?- Jyu Ni pareció más seria. -¿Él está contigo?

-No...- Contestó con voz estrangulada. -Él no llegó.

-¿Eh?- Pareció sorprendida. -Se fue hace tiempo, ¿cómo...?

Su pregunta quedó en el aire cuando cortó. ¿Qué demonios hacía ahí parado? Tenía que salir ya y encontrarlo para asegurarse de que aquella injustificada inquietud era una tontería creada por su mente activa. No había forma de que a Luhan pudiera haberle pasado algo, no era posible.

Simplemente no.

-¿Sehun hyung?- Asomó la cabeza de Yixing por la puerta. -¿Todo en orden?

-Luhan se fue de la casa de mi hermana.- Explicó a las apuradas. -Hace tiempo, y no regresó.

Yixing puso un rostro preocupado. -Quizás se haya parado a comprar algo o...- Frunció el ceño, buscando alguna explicación factible.

Pero a Sehun sólo le bastaría verlo delante sano y salvo.

-Saldré a ver. Lo siento mucho, luego te invitaré algo para compensar mi descortesía.

-Ah...

Antes de que Yixing pudiera terminar con lo que quería decir, Sehun cerró la puerta y corrió escaleras abajo, no había tiempo para esperar el ascensor. Ya en la acera, miró hacia todos lados como un poseso, estaba lleno de gente, la residencia de Yixing quedaba en un área céntrica bastante concurrida... No era posible, ¿verdad? No podía desaparecer otra vez, no podían tomársela contra él sin que alguien fuera testigo, ¿no? Seguramente se habría entretenido con algo más como supuso Yixing y ahora estaría caminando devuelta hacia allí, a un par de cuadras de distancia solamente, sin un solo rasguño, pero aun así quería encontrarlo antes, no podía entrar y esperarlo, tenía que buscarlo.

Así estuviera muy loco o fuera exagerado.

-Dios... Dios...- No paraba de nombrar en vano, caminando sin rumbo.

¿Por qué no podía sacarse de encima la sensación de que algo estaba realmente mal?

Escuchó la sirena de una ambulancia y se quedó paralizado. ¿Cuánta coincidencia podría haber? Divisó el vehículo a unos cincuenta metros, dobló la esquina a alta velocidad e, inesperadamente, se internó en el parque cercano sin perder tiempo, con su sonido alertó a los caminantes para que se apartasen.

Sehun echó a correr guiado por el mismo sentimiento horrible de antes. Se chocó con mujeres, hombres, incluso casi atropella a un niñito. No pudo disculparse, no tenía tiempo, tenía que llegar a ese lugar. ¿Por qué cuánto más frenético estaba uno, más gente se cruzaba en el camino? El parque pareció de miles de hectáreas, ¿por qué no podía llegar? Antes no le había parecido tan enorme. Tropezó una vez, los pies se le enredaron dos. En la zona más apartada, aquella llena de arboles, había todo un espectáculo: al menos cuatro patrullas de policías, uniformados de aquí para allá, y la ambulancia. La gente curiosa se había arremolinado alrededor formando una pequeña multitud.

Se quedó detrás de la pared de personas, respirando con dificultad y congelado. Había luchado por llegar sin perder ni un segundo, pero ahora tenía miedo de estar adelante del todo, donde lo que sea que pasaba había congregado semejante cosa.

-¿Esa es la policía científica?- Murmuró una muchacha no muy lejos.

Sehun dejó de respirar totalmente. ¿Policía científica en la escena? Eso sólo quería decir...

-Sí, parece que dispararon a un joven.

Una muerte.

Comenzó a llorar, y mientras lo hacía comenzó a abrirse paso entre todos con desesperación, empujando, pisando, haciendo a un lado con rudeza. Lo miraban mal, lo maldecían y murmuraban con cejas arqueadas, pero era culpa de ellos. ¿Por qué no lo dejaban llegar? ¿Qué había del otro lado? ¿Acaso no estaba destinado a ver lo que pasaba? Tantas trabas...

Quítense, quítense, muévanse, déjenme.

-¡A un lado, maldición!- Gritó tan fuerte que hizo que todos se giraran a verlo.

Dio con la cinta balizamiento, esa que mantenía a la gente apartada del crimen. Un par de policías estaban junto a esta, reteniéndolos y poniendo orden. Con los sentidos embotados, vio hacia todos lados, intentando encontrar algo que le dijera que todas las suposiciones eran falsas, que sólo había tenido un brote de locura temporal... Sin embargo en lo único que podía enfocarse era en la sangre que bañaba el pasto y las hojas secas del suelo más allá, escurriéndose como ríos oscuros. Los profesionales invadían la escena, no podía ver nada, mucho menos a quién pertenecía la sangre.

Viendo que era quien más inestable estaba, un policía se le acercó y lo empujó levemente, pidiéndole que se mantuviera detrás de la cinta. Ni siquiera le prestó atención, siguió moviéndose, ladeando el cuerpo para intentar ver más allá de él. Enfocó la ambulancia y entonces lo vio.

Luhan estaba sentado en la parte de atrás con una manta cubriéndole sus hombros.


Se volvió más frenético.

-¡Luhan! ¡Por favor, por favor, déjeme pasar! ¡Déjeme!- Forcejeó con fuerza.

-¡Señor! ¡Atrás de la cinta, atrás!

-¡No lo entiende, yo lo conozco! ¡Tengo que ir con él, me necesita!

-¡Si continúa tendré que arrestarlo!

-¡No!

Se corrió de donde estaba y fue hacia atrás otra vez para perderlo de vista, entonces se abrió paso para dar con una parte desprotegida de la cinta y, rápidamente, se escurrió por debajo de esta, pasando de largo a los oficiales que lograron verlo tarde.

-¡Luhan!- Gritó, corriendo con tanta adrenalina en las venas que, sin saber cómo, esquivó a todos los uniformados.

Este, que había estado metido en una especie de trance, pegó un respingo ante su voz en grito y se giró.

-¿Sehun?

-¡Luhan!

Se puso de pie, dejando caer el abrigo que lo envolvía, y corrió a su encuentro para fundirse en un abrazo apretado y agobiante de necesidad. Se mantuvieron tan apresados, estaban tan agitados y lloraban con tal angustia, que los policías alrededor no se animaron a separarlos, se los quedaron viendo sin saber muy bien cómo proceder.

Sehun se separó y comenzó a llenarle el rostro de besos húmedos por las lágrimas, sin poder respirar con normalidad. El miedo todavía le atenazaba las entrañas, sentía todo el cuerpo tenso como nunca y la cabeza le iba a explotar. Luhan sollozaba como un niño.

-Luhan, Luhan.- Lo nombró cientos de veces. -Oh, Dios mío, Luhan. Yo pensé... Pensé...

-Yo también.- Logró decirle entre gemidos. -Sehun, creí que nunca más te vería.

-¿Señor?- Una mujer se acercó y posó una mano suave sobre la espalda de Luhan. -¿Le conoce?

Él asintió de forma enérgica. -Sí, sí. Por favor, no lo alejen, quiero estar con él, por favor.- Suplicó aún en llanto.

Ella le sonrió, tranquilizante. -Descuida, si es allegado no hay problema. Por favor, siéntate una vez más, debes descansar por el momento.- Pidió con amabilidad.

Sehun lo siguió hasta la ambulancia y lo sostuvo en lo que se dejaba caer una vez más allí, agotado. Tomó la manta pequeña del suelo y volvió a cubrirlo con ella. Vio que tenía sus manos cubiertas de sangre y su playera también estaba manchada.

-¿Estás herido? ¿Te duele algo?- Preguntó en un susurro tembloroso mientras le palpaba el cuerpo.

Luhan negó, sorbiendo por su nariz ante la congestión producida por sus lágrimas. El corazón de Sehun latió con más calma ahora que sabía que nada grave le había pasado. Luhan levantó sus manos y se aferró a la frazada, apretándola con fuerza entre sus dedos. Sehun lo observó mejor y notó que temblaba mucho.

-Murió delante de mí.- Susurró con los ojos enormes y la mirada clavada en la nada, parecía traumatizado. -La sangre... Le brotó a borbotones. Convulsionó con los ojos en blanco.- Lo miró sin pestañear, atormentado. -Quise frenar el sangrado con las manos. Estas manos.- Las alzó, rojas. -Pero fue en vano. Él murió... Murió.


Sehun no sabía de qué hablaba, en su lugar lo abrazó con mucha fuerza y no lo soltó.

Después de que le tomaran testimonio a Luhan, se enteró de lo que había pasado. Tres de los hombres que habían tenido participación en el secuestro de hacía años habían estado siguiéndolo desde hacía semanas. Lo interceptaron en la ciudad y aguardaron días a que saliera solo del apartamento de Yixing para acorralarlo, lo llevaron a una zona desolada del parque e intentaron matarlo.

Al parecer, los investigadores habían dado con el lugar en donde se escondían: Gao Yuan había viajado a Corea del Sur para terminar el trabajo que su subordinado meses atrás con el accidente de auto no había concretado. Estaban ocultos en un suburbio de los barrios más bajos. La emboscada oficial era inminente y lo supieron gracias a mensajeros, así que desbarataron el lugar y, en un último acto desesperado de venganza, actuaron sin premeditarlo y se llevaron a Luhan ni bien lo vieron para asesinarlo antes de que la policía los llevara.

Pero no sucedió así.

Días después, Luhan le contó exactamente cómo habían sido las cosas. Gao Yuan había estado a un segundo de apretar el gatillo en su dirección, pero él había percibido que los otros dos que lo sostenían habían bajado la guardia, y en un impulso se zafó de sus agarres y se movió con rapidez. Gao disparó, pero no le dio. La bala perforó un tronco. Uno de sus secuaces mantenía otro arma con él, así que la desenfundó y también lo apuntó. Sin embargo Luhan, en un último acto inconsciente, se escondió detrás de Gao justo cuando el tipo había disparado.

-Ya me había decidido a morir.- Le había dicho. -Me había entregado a lo que sea, pero... A ultimo momento me moví, no tengo idea de lo que pasó. Sólo... Me moví. Como si mi cuerpo, no, mi alma gritara que debía sobrevivir y hubiera obligado a mi cuerpo a moverse.

Las sirenas de la policía habían comenzado a oírse hacía tiempo, así que con una mirada de pánico hacia su jefe en el suelo, los otros dos se habían olvidado del trabajo y habían huido. Cuando la seguridad llegó un minuto después, encontraron a Luhan cubierto de sangre e intentando revivir el cadáver de Gao Yuan.

-¿Por qué?- Había preguntado Sehun con curiosidad. -¿Por qué intentaste ayudarlo?

-No lo sé.- Había pronunciado Luhan en un susurro. -Escuché que me gritaba...

-¿Él te gritaba?

-No...- Había negado lentamente. -Su espíritu lo hizo. Estaba sufriendo. Por Dios, cuánto tormento desprendía.- Se había abrazado con un escalofrío. -Sé todo lo que hizo, lo normal es creer que se lo merecía, pero cuando lo vi en el suelo estremeciéndose, sólo actué por instinto... Supongo que cualquiera haría eso si ve que alguien se está muriendo.

No, sólo alguien como tú lo haría. Alguien puro y capaz de sentir tu compasión.

Otra patrulla logró capturar a los otros dos criminales, no habían ido demasiado lejos.

Después de enfrentarse a toda la legalidad del asunto, Luhan le pidió volver a la mansión y por días enteros, no pronunció una sola palabra. Lo único que hacía era sentarse en una silla en el porche delantero y observar el horizonte sin moverse por horas. Sehun lo miraba desde lejos, bañado por el sol brillante de la mañana o el dorado anaranjado de la tarde muriendo. Los pájaros solían cantar todo el día alrededor de él, como si se tratara de algún ángel bajado del cielo. Sehun pensaba que era digno de una pintura. Observaba su temple relajado y se descubría apacible, una tranquilidad que sólo él podía transmitirle. Intentaba adivinar a simple vista si estaba molesto, deprimido, conmocionado... Pero no había nada. Luhan no le transmitía ninguna emoción vehemente.

Sólo una cosa le había pedido, y eso era soledad, así que respetaba sus deseos manteniéndose lejos, pero velando por su seguridad y bienestar día y noche. No preguntó por su primo cuando no lo vio, seguramente suponía lo que había pasado al final.

La única persona que logró hablar con él fue Jyu Ni, quien había llegado al instante después de las noticias. Se habían encerrado en el salón por largos minutos y, cuando habían salido, ella le había puesto una mano sobre el hombro y con un rostro afligido le había dicho:

-Por el momento déjalo solo.

Y lo hizo.

Después de una semana, por la noche mientras dormía, Luhan se metió en la habitación y se coló en su cama. Al principio lo tomó por sorpresa, pero cuando lo vio sintió un alivio increíble, y cuando comenzó a besarlo con ansias se dejó llevar por completo. Esa noche no hubo palabras, sólo se amaron por horas dejando que sus acciones hablaran, y cuando acabaron lo volvieron a hacer, y así toda la noche, manteniendo una conexión especial nunca antes experimentada.

Sólo les bastó mirarse a los ojos durante todo el rato para saber que ya todo estaba bien. De la nada Sehun ya no tuvo preguntas, sus dudas volaron lejos como hojas secas llevadas por el viento, como el frío del invierno barrido por la tibieza del comienzo de aquella primavera. Lo comprendió.

Porque Luhan nunca se había comunicado con palabras, sino que le había hablado con el alma.

Por la mañana, Sehun lo llamó con la idea de visitar un lugar específico, le dijo que fuera a su cuarto y empacara algunas cosas porque el viaje era algo largo. Luhan lo obedeció aún con los ojos cerrados y entre bostezos; le llamó la atención que Sehun estuviera tan fresco y supuso que no habría dormido durante la noche. Él pidió a Bo Ram que los llevara hasta el aeropuerto de la ciudad y, aunque sorprendido por tal alegación, no dijo una sola palabra sobre el asunto y lo siguió. No sabía qué estaba pasando, pero por dentro sentía emoción así que prefirió mantenerla para que todo le fuera sorpresa.

Tomaron el siguiente vuelo a Cheongju, un lugar del cual no había oído hablar nunca. Se preguntaba cómo sería... Aunque más curiosidad le daba saber qué pasaba por la cabeza de Sehun. Lo miraba de reojo para intentar adivinarlo, tenía superpoderes al final ¿no? Pero no lograba dar con nada. De hecho, Sehun parecía de lo más normal con ese rostro sin expresión especial, sentado con aquella postura tan perfecta e imperturbable sobre la silla del aeropuerto, sin ninguna preocupación en el mundo.

¿Acaso lo había tenido planeado ya? Aunque todo había parecido de lo más espontáneo.

En al avión Sehun se durmió todo el viaje, no fue mucho, tan sólo un par de horas, pero eso le dio la pauta de que había estado en lo correcto: no había dormido anoche. Por su parte, se mantuvo tan ansioso que a pesar del cansancio no logró siquiera concebir la idea de dormir un poco. Cuando llegaron, él rentó un auto para poder manejar hasta las afueras de la ciudad.

Luhan ya no se aguantó.

-¿A dónde vamos exactamente?

-Hay que ir un poquito más allá. Paciencia.- Le contestó.

Dejaron atrás los altos edificios urbanos y se internaron por caminos ripios. Pronto, todo el gris de la ciudad fue reemplazado por el verde de prados extensos y el amarillento de las plantaciones. Comenzó a verse ganado: las vacas los miraban pasar desde atrás de los alambrados con aquellos ojos negros gigantes, oían los balidos de las ovejas. Luhan bajó sonriente la ventanilla para sentir el aire fresco y apreciar mejor todo lo que veía.

Aquel lugar le hacía sentir que no habían dejado la mansión para nada.

Repentinamente, Sehun aparcó el coche en mitad de la nada, cerca de la entrada a un campo privado. Se bajó primero, Luhan lo siguió con interés. Lo vio caminar casi en un trote, su rostro era risueño, una emoción latente parecida a la de un niño pequeño, la ansiedad de alguien feliz... Abrió los ojos cuando cayó en cuenta de dónde estaban y de lo que eso significaba; antes de poder decir nada, lo hizo él.

Señaló con un dedo algo en la distancia. -¿Ves la pequeña casa de allí?

Entonces lo miró con una sonrisa tan hermosa, que le dieron ganas de sacarle una foto para poder guardar físicamente ese preciso momento toda la vida.

-¡Ese era mi hogar!

Luhan a duras penas se despegó de él para ver en aquella dirección, entonces discernió una casita humilde, cualquiera pensaría que sería imposible que una familia de seis se hubiera criado allí, pero esa era la realidad. Se quedó clavado en el lugar, imaginando cómo habría sido la vida de Sehun y su familia en aquellas épocas. ¿A qué habría jugado con sus hermanas? ¿Qué canciones habría oído en la radio? Antes le había hablado un poco sobre su vida de pequeño. Allí parado, visualizando un hogar a todas luces empobrecido, comprendió que los orígenes de Sehun eran pequeños y a la vez grandes, apocados y altivos.

Lo comparó con la enorme casa que ahora poseía, todo el dinero del que disponía para costearse una vida sin complicaciones... No había punto de comparación, en nada. Y sin embargo ahora lo veía y sonreía como si estuviera viendo la mansión más lujosa de todo el mundo conocido.

-A unos doscientos metros está el pueblo.- Comentó con el mismo entusiasmo.

-Me gustaría ver mejor el lugar en el cual creciste.

-Lo haremos, pero primero necesito hacer algo contigo.

Lo tomó de la mano y caminaron en silencio hacia el susodicho pueblo. Fue más un paseo que otra cosa. Luhan estaba disfrutando mucho de la obvia felicidad y placidez de Sehun, era evidente que le gustaba estar devuelta en el lugar en el cual se crió. Su mente debía estar llena de recuerdos en esos momentos, le hubiera gustado poder sumergirse en ellos, poder sentirlos para compartir tal alegría. El pueblo era más pequeño que Yeonghon, pero igual de bonito y tranquilo. Sehun los condujo sin titubeo en alguna dirección incierta.

Al cabo de un par de minutos, llegaron al cementerio.

Era igual de pequeño. El césped especialmente verde brillaba alrededor. El silencio era total: ni siquiera el viento parecía molestar. Era el lugar perfecto para descansar por toda la eternidad. Se pararon frente a un par lápidas que rezaban dos nombres: Oh Jin Goo y Oh Suyeon. Vio con el corazón encogido cómo se agachaba para acariciar los nombres grabados. Sin poder evitarlo recordó a sus padres. No a aquellos considerados criminales, sino a los amorosos que lo habían criado.

-Hace mucho que no vengo, lo siento, eomma, appa.- Habló Sehun bajito, sintiendo que de otra manera perturbaría la calma apaciguante del lugar. -Prometo que los saludaré más seguido.- Se puso de pie. -Pero hoy tenía que hacer que conozcan a una persona especial para mí.

Se giró hacia Luhan y este le sonrió en lo que se acercaba a su lado.

-Tendría que haber traído algo para ofrecer.- Dijo con pena.

Sehun negó con una tierna sonrisa. -Está bien, yo también estoy siendo irrespetuoso. Hace años que no los honro.- Miró con tristeza las lápidas. -He sido un hijo ingrato... Supongo que no pude evitarlo, pero ahora tendré el resto de mi vida para pedir perdón. No fueron perfectos, pero fueron buenos padres.

Luhan juntó las palmas, cerró los ojos e hizo una plegaria. Sehun guardó silencio a su lado, viendo con fijeza el lugar en el cual ellos dormían.

-¡Bien!- Dijo de la nada, Sehun pegó un respingo y lo vio con sorpresa. Sonrió de forma brillante y posó una mano sobre cada lápida. -Déjenmelo a mí, señor y señora Oh, lo cuidaré como el niño precioso que siempre supieron que era.- Se colocó una mano alrededor de la boca para susurrar a modo de confidencia. -Es un poco cabeza dura, pero se le maneja bien cuando lo entiendes.

-Oye...

-No se preocupen.- Siguió. -A pesar de todo lo amo demasiado, no pude evitarlo, es alguien fácil de querer. Este tontito.- Se volteó para sonreírle con dulzura.

Sehun sentía el corazón encogido y tenía un nudo en la garganta, los ojos le habían comenzado a picar. Se mordió el labio con fuerza antes de hablar.

-Por favor, cuida de mí.- Pidió.

La sonrisa de Luhan fue aún más grande cuando aceptó su propuesta de todo corazón. Le asintió una vez.

-Estás en buenas manos, amor mío.


El miércoles será el final :'(. Otra despedida. Les traeré el último capítulo y un epílogo para que disfruten.

Muchas gracias a los que llegaron hasta aquí siguiendo día a día cada actualización.

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