II

Después de pasearse furiosamente en lo profundo del jardín, Sehun decidió volver a entrar.

Cuando sentía que sus emociones rebalsaban, lo mejor que podía hacer era alejarse para tener un momento a solas. Era alguien de carácter comedido la mayoría del tiempo, pero nadie podía deshacerse de las pasiones una vez estas gobernaban, y él no era la excepción por más modales de los que hiciera gala... Odiaba que lo vieran fuera de lo que era aceptable para él, como en un momento de debilidad después de haberse enfadado o tener recuerdos innecesarios.

Por eso huía, nadie sabía a dónde y así lo quería, mientras más tiempo seguido estuviera alejado de todos, menos estaría expuesto a las pasiones que no sabía ni podía controlar.

Cuando se hubo calmado un poco después de que su hermana y su mejor amigo le molestaran a posta, quiso tocar el piano. Era extraño porque nunca solía usarlo como método tranquilizante mientras estaba enojado o bajo sentimientos similares, simplemente no podía... Aquel hermoso instrumento de cuerdas era como un legado de los dioses para él, jamás osaba acercársele cuando su interior bullía, sólo debía ser tocado en el estado más perfecto de absoluto sosiego y calma.

Como sabía que no podía llegar hasta el tercer piso (donde el piano moraba) sin que lo viesen, decidió tomar el atajo en la cocina que siempre usaba: una escalera caracol estrecha que daba a un cuarto sin usar del segundo piso; de esa manera, luego podría emprender su camino hacia arriba por la escalera principal que en ese tramo nadie utilizaba. Había pedido a Bo Ram que preparara la habitación y sabía que al entrar se encontraría con lo que más amaba... Tras la última puerta de la última habitación de la casa, estaba su posesión más preciosa: un piano Steinway estilo Sheraton de color negro profundo. Había sido el primer piano de cola que había adquirido con su propio dinero y los años sólo lo volvían más magnífico. Era un amante del diseño clásico y al sentarse delante de este, podía verse perfectamente generando melodías para una audiencia del siglo XIX.

Cuando la punta de sus dedos sintieron la frialdad del mármol de las teclas, sus ojos se cerraron y por inercia una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Su mente y emociones le dictaron de la nada que debía interpretar Spring Waltz de Chopin y su ceño se frunció ligeramente... Hacía mucho, mucho tiempo que no la tocaba. Recordaba el día de primavera que la había interpretado por última vez, el día que le dijo adiós a la primavera en su corazón.

Los recuerdos le supieron agrios, pero sus dedos ya estaban moviéndose y la música surgió.

Minseok y Bo Ram desde el salón, vieron hacia arriba.

-Ah... Allí está.

-Nuestro príncipe de las tinieblas.

Luhan justo bajaba las escaleras en ese momento, su mirada estaba puesta todavía en el techo, como si así pudiera descubrir el misterio que embargaba su corazón a partir del sonido producido por las teclas de un piano, dispuestas de forma perfecta. Había caminado sin darse cuenta, siguiendo su propio instinto interior... Necesitaba saber de dónde venía eso.

-¿Luhan?

Notó que Minseok lo veía con curiosidad.

Señaló hacia arriba con una sonrisa apenada. -Supongo que es una extraña manera de conocerlo.

Parpadeó confundido.

-Al dueño.

Sehun estuvo tocando por horas sin darse cuenta. Cuando miró por la ventana, afuera ya estaba oscurecido y cuando flexionó sus dedos, estos dolían... ¿Hasta qué punto había vuelto su gusto por la música clásica una obsesión? Miró sus manos cuando cerró la tapa que cubría las teclas y sonrió mínimamente; lo que sea, le gustaba. Bajó hasta el primer piso donde se hallaba su cuarto y el baño, y decidió tomar una ducha antes de cenar. Bo Ram ya tendría que estar preparándola.

Llegó a la puerta cuando su reloj de muñeca marcó las siete veintisiete de la tarde, aguardó allí a que dieran las siete y treinta, y sólo entonces ingresó. Acabó su baño y relajación a las ocho en punto y en su mente calculó los minutos que tardaría en llegar a su habitación, elegir su ropa y vestirse; ocho y treinta en punto estaría sentado en la mesa frente a su cena.

Perfecto.

Envuelto en su bata de baño, posó la mano sobre el picaporte y después de girarlo, tiró de él... Un extraño peso del otro lado le hizo fruncir el ceño. No terminó de abrir la puerta por completo, cuando sintió que alguien caía sobre su pecho. Al mirar hacia abajo, distinguió a un muchacho pálido de cabello castaño claro y... claramente desconocido.

Luhan, que justo en ese mismo momento había decidido ocupar el baño como le habían ofrecido por la tarde, elevó la mirada con pena, imaginando que aquella persona se trataba de su primo o el ama de llaves, pero el tamaño de sus ojos se duplicó al encontrarse con un completo desconocido.

Sehun frunció el ceño. -¿Quién eres tú?

Luhan se estremeció cuando aquella voz grave y uniforme resonó clara en la estancia silenciosa. Notó que estaba casi apoyado en su cuerpo y jadeó al alejarse rápidamente de él. Con un brazo cubrió su rostro sonrojado mientras procuraba darle una atenta y minuciosa mirada al muchacho. Era más alto y seguramente mucho más fuerte, y sus ojos emanaban frialdad.

No le gustó nada.

Comenzó a temblar y lo primero que quiso hacer fue huir, pero sus pies no le respondían y sus emociones estaban embotadas. ¿Qué debería hacer? El tipo seguía viéndolo de una manera tan extraña, se sentía amenazado. Sehun estaba comenzando a sentirse fastidiado y muy molesto ante la idea de quién podría ser este chiquillo.

-¡Minseok!- Vociferó. Odiaba gritar, aunque viviendo con su mejor amigo bajo el mismo techo le era casi imposible no hacerlo. Justo cuando había recobrado algo de calma...

Luhan cerró los ojos ante aquella voz estricta. Ah... Ruido, mucho ruido. Cubrió sus oídos con ambas manos y a través de sus ojos entrecerrados logró ver cómo el otro lo miraba con extrañeza. ¿Sería alguien malo? Podría haberle hecho daño, pero no lo hizo. Escuchó los pasos apresurados de alguien subiendo por las escaleras y, segundos después, la figura de Minseok apareció. Sin pensarlo un segundo, corrió para esconderse detrás de su primo.

-¿Qué ocurre aquí?- Cuestionó Sehun con una lentitud serena, pero mortal.

Minseok miró apenado a Luhan. -Lo siento, tendría que haberte advertido que no salieras de la habitación por hoy.

Sehun dirigió los ojos al chico delicado que lo miraba con miedo desde atrás. -¿Es tu primo?

-Así es, él es Luhan.

Suspiró y se acercó algunos pasos. -Podrías haberme avisado.

Al ver que se acercaba, Luhan se encogió. Minseok le sonrió y palmeó una de sus manos con suavidad.

-No temas, Lu, él es el dueño de esta casa. Su nombre es Sehun.

Luhan parpadeó con confusión y se destensó un poco, aunque seguía estando en guardia. Miró a ese tal Sehun un poquito mejor y notó que la confusión se apoderaba de sus facciones... De repente jadeó al entender que él era aquel que había estado tocando el piano, aquel que había producido el sonido que le había angustiado el alma. Aquel capaz de expresar sentimientos profundos mediante melodías.

Guau...

-Es de confianza, un poco gruñón, pero buena persona al fin.

Vio a su primo con el ceño fruncido. Todavía seguía sin poder creerse que Minseok le haya ocultado la información importantísima de que esa casa no era suya, sino de un amigo. Al final estaba ocupando el lugar de alguien que no conocía.

-Ah, lamento no haberte avisado antes de este pequeño detalle.- Se excusó con una simpática sonrisa, aunque no parecía arrepentido en absoluto.

Volvió lentamente la mirada al otro chico y vio cómo inclinó su cabeza a modo de venia. A pesar del evidente disgusto que se apreciaba en toda su fisionomía general, le pareció un gesto tan simple, pero agraciado, que se despegó un poco de su primo para verlo mejor y fijamente... ¿En serio se podía confiar en él? Si le había dado un lugar en su hogar, suponía que estaba bien, pero entonces, ¿qué era toda esa tristeza que percibía? ¿Toda la aversión que demostraban sus ojos? Luego de calmar sus miedos, tuvo el imperioso impulso de acercársele e intentar espiar en su corazón, pero su cautela lo mantuvo con los pies en la Tierra.

Sehun observó al chico de brazos cruzados y con mucho recelo, Minseok se acercó y lo tomó de la muñeca para llevárselo a parte un momento.

-Esto... Verás, Lulu es un muchacho algo... tímido.- Explicó hablando en susurros. -Te pediré que le tengas confianza.

Sehun dio un rápido vistazo al chico detrás, receloso por naturaleza.

-No te preocupes, es callado... muy callado, será como si no hubiera nadie.- Palmeó uno de sus hombros con una sonrisa completamente libre de complicaciones. -¿O no, Lulu?

Volteron esperando verlo, pero en donde supuestamente estaba no había nada. Minseok parpadeó sorprendido y miró a Sehun con un gesto despreocupado.

-Te dije que era silencioso.

Sehun, en ese momento, sólo pudo suspirar con pesadez.

Luego se la pasó incómodo y con ojos en la espalda en todo momento. Saber que bajo su techo había una persona que desconocía le enervaba. Temía que en cualquier momento apareciera de la nada, justo como había sucedido en la habitación del baño mientras salía después de haberse dado una ducha, así que para prevenirlo veía hacia todos lados y estaba atento a cualquier sonido. En aquella enorme casa sólo habían tres personas, no estaba acostumbrado a las sorpresas ni a los ruidos (exceptuando a Minseok) y, a decir verdad, tampoco le gustaban. Esperaba que las cosas fueran como su mejor amigo le había asegurado...

Esa noche, en la mesa durante la cena, sólo hubieron tres personas. Luhan nunca bajó.

Cuando hubo acabado, Sehun agradeció por la comida, dejó los cubiertos usados ordenados a un lado y se alejó escaleras arriba. Se sentía agotado a pesar de no haber hecho gran cosa aquel día... Al parecer, el cansancio era psicológico. Se sacó las ropas lentamente y sin hacer ni un solo ruido de más, las dobló pulcramente dejándolas a un lado y ocupó su pijama. Se metió entre las sábanas y observó su reloj de escritorio a la derecha... Nueve cincuenta y nueve. Aguardó un minuto entero con el interruptor de la lámpara pequeña de su mesita de noche en una mano, y un segundo después de que marcaran las diez en punto apagó la luz, se dio la media vuelta y se durmió.

Siete y media sonó su despertador.

Al igual que todos los días, ocupó primero el baño, se higienizó y alistó con sus dientes limpios, su ropa perfecta y su cabello impecable. Observó un segundo de más a través de la ventana y le gustó saber que aquel día estaría soleado y claro. Bajó las escaleras para estar a las ocho de la mañana en punto en la habitación que usualmente usaba para desayunar; esta tenía un enorme ventanal que ocupaba casi toda la pared y que daba al bosquecillo trasero, cuando estaba despejado el sol lo visitaba y cuando llovía amaba ver las gotas golpeando contra el vidrio. Estaba ocupada por una mesa rústica, algunas decoraciones y sillas que complementaban con el lugar.

Esa mañana cuando abrió la puerta, supo que no sería la misma mañana solitaria de todos los días.

Luhan estaba ocupando una silla.

Sehun se puso en tensión instantáneamente porque no estaba para nada acostumbrado a escenas parecidas. En primer lugar porque nadie madrugaba tanto como él y menos si no se tenía nada que hacer, y en segundo lugar porque en aquella enorme casa además de él sólo estaban Minseok, que ni aunque el mundo se estuviera acabando se despertaría a una hora como esa, y Bo Ram, que lo hacía, pero estaba dedicada más que nada a las tareas del hogar y casi no la veía.

Supuso que no sería algo de todos los días y que sólo esa noche, quizás, Luhan no había podido dormir muy bien debido a que se encontraba en una casa desconocida y por eso se había levantado tan temprano. Se lo hizo creer porque era preferible a hacerse la idea de que sus días no serían iguales, la simple alegación comenzaba a molestarlo mucho.

Llenando de aire los pulmones, ingresó lentamente. Observó que frente al chico había una taza de té que ya no humeaba y un par de rebanadas de pan francés untados con mantequilla. Todo estaba intacto... Recordó que la noche anterior no había cenado, ¿acaso no sentía hambre? Tomó asiento delante sin despegar la mirada de él, después de todo, este se mantenía con los ojos clavados a través del vidrio sin prestarle atención para nada. Carraspeó.

-Buenos días.- Le deseó. Era verdad que toda la situación no le hacía ni chiste, pero no por eso dejaría de lado sus modales para convertirse en alguien maleducado.

Luhan se giró a verlo por primera vez y parpadeó con sorpresa, como si nunca se hubiera dado cuenta de que había entrado. Sus mejillas se volvieron algo rojas y sólo pudo hacer un leve asentimiento en contestación. Se quedó cabizbajo, sus ojos ahora estaban clavados en su regazo.

En ese instante entró Bo Ram.

-Lamento la tardanza.- Se disculpó con suavidad.

-Buenos días.

-Buenos días.- Le sonrió, posando frente a él una bandeja con una taza de café caliente, dos panecillos iguales a los de Luhan, pero untados con mermelada de ciruelas y un cuenco pequeño con nueces. Comenzó a dejarlo todo sobre la mesa mientras miraba a Luhan de reojo. -Todavía no comió...- Balbuceó.

-¿Cómo?

-Ah...- Trastabilló con un poco de nerviosismo. -Lo siento, es que...- Volvió a mirarlo con pena. -Me sorprendió verlo rondando por la casa tan temprano, así que le ofrecí venir a desayunar aquí. Me hizo caso, pero... no ha tocado su comida y...

-¿Y?

-No ha dicho ni una sola palabra.

Sehun vio a Luhan, este seguía con la mirada gacha, parecía una estatua. Ni siquiera le importaba que estuvieran hablando de él en su presencia. Le agradeció a Bo Ram y le pidió que no se preocupara. Le dio un sorbo a su café y un mordisco a su pan, aunque no pudo saborear nada debido a que toda su atención estaba puesta en el individuo frente a él... No podía dejar de mirarlo.

-Lamento mis modales el día de ayer.- Dijo por fin, Luhan lo vio de reojo bajo su flequillo. -No te he dado la bienvenida ni me he presentado como corresponde. Probablemente ya lo has oído, yo soy Oh Sehun y esta es mi casa, espero que tu estadía sea tranquila y agradable.

Luhan entreabrió los labios, pero simplemente no pudo. Se quedó callado y dio un tieso asentimiento, indicándole que había recibido sus buenos deseos, ¿qué más podía hacer una persona como él? Sehun tan sólo se lo quedó viendo sin expresión y ante la presión, Luhan se puso de pie, hizo una tosca reverencia y se largó de la habitación casi corriendo.

Por el resto del día, Sehun en ningún momento se cruzó con él.

Se paseó por casi todas las habitaciones y jamás lo vio. Ni subiendo o bajando escaleras, ni en la cocina, ni en el salón o los patios trasero y delantero. Nada. Era como si el chico se hubiera desvanecido. Suponía que debía estar encerrado en su habitación, cosa que agradeció, pero que a la vez le resultó disgustosa... Era alguien que no soportaba cosas nuevas, pero creía que estar todo el día en un mismo lugar sin nada que hacer no era agradable.

¿Es que acaso le tenía miedo? ¿Tan mala había sido su actitud ayer? No, recordaba que el chico había parecido asustado incluso antes de que pronunciara palabra alguna. ¿Cuál era su problema? ¿Su casa no le agradaba? Entonces podría irse a otro lugar o, en primer instancia, no tendría que haber pisado el umbral de la puerta nunca. Si no era eso entonces no entendía su reticencia a salir de su escondite, entendía que fuera tímido, ¿pero al límite de ni siquiera comer para evitarlo?

Era exagerado hasta para él.

-Hunnie-Hunnie, ¿qué es esa cara de dios del Averno?

De brazos cruzados, se giró con molestia hacia Minseok que lo veía con curiosidad mientras bostezaba, se estiraba y se fregaba un ojo a la misma vez. Suponía que recién debía amanecer... Y ya era la tarde.

-Nací con esta cara, y cámbiate el pijama.

El otro resopló, sin prestarle atención. -Recién nos vemos y ya estás dándome órdenes, qué fastidio.

-Entonces vete, y deja de ponerme apodos pedantes.

Minseok se lo quedó viendo un buen rato. Sehun se puso rígido.

-¿Qué?

Su amigo negó y volvió a bostezar rumbo a la cocina. -Sólo pensaba que, si en verdad naciste con ese gesto, tu madre debe haber muerto de amargura.

Aquella noche, Luhan tampoco bajó a cenar.

Pasó muchas veces por enfrente de la puerta tras la cual se encontraba y procuró ignorarlo, pero no pudo evitar acercarse sólo un poquito para escuchar algo, mas no oyó nada. Se preguntó cómo es que Minseok no podía brindarle a su invitado la atención necesaria; después de todo, debía hacerse cargo de lo que hacía, pero entonces recordó que este en general era un bastardo inconsciente e insensible, y supuso que lo correcto sería que él como dueño del lugar se hiciera cargo, pero luego se retractó.

Nunca había estado de acuerdo con llenar su casa de desconocidos que vaya a saber Dios lo que querían. Por más confiable que le aseguraran que era, no le agradaba.

Ni siquiera creía en sus allegados.

-¿Acaso no le preguntarás a tu primo si desea comer?

Le fue imposible no cuestionar. Si el chico no había salido de su habitación en todo el día, debía de estar famélico... Sólo era una deducción natural. Minseok siguió comiendo como si nada.

-Creo que será mejor dejarlo solo.- Aseguró.

-Si no quiere comer en compañía, puede llevarse los platos arriba.

Minseok sólo le regaló una sonrisa torcida, como si no quisiera hablar del tema. -En serio, Sehun, él estará bien. Así lo prefiere.

No insistió más.

Por la noche, se alistó para ir a la cama como de costumbre. Odió no poder hacerlo a las diez en punto como tenía pautado, y todo por estar pensando de más en un chiquillo que sólo había visto dos veces. Refunfuñó cuando se volteó para quedar de espaldas al reloj y no seguir viendo los minutos pasar, al final se durmió con la imagen de Luhan viendo a través de la ventana con el rostro más triste que había visto alguna vez en alguien.

¿Tristeza?

Se levantó con exaltación poco después, vio el reloj y este daba las cuatro cuarenta y cinco de la madrugada... Demonios, hacía años que no abría los ojos a semejante hora. Con sólo su pijama puesto, se encaminó escaleras abajo por un vaso de leche tibia. Quizás así lograra dormir de forma más apacible. ¿Qué estaba mal con su mente? ¿Desde cuándo se dejaba perturbar por cosas tan idiotas? Pisó los escalones con algo de fuerza mientras maldecía entre dientes, lo único bueno del insomnio es que a esas horas estaba solo y no tenía que ser educado con nadie.

Al elevar la vista, se detuvo en seco.

¿Otra vez él? Luhan estaba sentado en el descanso de la ventana del frente viendo hacia afuera en medio de la oscuridad. Tenía las rodillas abrazadas al pecho y sus ojos brillaban por la luz de la luna filtrándose a través del cristal... De hecho, la luz lo bañaba por completo. Incluso su piel tan blanca como el papel parecía resplandecer. Y aun así... ¿Por qué no se podía apreciar tanta belleza como correspondía? ¿Por qué sentía que algo estaba mal, muy mal? Sin despegar los ojos de él, bajó lentamente los escalones que le quedaban. Su rostro. Ahondó por inercia en su expresión y notó que esta era igual de angustiante que la mañana anterior.

Tristeza...

El último peldaño rechinó y provocó que Luhan se girara hacia él. Inmediatamente entró en pánico y se bajó del descanso. Lejos de intentar algo, sólo pasó corriendo por su lado escaleras arriba, escapando de él. Sehun incluso sintió la leve ventisca que produjo su carrera. Hacía mucho frío y sin embargo sus ropas eran livianas y cortas, ¿no estaría mal? ¿Incómodo?

¿Acaso no sentía nada?

-Luhan ssi.

Se frenó contra su voluntad ya en lo más alto... Había pronunciado su nombre. Sehun se giró con un rostro estoico y lo encontró de espaldas, le sorprendió que le hiciera caso. Se lo quedó viendo unos segundos con fijeza antes de seguir su camino.

-Nada, discúlpame.

Luhan se fue corriendo y volvió a encerrarse en su habitación.

Otra vez en la cama y antes de caer rendido, el último pensamiento de Sehun fue de inquietud hacia aquella persona. ¿Necesitaría algo? ¿Tendría frío? ¿En serio no tenía hambre?

¿Por qué no hablaba?

Antes de que más cuestionamientos estúpidos e inservibles se apoderaran de su cabeza, se dio la vuelta sobre el colchón, se cubrió mejor con las mantas y con un ceño fruncido de molestia ante su propia tontez, se durmió.

Dejé el vals de Chopin que tocó Sehun al comienzo del cap. en multimedia. A lo largo de la historia las melodías que aparezcan se las enseñaré para que puedan entender todo a otro nivel. Al menos a la música me hace profundizar en lo que leo ❤.

Si nunca se han adentrado en el bello mundo de la música clásica, esta es una muy buena oportunidad...

Por cierto, no olviden prestar atención a los detalles... Ya saben que en mis historias todo tiene un porqué ~.

¡Nos vemos el viernes!

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