Dime que me amas

-Dame una razón para creerte. Solo una, ¡Vamos! -le grité.
Ella no decía nada.
Lloraba desconsoladamente en nuestro sofá, el que le había regalado para navidad el año pasado. El sofá donde tantas beses le había hecho el amor, donde le había prometido permanecer por siempre junto a ella.
Pero ella no decía nada, solo lloraba.
Me sentía basura ahora, había sido completamente suyo la vida entera, antes de ella no había tenido a nadie, ella había sido mi primera vez en todo, sobre todo.

-Creo que nosotros somos constumbre. -dijo sollozando. -Creo que debemos permitirnos parar.

-¿Qué diablos dices, mujer? -dije desconcertado.
También lloraba, de impotencia, no podía creer lo que estaba haciendo. Yo la amé, la amo, aguanté sus chillidos por aquel trabajo que tanto le costó y que al final terminó botando a la basura, como lo hace ahora conmigo. Ahora me sentía así, un proyecto que al final del día no salió como ella esperaba.

-Yo... Daniel, te quiero. Pero no podemos. -sollozaba. -Ya no eres suficiente para mí.

-Nena, nena. -dije asustado. No quería que llegara el final de nuestra conversación, simplemente no quería. -Bien, no digamos nada más. -solté.
Me senté y tiré de ella hacia mi pecho, la abracé, besé su rostro, sus ojos húmedos por su llanto, besé su boca gruesa y perfecta para los míos. Pegué su frente con la mía, respiré el dulce aroma de su piel esperando que no sea la última vez que lo hiciera.

-Danny... -dijo entre mis lágrimas y las suyas. -ya no podemos.

-Dime que me amas. -le exigí, pero me escuchaba suplicante.
Pensaba que esta vez sería igual que las otras veces, aunque esta era una pelea más fuerte, sentía fe en que sólo sería una más de nuestras tontas peleas que terminarían en otra noche de sexo en nuestra cama, en donde yo la podía hacer gritar mientras decía aquellas dos palabras TE AMO.

Ella respiraba a mi lado, intentaba ajustar su respiración, poniéndola normal, la conocía tan bien, estaba nerviosa lo sabía.

-Ya no te amo Danny. -dijo valiente. Me rompió, lo juro que me rompió. -No eres nada, solo crees que ser un escritor nos sacará de este lugar, de estas cuatro paredes, crees que tu padre vivirá pagando todas tus cuentas. No es así Danny, madura un poco, de amor no se vive toda la vida y eso también ya se me acabó.

No dije nada, quería asegurarme que aquella escena no era solo un sueño, pero ahí estaba ella, con sus ojos negros y su piel pálida, real.

-Yo te amo.

-Yo, ya no Danny. -lloraba aún. -lo digo en serio.

No podía, me dolía el alma verla ahora, yo que tanto lo di, yo que justamente hoy tenía grandes noticias para ella, había logrado vender mi primera novela y obtenido un trabajo en la mejor editora del país. No podía, ella no me amaba, su cuerpo lo decía, sus labios no me correspondieron a mi última y única suplía del día.

Recogío su valija que ella ya tenía preparada y se marchó.

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