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Encuentrame.
No escapaba, solo te daba la oportunidad de deshacerte de una molestía, es decir yo.
¿Con que el Bakugō quiere jugar? Jaja, vale, acepto. Aún que ¿Te soy sincera? Quiero seguir fastidiandote, quiero seguir sacandote de tus casillas y hacerte perder la cabeza, quiero que pienses en mi como tú me haces pensar en ti a diario... pero también quiero dejar todo esto atrás.
Te propongo algo: una pista por cada nota, si en dos semanas no me encuentras, desaparecere de tu vida para siempre. ¿Aceptas?
La verdad es que tengo algo que decirte que no puedo hacer por notas, quiero redimirme y acabar este juego infantil que inicie. Pero aun soy cobarde como para encararte de una maldita vez. Pero... Siento que, quizá, solo quizá, ya puedo. ¿Me encontrarías porfavor? Hazlo... Lo necesito ya.
Anoche, cuando dejaste las galletas estaba detrás de ti, me emociono ver tu respuesta... Deliciosa elección, en realidad conoces mis gustos.
Debo admitir que me sorprendió tu decisión... ¿Por qué quieres mantenerme siguiendo tu sombra?
Atte. Alguien que duda.
PD. Sin querer te he dejado dos pistas... Que esto acabe de una vez Bakugō, encuentrame porfavor.
—¿Cómo lo haces?— apretó su pecho algo confundido — ¿Con que ahora se pone sentimental? Ja... No creas que te dejare ir fácilmente cuando te encuentre.— chasqueo la lengua y se enderezó para empezar a escribirle
Estaba oculto tras un árbol, saco su libreta y la nota que le había llegado, no quería nada ni a nadie, solo quería ponerse en contacto con el extraño. Sus amigos empezaban a preocuparse, había estado en las nubes desde que lo vieron tomar un papelito que reposaba sobre su escritorio esa mañana. Y apenas sonar el timbre del descanso, salió aprisa del aula y se perdió en los grandes patios de la UA.
El extraño estaba ocupando más espacio en su cabeza cada vez que recibía una nota, ¿se estaba volviendo adicto a ellas? Bueno, Bakugō no se había dado cuenta, o más bien, no lo quería reconocer.
¿Era masoquista por querer continuar esa tóxica relación de insultos, párrafos sarcásticos, y odio? Quizá, aunque últimamente las notas parecían tener otro tinte... Uno ¿confuso? Si, confuso, y Bakugō ya no podía parar, quería cada vez más del anónimo.
Y Meirara estaba sintiendo lo mismo, aunque pensó en dejarlo en paz, perdonarlo y seguir su vida, algo la retenía de olvidar al rubio, pero no tenía idea de que era. Se había convencido toda su vida de que era el odio, y así estaba resultando, pero algo estaba cambiando tras las últimas notas...
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