⁹.⁵

Gotas saladas.

Tomó su chaqueta negra con franjas naranjas, se puso sus botas en la entrada y salió corriendo de casa gritando un simple "vuelvo en treinta" y se apresuro a casa de su ex amiga.

No podía creer que él extraño le haya entregado el talismán a la chica, ¿y si por su culpa se mentía un chamuco al hogar de la joven?

La fuente de sus problemas no estaba siendo Deku como siempre, no, ahora lo era un completo desconocido, buen dibujante, distraído, astuto y creativo para hacerlo molestar anónimo. Y eso le hacía hervir la sangre.

Tocó bruscamente la puerta sin importarle si la chica dormía aún o no.

—¡Hey, puercoespín!

Pero nadie abría. ¿No podía haber regresado tan pronto a clases o si? Creía que le habían dado dos días de descanso.

Desesperado todo aún más fuerte la puerta, pero nada, ¿y si le había pasado algo? ¡¿Y si le ha la dado un patatús estando completamente sola en su hogar?!

—¡Meirara, será mejor que te aparezcas o tiro la puerta!— gritó sin pena de que los vecinos lo oyeran —¡Meirara! ¡Mei, abre maldita sea!— gritó más preocupado que desesperado —Bien, tu lo pediste.

Alzo alto su pie, su rodilla topo con su pecho y pateó con fuerza el cerrojo de la puerta. O al menos ese era su plan, pero la puerta se abrió a último momento, y su pie dio contra nada, perdiendo el equilibrio y cayendo hacía adelanté. Cayendo sobre la muchacha.

Los dos se quedaron quietos sin saber que hacer.

Bakugō, recuperándose del golpe, colocó sus codos en el frío piso de madera y vió que la chica lo veía fijamente, entre asustada y confundida. 

A solo una palma de su rostro. Vió de cerca sus labios pálidos y resecos que le parecían apetecibles en esos momentos. ¿Que pasaba si la besaba? ¿Valdría la pena la bofetada o golpe que le propinara? Estaba por acercarse hasta que...

—Ya... ¡Katsuki!— gritó con todas sus fuerzas lastimando los oídos por el agudo tono —¡No puede ser que ni cagar me dejes hacer en paz!— gritó furiosa

—¿E-eh?— vale, eso no se lo esperaba, para nada se lo esperaba

—¡Estaba en el baño maldita sea! ¡Tus estúpidos chocolates estaban caducos!— lo empujó pero se quedó en el suelo tirada

—¡¿Ah?!

—¿¡Eso será lo único que dirás!? Ahora sí te mato.— intentó levantarse —¡Ah!— de quejó al segundo de intentarlo —Maldición...— chasqueo la lengua

Bakugō la veía, aún sentado con ambas rodillas a cada costado de ella. No entendía porque la joven no se levantaba o hacía el esfuerzo de empujarlo, más bien, se quejó ahí tirada, traía una sencilla blusa ancha color gris y su pantalón de dormir... Y por supuesto, no traía brassier, por lo que ambos pechos caían a los lados sin que nada los sostuviera y los mantuviera juntos. Se veían tan suaves... Y ella tan vulnerable.

Tragó saliva, llamando la atención de la chica que no se había dado cuanta de la mirada algo lujuriosa del joven.

—¿Q-qué?— pregunto algo intimidada por su mirada —Ayudame a levantarme, la espalda me está ardiendo como no sabes.— se quejó e hizo reaccionar al rubio que se levantó

Se colocó detrás de ella, y con cuidado -obviamente al estilo Bakugō-, la levantó lentamente, del resto ella se encargo.

—¿Ahora que quieres rubito? No me siento bien, no estoy bien y lo que menos quiero es problemas, ¿comprendes?— se sobo el entrecejo, pero el simplemente no decía nada, así que alzó su mirada y lo vió con un leve sonrojó en sus mejillas mientras veía a otra parte —¿Que? ¿Te comió la lengua la gata? Jaja.

—No sabía que los chocolates estaban caducos.

—¡Jaja!— río con sarcasmo —¿Que el precio no te lo dijo?

—¿¡Ah!? ¡¿Tu como sabes el precio?! ¡A un regalo no se le ve el precio!

—Tu suprema inteligencia te hizo dejarme el recibo dentro de la bolsa de mandado.— soltó con sarcasmo cerrando la puerta de un portazo

—¡Oye, a mi casi me envenenan y no lo ando gritando a los cuatro vientos!

—¿Envenenarte? Jaja, ¿a quién se le ocurrió tal magnífica idea?— alzó una ceja divertida mientras se acercaba a su cocina, con el rubio andando detrás de ella

—Un... Idiota solamente.— Murmuró

Meirara solo pudo aguantarse la risa, ¿en serio se había creído lo del veneno en el té?

—Cierto, no te dejaron algún objeto extraño, como... ¿Un talismán?— pregunto con cautela

Y ahí si no pudo aguantarse la carcajada.

—Mira, no me hagas reír más que me duele el vientre — se seco una lágrima de risa de su ojo, tomó un tubo de ungüento y se acercó a él —Ya que estás mejor ayudame con esto.— se lo entrego y se acercó a su sofá

—¡¿Ah?! ¡Yo no soy tu enfermero estúpido puercoespín!

—Oh bueno, creí que querías mi perdón.— se encogió de hombros, y le arrebato el tubo de su mano —Olvidalo, Izuku vendrá después de clases.— dijo seria y lo último que sintió fue a Bakugō arrastrándola del cuello de su camiseta hacía el sofá. —¡Es-espera, era broma! ¡No tienes que hacerlo! ¡Wah!

La aventó sin cuidado al sofa boca abajo.

—¡O-oye! ¿¡Que crees que haces!?— intentó levantarse pero el chico puso su mano en su nuca, manteniendo su cabeza pegada al cojín, inmovilizandola

—¡Cierra la boca y estate quieta!— pero la chica seguía arrebatandose frenéticamente

—¡No, sueltame porfavor!— suplicaba, su cuerpo temblaba y no podía pensar con claridad

—¡¿Ah?!— pero él no se estaba dando cuenta de lo que estaba provocando

—Ba-Bakugō por favor... En esta posición no...— soltó un leve sollozo

¿Estaba llorando? Si, estaba llorando en silencio.

“—¡Quedate quieta little bicht!—”

—¡Déjame ir porfavor! ¡Porfavor!— suplicaba a gritos entre lágrimas —¡No otra vez!

Bakugō se maldijo así mismo, ¿cómo pudo olvidarlo? Se levantó de un brinco y se quedó de pie detrás de ella, quién solo estaba quieta mientras tenía su rostro ocultó llorando fuerte. Sintió una punzada al corazón al verla en ese estado. ¿Que haría?

—Mei, mírame.— colocó su mano en su hombro con delicadeza —Mei está bien, estás a salvo.— intentó no perder la cabeza al ver qué la chica no dejaba de llorar y no siquiera lo veía —¡Mírame, estúpida!— le gritó intentando hacer que se concentrara en él y no en sus recuerdos

—¡No me toques!— se arrebató y lo empujó con poca fuerza

Por fin, la de cabellera oscura se arrodilló en el mueble mientras se secaba sus lágrimas e intentaba callar sus sollozos. No podía creer que estuviera recordando todo de nuevo, como una cinta que se repetía una y otra y otra vez en su cabeza.

—¡Lo odio! ¡Odio esto!— gritó

Bakugō se levantó y apoyo una rodilla en el cojín, quedando a la misma altura que ella.

—Tienes derecho a hacerlo. Aborrecerlo es natural. Él debería estar muerto ahora.

—¡¿Entonces por que sigue libre?! ¡¿Que tienen que ver sus acciones pasadas con las actuales?! ¡Él maldito no merecía ni siquiera perdón!— gritaba mientras se jalaba su pelo desesperada, asqueada, horrorizada —¡¿Acaso de verdad fue mi culpa?! ¡¿Fue mi maldita culpa?!— por fin, alzó su mirada llena de locura y desesperación —¡Dime, Katsuki!— exigió en medio de gritos

Pero él no pudo decir nada; sin pensarlo dos veces, colocó su mano con cuidado en el cuello de la chica, la rodeó con su otro brazo y la atrajo, escondiendo el rostro de ella en su hombro.

Kabuyā se quedó estática, no podía creer que el tipo que tanto daño le había causado ahora la consolara.

—Haría cualquier cosa por hacer que ese maldito perro infeliz pague. Haría cualquier cosa por que nadie jamás te vuelva a lastimar.— susurro entre la cabellera de la joven que no decía nada —Nadie te lastimara de nuevo, así te tenga que proteger de todo aquel que se te acerque.— acariciaba su cabello lentamente

Estaba algo enredado, pero aún podía sentir el olor de su champú de menta, un aroma relajante. Tan relajante como resultaban ser los fuertes y firmes brazos que la rodeaban de manera protectora.

¿Por qué se sintió segura durante ese instante en brazos del joven que tanto la había marginado? ¿Por qué su corazón estaba empezando a latir veloz nuevamente por él? ¿Por qué sus lágrimas habían parado? No tenía respuesta a ninguna de esas dudas que bombardeaban su cabeza, así que, solo quiso disfrutar el momento.

Acomodó mejor su cabeza en el hombro del chico, casi se escondió en su cuello, causándole un leve cosquilleo a Bakugō, pero que permaneció en la misma posición. Meirara inhaló el aroma natural que el joven desprendía... Caramelo... Adoraba su aroma.

—¿Cómo puedes decir todo eso?— pregunto mientras apoyaba su mejilla en el fuerte hombro de él

—Solo... Alguien me lo sugirió.

—¿Sugerir que?

—¿Soy una bestia?— pregunto de la nada sin esperar respuesta —¿Soy un idiota? ¿Soy... Soy tu idiota?— preguntaba sin dejar de acariciar el cabello de la joven

No respondió. Más bien, lo apartó enseguida, y Bakugō pudo ver mejor el rostro rojo de la chica, aunque ya no sabía si era por el abrazo o por el llanto.

—Tienes que irte.— se levantó en seguida sin verlo a los ojos

—¿Ah?— la vió dirigirse a la puerta

—Ya oíste, vete.— la abrió e indico con la cabeza la salida

—Respondeme antes, ¿soy una... Como una bestia acaso?— se levantó del sofá y camino a ella, sembrando temor de que le vaya a gritar y romper el aparente ambiente tranquilo entre ellos

—Solo vete.— le cortó desviando su mirada al suelo

Escucho un suspiro de mala gana y de decepción de parte del rubio, y vió como sus pies salieron por la puerta, la cual cerro de golpe.

—Esto... No, no, no puede ser...— mordió confundida su labio y acercó su mano a su barbilla, pensativa —El no puede estar escuchando al anónimo... ¿O si?

Y mientras ella llenaba su cabeza de cientos de cuestiones, un decido chico caminaba con la cabeza baja. ¿Por qué no le contesto? Cualquier otro día, la pelinegra le hubiera contestado cruelmente, ¿pero era el día o la.preginta lo que impidió una respuesta? ¿O acaso había algo más implicado? ¿De verdad le tenía miedo ahora?

—Tch... Mejor me hubiera tomado el veneno para ratas.— Murmuró

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