recuerdos

Llegó a casa de sorpresa, una de sus reuniones se había cancelado y extrañaba a su familia, así que tomó el primer vuelo que encontró a Nueva York.

La sonrisa que tenía plasmada en el rostro no lo había abandonado desde que subió al avión: estaba emocionado. En un par de días cumplía su tercer aniversario de casado con Thomas, y como sabía que no iba a estar, pensaba disfrutar todo el día que tenía por delante junto a su hombre y hombrecito favoritos; dejando para la noche una larga sesión de amor que tenía planeada junto a Thomas.

Sentía el cansancio en él como una maleta pesada sobre su espalda y solo quería dormir, por lo que bebió un energizante de poca monta que vendían por ahí.

Bajó del taxi con una sonrisa y el rostro ojeroso, jaló sus maletas hasta la puerta y tocó al ver que no tenía sus llaves.

Suspiró, primera parte del plan: fracaso. Se suponía que entraría sin que nadie se entere y así tener tiempo de lavarse y arreglarse un poco, sus pintas no eran las mejores, parecía un zombie andante y él lo sabía muy bien.

Una pequeña voz gritó "¡Yo voy!", seguida de otra más gruesa que intentaba detenerlo, "¡Eliot! ¡No abras la puerta sin preguntar quién es!".

Su corazón se aceleró bruscamente de los nervios, escuchó el seguro ser retirado y vio una cabecita asomarse por la puerta, —¿Quién- ¡Papá! —exclamó su hijo.

Tirando la puerta a un lado y lanzándose a sus brazos, Eliot lo abrazó fuerte, y él correspondió, sintiendo lágrimas acumularse en sus ojos. Cielos, lo había extrañado tanto... Besó la cabeza de su hijo con amor y lo separó de él con suavidad, —Hola cariño, ¿cómo has estado?

—Extrañándote, mucho mucho, ¿tú me extrañaste?

—Por supuesto que sí, pequeño. Mucho mucho.

Su hijo seguía colgado de su cuello, —Eliot, también quiero saludar a papi... —el niño lo apretó más con sus pequeños bracitos y escuchó una leve risa, levantó la vista y se sintió derretir.

Su esposo estaba allí, sonriéndole con ojos brillantes, mejillas y nariz rojas, haciendo todo lo posible para no llorar.

—Hey... —escuchó el suave hablar de Thomas, sacando a Eliot de su lugar con delicadeza, —Yo también quiero mi abrazo, no solo son para ti.

Su pequeño se abalanzó sobre Thomas abrazándolo. —Listo, ¿ves que también hay abrazos para ti?

El rubio rió y lo tiró a un lado, jugando, —Anda guarda tus juguetes; no queremos que papá se tropiece, ¿cierto?

El niño negó y entró corriendo a la casa, gritando algo que Dylan no escuchó, muy distraído observando a Thomas.

Lo atrajo a su cuerpo, tomándolo con delicadeza, y lo abrazó fuerte, él lo envolvió con la misma intensidad y cuando se separaron solo un poco para poder mirarse a los ojos, sintió los largos dedos de su marido secar lágrimas que soltó sin darse cuenta.

—Se siente tan bien tenerte de nuevo entre mis brazos.

Lo vio reír entre lágrimas y se entregó al beso que el rubio inició.

Suspiró feliz cuando se separaron, estirando los labios para recibir otro beso, su esposo rió encantado y le dejó un suave besito apenas sobre estos.

—Se me hace casi imposible creer que estés aquí...

Dylan acarició sus costados, Thomas estaba hablando en susurros sobre su oreja, ambas mejillas en contacto, brazos firmes envolviéndolo fuerte.

—Te amo, —susurró, la culpa de no decírselo lo suficiente carcomiéndolo.

—Te amo más.

Ambos lloraron un momento en los brazos del otro, disfrutando su cercanía y no queriendo que el momento acabe.

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