Inercia
Cada vez que lo veía era como un golpe de Newton en la cabeza y por mera inercia me sentía deshecha entre sus manos cuando amenazaba con poseerme.
Yo no ejercía ninguna fuerza en contra de la inercia de nuestros cuerpos, ambos parecían ser empujados uno contra el otro a pesar de querer estar lejos, mientras tanto mi mente se consumía en llamas.
Todo era perfecto entre él y yo, siempre y cuando mamá no se enterase...
¿Quién dijo que los hermanos no pueden amarse?
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