Hallucinations [Vegeplay]

Cuando vives lo mismo una y otra vez la verdad es que lo normal es aburrirse, sentirse cansado y sin nada emocionante en vida.

Raúl sentía esto, y era lo peor. Siempre lo mismo, ir a clases de la universidad, luego al trabajo en una cafeteria, y por último volver a la soledad de su casa para dormir.

Sus padres le dejaron la casa y un carro antes de morir, ahora solo debia centrarse en pagos como lo son sus estudios, pagos de servicios y luego la gasolina del vehiculo. Aun así todo era tan monótono.

Siempre lo mismo, una y otra vez, una y otra vez, la verdad deseaba salir de esa vida, en especial es horrible cuando te encuentras solo en la vida, sus amigos hicieron grandes cosas y se fueron del pais, tenian becas, otros se mudaron para buscar mejor vida, y Auron... Solo se quedo allí, esperando por algo nuevo, por algo mejor.

Y entonces un dia, ese algo sucedió.


-Tenga un buen dia.-Dijo Auron sonriente, despidiendose de su último cliente en la fila.

Ahora solo quedaba esperar que llegaran otros, de hecho, se encargaba de todo, bueno, casi todo, luego estaba su compañero que, básicamente, preparaba los pedidos, aunque uno atendia y el otro preparaba, ellos decidian y rotaban cada tanto, ahora mismo Auron es el de atención al cliente.

El sonido de las camanas que hacia la puerta al abrirse le hizo reaccionar, alguien más, un chico de cabello negro y ojos morados, vestía de traje y parecia bastante elegante, no, mejor dicho, como pensaba Auron, se veia jodidamente ardiente.

-Buenas.-Incluso su voz era maravillosa, daban ganas de escucharlo mucho más.

-Buenas tardes,  ¿En qué le podemos ayudar?- Habló Auron, no se iba a quedar babeando, eso lo dejaría mal.

-Un capuccino.-

-A la orden.-

Auron se encargó de prepararlo ya que su compañero estaba viendo su móvil sin preocuparse por mucho más que eso.

Le entregó su pedido y este le agradeció, por un momento se rozaron sus dedos, claro que nadie lo tomó como algo tan importante.

El de ojos morados pagó y se retiró, se subió a un carro fuera y se fue, alejandose a su vista.

Pero bueno, sería la última vez que lo vería, que triste, volvería a lo usual, clientes aburridos.


Pero al final, no fue así. Cada dia a la misma hora el chico de ojos morados aparecía a pedir lo mismo: Un capuccino.

Cada vez era emocionante porque podía atreverse a intentar hablarle, cosa que hizo, y no fue Auron, quien se moría de ganas de hablarle, fue el chico misterioso, quien al ver su nombre decidió un dia presentarse, incluso a veces decia bromas.

¿Será que tenian un interés mutuo?

De ser así, sonaba fantástico, pero así fueron sus tardes, donde Samuel, el chico misterioso, comenzó a acercarse a su vida.

-Gracias.- Dijo Samuel, pagando y agarrando su capuccino en manos.

-No hay de que.-Respondió Auron, sonriendo.

-Oye...-

-¿Sí?-

-¿Tienes planes para despues de tu trabajo?-

Era lo que habia estado esperando por mucho tiempo, una pregunta como esa, fácil de responder. Su vida era aburrida y solitaria, no tenía planes, y eso era lo que agradecia ahora.

-No, ninguno.-

-Entonces, pasaré por tí, si gustas, Raúl.-

Que Samuel diga su nombre era mágico, hacia que su corazón se volviera loco y su voz fallara de los nervios.

-¿Es una cita?-Preguntó con cierto tono coqueto el de ojos cafés.

-Solo si te gusta la idea.-

Joder, si era una cita, y todo era tan mágico, Samuel era perfecto.

-Entonces te esperaré.-

Le hubiese gustado prepararse antes, quizás ponerse más perfume o algo, pero no podría, aun asi, era mejor que nada.

Pero... El momento no llegó.

La salida del trabajo llegó y... Samuel no habia llegado, no estaba por ningún lado.

El trabajo habia cerrado y nuevamente estaba rodeado de soledad.

Samuel no le haria eso, él era un chico honesto y agradable, admitió que solo venia a comprar para verle, ¿No era eso suficiente razón para creerle?

Él era perfecto, incluso le contó un poco de su vida, seguía estudiando, venia de una buena familia, tenia sus propias cosas y le iba bien, todo lo contrario a Raúl. Pero, aun así, el de ojos morados decidió verle, prestarle atención.

¿Por qué entonces no estaba allí? Samuel, su Samuel, lo único brillante en su vida gris.

Entonces, se dio cuenta.

Samuel era perfecto, demasiado...

Demasiado para ser real.

¿Por eso siempre lo atendía? ¿Acaso nadie más lo veía? ¿Entonces... Habló solo todo el tiempo?

No, no podía ser cierto, Samuel era real, habló con él. Sintió sus manos y eran cálidas, le habló de su vida y era totalmente real.

-¿Así que te llamas Raúl? Es un lindo nombre. -

No, no era un lindo nombre, pero era un fantástico nombre cuando él lo decia, cuando venia de su boca, cuando era dicho con su voz.

Pero al final, todo tenía sentido, no era real, claro, era imposible que lo fuera.

Nadie sería tan bueno con él, y su vida era tan aburrida que simplemente deseó algo más, algo que, al no conseguirlo, hizo que lo inventara todo, con razón Samuel era todo lo que deseaba, porque era una alucinación, no era real.

Su vida seguiría siendo miserablemente solitaria.

-¡Dios, lo lamento tanto! Hubo un choque y me retrasé.-

Allí estaba la voz que tanto amaba, levantó la mirada y lo vió, en el vehiculo, manejandolo, estacionado frente a él.

No era real.

-¿Auron?- Al no recibir respuesta, deicidió salir y acercarse a este.

El llamado levantó la mirada, topandose con esos hermosos ojos morados.

-No te ves bien, lamento tardar, de verdad lo siento.-

Samuel acercó su mano a la mejilla del contrario, con cuidado, limpió sus lagrimas, porque sin darse cuenta el mismo Raúl soltó estas ante la ansiedad del momento.

Cálido, su toque era cálido y gentil, era real.

Auron lo abrazó, fuertemente, refugiandose en el otro, pero tambien probando si era verdad o no su existencia, pero no se iba, no se desvanecia de sus brazos.

Allí estaba.

-Ya, ya, supongo que tuviste un mal dia, espero que nuestra cita cambie tu humor.-

Samuel era demasiado para Raúl, pero no era falso.

El de ojos cafés solo rompió en llanto, que alegria, que alegria que era real.

Que alegria que ya no estaría solo.

Fin.

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