- III -


Akaza lucha sintiendo asco.

Asco por los cazadores débiles, asco por su propia debilidad.

Puede destruir de un ataque a los hombres, pero esquiva y evita lastimar a aquella a quien llaman Makomo.

Tanto ella como el pilar son extraordinarios oponentes, está seguro de que podrían mejorar hasta explotar su potencial. Pero la vida no les permite la suerte de ver un amanecer más.

Ella grita el nombre de su maestro cuando lo ve morir, algo que no hizo con el resto. Le muestra su amor, esa asquerosa debilidad. Ella es la última que queda.

Akaza sonríe al notar que la chica se mantiene firme aún con el dolor en su alma y sus heridas, se muestra fuerte a pesar de saber que no tiene oportunidad contra él.

Le encantaría dejarla ir.

Cuando Akaza se acerca, un nuevo aleteo alimenta al tornado.

Ella no retrocede, se prepara para morir atacando, exprime su fuerza de voluntad para no retroceder... Pero sus ojos muestran una profunda pena. Ojos preciosos y acuosos.

Ojos azules que le traen recuerdos.

"Hakuji, perdóname por ser una molestia".

Un destello de su vida como humano se reflejó en esa triste mirada.

—Koyuki–.

Ese nombre extraño y sin rostro que salió de sus labios lo hizo sentir terriblemente solo.

La ira lo invadió. Los recuerdos que en otra vida lo ayudarían a entrar en razón y rendirse, hoy regresan de forma diferente. Lo debilitan, sí, pero eso sólo lo enfurece y hace sentir extraño.

Fue su mano la que atravesó el pecho de la joven, fue su puño el que destruyó el corazón de Makomo cuando asesinó al pilar, entonces ¿Por qué es él quien siente un gran vacío?

Una extraña alucinación se sobrepuso en su mente al tener el cadáver de la chica entre sus brazos y días después ocurrió algo similar cuando logró rastrear al expilar y figura paterna de la pareja.

Sorpresivamente, le fue mucho más difícil deshacerse del anciano que de los cazadores. Sobre Urokodaki podía ver a su propio padre o a un hombre metido en un traje de entrenamiento.

Esas visiones lo atormentaron, susurraban en su oído que se detuviera, decían que ya era suficiente y lo llamaban por ese antiguo nombre que había olvidado. El dolor en su cabeza y corazón era desgarrador, lágrimas brotaron a borbotones cuando perdió la paciencia y asesinó brutalmente al hombre frente a él.

Cada golpe asestó con la ira de la soledad, golpes que en otro tiempo habrían sido dirigidos a su propio cuerpo ahora destruyen a un viejo inocente porque cree que sólo así se librará de las voces que lo torturan.

Gritó con furia que se marcharan, le ordenó a cada voz que lo dejaran tranquilo hasta que se detuvo y el silencio de la montaña lo abrumó. Lo único que se quedó en su mente fue una triste mirada zafiro.

"Recuerda, incluso el aleteo de una mariposa puede generar un tornado".

Giyuu despierta fastidiado, ese sueño se ha ido haciendo mucho más frecuente. No lo entiende y tampoco recuerda haber conocido a una mujer con esa voz.

Estira su cuerpo, aprieta su nuca en busca de alivio. Arrastra los pies fuera de su habitación, apenas tres horas después de que Tsutako le ordenara descansar.

Le sorprende encontrar a Ryue en el pasillo, casi como si estuviera montando guardia. Se quedan estáticos, se miran por segundos en los que Giyuu ruega ser fuerte para no volver a llorar.

Pierde la pelea interna cuando Ryue abre sus brazos, lo llama a buscar consuelo en su calor. Él acepta de inmediato.

Llora en silencio contra el pecho del mayor, quisiera enterrarse en su cuerpo y jamás salir. Le reconforta sentir los labios de Kondo contra su cabello y un par de manos frotando su espalda.

La muerte es una pérdida permanente, abrupta y dolorosa, sin embargo, para Muzan siempre ha significado la venida de muchas ventajas, casi siempre es así.

Su pobre cachorro perdió a tres personas.

El pilar y su pareja eran tan cercanos a él como el viejo del que Akaza se encargó.

Así que él tiene que estar ahí, mostrarse siempre como apoyo. Debe aprovechar la culpa y la tristeza de Giyuu para acercarse mucho más, alimentar la idea de que él es lo único que de verdad tiene.

No se presentó a los funerales, no es estúpido para ponerse en peligro al asistir a un evento al que seguro acudirán otros pilares; excusó su ausencia como muestra de respeto debido a la mala o nula relación que mantenía con los difuntos.

Compensa su falta a las ceremonias con todo el apoyo y arrumacos que le son posibles, le da gracia pensar que algo tan simplón es suficiente para el pequeño engrino que ha dejado de sollozar.

—No estuvimos bien en estos días, él estaba furioso y distante conmigo–.

Muzan espera que el luto por Sabito sea la última vez que el cazador se interponga con sus planes.

Nosotros no seremos así–.

Siente un leve respingo en el joven entre sus brazos, sabe que no es debido al hipo del llanto.

Nosotros permaneceremos siempre juntos– deja que una de sus manos se paseen por el cabello de Giyuu, lo peina con lentas caricias.

La escena es tan tierna y dulce, completamente contraria al desastre que ocurre en el interior de ambos. Uno de ellos ríe de placer por lo que ve, el otro repite en bucle la palabra con la que pierde la razón.

"Nosotros... Nosotros".

—Ten la seguridad de que yo siempre estaré para ti–.

Giyuu alza el rostro, siente cómo le arrancan el corazón al percibir tanto anhelo en el par de rubíes en los que se se ve reflejado, atrapado en un mar de sangre.

El amor que nace en Giyuu con esa simple mirada lo condena.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?– su voz sale en un susurro tan bajo que le asombra haber sido escuchado.

—Acepta mis sentimientos y te lo demostraré–.

Si Tomioka fuera tan consciente de lo exterior como de su interior, notaría al instante que su pecho sufre un fuerte bombeo mientras que el latido junto a él es aburrido y apagado.

—Giyuu, cásate conmigo–.

Pero todo eso ¿A quién le importa? Él es feliz, tan terriblemente feliz que la culpa acompaña al sentimiento en días de luto.

Él asiente muchas veces mientras varias gotitas se le vuelven a escapar.

Giyuu abre la puerta con extremo cuidado, mira al hombre dentro y decide entrar con todo el sigilo del mundo.

Deja una bandeja con té y bocadillos, supera su tentación por acercarse un poco más para ver lo que ha tenido a Kondo tan sumido en los últimos días, se gira dispuesto a irse para no molestarlo.

Casi como un sirviente en su propia finca.

Muerde su labio al escuchar la voz de Muzan, quizá no fue tan sigiloso cómo pensó.

—De pronto no haces ruido, eres muy escurridizo–.

—Parecías muy concentrado en algo importante, no quería distraerte–.

Muzan sonríe de verdad, complacido por el acto de su lindo cachorro al que no parece tener que entrenar. Hace una seña con sus dedos para atraerlo.

Giyuu mira con grandes ojos lo que Ryue ha estado haciendo, se encuentra con los planos de una casa.

El demonio planea la jaula perfecta, un lugar en el que pueda mantener a Giyuu hasta el final, sólo para él, perfectamente adecuada para ocultarlos del sol. Jardines, ventanas y entradas deben estar muy bien pensadas.

—Estoy trazando los planos de nuestro hogar– no espera que el joven entienda algo de lo que ve, lo muestra por el simple hecho de que planea tomar a Giyuu antes de que el invierno llegue a su fin.

En poco más de un mes el manto gris en el cielo dejará de protegerlo y siendo así necesita llevar a Giyuu a un lugar en el que pueda moverse incluso durante los días primaverales sin despertar sospecha.

—Pronto deberé marcharme por un tiempo, arreglar algunas cosas y comenzar la construcción, pero en cuanto esté lista podremos estar juntos todo el tiempo–.

"Juntos todo el tiempo... Juntos, juntos" el pensamiento se repite con cada latido del engrino, lo hace sonreír.

—Si tienes una sugerencia es bienvenida–.

Kibutsuji lo mira acomodarse en un rincón, consultar algunos papeles y dibujar en un pliego, está seguro de que hace garabatos o algún dibujo cursi de lo que le gustaría tener en su propia casa.

Espera con paciencia por un largo tiempo hasta verlo acercarse cuando termina lo que sea que hizo, él luce inseguro, tímido. Enrolla y aprieta el papel entre sus manos.

Le encanta verlo inquieto, temeroso de no poder complacerlo.

Da un par de palmaditas indicándole sentarse en su regazo, Giyuu obedece con encantadora velocidad.

Acomoda su cuerpo contra el del mayor mucho más de lo que acomoda el plano sobre la mesa, muestra un mapa que aún con inseguridad comienza a explicar.

—Éstos son los tres montes más altos del país, no se permite construir en sus cimas por los templos pero podemos buscar un punto que nos acerque a los tres–.

Señala con su dedito el punto que resaltó a las afueras de una gran ciudad, hay casi la misma distancia entre el punto y cada montaña.

—Cuando el verano llegue, nosotros iremos en busca del lirio azul... Crecerá en alguno de esos tres montes como cada año porque son los más calurosos–.

Casi se traba al decir nosotros. El calor pintó sus mejillas con tanta violencia al pronunciar esa palabra que prefirió perder la mirada en el fondo de la habitación. No logra ver que Muzan se come los labios para no sonreír pero falla en el intento, vuelve a mostrar su sonrisa de placer, amplia y escalofriante.

Y es que el demonio esperaba una tontería, algo insignificante como un jardín o algo por el estilo, en cambio Giyuu continuó sentenciándose demostrándole que lo necesita, que es valioso y mucho más útil que cualquiera de sus asquerosas creaciones e incluso sus lunas.

—¿Crees que es mala idea?– el silencio prolongado le hizo sentir frío en la espalda, aún se niega a mirarlo.

—Creo que es una excelente idea. También creo que no necesito a nadie más que a ti en la tierra–.

Giyuu resplandece de felicidad, acepta gustoso los dedos en su mentón que lo guían a una tierna unión, todo su cuerpo hormiguea con un beso.

— No necesitamos a nadie más, nos casaremos en cuanto regrese y estaremos siempre juntos–.

Giyuu asiente sonriente, aceptando y asimilando cada palabra que Muzan pronuncia con sus labios curvados. Ese dulce tono manipulador lo hace vibrar de amor puro y estúpidamente inocente.

El santuario luce triste y solitario.

No es común que las personas se unan en matrimonio en medio de las últimas tormentas de nieve. Las luces luchan por mantenerse encendidas y el frío corroe hasta a los más fuertes.

Aún así, Giyuu luce eufórico, el pecho le va a reventar de pánico y felicidad, acaba de convertirse en el marido de Kondo, la sola idea le derrite el corazón.

Un anillo adorna su dedo al igual que el de Muzan, ambos se dijeron juramentos enternecedores para cualquiera que no conociera el objetivo de la unión y se entregaron por completo durante el ritual San Sakudo.

Al menos Giyuu así lo hizo, casi sin dolor de sólo tener a su hermana, cuñado y sobrino presentes en la ceremonia. Nadie de la familia Kondo pudo estar presente, por lo que el miedo en Tsutako incrementó al creer que su hermano se había atado a un matrimonio con pocas esperanzas de longevidad.

—¿En verdad debes irte ahora? La tormenta no ha parado, viajar así es riesgoso– ella siente que le arrancan a su pequeño niño cachetón.

El mal presentimiento que tiene respecto a ese matrimonio le eriza la piel, incluso con toda la dulzura que parece adornar a la pareja.

—Ryue... Ryue dice que es lo mejor, quiere que lleguemos a casa cuanto antes– cientos de flores crecieron en su estómago al poder pronunciar el nombre de su amado.

Giyuu se queda junto a su pequeña familia un momento más mientras Kibutsuji espera por él en la salida.

La espera está valiendo la pena. Muzan pudo construir la jaula perfecta en el lugar que Giyuu le señaló, el viaje entre la finca del agua y la mansión tomaría al menos dos días enteros incluso sin tormenta así que tiene la seguridad de que los Tomioka no serán un obstáculo.

Kondo Giyuu... Kibutsuji Giyuu... Francamente ninguna de las dos formas termina de convencerle, pero no tiene por qué ser así.

—Jamás imaginé que ese jovencito se forjaría tan horrible destino–.

—¿Disculpe?– Muzan se sobresaltó, no sintió la presencia de una anciana hasta que habló.

—Muzan Kibutsuji, toda tu vida, tus creaciones y ambiciones dependen del amor de un hombre muy despistado–.

Sus verdaderos ojos se rebelaron al escuchar su nombre. La mujer a su lado ni siquiera lo mira, sabe a la perfección quién es y aún así no muestra el mínimo temor o respeto.

Permanece quieta, mirando al frente con un gesto demasiado triste para ser solamente una loca desconocida que se pasea por ahí.

Sus manos huesudas sostienen con protección un pequeño jarrito con algo brillante.

—¿¡Quién eres!?–.

—Giyuu ¿Todo bien? ¿Te cuesta ver por la nieve?– su joven esposo apareció frente a él, girarse a mirarlo por mucho menos que un segundo fue suficiente para perder a la mujer.

Era imposible, estaba ahí hace un maldito instante ¿Estaba teniendo alucinaciones?

—¿Ya te despediste de todos?–.

—Sí– le respondió alegre y sin buscar a alguien más.

Quizá sí fue una alucinación, además de que Giyuu nunca le ha mencionado a alguien así.

—Partamos entonces– hizo un gran esfuerzo por mantenerse tranquilo y sonriente.

Dentro de la carroza dejó que Giyuu se acurrucara contra su cuerpo, esperó a que pasare un buen tiempo para darle un golpecito en la nuca. De cualquier forma planeaba dejarlo inconsciente durante el viaje para que tuviera poca noción del tiempo y el camino hacia su nuevo hogar, pero ahora se siente alterado.

En todo su tiempo de vida jamás había alucinado y en los años que lleva siendo el rey de los demonios jamás experimentó un escalofrío como el que sintió con tan fugaz encuentro.

Y es que esa mujer tiene razón.

Muzan pasea las yemas de sus dedos por el tierno rostro durmiente, pronto son sus afiladas uñas las que corren de arriba abajo en las amplias mejillas...

"Muzan Kibutsuji, toda tu vida, tus creaciones y ambiciones dependen del amor de un hombre muy despistado".

La mujer resuena en su mente.

¿Un hombre? Giyuu apenas tiene 19 ¿Despistado? Él diría que terriblemente estúpido ¿Y él depende de su amor? Es la peor forma en que alguien lo ha humillado.

Absorberlo sería una pérdida de tiempo porque ni él ni alguno de sus demonios podría obtener la flor y aún asimilando sus conocimientos sería un desperdicio si tiene que instruir a alguien más, por no mencionar que sería riesgoso si otro humano descubre el poder del lirio.

Llegaron a la mitad del camino antes de que pudiera pensar en un plan de respaldo. La noche terminó de imposibilitar el camino por lo que sus sirvientes se detuvieron en la primera posada que se les cruzó.

—Giyuu, cariño debes despertar–.

El joven engrino se levantó de golpe al despertar, le avergonzó demasiado el verse recostado en el regazo de Ryue a pesar de las circunstancias y más aún al ver que eso fue así durante todo un día.

—¡Perdón! Ni siquiera me di cuenta del momento en que me dormí– se pregunta cómo es que pudo dormir por tanto tiempo y de forma tan profunda.

Le parecía imposible no haber despertado en un viaje de mañana a noche con tantos brincos y dificultades.

—Está bien, lucías encantador–.

El rostro de Giyuu enrojeció, algo que no hizo más que despertar más preguntas en el demonio ¿En verdad alguien así podría traicionarlo?

Ambos bajaron a la posada donde fueron recibidos con gran calor cuando explicaron su recién casamiento, obtuvieron una gran comida que el menor devoró alegre y la mejor habitación.

Cuando ambos cambiaron sus ropas a una cómoda yukata y la luna fue la única fuente de luz, Muzan pensó que nada en esa tierra debería volver a generarle preocupación alguna.

—Giyuu– el nombrado tiembla entre sus brazos, aprieta los labios al sentir manos recorriendo su cuerpo debajo de la única prenda que lo cubre.

Incluso el roce de su aliento en la nuca lo hace entrar en calor.

—¿Serás siempre un buen chico?– carga fácilmente con el delgado cuerpo, lo deja con suavidad sobre la cama.

—Sí–.

—Me perteneces, eres mío por completo, así lo juraste esta mañana–.

Giyuu gime al sentir su cuerpo ser invadido, los dedos de Muzan lo preparan para una mayor intromisión. El bochorno corre por su cuerpo.

Siente besos, mordidas y caricias por todo su pecho, el cuerpo encima lo domina por completo, tiembla cuando Ryue se posiciona para entrar.

—¿Estarás conmigo sin importar lo que ocurra?–.

Recibe por respuesta un jadeo.

El dolor de ser tomado por primera vez cierra la garganta del engrino, lo hace encogerse y sudar. Abre la boca en busca de aliento pero es sofocado por una nueva unión. Sus labios son gobernados con voracidad, apenas evitando hacerlo sangrar.

Muzan entra por completo mientras estruja la suave piel, marcas violáceas adornarán los claros muslos por la mañana.

—S-sí, estaré contigo–.

—¿Vas a darme absolutamente todo de ti?– guía una de las piernas hasta posarla en su hombro.

Siente al engrino tensarse, la entrada aprieta su miembro con pánico. Giyuu respira con dificultad, siente como si toda la sangre de su cuerpo subiera a su rostro a marearlo.

Sí–.

—¿Sí qué?– Kibutsuji le da la primer estocada, lenta y profunda. Goza de los gestos que la débil luz nocturna le deja ver en el menor.

Está seguro de que le hace daño por la poca preparación y aún así su pequeño cachorro lo recibe por completo.

La vergüenza y el dolor son dominados por el amor, Giyuu le permite tomar su cuerpo a su antojo y responde con la verdad más pura de su corazón.

—Voy a entregarte t-todo de mí–.

El placer que Muzan siente al cogerlo va mucho más allá de lo físico, la sumisión y entrega del engrino lo abruman.

Baja sus labios hasta la comisura de los ojos desbordantes, lame y absorbe las lágrimas del menor mientras sus caderas siguen bombeando el doloroso placer.

Pronto el movimiento va ganando frenesí, los rechinidos de la madera acompañan los gruesos jadeos que Muzan deja escapar y los gemidos que Giyuu comienza a soltar.

—Eres mi todo, Giyuu, eres lo mejor para mí–.

Esa voz lo hipnotiza, lo toma y lanza a su perdición sin piedad, lo excita verdaderamente hasta el punto de perder el decoro.

Gime alto, grita un nombre falso con cada embestida que lo hace temblar, se aferra con todo su cuerpo a su marido y lo ayuda a llegar más profundo.

Siente que Ryue le roba el alma con la mirada y eso está bien.

Piensa que el dolor escondido en su placer es necesario para satisfacerlo a él y eso está bien.

Cree que junto a Ryue todo está bien.

Su mente es gobernada por la ilusión de un amor intenso e imperturbable.

Mientras, Muzan se pregunta qué tan lejos Giyuu le permitiría llegar, cómo se sentiría cogerlo mientras grita su verdadero nombre y, lo que más le atormenta, cómo será el sabor de su sangre.

—Ry-Ryue... ¡Ryue!– Giyuu libera todo su calor entre ambos cuerpos, le regala al rey de los demonios el mejor de los gemidos.

Él arremete casi con malicia, penetra con mayor velocidad y fuerza todo el tiempo que el menor jadea y se tensa con la magia del primer orgasmo.

Apenas logra salir a tiempo, eyacula en el vientre de su dulce engrino que lo mira con cansada satisfacción. Sonríe con gracia al ver lo que hizo por impulso, casi costumbre. Nunca ha querido lidiar con más problemas así que siempre termina fuera de las mujeres que se coge.

La pierna de Giyuu por fin baja al colchón, ambas respiraciones se iban normalizando cuando Muzan se dejó caer sobre el engrino, sofocándolo sin piedad alguna con su cuerpo dolorido.

Pronto siente que el menor se retuerce bajo su peso, se acomoda lo mejor que puede y lo abraza como si quisiera protegerlo. Él sólo recuesta su cabeza en el pecho maltratado por sus dientes, los latidos que escucha los podría comparar con un tambor.

—Ryue, haz conmigo lo que más te plazca, soy tuyo por completo y hasta el final–.

Giyuu duerme sonriendo, ignorante del placer que genera en el rey.

Alimenta felizmente al tornado incluso cuando éste vuelve a devorar su cuerpo antes de partir a la mañana siguiente.

Su piel arde con marcas de propiedad, sus piernas apenas le responden para llegar a la carroza y desplomarse con cansancio. Esta vez no le sorprende volver a quedar inconsciente, duerme largo y tendido por la mayoría del día sin que Muzan deba hacer algo.

Despierta cuando el frío le golpea el rostro, Ryue abrió la ventana.

—¿Pudiste descansar? Quizá no debería exigirte tanto en–.

—No, está bien, dormí mucho así que... ¿Ya casi llegamos?– la vergüenza no le dejó terminar la idea, quería pedir que no se contuviera en sus encuentros, después de todo es su deber satisfacerlo.

Tampoco era que Muzan planeara hacerlo mucho más de lo que ya.

—Sí, mira por ahí, ya puedes ver nuestro hogar–.

Siguió con la mirada la dirección señalada, sus labios se curvaron ligeramente al poder ver una casa apareciendo de a poco en el horizonte, mucho más alejada de la ciudad de lo que pensó pero no sería un problema.

Rápidamente su gesto alegre se transformó en asombro al notar que su "linda casita" se revelaba como una gran propiedad, una mansión con grandes jardines, delimitada y acompañada de muchos sirvientes.

—Ryue ¿No es demasiado?–.

—Nada es suficiente si se trata de darte lo mejor–.

El auto al fin se detuvo. Giyuu tomó la mano de Muzan para bajar, no quiso soltarse por temor a que le fallaran las piernas y por mero gesto de cariño que el mayor no rechazó.

Ambos se adentraron por primera vez al lugar que se convertirá en la prisión de la que ninguno querrá escapar.

Fueron recibidos por el numeroso personal pero nadie destacó tanto como un jovencillo metido en ropas que claramente le incomodan, parece tener casi la misma edad que Giyuu y tiene las pestañas más pobladas que cualquiera haya visto.

—Bienvenidos a casa, espero que el viaje fuera ameno– hace una gran reverencia que es seguida por los demás.

Un apretón a su mano evitó que el nuevo y joven amo respondiera con la misma inclinación. Muzan y el joven mayordomo están conscientes de que ahí incluso Giyuu es un sirviente más, pero no es algo que se deba mostrar al resto.

Hay jerarquía. Una muy marcada y disfrazada con posesividad que Kibutsuji no perdió oportunidad de recalcar. Con una mirada el joven sirviente se apartó del resto del personal, todos inferiores a él, antes de que su amo hablara.

—Hablarán de Giyuu como su joven amo, jamás pronunciaran su nombre o se tomarán libertades al hablar. Su trato hacia él será siempre amable y meramente servicial. No se acercarán, no lo tocarán, ni siquiera mirarán a los ojos sin permiso previo. Acataran sus órdenes al instante y se desvivirán por hacerlo feliz ¿Quedó claro?–.

Un "Sí, amo" salió en coro.

La piel de Giyuu se erizó con violencia, esa fue la primera vez que Ryue se mostró frente a él de esa forma, tan dominante y aterradora. No se atrevió a contradecirlo a pesar de estar en contra de todo lo que dijo.

Cada sirviente mantuvo la frente baja, comprendieron aquellas palabras desde el momento en que se les contrató.

A él deben temerle, obedecer y servir con devoción. A Giyuu deben protegerlo, aislarlo, servirle de forma que no necesite poner siquiera un pie fuera de la propiedad.

—Pueden volver a sus tareas–.

El joven trajeado fue el único que se mantuvo junto a ellos.

—Ryue ¿Cómo van a servirnos si no pueden siquiera acercarse?– su voz salió pequeña y temblorosa.

El agarre entre sus manos se fortaleció, el mayor dejó de mostrarse intimidante para sonreírle con ternura.

—Para eso tendrás un guardián e intermediario–.

El mayordomo dio un par de pasos frente a Giyuu, hizo una nueva reverencia sin atreverse a mirarlo fijamente.

—Mi nombre es Hakuji, a partir de hoy mi tiempo y servicios le pertenecen por completo–.

"Pide todo lo que desees a los sirvientes, no tienes que hacer algo tú mismo".

"Deja que Hakuji se mantenga siempre a tu lado".

"Lo tienes todo aquí, no necesitas salir".

"Jamás entres a mi estudio, no importa lo que pase o el tiempo que lleve sin salir".

También hay muchas reglas que Giyuu debe acatar, la mayoría de ellas las acepta y comprende, jamás se atrevería a interrumpirlo mientras trabaja, pero le cuesta acostumbrarse a sentirse solo aún estando acompañado.

La mansión está siempre activa, Hakuji se mantiene a su lado y no hay oportunidad de aburrirse en un lugar tan grande y preparado con todo lo que pueda necesitar. E igual tiende a sentirse fría.

Los últimos días del invierno desenterraron a los jardines de la nieve y dieron paz a los dedos fríos de Giyuu; la gran biblioteca y su propio laboratorio ya no tienen un ambiente tan decaído.

Incluso Kanzaburo parece alegre de poder volver a volar y llevar cartas para su hermana Tsutako.

Quizá el problema es que Ryue se pierde en su estudio por demasiado tiempo, días enteros. Incluso ha llegado a pasar noches solitarias en una habitación demasiado grande para su estrujado corazón.

No, Ryue no puede ser culpable de ningún malestar.

Giyuu suelta el aire, piensa que el problema está en él mismo. No tiene manera de saber que Nakime hace desaparecer a Muzan en cuanto entra a su estudio.

Mucho menos se imagina que el demonio pasa el tiempo en negocios que implican vender el arte de su quinta luna creciente, y hacer lo que mejor sabe con mujeres adineradas.

Y es que la gran mayoría de sus recursos se consumen en la jaula que construyó.

—¿Le ocurre algo? Si necesita algo debe decírmelo– Akaza, harto de cambiar su apariencia a una humana y meterse en un horrible traje, intenta no mostrar el desagrado que le provoca servir a un humano.

Aún no entiende la razón por la que Muzan lo tiene como protegido, incluso los demonios tienen prohibido acercarse a la propiedad.

Giyuu cierra el libro que estuvo estudiando, mira fijamente al chico frente a él. Piensa por un largo rato si su curiosidad puede dar problemas pero no encuentra razón alguna por la que eso pasaría.

—Quiero que te sientes y me digas quién eres–.

Giyuu notó al instante la preocupación que su orden generó, lo que él interpretó como imprudencia Akaza lo sintió como si hubiese sido descubierto.

—¿A qué se refiere?–.

—Pasas todo el día parado junto a mí y ni siquiera sé quién eres, además me da curiosidad saber cómo es que alguien tan joven terminó siendo el mayor sirviente de Ryue–.

El susto se fue en un suspiro, Akaza tuvo que pensar en una historia por su cuenta porque Muzan sólo le ordenó andar de perro guardián.

Contó una estúpida historia en la que Kondo le salvó la vida luego de que él perdiera a su familia, así que ahora le sirve con devoción.

Escuchó una suave exclamación, sus ojos se atrevieron a ver más arriba del cuello del joven para encontrar un rostro cálido y sonriente.

A Giyuu le encantó la historia.

Y a Akaza le encantó lo que vio.

Dulces labios alegres, piel clara y ojos brillantes. Ojos azules y hermosos que no lo miran con tristeza ni ira, mucho menos asco o lástima.

Bajó el rostro de un tirón al percatarse de sus propios pensamientos.

—Hakuji–.

Al escuchar su nombre siente que su mente busca a alguien más. Un delicado rostro intenta volver a sus recuerdos, alguien a quien cuidó con cariño y que por un tiempo fue su sostén pero por más que intenta no lo logra ver.

Apenas puede recordar la mirada zafiro que lo hace sentir triste y anhelante.

—Hakuji ¿Estás bien?–.

—Sí, lamento haberlo ofendido, recibiré mi castigo cuando el amo Kondo venga–.

—Hakuji... Quiero que te sientas libre de tratarme como a una persona normal–.

Akaza lo miró fugazmente por el asombro, no lo suficiente para obtener más de lo que le gustó y mucho menos para que Giyuu se sintiera mejor.

—Mírame cuando me hables y deja de actuar como autómata, es una orden–.

—No tengo permitido–.

—Nadie en esta casa tiene permitido interactuar conmigo más que tú, así que espero que al menos sea bajo términos que a mí me agraden–.

"Deja que Hakuji se mantenga siempre a tu lado".

Luego de una historia en la que Kondo quedó tan bien parado, casi como una figura paternal, Giyuu siente mucho más el impulso de acercarse al joven y hacer lo posible por también ser para él una figura protectora, incluso si no parece haber gran diferencia de edad.

Akaza vacila unos instantes, medita las palabras tratando de buscar una forma de rechazar la orden con prudencia. Su rostro termina alzándose para encarar a quien debe proteger como a su vida misma.

El engrino frente a él sonríe con mayor amplitud. Hace que su piel sienta cosquillas, debe esforzarse por tranquilizarse y ahora dejar de mirarlo tan fijamente.

—Así se siente mejor, quítate lo que te incomoda, se te nota a simple vista que no te gusta ese traje–.

¿Qué tan malo puede ser acatar esas órdenes? Hace mucho tiempo que no trata con alguien, de cualquier maldita forma, así que sus habilidades sociales son más que inferiores frente a la necesidad de no disgustar a Kibutsuji.

Termina aceptando la idea, se deshace de las prendas que lo atrapan hasta quedar sólo con el pantalón y la camisa ligera, remangada y a medio abrir.

Vuelve a sentir un poco de libertad en su cuerpo pero no es lo mismo con su mente donde, lentamente, Giyuu comienza a gobernar.

Ya llegaron a su casita, por fin la portada tiene sentido jiji

Muchas gracias por leer ❣

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top