Capítulo 5: Sabotaje

Alaska

¿Estaba así de desesperada? Sí, lo estaba.

Había estado sin participar en algún proyecto durante varios meses y ya llevaba un mes entero buscando participar en alguno y había fracasado rotundamente, por lo que cuando la compañía de salsa Tomata me había ofrecido ser parte nuevamente de un comercial, no me había podido negar.

Si creía que el primer comercial había sido ridículo, pues ese había superado todas mis expectativas.

Otra vez usaría el traje de espuma de salsa gigante y eso definitivamente no sería lo peor.

El set estaba decorado como una corte, había una jueza y unos extras que hacían del jurado y otros del público. La víctima aquí era un chico disfrazado de un paquete de pasta y estaba demandando a un chico vestido de salsa con una marca X.

—Bien, ¿estamos listos? —preguntó el director.

Todo el equipo asintió.

—Perfecto, ¡acción!

La salsa X se sentó en el estrado para ser interrogada y la abogada del paquete de fideos se le acercó.

—¿Es cierto que usted no está hecha de tomates naturales?

—No es cierto.

—¿Entonces por qué mi cliente quedó bañado en un sabor a tomate sintético? ¿Podría explicar eso?

—¡Objeción! —gritó el otro abogado.

—No a lugar —dijo la jueza—. El acusado deberá responder la pregunta.

La salsa X fingió nerviosismo y entonces exclamó:

—¡Porque no estoy hecha con tomates naturales! ¡Soy cien por ciento hecha de saborizantes artificiales!

—Así es, señores del jurado.

El jurado hizo sonidos de sorpresa y entonces la salsa bajo del estrado llorando.

La abogada del paquete de fideos volvió a su puesto y dijo:

—Llamo al estrado al primer experto, la salsa Tomata.

Y fue ahí cuando entré al set, abriendo la puerta falsa de la corte de golpe y caminado hacia el estrado lo menos ridícula posible, si es que era posible no verme así.

El público fingió sorpresa y comenzó a cuchichear.

Me subí al estrado falso y la abogada se acercó a interrogarme.

—¿Podría decirnos sus principales ingredientes?

—Agua y concentrado de tomate.

—¿Eso quiere decir tomate natural?

—Por supuesto.

—Eso es todo, señoría.

La abogada se retiró a su puesto y el abogado del acusado se puso de pie.

—¿Es cierto que posee un precio poco accesible?

—Claro que no. Salsa Tomata posee la mejor calidad a un precio sumamente económico —contradije.

—Ah, ¿sí? —el abogado fingió revisar sus papeles nervioso y luego limpio su frente con un paño—. ¿Q-qué me dice de sus calorías?

—Salsa Tomata no es alta en calorías, tal como debe ser para mantener sanos a sus compradores.

La cámara enfocó al público cuchicheando nuevamente y hubo un corte.

En la siguiente escena se enfocó al jurado y la presidenta de este se puso de pie con un papel.

—¿Cómo encuentra al acusado en el cargo de ser la peor salsa de la galaxia? —preguntó la jueza.

—Entontáramos al acusado... culpable.

La salsa X fingió llorar y el abogado defensor se lamentaba.

Hubo otro corte y yo debí ponerme frente al puesto de la jueza con una botella de salsa de verdad en las manos, rodeada del jurado, los abogados y los otros actores disfrazados de alimento.

—¡Acción!

—De lo único que es culpable Salsa Tomata es de ser la mejor salsa de toda la galaxia —dije mirando a la cámara.

Entonces todos debimos cantar la nueva canción:

—Es salsa, salsa Tomata. En fideos o en la carne, a lo que quieras echarle. Siempre elige nuestra salsa, porque sin ninguna duda es la mejor de la galaxia. ¡Salsa Tomata, la mejor de la galaxia!

—¡Y corte!

«Al menos no fui la única disfrazada de un alimento esta vez», me intenté consolar.

[...]

Cuando llegué a casa ese día después de intentar conseguir una audición que, como durante ese último tiempo, no había conseguido, me encontré con los chicos sentados en el sofá viendo televisión y comiendo sushi.

—¡Salsa Tomata, la mejor de toda la galaxia! —dijeron al unísono con el televisor.

Eso me indicó que ese ridículo comercial estaba al aire, con mi cara como principal representante.

—Mi carrera murió —dije tirándome en el otro sofá.

—Creo que quedó más que claro que el tal Mike te está saboteando —dijo Ashton—. Ya es hora de que hagamos algo.

—¿Hagamos? —pregunté levantando una ceja.

—Somos un equipo —dijo Gohan.

—Gracias, chicos, pero están ocupados con sus propias cosas... no puedo pedirles que me ayuden.

—Nosotros ya nos ofrecimos —dijo Ashton—, y tienes que aceptar, no hay opción.

—En realidad...

—Que no hay —insistió Han—. Y ahora silencio, viene un capítulo de La Ley y El Orden: UVE.

—Que oportuno —comenté—. Comeré algo, así quizás me sienta menos miserable.

Me levanté del asiento para ir a la cocina y buscar algo que comer.

Le estaba poniendo crema al helado de chocolate cuando Ashton apareció en la cocina.

—Luego del capítulo iremos a un lado.

—¿A dónde? ¿Para qué? —cuestioné.

—A la casa de mis padres por ayuda legal.

Yo lo miré unos segundos para saber si hablaba en serio y luego negué repetidas veces con la cabeza.

—Olvídalo, lo único que falta es involucrar a tu agradable familia en esto —le dije.

—Oye, solo necesito resolver unas dudas, no les voy a pedir nada terrible.

Yo me quedé pensando unos segundos.

—¿Solo unas preguntas? —quise corroborar. Ashton asintió—. Está bien... vamos.

—Sí, pero después de La Ley y El Orden: UVE, es el capítulo del niño psicópata que mata a su familia y secuestra a la hermana —explicó con emoción.

—Sí, no hay problema...

Ash se acercó a mí para robar una cucharada de mi helado y antes de que pudiera quejarme, dejó un beso en mis labios y salió corriendo de vuelta a la sala. ¿Cómo podía molestarme con él si era así de tierno?

[...]

Ni el señor Johnson, ni Marco parecían muy complacidos con nuestra visita, menos cuando Gohan empezó a toquetear todo lo que había en la oficina.

—Gohan —lo llamó el señor Johnson.

Él estaba sentado frente a su escritorio y Marco estaba de pie a su lado derecho.

—¿Qué pasa? —preguntó Gohan sin mirarlo. Tenía sus ojos puestos en un diploma colgado en la pared del fondo.

—Quédate quieto un momento, ¿quieres?

—¿Tengo opción?

—No, quédate quieto.

Gohan se alejó del diploma y se sentó junto a Ashton en el sillón de cuero sintético frente al escritorio del señor Johnson, mientras yo estaba sentada a su otro lado.

—¿Cuál era la urgencia de vernos? —preguntó Marco—. Más les vale que sea algo bueno.

—Bueno... necesitamos ayuda con un asunto —comenzó Ashton un tanto nervioso—. Resulta que hay un productor de cine llamado Mike Williams. Alaska tuvo una reunión con él por una audición y resultó en un chantaje.

—¿El papel por sexo? —preguntó Marco sin ninguna sorpresa.

—Eso mismo y como se negó, está destruyendo todas sus posibilidades laborales.

—Ir a un juicio por extorsión contra un tipo con tanto dinero y poder es complicado —explicó el señor Johnson—. En especial cuando no tienen ninguna prueba, ¿no?

—No... es un típico caso de ella dijo y él dijo —dijo Ashton, ganándose una mirada de curiosidad de los otros dos—. Lo saqué de La Ley y El Orden —confesó avergonzado.

—Pues tienes razón y, por más terrible que suene, estos casos los gana el con el mejor abogado... y por más que Marco pudiera representar a tu novia, Williams debe tener un grupo de abogados que se encargarán de despedazarla y encubrir cada delito de su cliente —el señor Johnson abrió la laptop que tenía sobre el escritorio y comenzó a buscar algo en ella—. Marco y yo podemos conseguir algo de información confidencial acerca del tal Williams, y ustedes pueden hacer lo mismo.

—¿Qué clase de información? —preguntó Ashton.

—Cualquier cosa que pueda implicarlo en un delito y procuren tener las pruebas.

Los tres compartimos unas miradas un tanto extrañadas. Estaba segura de que ninguno esperaba que el señor Johnson, el mismo al que no le agradaba mucho su hijo menor, nos estuviera ayudando.

El señor pareció entender lo que pensábamos, pues sonrió cómo nunca lo había visto hacerlo.

—No me gustan los abusos de poder y soy juez, trabajo para hacer este mundo más justo —explicó.

—Gracias, señor Johnson —dije con sinceridad.

—No me agradezcas, no lo hago por ti, ni por mi hijo —aclaró—. Sigues sin agradarme.

—Yo tampoco le agradezco porque me agrade —aseguré.

Él volvió a sonreír. Probablemente no estaba acostumbrado a que alguien le respondiera de esa manera y a la gente con su carácter, le gustaban los desafíos.

—¿Estamos en contacto entonces? —preguntó Ashton poniéndose de pie.

—Sí y ahora fuera, tenemos cosas importantes que hacer.

Los tres nos despedimos de lejos y salimos de la oficina. En el camino nos encontramos con Misty y Ashton se quedó hablando un tiempo con ella.

Cuando Ashton se despidió de Misty, quien le entregó un pote con comida echa por ella para que no comiera tantas porquerías, los tres salimos de la casa para subirnos al auto y volver a casa.

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