Capítulo 38: Confesiones

Gohan

—¿Y cómo te ha ido en el café?

—Ah, muy bien, contraté personal hace unos días y están funcionando bastante bien...

No seguí escuchando el resto.

La verdad, lo único que quería era alargar un poco más el momento incómodo que tendría que pasar.

No podía seguir ignorado que Noah había comenzado a tratarme distinto y menos después de que alguien más lo notara. Al menos, antes de que Alie se percatara, existía la opción de que yo estuviera inventándome cosas producto de mi gran ego.

—Que bueno —respondí cuando terminó de hablar.

—¿Qué bueno que la chica le tirara café encima a un cliente?

—Ah... ¿fue gracioso?

—Tal vez...

—Pues entonces sí, que bueno.

Noah me dio una mirada algo extrañada y entonces dijo:

—¿Qué te pasa? Primero me envías ese mensaje con mala ortografía a las tres de la madrugada, luego te desmayas y ahora te ves nervioso...

Yo boté el aire contenido en mis pulmones y decidí ir al grano.

—Ese mensaje lo envié ebrio en una fiesta de matrimonio porque mi conciencia estaba muy alterada.

—¿Por qué? —preguntó con curiosidad.

—Bueno porque... Noah, ¿te pasa algo con alguien de forma romántica?

Noah pareció en un trance y entonces se movió en el sofá hacia el lado contrario al que yo estaba.

—Ah... ¿es muy obvio? —preguntó preocupada.

Yo estaba por decirle que sí, pero entonces recordé algo.

Esas respuestas poco claras podían llevar a confusiones. Tal vez a Noah le gustaba Alaska y por culpa de su ambigua respuesta yo estaba suponiendo cosas.

—¿Te gusta Alaska? —pregunté directamente.

Noah quedó en shock con mi pregunta.

—¿Alaska? No, claro que no —negó moviendo su cabeza con brusquedad—. Es muy bonita y simpática, pero me gustan los hombres... me gustas tú.

—¿Entonces no es Alaska? —pregunté con aun una pizca de esperanza.

—No, me gustas tú. Tú —dijo con firmeza—. No quería decírtelo así. Realmente no quería decírtelo jamás, pero ya no me queda de otra.

Definitivamente no era Alaska... aunque si Alaska se volvía hombre...

«Concéntrate».

Tragué saliva, nervioso, y apreté mis labios un momento.

—Yo no...

—Ya lo sé —se adelantó—. Alguna vez comentaste que no eras una persona sentimental y romántica. Sé que no me ves de esa forma y si vieras a alguien de esa forma, muy probablemente sería Ashton o Alaska.

Eso había sido más fácil de lo que había imaginado, aunque me había tomado por sorpresa la última parte. Ella no había visto ni la mitad de lo cercano que era con mis amigos y aún así ya pensaba que yo sentiría algo por ellos.

Luego de un rato, Noah se encogió de hombros.

—No hay problema, pero entiendo si tú te sientes incómodo —comentó—. No tienes que seguir siendo mi amigo, ya no trabajas en el café.

Noah se puso de pie y me dio una sonrisa.

—Aunque siempre puedes volver por tu pastel de nuez —aseguró—. Dile a Ashton y a Alaska que fue un gusto comer con ellos. Nos vemos.

Noah me dio una última sonrisa con un toque de pena y fue hacia la puerta.

Había sido tan rápida para decir las cosas que recién pude reaccionar cuando sentí la puerta principal cerrarse.

En ese momento, Ashton apareció en la sala acelerado.

—¿Está todo bien? ¿Ves borroso?

—Está bien.

—¿Te sientes fatigado? ¿Te traigo un vaso de bebida o un chocolate...?

—Ashton.

—Eso ayuda a subir la presión.

—Ashton.

—No quiero que te desmayes otra vez.

—¡Ashton! —exclamé—. Está todo bien. Mejor de lo que pensé.

Ashton pareció extrañado con eso, pero al mismo tiempo se relajó y se sentó a mi lado.

—¿Por qué no soy normal? —pregunté de pronto.

—¿Por qué esa pregunta? —Ashton sonrió con algo de confusión en el rostro.

—Si yo fuera alguien normal podría entablar relaciones normales con alguien y entonces podría tener una novia como Noah..., pero no puedo.

—No tiene nada de malo no ser normal —aseguró Ash—. Si fueras normal, entonces no tendríamos la amistad que tenemos.

Yo asentí intentado darle una sonrisa. En parte, era cierto.

—¿Y si Alaska prefiere una relación normal contigo? Una en la que yo no esté entrometido siempre —susurré—. Digo, ella parece una chica normal que quiere formar una familia algún día...

—Tienen que dejar de suponer cosas de mí.

Alaska apareció de pronto en la sala, probablemente había estado a un lado de la pared escuchando.

—Yo nunca he dicho que me quiero casar con Ashton o tener hijos con él e ir todos los domingos a cenar con su familia.

—Igual mi familia no nos aguantaría todos los domingos. Con suerte, uno al mes —aclaró Ashton.

Alaska se sentó en el borde de la mesa de centro, frente a nosotros, y tomó una mano de cada uno.

—Yo soy feliz así. Con los dos en casa y con lo que sea que tenemos entre los tres —aseguró—. Yo no quiero un novio normal con un mejor amigo normal para vivir una vida normal y aburrida sin tríos y desastres.

Ambos soltamos una pequeña risa. Era sorprendente como Alaska había pasado de espantarse porque teníamos sexo con la misma chica a eso.

—Gracias, Alie.

Alie se sentó a mi otro lado y me dio un abrazo.

—Creo que esta es una buena excusa para beber —soltó Ashton, poniéndose de pie—. Voy por la caja de tragos que nos robamos en la boda.

Sí, habíamos estado tan ebrios que Ashton y yo habíamos metido una caja llena de botellas que habían quedado por ahí con algo de alcohol al maletero del auto, aun cuando Alaska estaba muerta de vergüenza y miedo de que alguien nos hubiera visto.

—No puedo creer lo roñosos que son —comentó Alie en el momento que apareció Ash.

—No seas mojigata.

Alie le lanzó un cojín a Ashton en el rostro, pero él solo soltó una risa y dejó la caja en el suelo.

[...]

Ya se había puesto el sol y los tres ya habíamos terminado algunas botellas, las cuales estaban más o menos a la mitad, pero no estábamos ebrios.

Estábamos en la sala jugando tenis en la consola, turnándonos para competir.

En ese momento, la competencia era entre Ashton y yo, mientras Alie estaba en el sofá comentado nuestras formas de jugar (quejándose de nuestras formas de jugar, mejor dicho).

—¿Sabes? Tu vida amorosa me recordó a algo que dicen —dijo Alie, haciendo a un lado sus comentarios del juego.

—¿Qué cosa?

—Eso de que las personas que tienen mala suerte en el amor, tienen buena suerte en los juegos. Tú tienes que tener fortuna.

—Pues hay una falla en tu lógica —dijo Ashton, deteniéndose y quitándose la camiseta porque estaba bastante sudado—. Gohan es el que no quiere nada con nadie, pero las chicas y chicos le llueven.

—Aun así es mala suerte.

—En Las Vegas logré ganar más de lo que perdí... al menos hasta que los de seguridad me tiraron a la calle —dije, sentándome en el sofá para tomar un respiro.

—Contaste cartas, eso no es suerte, es un truco —debatió Ashton.

—Deja de ser aguafiestas —le dijo Alaska, poniéndose de pie—. Hagamos un experimento social. Ustedes son científicos, les gustan esas cosas.

—Los experimentos sociales son para gente que estudia la sociedad, nosotros estudiamos la parte medioambiental y a menos de que tu experimento sea como las personas ayudan a revertir los efectos de la contaminación provocada por las antiguas generaciones, no nos importa —aseguró Ashton.

—Deja que la muchacha hable —le dije yo.

—Gracias, Gohan —dijo Alie—. Debería haber más personas con la mente así de abierta.

—Ve al grano —insistí.

—Sí, sí... Entramos a una página de alguna lotería, cada uno elige dos billetes de lotería, los compramos y entonces vemos quien tiene mayor suerte en los juegos de azar —explicó.

—Es el experimento social más estúpido que he oído —dijo Ashton—. Empezando porque la muestra es muy pequeña. Somos solo tres personas y de estas solo una es una persona soltera, no puede comprobar...

Alie le tapó la boca con su mano.

—Olvida tus ñoñeces —pidió—. Estamos jugando, no trabajando.

Ashton apartó la mano de Alaska.

—Está bien, hagamos tu experimento —accedió.

Y eso fue exactamente lo que hicimos.

Cada uno uso su laptop para comprar billetes de lotería online, la cual se sorteaba en cuatro días.

No creía tener tanta suerte para ganar el premio mayor, pero siempre había premios secundarios y quizás lograba ganar algo con mi primera vez jugando lotería.

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