Capítulo 25: Viaje

Ashton

—No me gusta esta idea —dijo mi madre.

Ella, como solía ser, tenía más apego emocional con sus hijos que mi padre y después de lo que le habían hecho a él, no creía que fuera buena idea que me involucrara más con Williams.

Mi padre estaba en su cama recostado, mientras mi mamá estaba sentada al borde, mirándome de frente. Por suerte, la bala no había dañado terriblemente a mi padre, por lo que tendría que tener reposo y usar un bastón por un tiempo, pero se lograría recuperar en unos meses.

—Mamá, no me pasará nada —aseguré—. Estaré bien.

—Ese tipo contrató a alguien para que le disparara a tu padre, ¿eres tan idiota, Ashton? —preguntó muy molesta—. Sé que te encanta buscar problemas, pero esto va más allá.

—Mamá —me quejé—, ¿quieres que ese sujeto siga haciendo lo que quiere por la vida?

—No, pero...

—¿Entonces? —la interrumpí.

—Tú no eres policía o un agente secreto, tampoco Alaska... ¿y que podemos decir de Gohan? Me sorprende que siga vivo, pensé que moriría a los diecisiete por caer de un techo ebrio o algo así.

—Exacto, Gohan tiene mucha suerte —argumenté.

Mi madre se cruzó de brazos y negó apretando los labios.

—No, no me parece.

—Ya déjalo —le dijo mi padre—. Ya es un adulto. Debes agradecer que esta vez nos vino a avisar antes de cometer una estupidez...

Yo le di una sonrisa nerviosa y él frunció el ceño levemente.

—No viniste a avisarnos —dedujo—. ¿Qué quieres?

—Bueno... —pegué mi vista en el suelo y comencé a jugar con mis manos—. ¿Me prestas la casa de Miami?

—No —negó rotundamente.

—Pero...

—Tu tío lo está usando y se irá cuando terminen las vacaciones —aclaró.

—¿Cuál tío?

—Tu tío Maximiliano.

Yo hice una mueca de asco. El hermano menor de mi padre era un idiota machista y homofóbico que tenía dos hijos gemelos malcriados e insolentes.

Las únicas veces que había estado con él habían sido muy malas experiencias, pero se veía venir que sería así desde que a los cinco le había mordido una mano por darme un golpe en la nuca.

—Maldición —me quejé—. Bueno, iré a un hotel...

—Hay otra opción —dijo mi madre—. Hace unos meses, Marco compró un pent-house en Miami con parte de la herencia del abuelo. Podrías pedírselo.

Yo solté una risa y negué.

—Olvídalo, quiero vivir.

—Tu hermano es muy bueno —insistió mi mamá—. Es tu hermano mayor, no me gusta que lo mires como un perverso tirano.

No era que lo viera tan mal, pero teníamos casi diecisiete años de diferencia y, al ser tanta la distancia, no habíamos creado un vínculo maravilloso de hermanos.

—Tal vez, si se lo pides tú... —sugerí.

Mi madre rodó los ojos, pero por su expresión, suponía que era un "está bien".

[...]

—¡Tenemos a donde llegar en Miami! —dije al entrar a mi cuarto, levantando y sacudiendo las llaves.

—¿Es la casa? —preguntó Gohan.

Él y Alaska estaban sentados en la cama, mirando televisión y comiendo.

—No, pero parecido.

—¿Y qué es? —preguntó Alie.

—El pent-house de Marco.

Ambos me miraron confundidos.

—Jamás dijiste que tu hermano tenía un pent-house —dijo Alie.

—Yo no sabía que lo tenía —comenté—. A veces, mis hermanos omiten datos de sus vidas para que no les pida favores, tal como prestarme un pent-house.

—¿Y cómo lo conseguiste? —preguntó Gohan—. Digo, Marco muy caritativo no es y menos contigo.

—Mamá uso su poder de mamá y por más que tenga unas ganas constantes de matarme, soy su bebé. Su bebé eterno.

Ventajas de ser el hijo menor y tan menor.

—Bueno, entonces sólo hay que comprar los pasajes —dijo Alie—. Un pasaje en clase económica cuesta unos cien dólares, ¿no? Yo puedo pagar el mío.

Alie tomó su laptop de la mesa de noche y lo puso sobre la cama frente a ella para buscar los paisajes.

—¿Clase económica? —pregunté horrorizado—. No voy a viajar casi cinco horas en esos horribles sillones.

—¿Y que demonios quieres? —me preguntó Gohan.

—Pues en primera clase —dije con obviedad.

Alie tecleo unas veces su laptop y entonces abrió su boca con sorpresa.

—¡¿Ochocientos dólares?!

—¿Qué crees que somos? —preguntó Gohan—. Hace unos meses yo no trabajaba y ahora Alie no trabaja... somos unos fracasados pobretones, no podemos viajar en primera clase por cinco mugrosas horas.

—Sí, primera clase es para los empresarios, millonarios o artistas... —siguió Alie.

—Tú eres actriz —argumenté yo.

Alie soltó una carcajada finjida.

—Fui una actriz —corrigió—. Ahora soy una vaga que vive del dinero se su novio como una garrapata que le chupa la sangre a un perro.

—Ay, preciosa... —me senté a su lado en la cama y la rodeé con mi brazo por la cintura—. Tú aun tienes algo de dinero y pagaste algo de la casa, no eres una garrapata.

—Sí, además hay una pequeña diferencia entre tú y una garrapata.

—¿Cuál? —preguntó Alie.

—Pues que la garrapata no le da nada bueno a un perro, pero tú le devuelves a Ashton los favores con sexo —explicó—. En ese sentido te pareces más a una prostituta.

—Que alivio —dijo Alie con ironía—. Al menos pase de un parásito a una trabajadora sexual.

—Algo es algo —agregó Gohan.

—Yo me encargaré de comprar los pasajes —dije—. Ustedes no se preocupen.

—No voy a viajar en primera clase —insistió Alaska.

—Sí, yo tampoco —dijo Gohan—. Aquí la única princesa eres tú. Son sólo cinco horas, no veinte.

Yo rodé los ojos.

—Bien, ustedes pueden viajar en clase económica, pero ni sueñen que yo lo haré —dejé en claro.

Pensé que con eso ambos aceptarían mi oferta de los pasajes de primera clase, pero no, solo asintieron convencidos.

Bueno, ellos lo habían querido así.

[...]

Gohan entró a mi cuarto cuando estaba terminando de empacar.

Ambos estábamos de buen ánimo, pues habíamos aprobado nuestros exámenes de titulo y solo nos quedaba hacer algunos trámites para acabar con todos los asuntos de la universidad.

—No me digas que iras de negro a Miami.

Yo miré mi ropa y luego la de Gohan.

Mientras yo tenía una camiseta de magas cortas color negro y unos jeans del mismo color, Gohan tenía una playera hawaiana y unos shorts de mezclilla.

—No importa el lugar del mundo al que vaya, no voy a vestirme como tú —aseguré.

Por más que Gohan y yo nos pareciéramos en muchas cosas, la forma de vestir no era una de ellas.

Gohan rodó los ojos y se acercó para abrazarme por encima de los hombros.

—Alie ya está lista y el gato también...

—Twinkle no tiene mucho que llevar.

—Le compré unas playeras como las mías y un par de lentes hippies más.

—¿Para eso trabajaste todos estos meses?

—Más o menos. También compré un Monopoly para pasar el tiempo.

Yo asentí convencido.

—Eso me gusta más.

Los juegos de mesa me gustaban bastante, en especial en los que había dinero de por medio, falso o real.

—Bien —dije, cerrando mi maleta—. Alimentaré a los peces y nos vamos.

Luego de ponerle comida a mis peces, bajamos al primer piso y yo pedí un taxi, el que nos llevó hacia el aeropuerto.

Eran las diez de la mañana y el vuelo saldría a las doce con quince, por lo que llegaríamos a Miami más o menos a las cinco de la tarde.

Cuando estábamos pasando por la revisión, rogué que Gohan no me hubiera mentido y realmente no hubiera metido marihuana en ninguna parte.

Por suerte, lo único que nos quitaron fueron unos encendedores y entonces nos dejaron pasar.

—Pasaremos dos semanas y media en Miami sin hierba —me susurró Gohan—. Tendremos que conseguir.

—Ya veremos cómo lo haremos.

Debido a que uno de los beneficios de comprar en primera clase era que podía entrar antes al avión, debí despedirme de Alie y Gohan por un momento.

Cuando estuve en mi asiento cómodo y sin compañero que me molestara a un lado, me sentí un poco mal de que los chicos viajaran en la clase económica.

De pronto, pasó por mi lado Paris Hilton y se sentó en el asiento que estaba paralelo al mío.

De lo que se perdían Alie y Gohan por su tonta humildad.

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