Capítulo 21: Cumpleaños

Alaska

Ya estaba por cumplir veinticinco y yo seguía hundiéndome en la miseria, teniendo que soportar el ver mi rostro en carteles promocionando salsa y mis pies en el comercial que aun daba vueltas por televisión.

Debido a que solo había conseguido participar en un comercial más como un simple extra (lo que me había dado una mísera cantidad de dinero), estaba decidida a usar mi tiempo en algo más productivo que pasarme en la casa.

A diferencia de mi madre, yo no servía para ser una ama de casa, menos de una casa de tres pisos con habitaciones tan grandes. Por eso, prefería que Misty y la otra chica siguieran haciéndose cargo de la limpieza.

Ya estaba harta de sentirme tan inútil, por lo que ese día, luego de que los chicos salieran a la universidad, decidí ir a correr por el parque más cercano y así intentar despejar mi mente.

Cuando me sentí cansada, me senté en una banca y tomé del agua de mi botella, mirando a lo lejos un cartel que promocionaba una obra de teatro.

Al ver eso solté una risa. Aún recordaba la obra de teatro que había escrito en la universidad cuando estaba aprendiendo dramaturgia.

En eso, una idea llegó a mi cabeza.

Quizás, la actuación no era lo único en lo que podía invertir mi tiempo. Escribir un guion me había encantado años atrás y, aunque quizás nunca fuera a ser representado, escribir uno impediría que terminara perdiendo la cordura por tener tanto tiempo libre.

—¡Sí! —exclamé, levantándome de la banca con emoción.

Una persona que paseaba a su perro me quedó mirando con algo de temor, incluso se alejó al otro extremo del camino.

Yo me sonrojé un poco por la vergüenza, pero luego decidí volver a casa para comenzar con mi cometido.

[...]

Cuando desperté en la mañana me di cuenta de que Ashton no estaba a mi lado. Estaba sola en la cama, ni siquiera Gohan o Twinkle parecían estar por ahí.

Me senté en la cama y pegué un bostezo.

Era un sábado en la mañana, por lo que me sorprendía que Ashton estuviera despierto.

Yo solía ser quien se levantaba primero todos los días, incluso los que ellos iban a la universidad temprano, pues me gustaba mantener un buen horario de sueño para mi buena salud mental y física. Si no estaba sana en todo ámbito, no podría desempeñar bien mi trabajo.

Decidí levantarme para ir al baño y luego bajé al segundo piso para ver si Gohan estaba en su cuarto.

Toqué la puerta, pero no se abrió, por lo que decidí abrirla yo asomar mi cabeza por entremedio, dándome cuenta de que estaba vacía.

Al cerrar la puerta nuevamente, oí voces que provenían del primer piso, entre ellas, una femenina.

Al principio, pensé que había otra chica en nuestra casa, una que yo no conocía, pero entonces se rio.

—Ana —susurré con emoción.

Bajé las escaleras al primer piso corriendo y cuando entré a la cocina, me lancé a abrazar a Ana con fuerza.

—¡Feliz cumpleaños, amiga! —me dijo Ana.

Ella ya me había felicitado por mensaje a las doce y cinco minutos de la madrugada, pero suponía que era para despistar.

—¿Por qué no me dijiste que venias? —pregunté al separarme de ella.

—Era sorpresa —respondió con una sonrisa—. Me conseguí el número de Ashton con Laura y nos pusimos de acuerdo.

—Llegó ayer en la noche y se quedó en un hotel por mientras, pero ya le ofrecimos que se quedara aquí, en tu cuarto —me dijo Ashton.

Yo miré a Ashton con una sonrisa enternecida y me acerqué a él para darle un beso en los labios.

—Yo vestí al gato para la ocasión, también merezco un beso o abrazo —se quejó Gohan.

Yo reí y enredé mis brazos en su cuello para luego jalarlo un poco hacia abajo y darle un beso en la mejilla.

—También te quiero, tontito.

Gohan me dio una sonrisa y me dio un beso en la frente.

En ese momento me percate de que los tres estaban preparando el desayuno y suponía que la que estaba llevando el mando era Ana.

Ana, a diferencia de mí, era la hermana mayor de una familia con cuatro hijos y sus padres, tal como los míos, eran bastante machistas.

Ana había tenido suerte de que sus padres vieran con buenos ojos el que ella quisiera ir a la universidad para estudiar una carrera, aunque ellos hubieran preferido mil veces que se casara y fuera ama de casa. Técnicamente, la habían entrenado para eso.

Mientras yo sabía cocinar lo básico y, por su puesto, hacer el aseo necesario para mantener una casa limpia, Ana sabía cocinar de todo y si bien, su madre le había enseñado para que algún día atendiera a su futuro esposo, ella lo utilizaba para ella misma u ocasiones especiales como esa.

—Huele a galletas —comenté.

—Esas son para más tarde —dijo Ana, cortando una lechuga que suponía era para los emparedados que estaba haciendo.

Gohan se acercó a mí para susurrarme:

—Creo que hacerla enojar sería una pésima idea.

Yo reí y asentí.

La forma en la que Ana movía el cuchillo para picar la lechuga era casi como el de un profesional.

Los cuatro tomamos desayuno juntos, donde nos pusimos al día con detalles de algunas cosas, entre ellas, lo que estaba sucediendo con Mike Williams.

Un poco después de terminar el desayuno, mi mamá y Laura aparecieron en la casa, también de sorpresa. De todas maneras, eso me parecía menos sorpresivo, pues no estaban tan lejos de Los Ángeles como Ana.

Entre Ana y mi mamá se encargaron del almuerzo, mientras Gohan y Ashton compraron todo lo que ellas necesitaban y yo ayudé a Ana a poner la mesa más bonita que de costumbre.

Todo fue muy bonito... hasta que otra visita apareció por la casa.

Cuando Beverly y Anette aparecieron en la casa con unos regalos, comencé a sentir dolor de estómago.

—Dijeron que eran hermanas de Ashton —dijo Laura, quien había ido a abrir la puerta.

No dejaría que Laura volviera a abrir la puerta jamás. Al parecer atraía la mala suerte.

—Gohan me comentó que mi primera cuñada de parte de Ashton estaba de cumpleaños —comentó Beverly—. Y me pareció correcto venir a saludarla.

Ashton le dio una mirada algo molesta a Gohan, pero él solo la evitó, haciéndose el desentendido.

Beverly se sentó a mi lado y me dio un beso en la mejilla que podía sentir lleno de cinismo.

—Sí, y ahora que viven en una casa decente y no en un departamento roñoso para el que hay que subir miles de escalones, pues visitarlos no suena tan mal —agregó Anette.

Por lo que me había dicho Ashton, Anette era la más arribista y clasista de todos los hermanos. Ella tenía un prestigio muy grande como cirujana plástica, un rubro dominado por hombres, lo que la hacía aún más increíble y, por supuesto, le había subido el ego y el sueldo.

—Mamá, papá, Marco y Pierce te envían regalos también —Beverly me entregó unas bolsas y Anette también.

—Gracias, pero no era necesario —dije, tomando los obsequios—. Yo ni siquiera se sus cumpleaños.

Y aunque los supiera, encontrarles un regalo a ellos, con el dinero y gustos refinados que tenían, se me haría imposible.

—Ay, tranquila —me dijo Anette, restándole importancia—. Sabemos que estas pasando un mal momento, tómalo como una muestra de apoyo.

Suponía que Marco o el señor Johnson ya les había comentado mi gran problema, pero no me importaba, de todas maneras, sus palabras no habían sonado cínicas.

—Muchas gracias...

Dejé los regalos a un lado, pues pretendía abrirlos después de la cena.

—¿Se quedarán a cenar? —preguntó Ashton, no muy emocionado.

—Así es —dijo Beverly—. Trajimos un aporte.

Anette le entregó a Ashton una caja que era claramente de una pastelería y cuando él la abrió, pude ver que era un pie de limón.

—Ay, se ve muy bueno —comentó mi madre—. Muchas gracias.

Ashton se lo entregó a mi madre y ella se lo llevó a la cocina.

Seguimos hablando en la sala entre todos. Mi familia y amiga se dedicaron a conocer a mis cuñadas, las que se estaban comportando más amables que de costumbre y Ashton no parecía muy convencido con eso.

En la cena me cantaron feliz cumpleaños con un pastel muy bonito qué Ashton había mandado a hacer con mis ingredientes favoritos y luego abrí los regalos que me habían dado.

Había dejado los de la familia Johnson para el final, pues no tenía muchas ganas de abrirlos y cuando vi las cosas que eran, sentí un dolor de estómago más fuerte que antes.

Me habían regalado unos vestidos, zapatos y joyas que a menos de que me volviera una estrella de Hollywood, jamás podría pagar.

—N-no era necesario.

—Ay, corazón, así si nos vas a visitar no vas a desentonar —comentó Anette con una sonrisa burlesca.

—Tú has desentonado aquí todo el tiempo —comenté con sinceridad—, pero gracias por la consideración.

Anette borró su sonrisa de inmediato, lo que me sacó una sonrisa a mí y a Ashton.

Debía admitir que amaba cerrarles la boca a los Johnson.

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