Capítulo 15: La Lista
Ashton
Ya me estaba quedando sin temas de conversación para alargar mi conversación con la chica frente a mí.
No sabía por qué Gohan y Alie se habían demorado tanto en entrar, pero suponía que no habían captado mi señal con rapidez.
Cuando pasaron por detrás de mí, tomé mi celular por debajo del mesón, mirando de reojo a la chica que me contaba como había terminado trabajando ahí después de que yo le inventara una historia de que estaba haciendo una encuesta para la entidad en la que estaba trabajando.
Sí, había inventado una encuesta en ese preciso momento y había fingido que anotaba su respuesta en mi celular.
En ese momento, estaba buscando las alarmas y cree una para que se activara en un minuto.
Cuando lo hice, volví a poner mi atención completa sobre la chica.
—... y bueno, ahora estoy aquí —terminó
—En ese caso, espero que pronto puedas conseguir tu sueño —dije sinceramente, pues la chica parecía muy buena y esforzada—. Estoy seguro de que serás una gran cantante.
Ella sonrió avergonzada.
—Muchas gracias... ¿y tú tienes algún sueño? —preguntó.
—Bueno, mi mayor sueño es recorrer el mundo —mentí—. Me gustaría empezar por América Latina y luego ir a Oceanía...
Justo en ese momento la alarma de mi celular sonó con una canción de las que tenía descargadas en el celular y entonces lo saqué del bolsillo de mi chaqueta.
—Discúlpame, una compañera me esta llamado.
La chica asintió y yo me alejé un poco fingiendo una llamada.
—¿En serio?... Bien, sí, ya voy...
Fingí colgar y me acerqué al mesón.
—Bueno, ya tengo que irme.
Ella me miró extrañada.
—Pero solo respondí tres preguntas...
—Sí, bueno, será suficiente —mentí—. Fue un gusto.
—Igualmente —se despidió.
Yo salí de ahí rápidamente, agradeciendo que la chica no sospechara que había algo raro en mí. No llevaba ningún uniforme, ni hojas impresas con las preguntas... no parecía para nada un entrevistador.
Me encontré con los chicos a la vuelta del edificio y entonces, comenzamos a caminar en dirección al auto.
—¿Lo consiguieron? —pregunté.
—No había mucho que encontrar —dijo Gohan—, pero tenemos algunas cosas que tal vez podrían ser de utilidad.
—¿Algo como qué?
—Nombres y fechas... de algo —contestó Alaska insegura.
No entendía muy bien, pero suponía que luego lo aclararía.
—Y un condón que brilla en la oscuridad —agregó Han.
Yo lo miré extrañado y él solo sacó de su bolsillo el paquetito para que lo viera.
Yo no pude evitar reír, pero luego me perturbó un poco la imagen de alguien que parecía tan serio como Williams, usando eso.
[...]
Alaska, Gohan y yo habíamos estado todo lo que quedaba del día buscando los nombres de las mujeres que estaban en la libreta de Mike Williams, pero no habíamos corrido con mucha suerte.
Los tres estábamos en la sala, sentados en el suelo sobre la alfombra café clara, frente a la mesa de centro, cada uno con su laptop.
La mayoría de las chicas no estaban en Los Ángeles, algunas ni siquiera en el país.
—¿En Lesoto? —preguntó Gohan horrorizado—. ¿Qué tanto miedo le tendrá a Williams para irse a un país así?
Alaska se quedó viendo el perfil de Facebook de la mujer que había buscado Gohan en su laptop.
—Dice que es activista a favor de una campaña feminista —dijo Alaska—. He oído que en Lesoto hay un grave problema con la violencia sexual y el VIH... tiene sentido que este allá.
—Sí, pero es algo extraño que hasta hace dos años era una chica común de una familia sencilla —comenté yo, revisando su información—. Y ahora resulta que hace donaciones millonarias a organizaciones que luchan por las mujeres... dudo que vaya al baño y haga billetes.
—Si así fuera, creo que estaría dispuesto a casarme —comentó Gohan.
Alie y yo reímos y luego seguimos buscando información de las mujeres.
—Aquí hay una de Los Ángeles —dijo Alie con emoción, mirando su laptop—. Karine Brown... vive en la Avenida Granville.
—Eso es por Sunset Boulevard —agregué.
—Bien, creo que deberíamos hacerle una visita —dijo Gohan—. Y debemos llevar brillantina.
Alie lo miró extrañada.
—¿Realmente la gente reacciona ante la amenaza de la brillantina? —preguntó.
—Oye, en tiempos donde la presión social es mayor castigo que la ley, nadie quiere destruir más el medio ambiente —explicó Gohan.
—Sí, si los presionas mucho, los haces sentir culpables —agregué—. Ya suficiente es con las duchas de media hora, los autos, el no reciclar...
—No olvides el aportar al desarrollo de la industria lechera y cárnica —siguió Gohan—. Si van a hacer todas esas cosas, al menos deberían evitar usar brillantina, ¿no?
Alaska pareció complicada con ese comentario. Se llevó la mano derecha a la boca y comenzó a morder sus uñas.
—Tienen razón... ahora maldigo a mi yo del pasado por usar brillantina en mis trabajos de la primaria solo por estética —explicó.
—Te perdonamos por el simple hecho de que eras una mortal —dijo Gohan—, pero ahora que convives con seres superiores como nosotros, más te vale ponerte a reciclar y no bañarte más de diez minutos.
—Ustedes también son mortales —dijo Alie con algo de recelo.
Gohan y yo reímos.
—¿Un mortal podría lanzarse de un auto en movimiento en patines y sobrevivir? —preguntó Gohan.
—¿Cuándo hiciste eso? —preguntó preocupada.
—Yo no, tu noviecito.
Miré a Alie con una sonrisa nerviosa y ella solo soltó una risa ahogada con algo de sorpresa.
A pesar de que Gohan era quien solía hacer más actividades mortales de los dos, no era que yo me mantuviera al margen de estas. Con un poco de alcohol y quizás hierba, me sentía como Aquiles o Hércules... solo que, sin debilidades, lo que era mucho peor.
[...]
Ya era veinticuatro de diciembre y, aunque no habíamos tenido unas semanas muy alentadoras, Alie había decidido que olvidáramos el tema de Mike Williams por un momento.
Alie y yo estábamos preparando la comida que habíamos comprado el día anterior, la cual solo debía calentarse en microondas o en horno.
Aún cuando Alie cocinaba un poco y me había enseñado unas cosas, no éramos talentosos y la mayoría del tiempo preferimos comprar comida congelada o en algún restaurante para luego volver a calentarla.
El día anterior habíamos comprado unos canapés, unas empanadas de coctel congeladas, sushi y pasteles.
Gohan, mientras tanto, estaba vistiendo a Twinkle con nueva ropa; tal parecía que se había tomado muy en serio su paternidad.
Cuando estábamos poniendo la comida en la mesa de centro de la sala, Gohan apareció con Twinkle en sus brazos con un esmoquin de gato.
Alie hizo una expresión de enternecimiento y fue hacia Gohna para recibir a Twinkle.
—Que gatito más bello —le dijo Alie dándole un besito esquimal.
—¿No creen que Twinkle se sentirá acosado? —pregunté—. Antes de que se enfermara nadie lo vestía ni lo manoseaba... era un gato adulto independiente.
Alaska me miró extrañada.
—Pero si es un bebé...
—Tiene cinco años —le recordé—. Es adulto, come comida de adulto y actúa como uno.
—Sí, bueno, pero para mí es un bebé —argumentó Alie—. Soy esa clase de mamá que siempre verá como bebés a sus hijos.
—¿Cinco años? —preguntó Gohan—. Es un anciano —comentó.
Alie le dio un pequeño empujón juguetón.
—Ya, sentémonos a comer —dije.
Alaska dejó a Twinkle en el sofá más grande y los tres nos sentamos en el suelo, sobre la alfombra.
Por más que fuera navidad, nuestras costumbres no cambiaban y seguíamos comiendo en la sala y no en el comedor, el que apenas se usaba cuando iban visitas y cuando se ocupaba en las fiestas para poner la comida, los vasos y el alcohol.
Debido a que no teníamos mucho ánimo, nuestro árbol de navidad era solo un árbol pequeño con unos cuantos adornos, el que estaba puesto sobre un mueble, con los regalos a un lado.
Los únicos regalos que había eran los nuestros, pues los padres de Alie estaban en otros estados, los de Gohan no estaban en comunicación con él más que para darle dinero y los míos habían dejado de darme regalos a los dieciocho. Normalmente, mis padres me transferirán algo de dinero a una tarjeta y eso era mi regalo.
Cuando fueron las doce ya habíamos terminado de comer y comenzamos a abrir los regalos.
Alie me había dado unas zapatillas que sabía que quería mucho y yo le había dado un vestido que sabía que era su estilo. A Gohan le había regalado un perfume que le gustaba, y él me había dado una caja musical con la forma del sistema solar. Gohan a Alie le había regalado maquillaje y ella le había dado un proyector de estrellas.
—Ay, ahora mi habitación será más genial que la de Ashton —se burló Gohan.
—Pues yo me veré más genial con mis zapatillas —lo ataqué.
Ambos seguimos bromeando así, mientras Alie reía y cambiaba la televisión.
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