Capítulo 10: Encuentros
Alaska
—¿Se conocen? —preguntó la madrastra de Gohan con mucho interés.
Gohan apartó la mirada y su progenitor comenzó a vacilar. Podía apostar mi vida a que estaba pensando en que mentira decir.
—Sí —terminó por confesar.
Eso me tomó por sorpresa y también a Gohan, quien giro su cabeza para verlo con atención.
—Es sobrino de mi exesposa —mintió.
La sorpresa se quitó del rostro de Gohan y volvió a girar su rostro hacia el lado que estaba yo, sonriendo con ironía. Suponía que pensaba que su padre era un descarado.
Yo entendía que Gohan no quisiera nada con él, pero el que su padre lo ocultara y lo negara, me parecía sucio.
—Ah —dijo la doctora—, ¿él es el director de cine?
—No, no... él es otro. Gohan es mucho menor —respondió el señor Bridge.
—Ah, bueno, es un gusto conocerte, Gohan —le dijo la doctora Coleman, extendiéndole una mano.
Gohan le respondió el saludo, pero se notaba su incomodidad.
Por suerte, la señora Coleman parecía no recordar a Gohan de la vez que se desmayó en la calle, lo que quizás la hubiera hecho sospechar de algo extraño, debido a que su pareja no había actuado como si conociera a Han esa vez.
—Bueno, Twinkle podrá irse a casa, pero cuando tengan el examen de orina, deberán traerlo nuevamente —explicó—. Además, así veremos cómo evoluciona el cálculo y si será necesaria una intervención quirúrgica.
Eso no me gustó. No quería que abrieran a Twinkle.
—Está bien —acepté.
Luego de eso, debí pagar la cuenta con la recepcionista, mientras la doctora se quedó hablando en un lado del lugar con el señor Bridge.
Gohan estaba sosteniendo la caja de Twinkle con él adentro, aun maullando, a pesar de que le hubieran dado un analgésico para el dolor. Suponía que estaba asustado por no estar en la casa, él no salía más allá del patio trasero, ni siquiera subía al techo.
Cuando terminamos con todo, nos despedimos, salimos de la clínica y volvimos a subir al auto.
Cuando Gohan comenzó a conducir, pude notar que estaba apretando el volante con mucha fuerza, pues sus nudillos estaban tensos y blancos.
—¿Estás bien? —pregunté con temor, pues sabía que no.
Gohan frunció su ceño, sin dejar de mirar al frente.
—Ese desgraciado —dijo entre dientes—. Meses atrás empezó con que quería volver a mi vida, pero ni siquiera es capaz de aceptar que soy su hijo. Sigue siendo un desgraciado infeliz... lo odio.
Había ocasiones en las que odiar me parecía un sentimiento exagerado, pero en esa, me parecía bastante lógico.
Si mi padre hubiera sido un golpeador, en ese entonces no querría volver a verlo nunca más, ni siquiera me hubiera importado si moría triste y solo.
—Te entiendo..., pero tal vez así es mejor. Así tampoco tendrás que ver con él —dije, intentado ver lo positivo.
—En parte sí, ¿pero sabes? Me encantaría que la gente supiera la clase de persona que fue —explicó—. Lo detesto.
El resto del viaje fue algo silencioso.
Gohan estaba muy tenso, Twinkle deprimido y drogado con el analgésico, y yo estaba aún preocupada por su salud.
Cuando llegamos a casa, Gohan entró primero y fue directamente a encerrarse a su cuarto.
Ashton estaba en la sala, viendo televisión y haciendo algo en su computador y parecía que las personas extrañas ya se habían ido. Yo me senté a su lado, dejando la caja de Twinkle en el suelo y lo saqué de dentro para poner a mi mascota sobre mis piernas.
—Dile a tu papá como te fue —le dije con tu tono infantil.
Ashton me miró confundido.
—¿Soy su papá?
—Uno de ellos... Gohan es el otro —expliqué.
—Así que llegué al punto de compartir hijos con Han... interesante —comentó—. ¿Y cómo le fue?
—Tiene un cálculo renal —conté, haciendo un puchero—. Ahora está con un analgésico y voy a ir a comprar sus remedios, así que tendrás que cuidarlo.
—¿Y por qué no pásate con Gohan en el camino?
Yo lo miré con algo de tristeza.
—Bueno, es una historia algo loca —dije—. Resulta que la madrastra de Han es la nueva veterinaria de Twinkle... y luego llegó su padre y le dijo a la doctora que Gohan era sobrino de su exesposa.
Ashton me miró con bastante preocupación.
—¿Vio a su papá?
Yo asentí.
—Por eso se encerró en su cuarto —supuse—. Intenta hablar con él.
—Bien... ve con cuidado, yo me encargo de Twinkle.
—Okey.
Tomé a Twinkle y se lo entregué a Ashton, quien lo recibió con cuidado y lo mantuvo en sus brazos.
—Intentaré ir lo más rápido que pueda —le dije.
Ashton asintió y me dio un pequeño beso en los labios.
Yo me levanté del sillón y fui rápidamente a mi auto otra vez para salir en busca de los remedios que necesitaba Twinkle.
Fui a la tienda de cosas de animales más cercana, la cual estaba a unos quince minutos en auto, pero no encontré todo lo que necesitaba, por lo que debí ir a otra, la cual estaba en un centro comercial a unos minutos.
Por suerte, en ese lugar encontré el antibiótico que necesitaba, el cual era bastante caro. En momentos como ese, agradecía el dinero que había ganado con mis anteriores y tal vez únicos trabajos.
Mike Williams podía evitarme los trabajos futuros, pero no podía evitar que me llegaran las regalías de la película para la que había actuado.
Luego de pagar el remedio, comencé a caminar para ir al estacionamiento por mi auto y en eso, me topé con una cara conocida.
—¿Laura?
Mi hermana abrió los ojos con sorpresa y lanzó a darme un abrazo.
—¡Alaska! —dijo con emoción aun apretándome—. Se suponía que sería una sorpresa...
Cuando nos separamos, yo la tomé de las manos y le dio una sonrisa sincera.
—Fue una sorpresa de todas maneras —le aseguré—. ¿Y mamá?
—Se quedó en el hotel. Yo venía a comprar un pequeño regalo para llevar a tu nueva casa —informó—, pero, ya que estas aquí, me vas a acompañar. Así me dices lo que necesitas.
—Hermana, no necesito nada...
—Que pena, tendrás que hacerte la necesidad entonces —me dijo, jalándome con ella.
Yo rodé los ojos con una sonrisa divertida y terminé por rendirme.
Si yo era algo terca, Laura era terrible, y era una cualidad que probablemente habíamos heredado de nuestro no tan adorado padre.
Hablamos de distintos temas mientras mirábamos cosas en una tienda de decoración de hogar. Aunque hablábamos seguido por teléfono, no tocábamos temas muy profundos, por lo que, después de varios minutos, decidí preguntar algo:
—¿Y cómo se ha sentido mamá?
Laura pareció algo complicada, pues mordió su mejilla por dentro y titubeó un poco.
—Bueno, le ha costado adaptarse... —confesó—. Hay días que se siente muy sola y triste... yo le he dicho que, si realmente no quiere estar sola, que se haga una cuenta en Tinder y consiga una cita.
—¡Laura! —la reprendí, dándole un palmazo en el brazo.
Ella me miró sin entender.
—¡¿Qué?! Es una buena idea —se defendió—. Así se divierte un momento y si le gusta uno de verdad, pues espero que sea mejor que papá.
—¿Has sabido de él?
Si bien, Laura siempre había sido su orgullo y la luz de sus ojos, después de que ayudara a mamá con el asunto del divorcio, quedó como una traidora ante sus ojos.
—El otro día me llamó —contó—. Me preguntó sobre el trabajo y salió el tema de mamá, aunque lo intenta evitar.
—¿Sigue molesto?
—Sí, pero debe sentirse solo y, como contigo nunca ha estado bien, pues no le quedó de otra que llamarme a mí —supuso.
Aunque yo no adoraba a mi papá y a veces dudaba de que siquiera lo amara, me enojaba que ni siquiera le preguntara a mi hermana por mí. Podía morir mañana y mi papá no se enteraría, excepto si mi hermana o madre le avisaban.
Entendía que mi padre no había querido tener otra hija y que yo había arruinado sus planes, pero su desagrado hacía mí me parecía excesivo.
—¿Qué tal estos espejos? —preguntó Laura mostrándome una secuencia de espejos para decoración.
—Están lindos...
—Ay, ¿y esas cestas de mimbres? —preguntó apuntando una cajonera para productos de baño.
—Lo que sea —dije ya algo aburrida.
No era tan de ver tantas cosas en el centro comercial, en cambio, Laura, desde que había comenzado a trabajar, amaba comprar... solo conocía a alguien que le ganaba en amar las compras y era mi novio.
—Bien, serán los dos —terminó por decidir—. Vamos a pagar y luego vamos por mamá, ¿quieres?
—Claro —acepté—. Podemos pedir algo rico para comer en casa.
—Está bien —dijo Laura con una sonrisa.
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