Capítulo V
Elizabeth.
-Esta despedida Woodley. Ya no este rogando, se puede retirar.-
-Señora Grimmes, hagame el favor, no me despida, necesito el trabajo.- suplica Elizabeth desesperada. No puede ser despedida, necesita mucho el dinero para todos los gastos.
-Señorita Woodley, perdimos un cliente por su culpa, el más importante. Ya le di su liquidación, se puede ir. Si no llamo a seguridad.- la señora Grimmes nunca la había tratado así. Solo fue media hora tarde, peores cosas han hecho otras, pero no me pondré a discutir con ella. Pensó saliendo del local.
A Elizabeth no le resigna haber perdido su empleo, no tiene estudios universitarios, pero eso no va a impedir que obtenga otro empleo. Empecemos la búsqueda. Medita con emoción y confianza en ella.
Elizabeth ha caminado por horas buscando un nuevo empleo, pero no hay señales de nada, bueno en un local de vestidos de novia le han dado altas esperanza de aceptarla, ella espera ansiosa a que la llamen para contratarla.
Llegando a su casa se recuesta en la cama, cuando su celular baila en su bolsillo.
Ella mira el número desconocido y sabe que puede ser una de las dos opciones: es de Cristopher o de la tienda de novias. Las dos le encantan pero es hora de saber quién llama.
Llamada.
-Elizabeth Woodley.-
-Hola bonita.- la voz de Christopher la hace sonreír.
-¿Cómo estás?-
-Adivina. Me despidieron. ¿Y tu qué tal?- ella lo dice, pero no es para que él sienta culpa, simplemente lo quizo decir.
-¡Te despidieron! Por mi culpa, perdóname yo...- ella le corta las disculpas.
-No, descuida, no tienes por qué disculparte, ya conseguiré un nuevo empleo. Soy muy positiva ante cosas inesperadas.-
-Positiva ante cosas inesperadas. ¿Incluyéndome?- pregunta esperanzado Christopher.
-Incluyéndote.- ella escucha una pequeña sonrisa de él.
-Elizabeth.- la llama cautelosamente.
-Dime.-
-Estuve con la anciana que nos dio los anillos.-
-¡¿Qué?!- le grita ella.
-Sí, cuando tú te fuiste me quede sentado en la banca un rato y ella llego...- y Christopher le conto a Elizabeth lo que aquella rara anciana le había dicho.
-Me siento tan desubicada igual que tú, esto parece irreal Christopher.-
-Parece que tendremos que confiar...-
-...Y saltar.- termina la oración Elizabeth.
-Te lo dijo la anciana.-
-Si, al parecer a ti también.-
Así pasan las horas, conversando, riendo, sintiendo pirotecnia en su interior, envueltos en su burbuja, olvidando sus problemas.
Fin de llamada.
Como la anciana se los dijo, ellos confiaron y saltaron, pero lo importante es que saltaron juntos, saltaron entregándose plenamente al otro, los miedos y el escepticismo del amor desaparecen a medida están juntos.
Tres semanas después...
Elizabeth fue aceptada a los dos días después en la tienda de vestidos de novias, se siente muy feliz estando ahí, porque es una forma más de demostrar al mundo que el amor si existe. Además le pagan mucho más que con la señora Grimmes y la tratan mejor.
Cuando será mi turno de estar ahí. reflexiona en su interior. Lo que ella no sabe es que será lo más pronto de lo que se imagina. Como ella misma pensó, el vendaval se calmó y dejo pasar a su destino chocando con ella y dejándola en el suelo.
Hoy tiene otra cita con la materia sexy Christopher, el solo hecho de pensar en su nombre hace que sonría, le tiemblen las piernas y sienta pirotecnia, no mariposas, pirotecnia fuerte en su interior, ese hombre si encaja con ella.
Esta es la séptima cita, ¡si la séptima! solo han quedado en ordenar pizza y disfrutar la compañía del otro. Decidieron que esta noche hablarán del pasado, algo que no habían tocado en ninguna llamada nocturna en las tres semanas que tienen saliendo y hablando.
Christopher ha intentado besarla en muchas ocasiones, pero ella a pesar de sentirse cada vez menos temerosa de que la toquen, no ha dejado que la bese, aún siente un poco de temor, él parece tomárselo con calma y eso habla muy bien de él.
Elizabeth solo espera que esta noche hablando de su pasado él se dé cuenta porque teme que la toque, y espera que él no salga corriendo. Además él ha decidido contarle algo que nadie sabe, así alentándola para que le tenga más confianza.
La puerta de su humilde morada indica la presencia de Christopher, ella muy emocionada se arregla el cabello rojizo y abre la puerta, revelando a esa linda materia, con sonrisa perfecta, y apariencia devastadoramente atractiva, magnética y enamoradora.
-Hola bonita.- pronuncia al pasar por su lado. Sabe que no la puede besar, ni abrazar, ni nada, y ella lo agradece.
***
Christopher.
Esta que se muere de los nervios, no puede créese que una mujer lo ponga así, él nunca imagino poderse enamorar, pero a pesar del poco tiempo se iba enamorando de Elizabeth cada vez más, ya se le ha metido en sus pensamiento, se le ha metido bajo la piel, no deja de pensar en ella ni por un minuto.
-Hola bonita.- le dice muy emocionado, no puede hacer otra cosa, él comprende, pero necesita como mínimo un abrazo, sentir ese cosquilleo en su piel, nunca había respetado tanto a una mujer, que hasta él se ha dado cuenta del cambio.
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