Capítulo IV

En el aire flotaban las palabras de él; un beso, ella lo desea tanto, pero no sabe si él será el indicado, aquel que borre de su piel aquella noche de dolor, esa noche diez años atrás, esa noche en que ella fue manchada por el resto de sus días.

-¡Cuidado bonita!- dice Christopher olvidando que a ella no le gusta que la toquen, la envuelve en sus brazos protegiéndola de los ciclistas que pasan al lado de ellos. Ella envuelve sus brazos al cuerpo de esa materia sexy y ahora protectora. Ella se refugia en su pecho, sintiendo el corazón de ambos latir fuertemente.

Me está tocando. Expresa ella interiormente deteniendo la respiración, el pulso acelerado, su mente viaja diez años atrás. No. Recuerdo no vengas. Ella dicta a su cabeza, aprieta los ojos y... todo está bien, este tacto no le duele, todo está bien.

-Bonita, ¿Estas bien? Disculpa no quise... ¿Elizabeth?- él la ve y ella está analizando la situación. No dolió, esta vez no dolió tanto.

-Gracias.- dice brindándole una sonrisa. No lo puede creer, este día va mejorando de a poco.

-Pero te toque.- le menciona él con cara de no creérselo.

-No dolió.- responde ella, sin saber si sonreír o no. Él encaja. Piensa ella.

***

Christopher.

La curiosidad de él aumenta cada segundo que pasa con ella. La está observando y no entiende porque no le gusta que la toquen o simplemente mintió. Ahora que ella se dejó proteger por él, la forma que ella se aferró a él, sintió magia.

-No dolió.- pronuncia la voz dulce de ella y el frunce el ceño. ¿Por qué dolor? cuestiona él y prefiere preguntar de nuevo.

-¿A qué te refieres con que no dolió? No entiendo Elizabeth.- ella lo mira con esos ojos color cielo, él siente su corazón palpitar fuerte. -¿Me mentiste?- pregunta Cristopher con voz descompuesta ante la idea.

-¡No!- le responde ella rápidamente. -No te he mentido, hay una razón, pero no puedo contártela.- él contempla la cara de agobio que ha puesto. Ella mira su reloj de mano. - ¡Ay no! No, no, no. Estaré despedida. Tengo que irme Christopher.- pronuncia alejándose de él.

-No quiero que te vayas.- pronuncia él, haciendo que ella detenga en seco su pasos.

-Me van a despedir, llegaré treinta minutos tarde.- se excusa ella. Christopher siente una rara sensación en el pecho, algo que jamás había sentido, algo que quema y en su mente solo piensa. No dejes que se vaya. Porque de repente siente necesitarla, si la conoció hace menos de una hora.

-Necesito verte de nuevo, quiero...- Christopher se detiene en medio de la frase. -Necesito una cita contigo.- y él dijo algo que no había salido antes de su boca, tiene necesidad de ella. En Elizabeth aparece la inocencia y timidez reflejada en sus mejillas.

-¿De verdad?- le pregunta ella sorprendida. Él le asiente con la cabeza.

-Que me golpeen y digan que estoy loco. Pero entre nosotros hay algo.- él está seguro de sus palabras, no hay explicación razonable para tantas cosas que le han pasado hoy, pero su interior se lo dicta con fuerza y firmeza.

-Nosotros.- pronuncia ella sorprendida, como saboreando la palabra en su boca.

-Si Elizabeth, nosotros. ¿Aceptas la cita?- y él por dentro está suplicándole al universo, las estrellas y todo lo existente en el aire para que ella diga que sí.

-Todo demonio necesita que un ángel le invite un café.- le responde ella con una deslumbrante sonrisa y esas palabras antes salidas de su boca, las pronuncia mejor ella, eso hace que él se excite y sonría sensualmente, mientras da un sincero gracias al cielo.

-Escribe tu número.- pide Christopher entregándole el celular. Ella lo digita sin pensar y se lo entrega. -Te llamaré en la noche ¿Sí?- ella le asiente y se va casi corriendo.

Christopher se queda embobado observando a esa muñeca de hielo, como él le dice, alejándose y perdiéndose entre la gente. Cuando se ha desaparecido de su campo de visión se dirige a la banca y se sienta.

-¿Qué pasa con estos anillos?- se cuestiona en voz baja moviendo su anillo.

-Es amor Christopher.- dice una voz, sobresaltandolo. Dirige la mirada a la izquierda. Vaya sorpresa la que encuentra.

-¡Eres tú!- señala a la anciana que está a su lado, la misma anciana que les dio los anillos. La anciana no lo mira pero sonríe de una forma melancólica.

-Elizabeth y tu son perfectos juntos, no dejes que se te escape. Tú eres su indicado y ella es tu indicada.-

-¿Qué? espera, ¿Cómo sabes nuestros nombres?- Christopher no entiende como está hablando con esta anciana y que ella le esté diciendo esas cosas. La primera vez él nunca mencionó su nombre, no era posible que ella lo supiera.

-El anillo indica que tienen que estar juntos, por eso se los di. Iluminan su camino y enciende el amor, ustedes lo sienten. Ha sido rápido, pero es lo correcto. Nadie escapa de su destino.-

-No puedo creer que estés aquí diciéndome esas cosas.- él esta pasmado.

-Confía en mis palabras Christopher, a veces tienes que confiar y saltar. Saltar al amor entre Elizabeth y tú.- finaliza la anciana y se levanta.

-¡Espera!- grita Christopher y en ese justo momento su celular empieza a sonar. El refunfuña y agarra el celular, es una llamada de la oficina. -Dame un momento Monic.- dice a su secretaria. Él levanta la mirada y la anciana ha desaparecido.

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