Capítulo II

Elizabeth.

-¿Estás bien?- escucha ella, con su corazón a punto de salirse del pecho.

-Si estoy bien. Perfecta.- pronuncia rápido, tratando de restarle importancia al trauma que siente.

-Entonces, ¿aceptas mi invitación?- escucha la voz ronca, tildada con sensualidad.

-No salgo con desconocidos.- responde ella suavemente, sin dejar de mirarlo. Él es muy magnético. Repasa para sus adentros. ¿Y si le doy una oportunidad? No Elizabeth, no sabes quién es.

-Bueno eso se puede arreglar.- dice él acercándose un paso a ella y extendiendo su mano derecha a modo de saludo. -Me presento, soy Christopher Wilde, encantando de conocerte.-

-Estas bromeando, ¿verdad?- pregunta ella asombrada, él niega con la cabeza y sigue con el brazo extendido. -Ok. Puedes ser un asesino, violador de mujeres y quieres que me fie de ti. Estás loco.-

-Siempre existe un porcentaje de que suceda. Pero la vida es un riesgo.- agrega Christopher con su sonrisa al punto máximo. Ella se lo piensa muy bien, suspira y contesta.

-Soy Elizabeth Woodley.- pronuncia por fin y acepta dudosa la mano extendida de Christopher, la cual seguía ahí en el aire.

-Hermoso nombre, para una hermosa mujer.- él ve como ella se sonroja ante sus palabras. -¿Aceptas la invitación al café?- pregunta, y tal parece que es la pregunta del millón expresada por sus rostros.

Al pasar un rato sin respuesta, se acerca más a ella, diciéndole -Todo ángel necesita un demonio que le invite un café.-

Elizabeth abre los ojos con sorpresa y contesta.

-Haz hecho plagió con esa frase.- le dice ella.

-Lo se.- le sonríe plenamente Crhistopher.

Por la mente de Elizabeth corre una frase, esa frase que aprendió de aquella anciana hace diez años exactamente. Hay veces, que solo tienes que confiar y saltar.

-Acepto.- dice rompiendo el conecte de manos que aún había entre ellos. Christopher le brinda una sonrisa victoriosa y van a por un café.

→✿←

Christopher.

¡Ya está! Ella acepto mi invitación. Piensa él. Ahora necesito conseguir su número telefónico, esta chica es una muñeca de hielo que quiero descongelar.

Caminan a la cafetería inmersos en sus pensamientos.

-¿Cómo quieres tu café?- le pregunta, estando en la barra para ordenar, mientras que la cajera le pestañea excesivamente.

-Un americano.- pronuncia con voz dulce y tentadora. Ella no se da cuenta lo atractiva que es. Piensa Christopher.

-Que sean dos americanos.- le dicta la orden a la cajera para que facture, y alejarse de ella. Parece una lechuza envenenada.

Christopher parece no soportarla más, en un intento de que le deje de devorar con la mirada, se acerca a Elizabeth y le agarra la mano.

Elizabeth se aleja de él, asustada y con su respiración acelerada.

-¿Qué te pasa?- consulta asustado, pensando en que hizo mal. Que hizo para que ella lo mire con ojos alertados.

-No me toques.- estallan las palabras de ella en su mente. Que no la toque, pero ni que fuera sustancia toxica. Cavila él.

-¿Por qué?- le pregunta sin ocultar sus curiosidad. Ella parece calmarse y carraspea su garganta antes de hablar. Christopher no se esperaba lo que ella diría y no entiende la razón de ello.

-No me gusta que nadie me toque. Nadie.- declaró ella inclinando su rostro, con la mirada clavada en el azulejo gris de la cafetería.

-Sus cafés señor.- declara la muchacha al otro lado de la barra, no la lechuza envenenada, otra chica. Haciendo que Elizabeth y Christopher vuelvan a la realidad y la miren.

-Gracias.- dicen al unisonó y agarran sus cafés para dirigirse a una mesa. Al sentarse, la curiosidad aumenta en Christopher. Se cuestiona si debería preguntarle o no, pero ya que.

-¿Tienes fobia a que te toquen?- curiosea cauteloso.

-No es fobia. Es un miedo estúpido e irracional que aún no he podido superar.- pronuncia suavemente.

***

Elizabeth.

-Mi linda Elizabeth, eso para mí es una definición del termino fobia.- y las palabras de él ocasionaron en ella sintiera escalofríos y que sus mejillas se pusieran color escarlata ante esas letras. "Mi." Significa que soy de él. ¡Imposible!

-Dijiste "mi" linda Elizabeth.- manifiesta poniéndole énfasis a las dos letras. Él la mira con sus ojos verde limón dilatándose, al darse cuenta de las palabras articuladas por su boca y la importancia que ella le toma.

-Sí, lo dije.- contesta dudoso, eso será bueno o malo para él.

-Olvídalo.- dice Elizabeth meneando la cabeza, tratando de que la idea salga por sus oídos. En ese momento el famoso destino se vuelve a topar con ella o con ellos. -Me gusta tu anillo.- pronuncia ella más calmada y encandilada ante la situación.

Observa el anillo rojo que lleva Christopher en su dedo meñique izquierdo. Él dirige su mirada a su mano y sonríe placenteramente. Tiene una sonrisa de infarto. Piensa ella.

-Me lo entrego una anciana, hace diez años y me dijo que jamás me lo quitara, ni para bañarme. Lo sorprendente, es que aún me queda en el mismo dedo que ella lo coloco.- declara él con una sonrisa ladeada que es encantadora.

Christopher levanta la mirada a ese celeste cielo que brilla como el sol de primavera.

Ella levanta su mano con el pensamiento. El destino supero el vendaval y está conmigo. Le muestra su mano izquierda a Christopher, quien se queda de piedra ante la realidad.

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