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Al día siguiente estabas en la ciudad cerca de tu escuela. Tuviste la necesidad de deambular después de la práctica, por lo que fuiste ir a un lugar del cual nunca habías ido. Miraste una tienda de ramen y decidiste parar y comprar algo. Entras y te sientas, y como solo había un grupo de personas allí, la orden fue tomada de inmediato. Su charla era ruidosa, y parecen estar separados de un equipo deportivo. Los ignoraste al principio hasta que uno de ellos comenzó a ahogarse mientras te miraban boquiabiertos. Perezosamente vuelves la cabeza para enfrentar a la fuente que perturbaba tu paz, y luego te ahogas. Eran los chicos de ayer.
—¡Es...Es ella! —Ya habías ordenado y no querías ser grosero con los dueños del restaurante. Estabas acorralada; los miraste con los ojos en blanco. El chico que había usado su chaqueta para limpiar tu cara también se encontraba allí. Su rostro estaba rojo brillante mientas se mordía el labio.
—¡AH! ¡Aone-senpai se sonrojo de nuevo! —Gritó un alto chico de cabellos rubios. De toda tu suerte...
—¡Ve a sentarte con ella, Aone! —El muchacho de cabello castaño empuja a Aone hacia tu mesa. Te sentías como si estuvieras lista para salir corriendo. Te estremeces al sentir los ojos de todo el equipo sobre ti. Tus instintos para huir y de lucha se negaban a decirte que curso de acción tomar, ya que ambas partes argumentaban para que siguieras sus órdenes. Luego, alguien hizo algo inesperado, miro a sus compañeros una vez que noto que estabas absolutamente aterrorizada. Salta y miran hacia adelante en lugar de mirarte. Te diste cuenta y parpadeaste varias veces antes de mirarle. Una vez te pilló, se sonrojo y miró a todo lugar que no fueras tú.
Una vez apareció el servidor, silenciosamente solicitó que los dos fueran trasladados a un lugar más privado. Escuchaste desesperadamente su voz otra vez, pero su silencio hizo que fuera difícil escicharla.
Sin embargo, una vez que estuvieron solos, finalmente volviste a escuchar su voz. Se sonrojo mientras tendía su mano hacia ti.
—Aone Takanobu. —Te dice y sientes como tu corazón explota. Takanobu... Era conveniente. Lentamente extiendes una mano nerviosa hacia él, y la sostiene con suavidad.
"[Apellido] [Nombre] —Pronuncias mientras miras en dirección al suelo, internamente te gritabas.
<[Nombre], ¡¿Qué demonios te pasa?! ¡Cálmate! >Aprietas las mejillas mientras intentas bajar el color de tu rostro.
—...Lo siento... —Miraste a Aone. Parecía estar igual o peor que tú. Fuiste más cerca.
—Probablemente te disculpas por lo incomodo que es esta situación... —Descifras; asiente con la cabeza hacía él para aceptar su disculpa y decirle que no debía preocuparse por ello.
Una vez llego la comida, no perdiste tiempo en comer. Querías terminar lo más rapido posible y abandonar esa incomdoa situación, a pesar de querer quedarte para siempre con Aone. Apenas y si lo miraste.
Quería decirte algo más. Comio en silencio mientras comenzaba a tratar de pensar en las palabras para decirte, pero nunca fue bueno para conversar. No le gustaba hablar demasiado en general, pero ese día en la colina lo había enamorado de ti. No tenias que hacer nada por él y, sin embargo, mostraste la amabilidad para lavarle su chaqueta. Incluso la secaste y la doblaste para él.
—Asistes a Kumayama... —Aone dice en voz baja. Dejas de comer, tu mirada tenía miedo de él. Tenías miedo de que intentara acercarse, pero al mismo tiempo, querías que el estuviera cerca. Querías que siguiera cortando el muro. Fue confuso, conflictivo, aterrador y sobre todo, emocionante.
—Sí... —Respondes en voz baja, se sonroja. —Vas a... —Trataste de escupirlo, pero fue imposible.
—Tecnica Date. —El termino por ti. Todo tu cuerpo ardía para ese punto. Ese tartamudea fue adorable. ¿Qué pasaba con él? ¿Por qué eras así?
Termino su comida lo más rápido posible, soltaste el dinero para ambas comidas y escapaste nuevamente. Intentó perseguirte, pero solo llegó hasta l puerta principal antes de perderte de vista.
—¡¿Qué fue eso?! —Uno de sus compañeros se quedó boquiabierto.
—¡Fue esa chica! ¡Ella corrió otra vez! —Exclamo con una mirada de sorpresa en el rostro. Aone los miro con expresión preocupada.
—...Ella pago antes de que yo pudiera. —Murmuró y uno de sus compañeros de equipo se rió.
—Ella debe quererte, es eso o te tiene miedo. —Aone mato con la mirada a su equipo, pero volvió a centrar su atención
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Cierras la puerta de tu dormitorio una vez más, haciendo que tu compañera salte. Ella se volvió hacia ti otra vez con una discreta mirada.
—Te ves nerviosa, ¿Viste a ese chico otra vez? —Te estremeciste cuando estabas de espalas contra la puerta. Ella suspiró y enarco la ceja —Lo tomare como un sí. Te dejare unos minutos. Ya regreso. —Se abrió paso cuando te levantaste de la puerta. Se fue y tan pronto como la puerta se cerró corriste hasta Otohime.
—¡Lo vi en una tienda de ramen!, ¡Me preguntó sobre la escuela! ¿Puedes creerlo? ¡En realidad QUIERE hablar conmigo! —Toma tu cara mientras te retuerces— ¡AAAARGHH! ¡¿Qué es esto?! ¡¿Qué diablos hace?! ¡No entiendo! Me puse tan nerviosa que termine pagando por ambos; y luego termino. ¿Por qué soy tan ESTUPIDA? —Te arrojas a la cama y gritas con la almohada. Tu hermosa Otohime revoloteó en su tanque. Parecia darle igual. —¿Qué voy a hacer? ¡Ni siquiera le pedí su número! ¡Perdí la oportunidad de volver a hablar con él! —Entonces rascaste tu cabeza por frustración mientras te revolvías el cabello en su totalidad. Luego dejándote caer en la cama una vez más suspiró. —Date no esta muy lejos... Tal vez lo vuelva a ver. —Dijiste esperanzada.
Sin hablar contigo, tu compañera de cuarto estaba sentada a fuera con la oreja pegada en la puerta. Sabía que nunca te abrirías a ella, así que usa tus sesiones de desahogo con Otohime para ver dentro de tu mente. No le gustaba hacerle, peor a veces le permitía pensar en formas de como ayudarte. Tomo aire silenciosamente antes de poner una mano en su barbilla pensativa.
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—¡Gracias otra vez por dejar que mis niñas practiquen con el famoso Muro de Hierro! Será fantástico para ellos. —Su entrenador arrojó elogios, pero te estremeciste mientras mirabas directamente a Aone. Aone te devolvió la mirada con el mismo estremecimiento
—No hay ningún problema en absoluto, he oído que sus niñas son rápidas y confiables cuando se trata de bloquear la recuperación. —El entrenador de Dateko sonrió y asintió con la mira a tu entrenador. Tu capitán extendió una mano a la de ellos.
—Tengamos una buena práctica. —Estabas lista para huir nuevamente. Mientras retrocedes lentamente, tu capitán y la armadora te agarran por los brazos y te mantienen ahí mismo. Ambos te miran y te dan una sonrisa demasiado dulce y sospechosa, ¿Arreglaron esto?
—¿A dónde va nuestro as? ¡Te necesitamos para atravesar su muro! —Te dice tu capitana.
—¡Así es! ¿A quién voy a colocar cuando el as no este allí? —Tu setter habla.
—¡Sí! ¡Necesitamos a nuestro fuerte as! —Dice otro jugador.
—¡A donde vas? —Definitivamente estaban en esto. Alguien les conto sobre tus enfrentamientos con Aone y deben haberlo alterado. Tu entrenador se da la vuelta y te sonrió también, ¡Maldición!, ella también estaba metida en eso! Empiezas a mirar a tu equipo, pero tu sonrojo cubre tu enojo.
Aone estaba completamente loco en ese punto. Eras linda, dulce a tu manera, no le tenias miedo tampoco, ¿Y ahora también juegas voleibol?
"Oye Aone, ¿No tenías algo para los Ases? ¿¡Por qué no practicas con ella!? —Uno de sus compañeros lo empujó hacia ti.
—¡Sí, [Nombre]! ¡Necesitas aprender a romper los bloqueos!, ¡Practica con él! —Tu capitán y armador te empujan. Ambos tiemblas como hojas en el aire. Lo miras y te sonrojas de un rojo intenso.
—...Ho...Hola de nuevo... —Comienza él. Tu corazón casi explota. Miras a otro lado y levantas una mano para saludarle.
Tus ataques fueron especialmente ese día. Tu acomodador lo noto y lo usó para su ventaja, ya que constantemente te enfrentaba a Aone. Cada vez que te bloqueaban, un compañero se apresuraba a recuperar y te tenía que colocar de nuevo. Finalmente, golpeaste más de diez a contra la muralla de Aone y te inquitas.
Entonces tu setter se deslizó hacia arriba y colocó uno en un lugar inesperado.
Y lo golpeaste.
Justo en la cara.
Su nariz comenzó a sangrar de inmediato y te asustaste. Por suerte para ti, tenías algunos pañuelos en el bolsillo y le hiciste inclinarse para poder limpiarle la cara y detener el sangrado efectivamente. Sus ojos se abrieron cuando detuviste con eficacia su hemorragia.
Oh, la ironía. Oh la ironía de que fuiste tú quien causo su lesión. Pensó en el día en que te conoció.
"—Aone-senpai, prueba este! —El joven acomodador llamó a su superior, pero la pelota estaba un poco apagada. Sin embargo, no quería dejarlo caer, así que lo hizo de todos modos.
Mala decisión.
La pelota salió volando. Fue cuando tu giraste la cabeza y te golpeo de lleno en la cara con su remate."
—¡Lo... Lo siento! —Te miro, parpadeo y pensó. Te aterrorizaba lo que haría después, pero se sonrojo. Te hizo sonrojar y sacudiste la cabeza un poco.
—¡Puedes ir a cuidarlo en la banca [Nombre-chan! Lo siento, fue una colocación terrible. —Dice tu Armador mientras continúas cuidando la hemorragia nasal. Estaba preocupada de haber arruinado la posible relación que quizá tendrías con ese chico, pero ciuando lo vio sonrojarse ante tu tacto, supo de qué manera podría ser.
—Sí, ve a sentarte un rato, ¿Estas bien Aone? —Su capitán le dice ahora sabiendo lo que el equipo de chicas estaba tratando de hacer.
Una vez sentado en la banca, continúas sujetando el pañuelo a la cara, peor se niega ca mirarlo, solo levanta la mirada de vez en cuando para verificar si el sangrado se ha detenido.
—...Tu número de teléfono... —Murmura mientras tiembla y comienza a ahogarse en un tono más intenso de rojo.
—¿Eh? —Lo miras con los ojos muy abiertos y vacíos. Estabas en pánico, nadie te había pedido tu información de contacto antes. Solo podía significar una cosa.
Quería seguir hablando... Contigo.
Lo miras de nuevo, y por primera vez desde que se sentaron, lo miraste a los ojos. Tu cara estaba roja y temblaba un poco. Aone sabía que, si te dejaba escapar ahora, tal vez jamás te volvería a ver, y no podría vivir con ello. Vio su otra mano en el banco y colocó firmemente la suya sobre la tuya. Saltaste y comenzaste a ponerte aún más nerviosa, pero el estaba igual de rojo y temblando ligeramente.
—Te daré mi número después de la práctica... —El había conseguido su objetivo. No te iba a hacer daño. El quería esto. Quería hablar contigo. Se sentía irreal, se sentía como un cuento de hadas.
Pero fue sincero.
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