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Odiaste todo. Odiaste cómo ella lo defendió sobre su propia hija. Odiaste cómo tuvieron un trato preferencial. Odiaste cómo decidió que eras demasiado para que él lo manejara más, así que fuiste despedida. Odiaste cómo le desagradabas por el simple hecho de que te parecías a tu padre. Odiabas que tu padre te dejara solo con una mujer a la que no le importaba ni su propia descendencia.
Lo único que no odiabas, era tu equipo, pero incluso ellos podían llegar a poner nerviosa. Te consolaba el hecho de que cuando todo se volvió demasiado, podías descargarte en Otohime, tu pez betta.
—Eres buena escuchado... —Te sentaste sola en tu habitación. Había sido un día realmente difícil en el internado para chicas en el cual asistíais. —Es triste tener que hablar con un pez, sin embargo... —Otohime revoloteo en su pecera. Era una pecera extravagantemente decorado, con el mejor burbujeador y agujeros escondidos hechos de hormigón. Nada de plástico para Otohime. —Santo cielo, estoy estropeando a un pez. —Haces una mueca ante lo miserable que es tu vida. Te echaron de tu casa para terminar en un internado solo por que eras la hijastra, la hija de otro hombre. La frustración brotó dentro de ti y sentiste que tu cólera aumentaba. —Necesito aire. Ya regreso Otohime. —Le dices al pez, no es como si tuviera la capacidad para entenderte. Te gustaba pensar que podía hacerlo, pero era una fantasía que tenías.
Al salir d ellos dormitorios, pasaste junto a varias chicas las uclaes era visitadas por sus familias, ya fuera sus hermanos, madres, padres, abuelos; no te importaba. Te tortura. Chasqueaste la lengua mientras los mirabas sin otra razón que ser mucho más afortunadas que tú.
De alguna manera, llegaste a una pequeña colina. Era bastante popular que los equipos deportivos se reunieran y entrenaran ahí durante la primavera. También era un lugar popular para tener citas en Miyagi, pero probablemente sea por que no había mucho más que hacer. Tu no eras de Miyagi, así que llegaste a la colina por mera suerte. Te encontrabas observando el enorme espacio abierto. La briza refrescaba tus ideas, pero incluso la más pequeña de las provocaciones podrían hacer que te lanzarás al ataque. Quizá debías canalizar tu mal humor hacia la practica del voleibol. Eras un as prometedor y una poderosa atacante, pero tu equipo dudaba de tu fiabilidad. Estas tan perdida en tu propia furia y frustración que no notaste a un grupo de chicos que se acercó a la colina para una práctica al aire libre. En su mayoría ignoraron tu mala vibra debajo del árbol, pero cuando algunos te vieron...
—Cielos, tiene un aspecto bastante aterrador. —Comentó un muchacho de aspecto engreído. Llevaba el cabello castaño aun lado y muy bien peinado. —¡Ella es tan aterradora como tú, Aone! —Le dio un codazo a un chico alto de hombros anchos y blanquecinos cabellos. Inmediatamente miras detrás de ti y chasqueas la lengua. El chico con castaño cabello salta ligeramente. Parecías lista para ir a matarlo, incluso si te superaba en altura. Sin embargo, decides que no vale la pena y sigues mirando hacia el frente.
—Muy bien, ¡Coloca la red! ¡Vamos a practicar! ¡Ten cuidado con el equipo! ¡Recuerda que nos prestaron estas cosas de la escuela de chicas!
—¡Escuela de chicas! Me pregunto si podré hablar con una linda chica mientras estamos aquí... —Miras nuevamente, esos muchachos eran depravados. Les darías una lección, pero no valía tu tiempo. Además, si te metías en otra pelea, la capitana de mataría cinco veces antes de que tocaras el suelo.
—¡Oye! ¡Cuidado! —Escuchaste y giraste tu cabeza. Fue la peor decisión, ya que un balón de vóley te golpeo de lleno en la cara. El equipo de voleibol que estaba de visita se quedó boquiabierto mientras el balón se alejaba de ti.
—H...Hey, ¡Lo siento! —Uno de los chicos te llamó, pero ya estabas de pie y furiosa. Tu cara enojada se enrojeció por el impacto de balón. Puedes sentir como la sangre comienza a gotear por tu nariz. Comenzaste a descender hacia donde venia la pelota. No te importaba lo alto que era, lo harías pagar. Por lo que puedes juzgar, fue le chico que te insulto antes.
Apretó el puño mientras retrocedía, solo para ser detenido por grandes manos que tomaron sus brazos. Tu ira creció mientras girabas la cabeza, con la nariz ensangrentada, lista para enfrentar al muchacho, pero algo no estaba bien. Por lo general no tenías problemas para lanzar el primer golpe. No tenías problemas para comenzar peleas, pero solo mirabas al chico alto y albino que tenias delante, no podías levantar el puño hacia él. Te abrazó con firmeza y sin decir palabra alguna. Lo miraste en silencio y él hizo lo mismo.
—¡Buen trabajo, Aone-kun! ¡Estaba lista para matarnos! —Dijo una voz.
—Genial, senpai. —Una voz más emocionada se escuchó. Seguiste mirando al chico que te abrazó. Esperabas que solo mirara, pero luego hizo algo completamente diferente, agarro su chaqueta blanca y limpio la sangre de tu cara. Abres los ojos tanto mientras él continúa atendiéndote con su chaqueta blanca.
—Aone-kun, sabes que la sangre no saldrá fácilmente de la chaqueta, ¿Verdad? —Otra de esas voces lo llamó. Continuo solo hasta que tu nariz ya no sangraba. Continúo mirándote fijamente, pero su mirada era más amable de lo que inicialmente pensabas. Una vez el derrame se detuvo, sostuvo su rostro mientras revisaba para ver si no había más heridas. Te sonrojaste profusamente, ¿Por qué estaba siendo tan amable? No era necesario serlo. Estabas a punto de golpear a uno de sus compañeros, y él te trataba de esa manera. Le echaste un ojo a su chaqueta manchada con sangre y sentiste algo que normalmente no sentías.
Sentiste culpa.
Esa es tu sangre en su chaqueta deportiva. Su chaqueta deportiva blanca.
Mientras continuaba revisando tu rostro, comenzaste a formar un plan en tu cabeza. Te sonrojas mientras miras a un lado. Sabias que, si esa chaqueta no se lava pronto, podrías mancharse. Querías hacer algo por él, lo que en sí mismo, ya era extraño; y mucho menos tu sentimiento de culpa. Le das una mirada, era guapo. Hizo que tu corazón latiera con rapidez. Tenias que hacerlo, por él.
Con las manos rápidas, incluidas las piernas, le arrebatas la chaqueta de las manos y comienzas a correr de regreso a tu dormitorio. Algunos de los chicos inmediatamente comenzaron a gritarte, diciendo que regresaras con la "chaqueta de Aone"
Se llama Aone.
Sacudiste la cabeza de la distracción que tenias y seguiste corriendo. Esperabas que no te odiara después de eso, pero no sería el fin del mundo, si lo hiciera, las personas que querías terminaran odiándote, no era muy novedoso. Presionaste la chaqeuta aun más cerca de tu pecho cunado interrumpiste en el dormitorio. Tu compañera de cuarto había regresado en ese momento y saltó del susto por el portazo.
—[Apellido]-chan, ¿Qué esta pasando? ¿De donde sacaste esa chaqueta? Espera, ¿Eso es sangre? —Entro en pánico y la ignoraste para correr al baño. Inmediatamente empapas la manga con agua fría, la enjabonas.
< ¡¿Por qué estoy haciendo esto?! Me largue, ¡No tiene idea de lo que estoy haciendo! ¡Y por lo que sabe, robe su chaqueta solo por el placer de hacerlo!> Dejaste escapar un suspiro ansioso. Miras hacia arriba una y otra vez y te das cuenta que la sangre casi salió por completo, solo un poco más de esfuerzo y no habría rastro.
Fue un milagro que sacases la mancha en su totalidad, probablemente lo atrapaste en el momento justo. Tu único problema es que ahora estaba empapado.
—[Apellido]-chan... ¿Por qué tienes una chaqueta de la técnica Date y por qué una de sus mangas estaba llena de sangre? —Miras a t compañera de cuarto.
—Un chico me ayudó. Con esto detuvo una de mías hemorragias nasales. —Sostienes la chaqueta mojada.
—A juzgar por la velocidad a la que entraste, supongo que no te dieron permiso de lavarlo.
—...No.
—¿Lo robaste?
—...Sí. —Inclinaste la cabeza hacia abajo. Estabas lista para recibir un golpe en la cara o un puñetazo en el estómago.
—...Deberías ir a secarlo y después devolverlo. —Dice ella antes de espolvorear tu cabello, le miras confundida. —Tendrá un mayor impacto si está seco. —Luego regresa a su escritorio para continuar con la tarea. Después de verla unos segundos decides apresurarte a las secadoras antes de que sea demasiado tarde.
Después de secarlo rápido, la chaqueta se veía mejor que cuando estaba manchada. Apneas la doblaste corriste hacia la colina, una vez cerca disminuiste la velocidad. Tus nervios comenzaron a sacar lo mejor de ti, podías sentir que tus rodillas temblaban cuando la ansiedad te vencía. Te tragaste el miedo mientras subías la colina. El chico de cabello castaño te vio tan pronto como apareciste.
—¡Es la ladrona de chaquetas! —Grita y empieza a correr hacia ti. Pones una cara valiente y te preparas para lo peor, pero el chico es detenido por manos familiares.
Fue Aone, con pasos suaves, se acerca a ti. Lo miras y esperas que te golpee, pero su cara esta llena de sorpresa. Te sonrojas. Fue lindo.
—Lo trajiste devuelta... —Te dice mientras parpadea. Tu cara enrojece un poco más ante su voz. Fue extrañamente dulce. Probablemente puedas escucharlo durante horas sin parar.
—...Si no se lavaba pronto, se abría manchado, así que lo lave. —Empujas la chaqueta en sus manos mientras miras hacia otro lado. Todo su equipo se quedo estupefacto. Parecía cualquier otra chica en otro momento, parecía que acaba de confesar su amor al chico que le gustaba, pero hace al menos veinte minutos estaba listo para derribar a un miembro de su equipo.
Aone continúo mirándote mientras seguía parpadeando. Su equipo estaba a punto de llamarlo nuevamente, pero luego su rostro comenzó a humear. Tiembla un poco al ver tu sonrojo. Eras muy linda. Te habías escapado con su chaqueta para poder lavársela. Ni siquiera sabía tu nombre, pero le estabas robando el corazón.
—T..Tú nombre... —Casi exigió. Te estremeces. ¿Por qué quería tu nombre? ¿Te iba a denunciar? Retrocedes. Se estremeció cuando extendió su mano hacia ti. Su equipo comienza a charlar en el fondo.
—¿Qué está haciendo Aone?
—No lo sé, pero su cara esta realmente roja...
—Ella devolvió su chaqueta, ¿Cres que se dijeron...?
—¡Aone-senpai es realmente valiente! —El nombrado escucho a hablar a su equipo y volvió la cabeza hacia ellos. Aprovechaste la oportunidad para correr.
—¡Eh! ¡Mira su cara! ¡Mira que rojo está!
—Ella... Está huyendo de nuevo... —Aone gira la cabeza para verte a lo lejos en la distancia, corriendo por tu vida. Le tendió la mano en una suplica silenciosa para que no se fuera, pero lo ignoró y corrió de regreso a los dormitorios.
Cerraste la puerta detrás de ti otra vez con una cara ardiendo. Tu compañera de cuerto volvió a saltar cuando te miró.
—Supongo que todo fue bien. —La miras con la cara de tomate e inmediatamente miras hacia abajo. Tocas tus mejillas y te apresuras a esconder la cara entre las almohadas. —¿Es tierno? —Respondes con vapor saliendo de la almohada la cual actualmente tenáis en la cara. —Ya veo... Te dejare lidiar con esos sentimientos, volvere en unos minutos. —Luego se levanto del esritorio y salió de la habitación. Tan pronto como se cierra la puerta, tu cabeza se dispara y miras a Otohime.
—¡Me pidió mi nombre! ¿¡Puedes creerlo!? —Te recuestas en la cama. —¡No sé que me pasa! Su... ¡Su voz!... Era relajante. Dulce. Quiero escucharlo de nuevo. —Admites a Otohime. La Betta revoloteó en su tanque. —Ah, no, no le dije mi nombre. Tenía miedo. —Miras las sábanas. Los agarras con fuerza "Tal vez... Él no estaba enojado... Tal vez solo quería saber mi nombre porque... —Te detuviste. Eso era imposible. Nadie podría pensar en ti así. ¿Qué pasa contigo? —Voy a ir al gimnasio. Necesito mejorar. —Se cambio el atuendo al deportivo junto a sus rodilleras.
El gimnasio estaba vacío. Por lo general, era por esta vez. Instalaste la red sola y sacaste algunas pelotas de voleibol. Suspiras mientras giras una pelota entre las yemas de tus dedos. Practicas saltos por una hora. Querías mejorarlos y convertirte en un as confiable.
Cuando golpeas la pelota en la cancha, no puedes sacar la voz de tu cabeza. Estabas desesperada por saber su nombre completo. Después que uno de los tantos balones golpea el suelo, tus ojos se agrandan al darse cuenta.
<¡Se esta metiendo en mi cabeza! ¡Lo acabo de conocer hoy! ¿Por qué diablos no te vas?> Te agarras la cabeza y empiezas a temblar, <¿Fue por la amabilidad que me mostró? Sus compañeros se burlaron de mi... Pero cuando me sangraba la nariz, estuvo dispuesto a sacrificar esa impecable chaqueta blanca... ¡No cualquier chaqueta blanca, una chaqueta deportiva! No obtienes múltiples de esos...> La lagrimas se derraman de tus ojos. <¿Por qué fue tan amable conmigo?>
Te quedaste sentado en le gimnasio un rato mientras comienzas a dejar que las lagrimas fluyan. Habían pasado años desde que alguien te había mostrado tal afecto. Habían pasado años desde que tenías emociones como esta. La forma en que actuó y te mostró amabilidad provocó algo dentro de ti.
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