11 Relaciones Peligrosas
Lo prometido es deuda. @lianablossom aquí está la actualización que te prometí. Este capítulo va dedicado a ti y a tu querido personaje de Maddy, el alter ego de Cheryl Blossom, la Bomba Cereza.
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Max se despertó creyendo que había estado durmiendo durante toda una semana. La almohada le había dejado varias marcas rojas en la cara, y tenía el cabello tan enmarañado que Jack Sparrow se habría sentido ofendido de saber que alguien lo superaba en ese aspecto.
El joven de ascendencia italiana se revolvió entre las sábanas mientras se frotaba los arañazos que le había provocado Layla en el pecho. Los demás creían que todo había ido bien respecto a los gemelos Hewitt, pero aquello no era precisamente cierto.
Cuando había llegado al área de recreación Layla estaba al borde del ataque de pánico. Max casi pudo ver el alivio reflejado en los ojos de la chica cuando James la abrazó.
—Ya estamos aquí. —le dijo el rubio al separarse.
—Sólo con eso ya me siento mejor —respondió St. Clair—. No podía soportar un minuto más respirando el mismo aire que esa... Esa...
Max se acercó y la besó en los labios antes de que pudiera completar la frase.
—Sácame de aquí. —le susurró su novia. Max obedeció, no había nada que le apeteciera más.
La pareja aprovechó que sus amigos estaban entretenidos con Bianca y se marchó en secreto en busca de la tranquilidad de la habitación. Una vez solos Max fue consciente de que algo no estaba bien.
—¿Qué ocurre? —le preguntó a su novia.
Layla estaba temblando y tenía la respiración entrecortada.
—He tenido que mentirle a James —contesó la rubia. Max no pudo hacer más que rodearla con los brazos y escucharla—. Le dije que me sentía mejor para no arruinar su almuerzo, porque lo conozco demasiado bien y sé que lo habría cancelado todo por mí; pero la verdad es que no estoy nada bien, Max. Siento que me asfixio.
Max podía escuchar los latidos acelerados de su chica. Sabía exactamente qué hacer.
—Sólo llora, ¿está bien? Siente cómo todos tus problemas se acumulan en tu pecho, intentando ahogarte, presionando tan fuerte que a penas te permiten respirar —la rubia clavó sus uñas en el pecho de su novio, intentando aferrarse a él y a la seguridad que le proporcionaban sus brazos. Max hizo una mueca de dolor, pero no se quejó—. No los retengas. Abrázalos. Acéptalos. Déjalos fluir. Ahora siente cómo poco a poco todos esos problemas comienzan a desvanecerse. Eres fuerte, Layla, la mujer más fuerte que he conocido en mi vida. Tus preocupaciones ya no pueden asfixiarte, porque tú las has asfixiado a ellas. Ahora puedes respirar, primero lenta y pausadamente, y luego otra vez con normalidad.
—Lo siento. —se disculpó la rubia, siendo consciente de las marcas que le había dejado a su novio en el pecho.
—No tienes por qué. —contestó él para luego depositarle un beso en aquellos labios con sabor a lágrimas.
Max se alegró de que ninguno de sus compañeros de habitación estuviera por allí, de lo contrario tendría que dar muchas explicaciones respecto a aquellas cicatrices. Se levantó de la cama con la energía renovada que sólo una buena siesta era capaz de brindarle y salió de la habitación en busca de sus compañeros.
La habitación de Hero estaba cerrada, por lo que decidió probar en la de las chicas. Desde fuera no se escuchaba ningún sonido; a decir verdad, todo se encontraba en una calma bastante inusitada. El chico puso la mano sobre el picaporte y comprobó con una sonrisa que la puerta estaba abierta.
—Layla, ¿dónde se ha metido todo el...
Las palabras de Max se vieron ahogadas por el grito de terror de una Maddy que no podría haber estado usando menos ropa. El de ascendencia italiana desvió la mirada hacia el suelo con incomodidad mientras la pelirroja intentaba con manos temblorosas encontrar algo con lo que cubrirse.
—Yo l... Lo siento. No... No esperaba encontrarte... ya sabes... desnuda —Max no sabía que hacer o decir. Le sudaban las manos y de vez en cuando la vista se le desviaba de manera accidental e inconsciente hacia el cuerpo de la pelirroja.
—No... No te preocupes... Yo debí... Debí haber cerrado la puerta.
Durante unos segundos ambos intentaron excusarse. Luego, como si se hubieran dado cuenta de lo absurdo de la situación, ambos se echaron a reír.
—¿Por qué nos disculpamos? —preguntó la chica, ignorando el hecho de que seguía estando desnuda frente al novio de una de sus mejores amigas—. Como si no hubieras visto y probado ya todo esto.
—Creí que habíamos acordado no hablar de eso jamás —la regañó el joven, obligando a los recuerdos de una noche casi olvidada a permanecer ocultos en el más profundo vacío de su mente—. Fue hace mucho tiempo.
—Lo sé, pero apuesto a que todavía te acuerdas.
Todos sus esfuerzos fueron en vano, porque la exhibición de curvas de Maddy hizo que los recuerdos se desataran en un poderoso caudal que fue imposible de detener.
Era una noche lluviosa, mucho antes de Layla, antes del Club de los Mosqueteros, cuando Max era poco menos que un chiquillo imberbe sin ninguna experiencia sexual. Varias semanas de coqueteo por parte de la pelirroja los habían llevado hasta aquella habitación. La chica estaba desnuda en la cama e invitaba a Max a unírsele, mientras él intentaba decidir dónde tocarla y donde besarla.
—Nunca... Yo nunca... —intentó decirle, pero la pelirroja se levantó de la cama de un salto y acalló sus molestos titubeos con un beso que le hizo estremecerse de placer.
A aquel beso le sucedieron escenas un tanto embarazosas, pero al final todo terminó con un «no ha estado mal para tu primera vez», y eso fue suficiente para Max.
Cuando el pelinegro volvió a la realidad se dio cuenta de que Madelaine estaba a sólo un palmo de él. Los dedos de la chica rozaron el pecho desnudo de Max allí donde Layla le había clavado las uñas; el contacto fue casi eléctrico.
—¿Qué te pasó? —preguntó la pelirroja a penas en un susurro.
—Nada importante. —contestó él, consciente de la energía que emanaba cada uno de los poros de su interlocutora. Todo su cuerpo tiraba de él en dirección a ella; lo menos que le apetecía era hablar de Layla.
—Entonces déjame hacerlo importante.
Un estremecimiento recorrió el cuerpo del trigueño hasta su lugar más sensible cuando los ardientes labios de la pelirroja aterrizaron sobre su pecho para luego marcar un camino de fuego que terminó en su pezón. Madelaine fue consciente del bulto que se comenzaba a notar debajo de los pantalones de Max, y dirigió su mano hacia allí con una sonrisa pícara. Otro escalofrío hizo que Max se sintiera a punto de salir flotando cuando las prodigiosas manos de la chica le acariciaron la entrepierna. Sin embargo, esta vez, el chico no se quedaría quieto mientras la pelirroja se lo violaba. Le apartó unos mechones que se le pegaban al cuello y la besó suavemente allí donde la mayoría de las mujeres tenían sus puntos más sensibles. Esta vez fue la chica quien se estremeció. Max se demoró unos segundos en los labios mientras le acariciaba un endurecido pezón, gesto que hizo que Madelaine deseara más. El pelinegro deslizó lentamente su otra mano hacia la cintura de la muchacha para sentir sus sensuales curvas. Max hizo ademán de dirigirse hacia el sexo de Madelaine, pero cuando estaba a punto de alcanzarlo retrocedió fingiendo que se había arrepentido. Aquello volvía locas a la mayoría de las mujeres, y Maddy no era la excepción. Esta vez fue ella quien lo besó a él, fue un beso imperativo, un beso que le ordenaba que no se detuviera.
«Si insistes», pensó él.
Y esta vez no hubo Dios que detuviera el avance de los ágiles dedos del chico. Cuando estos alcanzaron su objetivo la espalda de Madelaine se arqueó de placer. Max sonrió al comprobar lo húmeda que estaba, y su sonrisa se prolongó al descubrir el punto más delicado de su fisonomía. El chico acarició y presionó con gran habilidad mientras ella se aferraba a él cada vez con más fuerza. Ella, incapaz de contenerse, le clavó las uñas en los poderosos brazos, cosa que provocó otro tirón en la entrepierna del chico.
Los vellos de Max se erizaron todos a una en el momento en el que una voz conocida inundó la habitación para arruinar lo que habría sido el mejor orgasmo de la historia.
—¡Max!
El chico despertó con Layla mirándola extrañada desde la puerta. Descubrió, sobresaltado, que la cama estaba mojada y no era precisamente de sudor.
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Bueno amigos espero que hayan disfrutado este capítulo. Siento haber jugado con sus mentes de esa forma pero quería hacer algo diferente a lo que estamos acostumbrados y este fue el resultado. No olviden votar si este capítulo fue de su agrado y déjenme saber su opinión en los comentarios si les parece tan loca la idea de Maddy y Max. Bye.
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