Epílogo: Nompuehuenu
En el otro lado del cielo, Newt se encontraba apoyado en la piedra del Sol, mirando el agua cristalina. Le había pedido a las gotas del Sol que le mostraran dónde estaba Thomas.
Ya habían pasado unos meses desde que se despidió de Thomas. Decir que lo echaba de menos era decir poco, pero al menos lo ha visto feliz. Como el reír en el huerto con Minho y Gally, ayudar a la cocina con Sartén, bromear con Sonya o trenzar el cabello de Harriet.
A veces, lo veía triste, pero Thomas se recomponía pronto e iba con Minho a molestarlo.
En este precioso instante, Thomas estaba durmiendo. Lucía tan bonito con esas expresiones tiernas y los lunares salpicando su tersa piel de la cara. Suspiró embelesado.
—Iremos a visitar a Tommy y a Minho. Alístense, chicas.
Las gotas de Sol lo llevaron al otro lado en seguida.
Disfrutó de ver la brillante luna y las luciérnagas zumbando a alrededor. El estanque estaba silencioso, aunque las olas de mar se escuchaban desde muy lejos.
Caminó por todo el refugio. Ya ha conocido el lugar un par de veces, pero quiere creer que este lugar es un hogar, porque aquí se encuentran sus máximos amores que tuvo mientras vivía. A veces se preguntaba qué hubiera ocurrido si él no hubiera muerto antes, pero no podía lamentarse; su ciclo ya había concluido.
Llegó a la choza de Thomas.
Primero fue a la cama de Minho. Acarició su cabello azabache y depositó un beso cariñoso en la frente. Minho se removió, pero no despertó.
Sonrió.
Como no quiso alterar el sueño de su mejor amigo, fue con Thomas. Diferente a los primeros días que durmió aquí, ahora ya no lucía atormentado en sus sueños. Casi podía decir que había una media sonrisa que era muy besable a su opinión.
Besó su sonrisa rosada.
—Te amo, Tommy —Y dejó sobre su pecho la flor dorada que le había dado aquel día en la Tierra que Vuela.
—Te amo, Newt —Le respondió Thomas, entre sueños. Su sonrisa haciéndose más grande.
Estuvo con él unos cinco minutos, acarició su cabello y cada línea de su rostro. Lo hizo con tanta devoción, que por un segundo deseó que Thomas estuviera despierto para que sintiera el amor de sus caricias.
Pareciera que Thomas escuchó sus pensamientos, pues su castaño bonito abrió sus ojos perezosos. La flor plateada fue notada al segundo. Las orbes miel registraron toda la choza con esperanza, pero no vio lo que deseaba ver, por lo que su brillo se apagó.
—¿Newt? —Susurró en bajito.
—Soy yo, Tommy —Le respondió, sabiendo que no sería escuchado—. Vuelve a dormir.
Thomas frunció sus labios.
—Si estás aquí... Newt, te extraño.
Newt estaba enternecido.
—Y yo a ti. Por ahora, tienes que descansar.
Thomas volvió a cerrar sus ojos y se aferró al regalo que Newt le había dejado.
—Nunca se marchitará. Porque esa flor es la prueba de mi amor —Besó su frente—. Te veré en otra vida, amor mío.
Salió de la choza y dejó que las luciérnagas lo llevaran al cielo. Se encontró con que Chuck lo esperaba en el lago del otro lado del cielo, con sus pies metidos en el agua.
Newt alzó las cejas.
—¿Qué haces aquí? —Se sentó a un lado suyo.
—¿Fuiste a verlos? —Chuck se refería a los habitantes.
—Debo hacerlo. Tengo que procurar por el bien de las personas que amo.
Chuck sonrió suspicaz.
—Sólo fuiste a ver a Thomas.
—Cállate, Chuckie —Rió nervioso—. ¿Y qué si es así?
—Nada más decía —Chuck se encogió de hombros—. Realmente lo amas.
—Lo amo como no te imaginas, Chuckie. Desde que tengo memoria.
Chuck rió. Sintió que sus pequeños brazos rodearon su abdomen y él le devolvió el abrazo con una sonrisa. Desde que está aquí, se ha apegado aún más al pequeño amigo de Thomas.
—Lo sé. Deseo que algún día tengan un final feliz.
Miró a las estrellas en el firmamento oscuro y les pidió silenciosamente que cumplieran lo que más anhela en su corazón. Entonces, una estrella fugaz cruzó la noche oscura.
Sí. Las estrellas lo escucharon. Su deseo será cumplido.
—Así será, Chuckie. Así será —Sonrió.
FIN.
***
Nompuehuenu: Al otro lado del cielo.
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