Antillanca
Seguimos besándonos por un buen rato, mis labios no dejaban de cosquillear al sentir las centellas que explotaban ante el roce de su boca con la mía. Todo tan correcto... Todo como un sueño...
A veces, mientras nos besábamos, me daba temor perder su tacto. Despertar y darme cuenta que mi realidad es una pesadilla si él no está a mi lado. Entonces sólo me bastaba aferrarme más a esas hebras doradas que se deslizan por mis dedos para decir que sí es real; que su respiración cálida contra mi cara no es parte de alguna alucinación y mucho menos que sus manos grandes no están sobre mis hombros, apretándome.
Si este es un sueño, preferiría no despertar nunca más.
De un momento a otro, siento sus dedos tocar mi cara mientras me besa. Sus yemas callosas repasan suavemente cada centímetro de mi tez tibia; cuando toca mis pómulos rompe el beso y me mira preocupado.
—¿Newt? —Estoy confundido, no me gusta esa expresión en su rostro.
—¿Por qué lloras, Tommy? —Mira la humedad de sus dígitos antes de postrar sus ojos sobre mi cara. Yo me apuro a limpiarme mis lágrimas, ni siquiera me había dado cuenta de mi llanto—. ¿No te alegra que estemos juntos?
Tengo un nudo en la garganta, uno que me duele como el infierno. ¿Cómo no me iba a alegrar estar con la persona que más amo en el mundo? Al contrario, me siento tan rebosante de felicidad al sentirlo conmigo de nuevo porque... es algo que no creí hacer nunca más. Es mi sueño hecho realidad.
Me abracé a él, a sus caderas, disfrutando el tacto de sus manos en mi espalda alta. Solamente ahí pude tener el valor de soltar un sollozo y ponerme a llorar, a llorar de verdad.
—Te amo —Siento cómo sus dedos dibujan círculos por toda mi espalda—. Y-Y estoy feliz, porque puedo decírtelo y puedes escucharlo. No te vayas nunca, ¿sí?
Newt me aparta y sus ojos oscuros penetran en mí. Y, aunque su temple es serio, en su mirada hay un brillo que no deja de centellear. Tal como una estrella del cielo.
—Yo nunca te he abandonado, Tommy. Y no lo haría jamás.
Con esa seguridad que me ha impregnado en mi corazón, no puedo evitar cubrirlo con mis brazos y besarle toda su cara hasta que se vuelve rojo y me pide entre risas que pare. Pero no, no lo haré; no dejaré de expresarle cuánto lo amo.
『✧』
Otra vez estoy corriendo, mi pecho arde porque mis pulmones exigen oxígeno, pero sigo corriendo por muy agitado que esté. Ni siquiera sé a dónde voy, estoy en medio de un campo de pastizal que se extiende hasta el horizonte, donde el ocaso da sus últimos rayos de sol. Yo simplemente corro, intentando no tropezarme y tratando de alcanzarlo.
Newt está a unos metros de mí, corriendo con tal frescura que pareciera que no lleváramos media hora sin parar. Me grita que me apresure, que tenemos que llegar antes de que el último rayo muera en la oscuridad. ¿A dónde tenemos que llegar?
Me voy deteniendo una vez que veo al amor de mi vida frente a la orilla de un lago, con agua tan cristalina como la del refugio donde solía esconderme para llorar a solas.
—¿Hemos... —jadeo, sosteniéndome sobre mis rodillas— llegado?
Él se gira a verme, me sonríe de una manera que no sé cómo interpretar. No obstante, le devuelvo el gesto mientras intento recuperar el aire de mis pulmones.
—Ven aquí, Tommy —Me toma de la mano y me arrastra hasta llegar a una roca que supera mi altura—. Sentémonos.
Observo a la enorme piedra, es como una pirámide bastante amorfa. La punta de la roca se ve tan afilada que pareciera que quisiera rasgar el cielo azulado. Entorno mis ojos y jadeo al darme cuenta que la punta brilla, como si reflejara los últimos rayos del crepúsculo.
Volteo a ver a Newt para preguntarle por qué sucede tal cosa, pero me lo encuentro sentado en la orilla del agua, con sus pies metidos y jugando con un palo de madera bastante largo. Me uno a él y chapoteo un poco el agua ante la expectación.
—Newt, ¿qué--?
—¿Nunca te has detenido a ver un ocaso, Tommy? Los colores se mezclan tan perfectamente que simplemente no puedes dejar de verlo. El rosa, el naranja, el azul... —Alza la mano, como si quisiera tocar las nubes naranjas, pero la deja caer de inmediato—. Es tan perfecto, como si alguien se hubiera recostado en una nube y hubiera pasado tantas pinceladas con parsimonia... No sé, nunca me había detenido a pensarlo, supongo que estar jodidamente muerto te da mucho tiempo libre.
Agita el agua con el palo y yo me quedo mirándolo. Su rostro tiene tanta paz que puede contagiármela de no ser que la palabra "muerto" me ha tensado por completo. Supongo que aún no logro adecuarme a eso, ni mucho menos que lo diga con tanta naturalidad.
Me pregunto si yo también estoy muerto...
—Tengo que llevarte a un lugar, Tommy. Pero primero tengo que mostrarte algo... Espero y resuelva la mayoría de tus dudas.
Veo que la oscuridad absorbe los últimos destellos de luz, mostrando estrellas. Miles de estrellas. Todas aglomeradas en el cielo, manchando la oscuridad del cielo. Y todas estas, reflejándose en las orbes de Newt.
—¿Y la luna? —Pregunto extrañado, pues no la veo por ningún lado.
—Al otro lado del cielo —Se encoge de hombros, con naturalidad.
Tengo la intención de preguntarle a qué se refiere, pero este me chista y me dice que sea paciente. Entonces, vuelve a agitar el agua con el palo y esta se hace dorada por unos segundos antes de volver a lo cristalino. Jadeo y lo miro con los ojos bien abiertos. Él se ríe.
Lo vuelve a hacer, pero esta vez no se detiene, incluso tiene la intención de hacerlo más rápido y con más fuerza. Me asomo y me quedo boquiabierto al encontrarme con un centenar de puntos dorados que resplandecen debajo del agua. Tal como Solecito.
—Aguarda un segundo —Lo escucho murmurar, pero estoy demasiado absorto que quiero meter la mano en el agua—. ¡Shuck! Ni se te ocurra tocar las gotas de Sol, Tommy. Estas te llevarán al otro lado de inmediato.
Y por alguna razón, me veo reflejado en el agua, como si fuera un espejo. Frunzo el ceño y mi otro yo hace lo mismo. ¿Esto qué quiere decir exactamente?
—Minho —digo de repente, sin pensarlo.
Entonces, mi imagen se borra y aparece Minho, sentado en el borde de un lago frunciendo el ceño. Lo veo jugar con el tótem que Chuck me regaló mientras no deja de pensar. Lleva la ropa que traía puesta cuando nos fuimos a dormir, por lo que... ¿Eso quiere decir que está pasando en ese momento?
"Estúpido Thomas, ¿dónde se habrá metido ese shank cara de garlopo?" Escucho su voz, enfadada y algo pensativa.
—No ha dejado de buscarte —Interviene Newt acercándose a mí—. Pero no te preocupes, que esta vez no tendrá el susto de encontrarte medio muerto en un lago. Puedes hablarle si quieres, yo suelo hacer lo mismo.
—¿Estoy vivo? —Vaya sorpresa, yo recuerdo haberme ahogado.
—Digamos, sí. Te encuentras ahora mismo en una forma etérea, igual que yo. Pero no estás muerto, en realidad tu cuerpo está dormido entre los arbustos. Oh, y antes de que me interrumpas —Levanta el dedo índice frente a mi cara con una expresión divertida—, eso no quiere decir que estés soñando. Soy malditamente real como cualquiera, pero estás en mi mundo, tienes que atenerte a las reglas de aquí.
Esto es demasiado para mí, quiero brincar de emoción porque estoy vivo y no he abandonado a Minho. Además, Newt es real y por primera vez puedo saber qué tan suave es el tacto de sus labios.
Shuck, si estoy vivo y puedo estar con Newt... ¿Significa que Minho también podría venir?
—¡Minho! —Exclamo, con la voz más alta que se me es posible—. ¿Me escuchas? Estoy aquí.
—No puede escucharte, tonto —Se ríe—. O sea, no de la forma que tú esperas.
—¿A qué te refieres? —Ladeo la cabeza, no recuerdo haber recibido una respuesta de Newt. Entonces caigo en cuenta—. ¿Tú eres el ave? ¿No eran imaginaciones mías?
Él suelta una carcajada, bastante fuerte que se escucha un eco en todo este hermoso paraíso. Me alegra bastante verlo contento, hoy lo he visto reír más veces que cuando vivíamos en el Área. Su hogar, o más bien, nuestro hogar.
—Yo nunca los he dejado solos. Ni a ti ni a Minho, no sé por qué te sorprende que te haya acompañado todas tus noches de llanto en la forma de ave. Intenté consolarte cantando y tú me ignoraste soberanamente —Me reprende divertido, yo abro la boca para hablar, pero él continúa—, así que no, no funcionó. Tuve que aplicar otras medidas. Lo último que quiero es que mis mejores amigos la pasen mal por mí.
No sé qué decir, pero tampoco creo que sea necesario decir algo. Tenía muchas preguntas, pero no quería interrumpir la calma que atravesaba su rostro mientras observaba a Minho con cariño. Lo haría más tarde. Supe que estaba de acuerdo una vez que sonrió de lado, yo también lo hice.
Fue así que dejé que se recostara en mi hombro, contemplando a nuestro mejor amigo ceder ante el sueño recostado en la orilla de la laguna, mientras miles de gotas de sol zumbaban a su alrededor.
Todo está bien. Después de tanto tiempo.
***
Antillanca: piedra del Sol.
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