Nomenclatura Planetaria

-Sinopsis: Luca y Alberto hablan sobre las estrellas y sus historias mitológicas, revelando algunos de sus sueños más profundos.

En Portorosso eran casi las ocho de la tarde y los vestigios de un día soleado se desvanecían lentamente en el horizonte. Cualquier artista se había deslumbrado con la vista desde aquella isla rodeada del calmo océano: Cielos despejados adornados de un precioso color azul violeta, las estrellas apareciendo y mezclando su luz con las luciérnagas...

Eso sin mencionar los tranquilos sonidos de la naturaleza, las olas del mar chocando tranquilamente contra las rocas, las cigarras chirriando entre el salvaje césped, y por supuesto, las suaves risas de unos jóvenes Luca y Alberto de quince y dieciséis años, sentados en lo alto de la colina miraban cómo la perezosa noche empezaba a resplandecer.

El mayor dejó que Luca reposara su cabeza en su hombro estrellado en pecas, y le acarició la espalda en círculos, dejándose envolver por la tranquilidad intima del momento.

"Este verano ha sido tan increíble, y eso que apenas comienza". Luca mencionó, sintiendo la cálida mejilla de su amigo chocar con sus cabellos ondulados.

"Todos los veranos son increíbles. Me atrevería a decir que es solo porque regresas... Eso es más que suficiente para mí. Te he echado mucho de menos".

"Lo mismo digo. Necesitaba esto, he estado tan estresado por la escuela que a veces se me olvida que existen momentos como este. Fue un año tan difícil".

"Lo sé, me lo dijiste muchas veces, pero las cosas salieron bien, ahora estás aquí. Ahora estamos aquí los dos, y eso es todo en lo que deberías pensar". Alberto murmuró, sintiendo como la tensión de Luca comenzaba a desvanecerse. Tensión que no había sentido hasta ahora que desapareció.

Hace una semana que el chico a su lado, de pecas diminutas y oscuros ojos soñadores, había vuelto a Portorosso junto a Giulia para dar por inaugurado el nuevo verano. Por ello, estos días no han sido más que diversión, risas y paseos en bicicleta. Luca estaba contento, pero quizá Alberto le ganaba en alegría.

Nueve meses son mucho tiempo de espera, pero cada verano esa paciencia termina valiendo la pena. Y esta vez no es la excepción. El moreno de ojos verdes tenía un montón de actividades para realizar, y muchas ganas de pasársela en grande con sus personas favoritas: Giulia, su hermana y Luca, su mejor amigo en todo el mundo.

Sobre todo con él, pues con Luca puede contar para lo que sea, puede sentirse cómodo, seguro, relajado y divertido a la vez. Aunque, recientemente y sin notarlo, ha comenzado a sentir un par de cosas nuevas cuando está a su lado. Por eso quizá es tan especial, y por eso se siente tan feliz y completo de estar por fin a solas para disfrutar del atardecer.

"Sí, tienes razón, Alberto. Debería dejar de pensar tanto en la escuela. Ya no importa, solo quiero distraerme y no pensar."

"Entonces. ¿Y si me hablas sobre las estrellas? Sé lo mucho que te gustan". Pidió el de ojos verdes, acomodando su rostro entre los cabellos ondulados del menor. 

"¿En serio? Bueno... ¿Qué quieres que te cuente?"

"No sé, lo que tú quieras".

Luca suspiró y se soltó del agarre de Alberto, solo para verlo a los ojos y confrontarlo. "Pero ambos sabemos que nunca retienes la información, Beto. Cada vez que te pregunto sobre algo que te dije no sabes que decir, siento que te aburres y no me escuchas".

"Eso no es cierto, me gusta escucharte".

"Pero no prestas atención a lo que te digo".

"Si lo hago, pero me gusta más prestarte atención a ti, a como hablas y te expresas. Me gusta escucharte hablar sobre las cosas que te gustan porque te emocionas mucho y tus ojos brillan, y creo que te ves adorable cuando lo haces".

"¿Lo dices de verdad?" Un pequeño rubor se notó en las mejillas de Luca. " ¿Por qué te fijas en eso?"

"¿Me contarás sobre las estrellas o no?" Alberto protestó en broma, cambiando el tema de forma inteligente.

"Bien, a ver... Déjame pensar''. Pausó. ''¿Sabías que las estrellas que hay en el universo son como más de diez cuatrillones?"

"¿De verdad son tantas? ¿Quién se podría tomar el tiempo de contarlas una por una?"

Luca sonrió y negó con la cabeza. "Es un estimado. No podemos verlas a todas, dicen que el universo está expandiéndose constantemente, así qué tal vez nunca lo sepamos".

"¿Y algo que sepas a ciencia cierta?" Preguntó, pues planeaba distraerlo de su estresante y a veces monótona vida escolar.

Luca se estiró sobre sus rodillas y gateó con ellas hasta acomodarse entre las piernas de Alberto, apoyando su cabeza en el torso de este. El mayor se apoyó en una mano contra el césped, y con la otra, abrazó al de ojos café para hacerle sentir cómodo, aunque el hecho de que Luca se haya recostado en su regazo sin preguntar, denotaba toda la confianza que existía entre ambos.

"Mira justo en frente de nosotros, arriba". Luca señaló al cielo, sintiendo su espalda calentita contra el pecho de Alberto. " ¿Ves esas estrellas de ahí?"

"¿Cuáles?"

Luca entonces tomó la mano que le abrazaba y le guió hasta el conjuntó de estrellas en forma curvilínea. "Ves esa figura que parece una "u" pero más larga?"

"Sí, ya la veo".

"Esa es la corona boreal. Hay una linda historia detrás de ella, porque fue un regalo de amor".

"¿En serio?" Alberto miró al cielo, concentrado.

"La historia es de la antigua Grecia. Dionisio, que según la mitología fue un dios de la vegetación y el vino, se enamoró de la hija de un rey, Ariadna, y le propuso matrimonio".

Alberto escuchaba con atención la historia, tan inmerso en ella que ni siquiera se dio cuenta cuando su mano atrapó la de Luca. Ninguno de los dos lo había notado. "¿Le propuso matrimonio con las estrellas?"

"Algo así. Ella no pensaba que él fuera en realidad un dios, así que para demostrárselo, le pidió a otra diosa de la mitología, Venus, que le hiciera una corona de piedras preciosas para regalárselas a Ariadna. Entonces cuando ella supo que no mentía, accedió a casarse y él por lo feliz que estaba, lanzó la corona al cielo y ahí la tienes, en frente de nosotros".

Alberto sonrió. "Es una linda historia, pero muy poco probable. Una corona que se quedó atascada en el cielo. Ni siquiera parece una corona".

Luca se rio. "Tienes razón, no se parece".

"Además, ¿la lanzó? ¿Por qué lo hizo si era un regalo para ella?"

"Porque no lo sé, es una historia, así es como fue contada". El de ojos café volvió a reír. "Aun así... ¿Es una de las historias más lindas que hay en torno a las estrellas. No me imagino ser amado de esa forma".

"¿Por qué no?"

"Porque... No sé, olvídalo. Solo dije una estupidez".

"No, en serio. ¿Por qué no serías amado así? Alguien como tú es imposible de odiar, tienes tantas cosas lindas en tu ser que si nadie llega a tu vida, los perseguiré y amenazaré hasta que quieran ser parte de ella".

Luca se rio a carcajadas esta vez, guiando su cabeza hacia arriba y luego atrás, para encontrar sus ojos con el mentón de Alberto, quien le miró de vuelta y le acarició el cabello. "No digas tonterías".

"Hablo en serio, Luca. Si no se dan cuenta de que eres increíble, me enojaré mucho. La persona que termine junto a ti tiene que darse cuenta de lo único y precioso que eres y si o sí tiene que regalarte algo que se parezca a esa corona porque es lo mínimo que mereces".

"¿Y qué hay de ti? La persona que termine junto a ti será igual de afortunada de tenerte. Eres una persona tan divertida, valiente, real y tan fácil de querer que no puedo imaginarme que nadie llegue a tu vida. Eres increíble, y si tampoco se dan cuenta, que se lo pierdan porque no te merecen. Yo mismo me encargaré de echarlos".

Alberto rodó los ojos con una sonrisa, aunque luego se preocupó mirando al cielo estrellado, con una pregunta en la mente: "Luca... ¿Crees que algún día podrías amar tanto a alguien como para regalarle una corona de estrellas?"

"Aunque físicamente no es posible, haría lo que pudiera para demostrarle a la otra persona lo mucho que la amo. Digo, el amor debería ser algo lindo, ¿no?"

"Tienes toda la razón..." Murmuró, un poco desconcertado ante la idea de alguien más en la vida de Luca.

"¿Y tú?"

"Si yo estuviera enamorado de alguien, se lo diría siempre, intentaría hacerlo feliz con las cosas que le gustan. Lo besaría todos los días para recordarle que merece ser amado así y encontraría la forma de bajarle esa corona de estrellas. Tal vez le regalaría un anillo con algunos detalles que simulen una, pero tiene que ser alguien a quien le guste el espacio, porque si no, no lo entenderá".

"Definitivamente, eso es importante. No todo el mundo lo entiende, por ejemplo algunas personas creen que soy demasiado nerd por saberme estas historias y hablar de las estrellas todo el tiempo".

"Luca, acéptalo, eres un nerd".

"¡Ya sé! ¿Pero no te parece fascinante? Digo, uno de mis grandes sueños, además de viajar en la vespa juntos, por supuesto, es descubrir algún planeta o algo".

"Si me preguntas, eso es bastante nerd". Alberto le molestó, solo porque adoraba ver a Luca enojado, inflando las mejillas enrojecidas.

"Tal vez, pero yo nombraría ese planeta con el nombre de la persona que ame. Supongo que se acerca bastante a regalar una corona de estrellas". Luca mencionó, levantándose un poco para cambiar de posición, y poder mirar a Alberto de frente. "Además, la persona que yo ame en el futuro no va a merecerse menos que eso".

Alberto se quedó mirándolo, espaciado y perdido en aquellos ojos oscuros llenos de estrellas. Quería regalarle su primer beso, decirle lo mucho que lo quería ahí mismo, quería que supiera que su corazón latía solo por él. Sin embargo, solo murmuró: "Eso es lo más bonito que he escuchado". Sonriendo un poco embobado, deseó ser aquella persona tan afortunada en el futuro de Luca. Aunque bueno, con el dolor de su alma decidió volver a tierra, porque eso era casi imposible. "Pero aun así es bastante nerd".

"Ya cállate". Luca lo empujó entre carcajadas, sintiendo que estar junto a él era lo más tranquilizador y agradable del mundo, y que podía ser llamado de mil formas sin sentirse ofendido o fuera de lugar. Alberto era su casa, su comodidad, su alegría y el motivo de sus latidos tan fuertes. Solo esperaba, aunque fuese egoísta, que jamás llegase alguien más.

"¡Pero lo eres, admítelo! "Juntos comenzaron a empujarse y a reír, haciendo tonterías, molestándose y jugando a rodar en el césped. Cuando se cansaron de atacarse el uno al otro, terminaron tumbados otra vez mirando al cielo.

''Te detesto''. Sonrió Luca, sin nada de verdad en sus palabras. 

''Eso no es cierto, me amas''. 

''No, no te soporto''.

''Si no me soportaras no estarías aquí''. Alberto murmuró, colocando sus manos atrás de su nuca. ''Admite que me quieres''. 

"No admitiré nada porque Alberto, obviamente no entiendes nada del romanticismo, mucho menos de lo importante que es la-"

***

"Nomenclatura planetaria". Luca interrumpió a una muchacha que dudaba de la palabra que iba a escoger. ''Ese es el término correcto''. Afirmó, en frente de las personas que escuchaban aquella pequeña conferencia que estaba dando para jóvenes universitarios en el auditorio de aquella casa de estudios.

En esa exposición, el adulto de treinta y nueve años estaba explicándole a un grupo de estudiantes como ha sido su trayectoria trabajando como astrónomo y cómo esa carrera, desde sus cortos trece años, le ha mantenido con tanto entusiasmo y pasión hasta el momento.

Estaban en la ronda de preguntas y respuestas, y ahora una chica de unos veinte años había levantado su mano para hablar. "Perdón, sí, ese era el término que buscaba. Respecto a la nomenclatura planetaria...'' Pensó. "La pregunta parecerá un poco tonta, pero-"

"Te equivocas, no hay preguntas tontas, adelante".

"Solo por curiosidad... ¿Por qué el planeta que usted, descubrió se llama Scorfano I? ¿Tiene algún significado?"

"Oh, esa... Esa es una larga historia". Sonrió, tocando inmediatamente su anillo de bodas, que se asemejaba a una constelación por sus diminutos adornos de estrellas. Luego vio de reojo a Alberto, sentado en primera fila, sonriéndole ampliamente. ''Lleva el apellido de la persona que más amo en este universo''. 

Y pensar que antes había considerado esa posibilidad tan lejana.

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